¿Qué
me enseña esta lección?
Cuando siembro Amor, el
fruto que cosecho es la felicidad. De esta relación causa-efecto, deduzco, que
la felicidad no es una cuestión de azar, sino que es la consecuencia directa de
una expresión de la Voluntad dirigida hacia la acción de Amar.
El Amor es el lenguaje
con el que se expresa nuestro verdadero Ser. Es una expresión que se destila de
la Mente Una. Una mente que cree estar separada del resto de las mentes, es una
mente que sirve al error. Ese tipo de mente, piensa que Dios es algo externo a
nosotros y siente temor a ser víctima de la Justicia Divina, pues participa de
la creencia del pecado, de la culpa y del castigo como única vía de redención.
Sin embargo, esa
creencia es fruto de la ignorancia del ego, el cual ha fraguado un sistema de
creencias que le lleva a sentir verdadero pánico del único camino que pudiera
poner en entredicho su credibilidad, su existencia, el del Amor. Amar,
perdonar, le deja sin argumentos, pues sus pilares se asientan en la culpa, en
el miedo, en la necesidad, en el sufrimiento, en el sacrificio.
La verdadera felicidad
no podemos sustentarla en los logros que recibimos del mundo material, pues al
ser estos efímeros, la felicidad también lo sería. La verdadera felicidad forma
parte de nuestra realidad, pues el Amor es la condición de nuestro Ser.
Ejemplo-Guía: ¿Estás dispuesto a vivir sin miedos?
¿Entonces qué
significado tiene lo que digo? ¿Qué quiero decir cuando manifiesto que nuestro
verdadero Ser no es de este mundo? Sencillamente, que nuestra verdadera
realidad no es el cuerpo que percibimos. Nuestra verdadera esencia es
Espiritual y tiene su Fuente en Su Creador, en Dios. El cuerpo, es un vehículo
transitorio que nos permite adquirir experiencias en el plano denso, en el
mundo de las formas, en el mundo de la percepción, el mismo que permite a la
mente expresarse en su manifestación individualizada, dando expresión al ego.
Esta afirmación es de vital importancia a la hora de vivir la vida. Si no
sabemos realmente quiénes somos, cómo vamos a saber cuál es nuestra función en
la existencia. Para mí, este punto de partida, es la piedra angular donde
levantar el edificio de la verdad.
Si tengo la certeza de
que soy Espíritu, un Santo Hijo de Dios, libre de toda limitación, la vida será
una fuente de inspiración donde expandir mi condición divina a través de mi
esencia verdadera, el Amor. Esta certeza me permite gozar de la Felicidad, pues
la Felicidad es un atributo del Amor.
Ahora bien, si mi visión
sirve a la mente dual, la que basa sus argumentos en la creencia en la
separación, en el pecado y en la culpabilidad, entonces soy un fiel servidor
del miedo, con lo cual, todos mis intentos de gozar de la felicidad serán vanos,
pues la propia semilla del miedo carece de la fortaleza precisa para hacer que
disfrutemos del fruto de la felicidad.
A partir de esa certeza, aun experimentando en el mundo del sueño, en el mundo de la percepción, tendremos el entendimiento que nos permita que somos los soñadores de nuestros sueños. Ello favorece el estado mental de la aceptación, de la fe, o lo que es lo mismo, de la confianza y del compromiso. La felicidad forma parte de nuestra esencia. Viviremos todo tipo de vivencias, pero nuestra mente ya no las juzgarás desde la dualidad, estas son buenas, estas otras son malas. Ya no calificaremos a las vivencias buenas como portadoras de felicidad y a las malas como portadoras de sufrimiento. Ya no otorgamos ese poder a las circunstancias externas, sino que elegimos vivir desde el empoderamiento, desde el endiosamiento, lo que quiere decir, que utilizamos la fuerza de la voluntad para dirigir nuestras elecciones y apostar por vivir la vida tal y como es.
¿Estás dispuesto a vivir sin miedos? Ama sin miedos, desde la libertad.
Reflexión: ¿Crees que la felicidad tiene algo que ver con el amor? ¿Se puede ser feliz sin amor?
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