miércoles, 15 de mayo de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 136

LECCIÓN 136

La enfermedad es una defensa contra la verdad.

1. Nadie puede sanar a menos que comprenda cuál es el propó­sito que aparentemente tiene la enfermedad. 2Pues entonces comprende también que dicho propósito no tiene sentido. 3Al no tener la enfermedad causa ni ningún propósito válido, es imposible que exista. 4Una vez que se reconoce esto, la curación es automática. 5Pues dicho reconocimiento desvanece esta ilusión sin sentido, valiéndose del mismo enfoque que lleva a todas las ilusiones ante la verdad, y simplemente las deja allí para que desaparezcan.

2. La enfermedad no es un accidente. 2Al igual que toda defensa, es un mecanismo demente de auto-engaño. 3Y al igual que todos los demás mecanismos, su propósito es ocultar la realidad, ata­carla, alterarla, incapacitarla, distorsionarla, tergiversarla y redu­cirla a un insignificante montón de partes desarmadas. 4La meta de todas las defensas es impedir que la verdad sea íntegra. 5Las partes se ven entonces como si cada una de ellas fuese un todo en sí misma.

3. Las defensas no son involuntarias ni se forjan inconsciente­mente. 2Son como varitas mágicas secretas que utilizas cuando la verdad parece amenazar lo que prefieres creer. 3Parecen ser algo inconsciente debido únicamente a la rapidez con que decides emplearlas. 4En ese segundo, o fracción de segundo en que deci­des emplearlas, reconoces exactamente lo que te propones hacer, y luego lo das por hecho.

4. ¿Quién sino tú decide que existe una amenaza, que es necesario escapar, y erige una serie de defensas para contrarrestar la ame­naza que ha juzgado real? 2Todo esto no puede hacerse de manera inconsciente. 3Mas una vez que lo has hecho, tu plan requiere que te olvides de que fuiste tú quien lo hizo, de manera que parezca ser algo ajeno a tu propia intención; un acontecimiento que no guarda relación alguna con tu estado mental; un desenlace que produce un efecto real en ti, en vez de uno que tú mismo has causado.

5. La rapidez con la que te olvidas del papel que desempeñas en la fabricación de tu "realidad" es lo que hace que las defensas no parezcan estar bajo tu control. 2Mas puedes recordar lo que has olvidado, si estás dispuesto a reconsiderar la decisión que se encuentra doblemente sellada en el olvido. 3El hecho de que no te acuerdes no es más que la señal de que esa decisión todavía está en vigor, en cuanto que ese es lo que deseas. 4No confundas esto con un hecho. 5Las defensas hacen que los hechos sean irreconocibles. 6Ése es su propósito, y eso es lo que hacen.

6. Las defensas toman fragmentos de la totalidad, los ensamblan sin tener en cuenta la verdadera relación que existe entre ellos, y, de esta manera, tejen ilusiones de una totalidad que no existe. 2Este proceso es lo que produce la sensación de amenaza, y no cualquier resultado que pueda derivarse de él. 3Cuando se arran­can partes de la totalidad y se consideran como algo separado y como un todo en sí mismas, se convierten en símbolos que representan un ataque contra la totalidad y al, en efecto lograrlo, ésta no se puede volver a ver como la totalidad que es. 4Sin embargo, has olvidado que dichas partes sólo representan tu decisión de lo que debe ser real, a fin de que ocupe el lugar de lo que sí es real.

7. La enfermedad es una decisión. 2No es algo que te suceda sin tú mismo haberlo pedido, y que te debilita y te hace sufrir. 3Es una decisión que tú mismo tomas, un plan que trazas, cuando por un instante la verdad alborea en tu mente engañada y todo tu mundo parece dar tumbos y estar a punto de derrumbarse. 4Ahora enfermas, para que la verdad se marche y deje de ser una amenaza para tus falsos castillos.

8. ¿Por qué crees que la enfermedad puede escudarte de la verdad? 2Porque demuestra que el cuerpo no está separado de ti y que, por lo tanto, tú no puedes por menos que estar separado de la verdad. 3Experimentas dolor cuando el cuerpo lo experimenta, y en ese dolor te vuelves uno con él. 4De esta, manera, tu "verda­dera” identidad queda a salvo, y el extraño y perturbador pensamiento de que tal vez seas algo más que un puñado de polvo queda mitigado y silenciado. 5Pues fíjate, ese polvo puede hacerte sufrir, torcerte las extremidades y pararte el corazón, ordenándote que mueras y dejes de existir.

