14. Hoy vamos a practicar el verdadero perdón, para que el momento de la unión no se demore más. 2Pues deseamos encontrarnos con nuestra realidad en libertad y en paz. 3Nuestras prácticas se convierten en las pisadas que alumbran el camino a todos nuestros hermanos, quienes nos seguirán a la realidad que compartimos con ellos. 4A tal efecto, dediquemos hoy un cuarto de hora en dos ocasiones a pasarlo con el Guía que entiende el significado del perdón y que nos fue enviado para enseñárnoslo: 5Pidámosle:
6Permítaseme poder percibir el perdón tal como es.
15. Escoge entonces un hermano tal como Él te indique, y cataloga sus "pecados" uno por uno a medida que crucen tu mente. 2Asegúrate de no concentrarte en ninguno de ellos en particular, antes bien, date cuenta de que te estás valiendo de sus "ofensas" para salvar al mundo de toda idea de pecado. 3Examina brevemente todas las cosas negativas que hayas pensado acerca de él y pregúntate en cada caso: "¿Me condenaría a mí mismo por haber hecho eso?"
16. Libéralo de todos los pensamientos de pecado que hayas tenido en relación con él. 2Y entonces tú mismo estarás listo para la libertad. 3Si has estado practicando hasta ahora de buen grado y con honestidad, empezarás a notar una sensación de ser elevado; un gran alivio en tu pecho y un sentimiento profundo e inequívoco de desahogo. 4Debes dedicar el resto del tiempo a experimentar que te escapas de todas las pesadas cadenas con las que quisiste encadenar a tu hermano; pero con las que en realidad te encadenabas a ti mismo.
17. Debes practicar el perdón a lo largo del día, pues todavía habrá muchas ocasiones en las que te olvidarás de su significado y te atacarás a ti mismo. 2Cuando esto ocurra, permite que tu mente vea más allá de esa ilusión según repites para tus adentros:
3Permítaseme poder recibir el perdón tal como es.
4¿Me acusaría a mí mismo de eso?
5No me voy a encadenar a mí mismo de esta
manera.
6Antes de hacer cualquier cosa, recuerda lo siguiente:
7Nadie es crucificado solo, mas, por otra parte, nadie puede entrar en el Cielo solo.
¿Qué me enseña esta lección?
Si participo de la creencia que he pecado; si participo de la idea de que he heredado la culpa primigenia de nuestros primeros padres, Adán y Eva; si participo de la idea de que el mundo que veo es el mundo material, entonces, el perdón es justificado como necesario, pues al darle el valor de la redención, lo hemos hecho necesario para aplacar nuestro sentimiento de culpa.
Mientras me sienta identificado con la personalidad corporal, estaré justificando mi comportamiento basado en el miedo, en la venganza, en el odio, en la separación. Mi consciencia de escasez y necesidad me lleva al deseo de poseer, de atesorar, pues, de este modo siento que estoy satisfaciendo mis necesidades. Pero este modo de actuar, pronto nos lleva a una situación de insatisfacción muy profunda, pues nada de lo que atesoremos en el mundo del ego, nos aportará la felicidad que añoramos.
El perdón, cuando nos manifestamos con plena consciencia de lo que realmente Somos, no se aplica, pues todo lo que proviene del Espíritu es impecable.
El perdón encuentra aplicación cuando nuestra visión se encuentra identificada con lo ilusorio. Es en esas situaciones cuando cometemos errores que deben ser perdonados. El mayor error que cometemos es creernos separados de nuestro Creador y de la Creación.
El rostro de nuestro hermano nos ofrece la oportunidad de perdonar y transcender nuestra visión de separación. De este modo, se alcanza la correcta visión que nos eleva hasta nuestra verdadera condición divina.
Ejemplo-Guía: "El perdón, como condición, o, el perdón, como
ostentación".
Como ya he dicho anteriormente, el único error que hemos cometido es creernos
separados de nuestro Padre y de la Creación. Y si eso es así, si ese es el
verdadero origen que ha dado lugar al mundo ilusorio que percibimos, lo único
que tenemos que hacer es corregir ese error. En este sentido, el perdón, se nos
presenta como la expresión de nuestra condición interna, del Amor, y su
manifestación encierra el inmenso poder para disolver la ilusión y sustituirla
por la verdad.
Cuando los Textos Sagrados nos revelan el origen del pecado, nos hablan de una transgresión, de una violación de la Voluntad Divina. Como consecuencia de ese acto "transgresor", sentimos que hemos desobedecido a nuestro Creador y dicha acción despierta Su enfado y Su sed de castigo. Dejamos de sentirnos los herederos legítimos de la Abundancia Divina y pasamos a identificarnos con la escasez y la necesidad. La conexión directa que nos unía a nuestro Hacedor, ahora exige una acción redentora por nuestra parte y hacemos necesario el dolor como vía de aprendizaje para alcanzar la purificación.
El haber elegido percibir un mundo nuevo, lo cual hemos identificado como nuestro acto de desobediencia, debe ser perdonado. Perdonando ese acto, perdonando que nos sentimos separados de nuestro Padre, se abrirán las puertas de la Salvación, pues con ese perdón estamos perdonando al mundo que hemos condenado.
El perdón visto desde la mirada de la culpa es egocéntrico. Perdono, porque veo la culpa, porque identifico el pecado, lo que nos indica que proyectamos fuera nuestra propia creencia en la condena. En ese acto de perdón, precedido por el juicio condenatorio, nos hace sentir superiores al condenado. Te juzgo, te condeno y luego te perdono, pero no porque haya dejado de ver tu culpa, sino porque me siento superior y con la potestad de perdonar, es decir, me siento en la necesidad de recibir el mismo acto que estoy dando, sin saberlo. Lo que ocurre, es que nadie pueda dar lo que no tiene, y si perdono desde la ostentación, en verdad no me estoy liberando de la creencia en la culpa, pues si veo el pecado en el otro, lo que realmente estoy haciendo es ver mi propio pecado.
Cuando el perdón se expresa desde la visión espiritual, desde la unidad, lo que estamos haciendo es manifestar nuestra propia condición de Amar. No perdonamos porque vemos la culpa, perdonamos porque es nuestra condición. Desde este punto de vista, en verdad, no es necesario perdonar, pero dado que su cualidad es disolver el error, su manifestación consigue dicho objetivo, pues, realmente no ve el error ni el pecado. Este tipo de perdón exento de verbalización, no se dirige al otro con la intención de recordarle que lo está perdonando, se trata más bien de un gesto que pasa por alto lo que otros condenarían.
El perdón, expresado desde la ostentación, no cree en la inocencia, mientras
que el perdón, expresado como una condición, es la propia manifestación de la
inocencia.
Reflexión: ¿Te crees dueño de la verdad, cuando ves el pecado en los
demás?
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