IV. La pequeña dosis de buena voluntad (1ª parte).
1. El instante santo es el resultado de tu decisión de ser santo. 2Es la respuesta. 3Desearlo y estar dispuesto a que llegue precede su llegada. 4Preparas tu mente para él en la medida en que reconoces que lo deseas por encima de todas las cosas. 5No es necesario que hagas nada más; de hecho, es necesario que comprendas que no puedes hacer nada más. 6No te empeñes en darle al Espíritu Santo lo que Él no te pide, o, de lo contrario, creerás que el ego forma parte de Él y confundirás a uno con otro. 7El Espíritu Santo pide muy poco. 8Él es Quien aporta la grandeza y el poder. 9Él se une a ti para hacer que el instante santo sobrepase con mucho tu entendimiento. 10Darte cuenta de lo poco que tienes que hacer es lo que le permite a Él dar tanto.
Si utilizamos la voluntad en la dirección opuesta a la de nuestro Creador, obtendremos una visión diferente a la que compartimos cuando ambas voluntades son una. La consecuencia de elegir ver de manera diferente a la de Dios nos lleva a percibir ilusoriamente y a olvidar nuestra verdadera identidad.
Cuando decidimos hacer la Voluntad de Dios, cuando elegimos ver desde Su Mente, estamos creando la realidad, lo verdadero y eterno. Como bien nos dice este apartado, el instante santo es el resultado de nuestra decisión de ser santos. Es la respuesta de dicha elección.
El otro principio al que me refería más arriba es el amor. La cualidad del amor es expansión. El amor siempre da y no pide nada a cambio, pues el amor es compleción, es totalidad, es abundancia, es plenitud, es infinito. El instante santo es el resultado de elegir amar, y no es necesario que hagamos nada más. El regalo que obtenemos por nuestra pequeña dosis de buena voluntad es la respuesta del Espíritu Santo, o lo que es lo mismo, la Expiación de todos nuestros errores y la visión Crística de la Unidad.
2. No confíes en tus buenas intenciones, 2pues tener buenas intenciones no es suficiente. 3Pero confía implícitamente en tu buena voluntad, independientemente de lo que pueda presentarse. 4Concéntrate sólo en ella y no dejes que el hecho de que esté rodeada de sombras te perturbe. 5Esa es la razón por la que viniste. 6Si hubieses podido venir sin ellas no tendrías necesidad del instante santo. 7No vengas a él con arrogancia, dando por sentado que tienes que alcanzar de antemano el estado que sólo su llegada produce. 8El milagro del instante santo reside en que estés dispuesto a dejarlo ser lo que es. 9Y en esa muestra de buena voluntad reside también tu aceptación de ti mismo tal como Dios dispuso que fueses.
La voluntad puede servir al error y lo hace cuando decide no amar, o puede servir a la verdad cuando su visión es la unidad. Cuando este punto nos dice que no confiemos en nuestras buenas intenciones, nos está advirtiendo que la voluntad debe dirigir al deseo, pues si es el deseo el que dirige a nuestra voluntad, nos seducirá para que sirvamos al ego y será entonces cuando todas nuestras buenas intenciones quedarán "en agua de borrajas".
Cuando es nuestra voluntad la que gobierna y dirige al deseo, entonces nuestra elección será firme y aceptada íntegramente, lo que nos permitirá lograr nuestra meta.
3. La humildad jamás te pedirá que te conformes con la pequeñez. 2Pero sí requiere que no te conformes con nada que no sea la grandeza que no procede de ti. 3La dificultad que tienes con el instante santo procede de tu arraigada convicción de que no eres digno de él. 4¿Y qué es eso, sino la decisión de ser lo que tú quisieras hacer de ti mismo? 5Dios no creó Su morada indigna de Él. 6Y si crees que Él no puede entrar allí donde desea estar, debes estar oponiéndote a Su Voluntad. 7No es necesario que la fuerza de tu buena voluntad proceda de ti, sino únicamente de Su Voluntad.
Las tentaciones procedentes de la naturaleza instintiva que gobierna: la soberbia, la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la envidia y la pereza, nos las presenta nuestra mente, invitando a nuestra naturaleza santa a dudar de ella. Ello nos lleva a confundir la humildad con la soberbia; la generosidad con la avaricia; la castidad con la lujuria; la paciencia con la ira; la templanza con la gula; la caridad con la envidia y la diligencia con la pereza.
¿Acaso Dios no es poderoso? ¿Acaso no hemos sido creados a Su imagen y semejanza? Entonces, ¿por qué dudas de tu grandeza?
4. El instante santo no procede únicamente de tu pequeña dosis de buena voluntad. 2Es siempre el resultado de combinar tu buena voluntad con el poder ilimitado de
Así es, por mucho que nos cueste creerlo. Yo me encuentro entre los que movilizan su voluntad y sus deseos para elegir el camino que ha de llevarme a la salvación, que ha de permitirme sentir una persona buena, mejor que aquellos a los que juzgo malas personas, lo que me lleva a erigirme como su salvador, como su guía. Mis pasos me han llevado a formar parte de grupos de estudios que se proclaman seguidores de unas enseñanzas que les exigen hacer las cosas de una manera determinada para ser aceptados como parte del grupo. Tras esos muchos gestos, en ocasiones ritualísticos, se evidencia lo esencial: la ausencia de autoconocimiento.
Cuando se alcanza ese estado de consciencia en el que sabemos lo que realmente somos, nuestra ignorancia, la venda que cubre nuestros ojos, se cae, permitiéndonos ver nuestra desnudez, nuestra esencia, nuestra naturaleza espiritual, nuestra divinidad. En ese instante, nuestra voluntad no es otra que hacer la Voluntad de nuestro Padre. Ninguna otra verdad puede sustituir a esta verdad.
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