9. De esta manera, el cuerpo es más fuerte que la verdad, la cual te pide que vivas, pero no puede imponerse a tu decisión de que­rer morir. 2Y así, el cuerpo es más poderoso que la vida eterna, el Cielo más frágil que el infierno y los designios de Dios para la salvación de Su Hijo se ven contrarrestados por una decisión que es más fuerte que Su Voluntad. 3El Hijo no es más que polvo, el Padre no está completo y el caos se sienta triunfante en Su trono.

10. Tal es el plan que has elaborado para tu propia defensa. 2crees que el Cielo se estremece ante ataques tan irracionales como éstos, en los que Dios queda cegado por tus ilusiones, la verdad transformada en mentiras y todo el universo hecho esclavo de las leyes que tus defensas quieren imponerle. 3Mas ¿quién podría creer en ilusiones salvo el que las inventa?. 4¿Quién más podría verlas y reaccionar ante ellas como si fuesen la verdad?

11. Dios no sabe nada de tus planes para cambiar Su Voluntad. 2El universo permanece indiferente a las leyes con las que has creído gobernarlo. 3el Cielo no se ha inclinado ante el infierno, ni la vida ante la muerte. 4Lo único que puedes hacer es elegir pensar que mueres o que sufres enfermedades, o que de alguna manera tergiversas la verdad. 5Lo que ha sido creado no guarda relación alguna con eso. 6Las defensas son planes para derrotar lo que no puede ser atacado. 7Lo que es inalterable no puede cambiar. 8Y lo que es absolutamente impecable no puede pecar.

12. Ésta es la simple verdad. 2No recurre a la fuerza ni al dominio. 3No exige obediencia, ni intenta demostrar cuán fútiles y lamenta­bles son tus intentos de planear defensas que la pudiesen alterar. 4La verdad sólo desea brindarte felicidad, pues ése es su propó­sito. 5Quizá exhala un pequeño suspiro cuando rechazas sus dones. aNo obstante, sabe con absoluta certeza que recibirás lo que Dios dispone para ti.

13. Este hecho es lo que demuestra que el tiempo es una ilusión. 2Pues el tiempo te permite pensar que lo que Dios te ha dado no es verdad ahora mismo, como no puede por menos que serlo. 3Los Pensamientos de Dios son totalmente ajenos al tiempo. 4Pues el tiempo no es sino otra absurda defensa que has urdido contra la verdad. 5Lo que Él dispone, no obstante, esta aquí, y tú sigues siendo tal como Él te creó.

14. El poder de la verdad es muy superior al de cualquier defensa, pues ninguna ilusión puede permanecer allí donde se le ha dado entrada a la verdad. 2ésta alborea en cualquier mente que esté dispuesta a deponer sus armas y a dejar de jugar con necedades. 3La verdad se puede encontrar en cualquier momento; incluso hoy mismo, si eliges practicar darle la bienvenida.

15. Este es nuestro objetivo hoy. 2Dedicaremos un cuarto de hora en dos ocasiones a pedirle a la verdad que venga y nos libere. 3la verdad vendrá, pues jamás ha estado separada de nosotros. 4Tan sólo aguarda la invitación que hoy le hacemos. 5Introduci­mos dicha invitación con una plegaria de curación para que nos ayude a superar nuestra actitud defensiva y permita que la ver­dad sea como siempre ha sido:

6La enfermedad es una defensa contra la verdad.
7Aceptaré la verdad de lo que soy, y dejaré que mi mente sane hoy completamente.

16. La curación destellará a través de tu mente abierta a medida que la paz y la verdad se alcen para ocupar el lugar de la con­tienda y de las imaginaciones vanas. 2No quedará ni un solo rincón tenebroso que la enfermedad pueda ocultar y defender contra la luz de la verdad. 3No quedarán en tu mente figuras sombrías procedentes de tus sueños ni sus absurdos y oscuros anhelos, cuyos propósitos dobles se persiguen descabelladamente. 4La mente sanará de todo deseo enfermizo que jamás haya tratado que el cuerpo obedeciera.

