VI. El instante santo y las leyes de Dios (3ª parte).
6. En el instante santo no ocurre nada que no haya estado ahí siempre. 2Lo único que sucede es que se descorre el velo que cubría la realidad. 3Nada ha cambiado. 4Sin embargo, cuando se descorre el velo del tiempo, la conciencia de inmutabilidad aflora de inmediato. 5Nadie que aún no haya experimentado el descorrimiento del velo y se haya sentido irresistiblemente atraído hacia la luz que se encuentra tras él, puede tener fe en el amor sin experimentar miedo alguno. 6Mas el Espíritu Santo te da esa fe porque me la ofreció a mí y yo la acepté. 7No tengas miedo de que se te vaya a negar el instante santo, pues yo no lo negué. 8Y a través de mí, el Espíritu Santo te lo dará a ti, del mismo modo en que tú a tu vez habrás de darlo. 9No permitas que ninguna necesidad que percibas nuble la necesidad que tienes del instante santo. 10Pues en él reconocerás la única necesidad que los Hijos de Dios comparten por igual, y por medio de este reconocimiento te unirás a mí para ofrecer lo único que es necesario.
Esa realidad, no es la realidad con la que se identifica el ego. Esa realidad no significa que debamos morir en el cuerpo para acceder a su visión. Esa realidad, siempre ha estado ahí, pues representa nuestro verdadero ser. Esa realidad, lo que somos, significa un cambio de percepción del mundo que nos rodea, donde decidimos ver las cosas de otra manera, tal y como son. Sí, percibiremos el cuerpo, pero no lo reconoceremos como nuestra verdadera identidad.
Veremos y experimentaremos nuestras relaciones con los demás, pero lo haremos desde la visión de lo real, esto es, reconociendo en el otro a nuestro hermano en la Filiación, lo que nos llevará, de forma conjunta, a andar el camino que ha de conducirnos a la salvación, juntos.
7. La paz llegará a través de nosotros. 2Únete a mí en la idea de la paz, pues las mentes se comunican por medio de ideas. 3Si te entregases tal como tu Padre entrega Su Ser, entenderías lo que es
El principal error que acompaña el sistema de pensamiento del ego, es pensar, creer, que el cuerpo tiene más valor y poder que las ideas. La razón de que esto sea así, responde a que se ha identificado con aquello que percibe, y los órganos de percepción, han ocupado toda la fuerza de su mente, llevándole a pensar que es un cuerpo. La paz está negada para una mente que no cree en su fuente, en el amor, en la unidad, en el ser espiritual.
8. En el instante santo se recuerda a Dios, y con Él se recuerda el lenguaje con el que te comunicas con todos tus hermanos. 2Pues la comunicación se recuerda en unión con otro, al igual que la verdad. 3No hay exclusión en el instante santo porque el pasado desaparece, y con él desaparece también la base de la exclusión. 4Sin su fuente, la exclusión se desvanece. 5Y esto permite que
Las ideas que el ego expresa dividen, pues son frutos de un minucioso trabajo de investigación, donde la unidad de la verdad se ha fragmentado en pedazos, convirtiendo la verdad en piezas de un puzle. Ocupamos nuestro tiempo es escudriñar los misterios de la naturaleza, pero en esa búsqueda, cada vez estamos más lejos de la verdad, al no reconocer, que la Fuente de la Creación se encuentra en compartir la Mente de Dios, del Amor.
Por último, os comparto una curiosidad que procede del estudio del comportamiento del ego. El ego no tiene fe en las ideas, las considera teorías que, para ser aceptadas por su sistema de pensamiento, deben pasar la prueba del "algodón" es decir, deben llevarse a la práctica para dar testimonio de su "verdad". ¿De dónde procede esta inseguridad? Precisamente de la falsedad propia de las creencias de ego, esto es, de creer en el miedo, en la culpa, en la separación, en la ilusión y en la percepción falsa. El ego da lo que tiene y si lo que tiene, son esas creencias, es lógico que cuando recibimos una propuesta en forma de ideas, no creamos en ella, y exijamos que se muestre en el terreno de lo tangible. Tan sólo así creerá en dicha idea. ¿Os resuena este comportamiento? El mismo Tomás, aun siendo apóstol de Jesús, aun habiendo sido testigo de sus enseñanzas y milagros, decidió no creer en su resurrección, sin antes introducir sus dedos en las heridas del Maestro.
Por lo tanto, debemos elegir, entre creer la verdad de lo que somos, Hijos del Amor, o negar tal existencia y seguir rindiendo culto a nuestra falsa identidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario