lunes, 3 de febrero de 2025

Capítulo 18. II. La base del sueño (2ª parte).

II. La base del sueño (2ª parte).

4. Los sueños son desahogos emocionales en el nivel de la percep­ción en los que literalmente profieres a gritos: "¡Quiero que las cosas sean así!" 2Y aparentemente lo consigues. 3Mas los sueños son inseparables de su fuente. 4La ira y el miedo los envuelven, y en cualquier instante la ilusión de satisfacción puede ser invadida por la ilusión de terror. 5Pues el sueño de que tienes la capacidad de controlar la realidad y de sustituirla por un mundo que pre­fieres es aterrante. 6Tus intentos de eliminar la realidad son aterra­dores, pero no estás dispuesto a aceptar esto. 7Por lo tanto, lo sustituyes con la fantasía de que la realidad es lo que es aterra­dor, y no lo que tú quieres hacer de ella. 8Y de este modo la culpa­bilidad se vuelve real.

Podríamos decir que el estado de vigilia nos ofrece un entorno conocido, estable y en el que todas las cosas adquieren el significado que les hemos dado, sin que sucedan acontecimientos que no respondan al proceso natural de las cosas. Sin embargo, mientras dormimos y quedamos a merced de nuestros sueños, ese mundo se transforma y nos da pie a actuar sin limitaciones, lo que propicia que todos nuestros deseos reprimidos durante la vigilia se vean satisfechos con el solo pensamiento de desearlo. 

Es muy común que durante el sueño nos enfrentemos a todos nuestros miedos y que demos rienda suelta a nuestro deseo de ser especiales. Si nuestra mente ha dado cobijo, durante la vigilia, a la ira y al miedo, durante el sueño, esos sentimientos se manifestarán con total libertad y experimentaremos una terrorífica pesadilla.

El mundo percibido por el ego favorece la percepción de situaciones en las que todo se nos antoja una dramática pesadilla.

5. Los sueños te muestran que tienes el poder de construir un mundo a tu gusto, y que por el hecho de desearlo lo ves. 2mien­tras lo ves no dudas de que sea real. 3Mas he ahí un mundo, que aunque claramente existe sólo en tu mente, parece estar afuera. 4No reaccionas ante él como si tú mismo lo hubieses construido, ni te das cuenta de que las emociones que el sueño suscita no pueden sino proceder de ti. 5Los personajes del sueño y sus accio­nes parecen dar lugar al sueño. 6No te das cuenta de que eres tú el que los hace actuar por ti, ya que, si fueses tú el que actuase, la culpa no recaería sobre ellos, y la ilusión de satisfacción desapare­cería. 7Estos hechos no son ambiguos en los sueños. 8Pareces des­pertar, y el sueño desaparece. 9Pero lo que no reconoces es que lo que dio origen al sueño no desapareció con él. 10Tu deseo de cons­truir otro mundo que no es real sigue vivo en ti. 11Y pareces des­pertar a lo que no es sino otra forma de ese mismo mundo que viste en tus sueños. 12Estás soñando continuamente. 13Lo único que es diferente entre los sueños que tienes cuando duermes y los que tienes cuando estás despierto es la forma que adoptan, y eso es todo. 14Su contenido es el mismo. 15Constituyen tu protesta con­tra la realidad, y tu idea fija y demente de que la puedes cambiar. 16En los sueños que tienes mientras estás despierto, la relación especial ocupa un lugar especial. 17Es el medio con el que tratas de que los sueños que tienes mientras duermes se hagan realidad. 18De esto no puedes despertar. 19La relación especial representa tu resolución de mantenerte aferrado a la irrealidad, y de impedirte a ti mismo despertar. 20mientras le otorgues más valor a estar dormido que a estar despierto, no querrás despertar.

Este punto nos refiere claramente la similitud existente entre el soñar mientras dormimos y el soñar mientras estamos despiertos. Es decir, en ambos estados, la realidad es sustituida por la ilusión procedente del estado de soñar. Estamos soñando continuamente.

El origen del sueño no es otro que el desear que las cosas sean diferentes a como son. El ego adquiere protagonismo cuando nos identificamos con la creencia en la separación, fruto de utilizar la voluntad para "crear" un mundo ausente de amor y, por tanto, un mundo demente donde el miedo es el verdadero protagonista.

El deseo de ser especial da lugar a las relaciones especiales y al tratamiento de dichas relaciones desde el deseo de alcanzar el amor a través de la culpa.

6. El Espíritu Santo, siempre práctico en Su sabiduría, acepta tus sueños y los emplea en beneficio de tu despertar. 2Tú te habrías valido de ellos para seguir durmiendo. 3Dije antes que el primer cambio que tiene que producirse antes de que los sueños desapa­rezcan, es que tus sueños de miedo se conviertan en sueños feli­ces. 4Eso es lo que el Espíritu Santo hace en la relación especial. 5No la destruye ni te priva de ella. 6Pero sí la usa de manera diferente, a fin de ayudarte a que Su propósito se vuelva real para ti. 7Seguirás teniendo una relación especial, pero no será una fuente de dolor o de culpabilidad, sino de dicha y liberación. 8No será sólo para ti, pues en eso reside su infortunio. 9De la misma manera en que su falta de santidad la mantiene como algo aparte, su estado de santidad la convierte en una ofrenda para todo el mundo.

La mente recta o percepción verdadera se logra cuando conectamos conscientemente con la frecuencia de amor que nos transmite el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es la mente que compartimos con nuestro Creador, transformando nuestra creencia en la separación en la creencia en la unidad.

Ya hemos visto cómo la relación especial es la respuesta que da el ego llamado a satisfacer sus deseos redentores de sanar su culpa, la cual procede de sus miedos. 

El Espíritu Santo nos propone una guía diferente, basando su enseñanza en el amor y no en el odio y el miedo. Para ello, nos ofrece sustituir nuestros sueños de miedo por sueños felices, sueños de amor. De este modo, la relación especial trascenderá el oculto deseo de vaciarnos de la culpa y lo sustituirá por el deseo consciente de compartir el amor verdadero y juntos lograr la salvación. 

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