17. Ahora el cuerpo está sano porque la fuente de la enfermedad está dispuesta a recibir alivio. 2reconocerás que practicaste bien por lo siguiente: el cuerpo no sentirá nada en absoluto. 3Si has tenido éxito, no habrá sensación alguna de enfermedad o de bie­nestar, de dolor o de placer. 4La mente no responderá en absoluto a lo que el cuerpo haga. 5Lo único que se conserva es su utilidad y nada más.

18. Tal vez no te des cuenta de que esto elimina los límites que le habías impuesto al cuerpo como resultado de los propósitos que le habías adjudicado. 2A medida que éstos se dejan a un lado, el cuerpo tendrá suficiente fuerza para servir a cualquier propósito que sea verdaderamente útil. 3La salud del cuerpo queda plena­mente garantizada porque ya no se ve limitado por el tiempo, por el clima o la fatiga, por lo que come o bebe, ni por ninguna de las leyes a que antes lo sometías. 4No tienes que hacer nada para que esté bien, pues la enfermedad es ahora imposible.

19. Mas para conservar esta protección es preciso que te manten­gas extremadamente alerta. 2Si permites que tu mente abrigue pensamientos de ataque, juzgue o trace planes para contrarrestar cosas que tal vez puedan pasar en el futuro, te habrás vuelto a extraviar, y habrás forjado una identidad corporal que atacará al cuerpo, pues en ese caso la mente estará enferma.

20. De ocurrir esto, remédialo de inmediato, no permitiendo que tu actitud defensiva te siga haciendo daño. 2No te confundas con respecto a lo que necesita sanar, sino que di para tus adentros:

3He olvidado lo que realmente soy, pues me confundí a mí mismo con mi cuerpo.
4La enfermedad es una defensa con­tra la verdad.
5Mas yo no soy un cuerpo.
6Y mi mente es incapaz de atacar.
7Por lo tanto, no puedo estar enfermo.

¿Qué me enseña esta lección? 

Si crees que puedes pecar, entonces estarás dando a tu mente la instrucción para que dé valor a la enfermedad y para que le otorgue la máxima credibilidad, pues, justifica la causa y el efecto, es decir, la enfermedad es el merecido castigo por haber pecado, por haber obrado contrariamente a las leyes del universo. 

Las lecciones que estamos estudiando en este Curso, vienen a enseñarnos a pensar de otra manera, a ver las cosas desde la visión eterna y no desde la visión de la temporalidad; nos enseñan lo que Somos realmente, Seres Espirituales, a salvos, sanos y plenos. Impecables e invulnerables, que no responden al ataque, pues, jamás pueden ser atacados. 

Cuando nuestra consciencia permanece identificada con los ropajes del ego, especialmente, con el cuerpo físico, caemos en el error de prestar atención a todas y cada una de las percepciones que recibimos de él, hasta tal punto esto es así, que hacemos del cuerpo nuestra única realidad. En este estado, nuestra mente nos lleva a la creencia de que el cuerpo tiene la facultad de enfermar, pues, sus síntomas son percibidos y causan dolor. 

Es necesario comprender que el cuerpo tan sólo es un vehículo a través del cual se manifiesta nuestro Ser Espiritual con la intención de hacer tangible los verdaderos valores creadores. Al igual, como el arquitecto toma consciencia de sus conocimientos cuando ve construida su obra, el Ser que Somos, manifestando su potencial creador a través de las acciones del cuerpo físico, toma consciencia de su Realidad y perdona todo lo demás, todo lo ilusorio e irreal.


Ejemplo-Guía: "Tengo consciencia espiritual, sin embargo, mi cuerpo está enfermo"

Es un tema recurrente en muchos estudiantes del mundo espiritual, aspirantes y buscadores de la piedra filosofal que ha de llevarle a cambiar su densidad plomiza, propia de una personalidad identificada con los placeres mundanos, por el valor inalterable entre todos los metales, el oro, símbolo de la Consciencia y del Espíritu.

