LA TRAICION DE JUDAS
10 Judas Iscariote, uno de los doce, se fue a los príncipes de los sacerdotes para entregárselo. 11 Ellos, al oírle, se alegraron y prometieron darle dinero, y buscaba ocasión oportuna para entregarle.
Muchos estudiosos de las distintas ramas del saber, teólogos, sociólogos, psicólogos, historiadores, filósofos, etc., incluso muchos hombres corrientes por simple curiosidad, se han planteado esta cuestión: ¿Por qué razón, Judas entregó a su Maestro? ¿Cómo era posible que, después de convivir junto a Él durante tres años, después de haber comido y bebido en su misma mesa, después de haber sido testigo de sus acciones publicas y de las íntimas, aquel hombre pudiera entregarle? ¿Por dinero? ¿Por estima o fama? ¿Por decepción? ¿Por miedo?... ¿pero, a qué?
Todas estas respuestas han sido barajadas; todas ellas tienen su argumento, y sin embargo, nadie ha dicho que Judas entregó al hijo del hombre por amor.
Los más radicales se escandalizarán. Algunos otros ni tan siquiera tendrán en cuenta esta cuestión, la ignorarán; pero aquellos que se hayan visto identificados alguna vez en sus vidas en Judas, y hayan reconocido en ese rostro su propio rostro (no un rostro secreto, ni íntimo, sino el rostro de todos los días), sin duda alguna, se pararán a pensar que, ciertamente, puede haber algo de verdad en esa respuesta. Judas entregó a Jesús por amor.
Hacer cumplir la ley sin que nos olvidemos ni una sola tilde, ni un solo espacio, no es fácil, hay que amar mucho para lograrlo. Sí, hermanos míos, la ley debía cumplirse para ser trascendida. Ese había sido siempre el mensaje del Maestro. Ese es el mensaje del Hijo del hombre: “No penséis que he venido a abrogar la ley de los Profetas; no he venido a abrogarla, sino a consumarla” (Mt. 5, 17-18).
La ley de Jehová es inflexible en su manifestación Lo que nace en la fase Yod (semilla), debe morir cuando alcance la fase 2º He (frutos), y de esa muerte surgirá un nuevo Yod (nueva semilla).
Jesús podría haber muerto por un proceso natural, es decir, de viejo, sin embargo, su misión no era permanecer en un Cuerpo Material para glorificar sus cualidades y poderes.
Ese proceso se ha venido repitiendo en las personas de Herodes y de los antiguos reyes y emperadores. Jesús debía acelerar precisamente el desapego a lo que significaba estar preso de esos cuerpos, de los placeres que despertaba y perseguía saciar con ellos. Para ello, debía morir y volver a la vida en un Cuerpo más sublime y elevado, el Cuerpo Espiritual.
Para hacer cumplir esa ley que había de culminar con la Liberación, se necesitaba a alguien que personificase el poder de verdadero legislador, de ejecutor de la necesidad vital evolutiva. Alguien que, formando parte de la propia consciencia Crística, le pusiese en manos de aquellos que deberían consumar su Obra. Pero llevar a cabo esta decisión no le resultaría fácil a Judas, pues su precio, su recompensa, sería recibir el desprecio del mundo, pues el mundo no iba a interpretar aquel acto de traición, como un acto de amor.
Judas, astrológicamente es Cáncer, y cabalísticamente es Yesod. Las funciones de este Séfira, nos permiten comprender más profundamente las razones de Judas para vender al Maestro.
Yesod-Luna realiza funciones cristalizadoras. Ella es la que recibe en su centro las energías procedentes del resto de los Séfiras, y cuando está preñada de ellos, los pasa al Mundo Físico para que se conviertan en acciones y le retribuyan su labor. Judas es pues, la matrona cósmica, el que hace realidad los propósitos ajenos. Por lo tanto, su entrega no debemos verla de otro modo diferente. Fue parte del Plan Crístico. La humanidad se encontraba prisionera de unas creencias y el único modo de ayudarle a liberarse de ellas, era elevar el tono vibratorio de su Cuerpo Mental. Alguien debía recorrer ese camino nuevo aun inexplorado. Debía conquistar cada instancia, y una vez trazada la ruta debía enseñarle al resto de sus hermanos. Ese hombre fue Jesús, y su muerte significaba un paso decisivo, pues no podemos separarla de la resurrección, por lo que con ello, le decía al mundo: ¡Despertad!, no tengáis miedo a perder la vida; no aferraos más a ella, pues los verdaderos tesoros no se encuentran en ella, sino en vuestro interior. Buscadlos dentro y descubriréis que la luz, el amor que os da la vida, es inagotable. Su fruto es eterno. Cuanto más deis, más tendréis. No aferraos a lo perecedero; no padezcáis por lo que perderéis, pues no perderéis, sino que hallaréis. La verdadera vida no es la que veis reflejada en este cuerpo, sino la que lo mantiene vivo y siempre estará viva: la del Espíritu.
En verdad, Judas cumplió fielmente con su Trabajo. Él lo realizó con amor, pues sin él, no lo hubiera hecho jamás. Judas es Yesod, la matrona cósmica, y cada vez que nuestro Yesod interno lanza al mundo material el contenido de nuestras creencias con el propósito de recibir a cambio la confirmación de que estamos en lo cierto, estamos vendiendo a nuestro Jesús interno, estamos actuando de modo que necesitamos aprender por la vía de la experiencia, y haciéndolo así, estamos ligándonos una y otra vez kármicamente, y tendremos que volver una y otra vez al Mundo Material para pagar nuestras facturas.
Jesús nos ha enseñado un nuevo mundo, el del Padre, y un nuevo modo de aprendizaje: la Vía del Amor, la Vía Interna. Utilicémoslo y elevemos a Judas a una situación más ejemplar si cabe, en la que nos alimente internamente con el contenido de su memoria, y deje de este modo de inclinarnos a vender nuestras energías a nivel material.
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