jueves, 6 de febrero de 2025

Capítulo 18. III. Luz en el sueño (2ª parte).

III. Luz en el sueño (2ª parte).

4. Tú que tomas de la mano a tu hermano tomas también la mía, pues cuando os unisteis no estabais solos. 2¿Crees acaso que yo te iba a dejar en las tinieblas que acordaste abandonar conmigo? 3En tu relación radica la luz de este mundo. 4Y el miedo no puede sino desaparecer de tu vista ahora. 5No caigas en la tentación de arre­batar el regalo de la fe que le ofreciste a tu hermano. 6Lo único que conseguirías con ello sería asustarte a ti mismo. 7El regalo se dio para siempre, pues Dios Mismo lo aceptó. 8No puedes quitárselo ahora. 9Has aceptado a Dios. 10La santidad de tu relación quedó establecida en el Cielo. 11No entiendes lo que aceptaste, pero recuerda que tu entendimiento no es necesario. 12Lo único que se necesitó fue simplemente tu deseo de entender. 13Ese deseo fue el de ser santo. 14La Voluntad de Dios se te concede, 15pues lo único que deseas es lo que siempre tuviste o lo que siempre fuiste.

Si el uso de la voluntad fue el origen que dio lugar a la sustitución del amor por el miedo, de la luz por la oscuridad, del entendimiento por la ignorancia, igualmente, será por el uso de la voluntad dirigida correctamente que alcanzaremos nuestro verdadero estado de ser; es decir, el amor, la luz y el entendimiento sustituirán al miedo, a la oscuridad y a la ignorancia.

Proyectemos nuestra voluntad para satisfacer el cumplimiento del único deseo que es lícito, el de entender, el de conocernos tal y como Dios nos ha creado.

5. Cada instante que pasemos juntos te enseñará que este objetivo es posible, y fortalecerá tu deseo de alcanzarlo. 2en tu deseo reside su logro. 3Tu deseo está ahora completamente de acuerdo con todo el poder de la Voluntad del Espíritu Santo. 4Ningún paso corto y vacilante que des puede hacer que tu deseo se aparte de Su Voluntad o de Su fortaleza. 5Puedes estar tan seguro de que yo te llevo de la mano como de que tú estuviste de acuerdo en llevar de la mano a tu hermano. 6No os separaréis, pues yo estoy con voso­tros y camino con vosotros en vuestro avance hacia la verdad. 7Y dondequiera que vamos, llevamos a Dios con nosotros.

En apariencia, el acto de conocernos puede confundirse con una acción que potencia la individualidad. Pero es precisamente la ignorancia de lo que realmente somos lo que da lugar al egoísmo y a la falsa creencia en la separación. Cuando conozcamos nuestra verdadera realidad, descubriremos a nuestra divinidad, la cual alcanza su compleción en la Unidad de la Filiación.

6. Te has unido a mí en tu relación para llevarle el Cielo al Hijo de Dios, que se había ocultado en la oscuridad. 2Has estado dis­puesto a llevar la oscuridad a la luz, y eso ha fortalecido a todos los que quieren permanecer en la oscuridad. 3Los que quieran ver verán. 4Y se unirán a mí para llevar su luz a la oscuridad cuando la oscuridad que hay en ellos haya sido llevada ante la luz y eliminada para siempre. 5La necesidad que tengo de ti que te has unido a mí en la santa luz de tu relación, es la misma que tienes tú. 6¿Cómo no iba yo a darte a ti lo que tú me diste a mí? 7Pues en el momento en que te uniste a tu hermano, me respon­diste.

Al conocernos, descubrimos que nuestra meta, la salvación o retorno a Dios, tan solo es posible cuando vamos de la mano con nuestros hermanos. Ese estado de conciencia resume nuestra meta. No hay otro camino. Ese sello certifica que es el camino correcto, el único y verdadero. Cualquier otro camino, que no nos lleve a tomar consciencia de esta realidad, será un camino falso y servirá a la escuela de pensamiento del ego.

7. Tú que eres ahora el portador de la salvación, tienes la función de llevar la luz a la oscuridad. 2La oscuridad en ti se llevó ante la luz. 3Lleva esa luz ahora a la oscuridad, desde el instante santo a donde llevaste tu oscuridad. 4Nos completamos cuando desea­mos completar. 5No dejes que el tiempo te preocupe, pues todo miedo que tú y tu hermano podáis experimentar procede real­mente del pasado. 6El tiempo ha sido reajustado para ayudarnos a lograr, juntos, lo que vuestros pasados separados habrían impe­dido. 7Habéis transcendido el miedo, pues dos mentes no pueden unirse en su deseo de amor sin que el amor se una a ellas.

El camino que hemos elegido, acompañado de nuestros hermanos, ya no está amenazado por el miedo, lo que significa que el tiempo deja de ser un obstáculo, pues ya no lo concebimos como el tránsito del pasado al futuro. Ahora, se colapsa en el instante presente, el único que nos brinda la oportunidad de nacer de nuevo espiritualmente. Cuando dos mentes se unen en el amor, ¡todo se ha consumado!

8Ni una sola luz en el Cielo deja de acompañaros. 2Ni uno solo de los rayos que brillan para siempre en la Mente de Dios deja de iluminaros. 3El Cielo se ha unido a vosotros en vuestro avance hacia Él. 4Si se han unido a vosotros luces tan potentes que infun­den a la pequeña chispa de vuestro deseo el poder de Dios Mismo, ¿cómo podríais vosotros seguir en la oscuridad? 5Tú y tu hermano estáis retornando a casa juntos, después de un largo e insensato viaje que emprendisteis por separado y que no os condujo a ninguna parte. 6Has encontrado a tu hermano, y cada uno de vosotros alumbrará el camino del otro. 7Y partiendo de esa luz, los Grandes Rayos se extenderán hacia atrás hasta la os­curidad y hacia adelante hasta Dios, para desvanecer con su res­plandor el pasado y así dar lugar a Su eterna Presencia, en la que todo resplandece en la luz.

La fuerza de la luz es expansiva y se extiende sin límite, contagiándolo todo a su paso. Si no se percibe dicha luz, es porque estamos eligiendo la oscuridad y no la dejamos entrar.

En muchas ocasiones, no somos receptores del amor que nos brindan aquellos que nos aman desinteresadamente. La única razón para que esto ocurra es porque no nos amamos. La fuerza de atracción requiere que las mentes se unan. Cuando ese estado se alcanza, sabremos aceptar el amor de los demás, sencillamente porque ese amor está en nuestro interior, o lo que es lo mismo, porque nos amamos y sabemos reconocer lo que es el amor.

Cuando un hermano responde con desprecio a nuestro amor, o simplemente lo rechaza, está mostrándonos el rostro del miedo. Por tal motivo, en estas situaciones nuestra mente no debe responder en su tonalidad, es decir, no debe rechazarlo igualmente, sino que debemos continuar llevándole nuestra luz. Los que quieran ver, verán.

No hay comentarios:

Publicar un comentario