La búsqueda de la perfección, suele llevar a estos neófitos a embarcarse en un largo viaje con el deseo de elevar su condición humana. A lo largo de esos viajes, el audaz aventurero debe enfrentarse a multitud de “monstruos” que intentarán hacerle sucumbir en las profundidades de las oscuras aguas de su subconsciente. Esos monstruos, son la manifestación alegórica de los deseos no sublimados que se ocultan en esa zona oscura de la conciencia, el inconsciente.

Los enfrentamientos con esas tendencias subterráneas suelen producir graves heridas que requieren largas etapas de recuperación.

Este proceso que describo, ha de situarnos en la realidad que envuelve la situación que hemos ejemplarizado para profundizar en la lección de hoy. Cuando nos sentimos atraídos por la voz del Espíritu, lo primero que solemos hacer, es seguir esa llamada que nos invita a abandonar todos los hábitos y costumbres con los que tenemos identificado nuestras debilidades. De este modo, hay quien deja de fumar, de comer productos derivados de los animales, dejan de tener relaciones sexuales que no tengan un fin procreador y se alejan de aquellos amigos que suponen una invitación a consumir hábitos perniciosos, a los cuales, hemos catalogado como perjudiciales para nuestra salud espiritual.

Al poco de enfrascarnos en esos nuevos hábitos recién adquiridos, la fuerza de nuestra ilusión va pareja a un pletórico ánimo. Nos sentimos poderosos. Nos sentimos puros. Sentimos que podemos conseguir todas las metas que deseemos. Sin embargo, cuando menos lo esperamos, aparece en nuestra vida el rostro amargo de la enfermedad, y esa situación inesperada, rompe nuestro esquema de pensamiento: ¿cómo puedo enfermar ahora que soy un ser puro? 

¿Qué ha pasado? Simplemente, hemos adquirido un nuevo conocimiento, que incluso intentamos llevar a la práctica, pero no hemos sido capaces de realizar lo más esencial, un cambio de creencias. Si seguimos pensando que el cuerpo puede enfermar, que el cuerpo es un "ídolo" representante de nuestra naturaleza pecadora, si estamos culpando al cuerpo como el símbolo que nos suscita ser tentados, entonces, estamos alimentando la visión de ego, es decir, seguimos creyendo que el cuerpo es la causa y no el efecto, estamos creyendo que el cuerpo es el símbolo de la separación y que tiene el inmenso poder que le hemos otorgado, dirigir nuestras vidas.

Esa sutil creencia, lleva al valiente guerrero del Espíritu a enfrascarse en una feroz lucha de conciencia, sin saber identificar, que el enemigo con el que se enfrenta, no existe realmente, pues la culpa, es el resultado de sentirnos pecadores, y el pecado no existe, es una ilusión fabricado por el sistema de pensamiento del ego.

La culpabilidad, nos lleva a planear en nuestra vida lo que debemos o no debemos hacer, para garantizar nuestra seguridad y la de nuestra familia y amigos. Ello nos lleva a una actitud de constante alerta para detectar cualquier ataque de nuestra naturaleza emocional, de nuestros deseos. Ese ataque interno, lo proyectaremos en los demás, identificando en el otro, nuestras propias debilidades, y por extensión, nuestras propias luchas.

La enfermedad aparece como una señal de alarma que nos anuncia que en nuestra mente no hay paz, no hay armonía, no hay coherencia, no hay amor.

Tómate un instante de quietud. Deja de oír, en la medida de tus posibilidades, las voces procedentes de tu mente perceptiva. Aunque sólo sea unos minutos, imagina que eres Dios, que eres un Ser Puro, Inocente, Perfecto, Pleno, Impecable. Que eres un Ser incapaz de ser atacado. No hay juicio. No hay separación. Durante ese instante, experimentarás paz, experimentarás un estado de total inalterabilidad. Tan solo Eres. En ese estado, el dolor desaparece, pues no existe en tu mente Una.

Si somos capaces de experimentar ese instante de Comunión con Dios, sabremos cuál es el camino a seguir, para hacer que todos nuestros presentes, esto es, nuestra eternidad, se convierta en un estado de Plenitud, de Gozo y de Salvación.

Reflexión: ¿Para qué sirve la enfermedad? ¿Realmente la necesitas?

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