LECCIÓN 352
Los juicios son lo
opuesto al amor. De los juicios procede todo el dolor del mundo, y del amor, la paz
de Dios.
1. El perdón ve sólo impecabilidad, y no juzga. 2Ésta es la manera de llegar á Ti. 3Los juicios me vendan los ojos y me ciegan. 4El amor, que aquí se refleja en forma de perdón, me recuerda, por otra parte, que Tú me has proporcionado un camino para volver a encontrar Tu paz. 5Soy redimido cuando elijo seguir ese camino. 6Tú no me has dejado desamparado. 7Dentro de mí yace Tu recuerdo, así como Uno que me conduce hasta él. 8Padre, hoy quiero oír Tu Voz y encontrar Tu paz. 9Pues quiero amar mi propia Identidad y encontrar en Ella el recuerdo de Ti.
¿Qué me enseña esta lección?
El acto de juzgar, es un acto que “separa”. El origen del juicio, según mi opinión, procede del deseo que estimuló al Hijo de Dios a crear, a usar los atributos con los que había sido creado. Dicho deseo creador, junto a la proyección de su voluntad, le llevó a percibir las vibraciones de un estado de energía a la que prestó su atención y le dio consistencia, le dio forma.
El tránsito de la consciencia de permanecer conectado a la Fuente Creadora, a un nivel de vibración distinto, en el que se percibe la realidad ilusoria de un envoltorio con el que no estábamos habituados, nos llevó a desear conocer, comprender lo que percibíamos, a través de los sentidos físicos.
El análisis, el estudio, la investigación, son cualidades que han derivado del primer acto que dio lugar al juicio. La percepción de la diferencia entre los cuerpos, daba paso a cuestionarse que lo de fuera era distinto a lo de adentro. Surge la mente dual, y aprendemos a paso acelerado, que lo que no aceptamos de nuestro interior lo juzgamos en el otro, es decir, nos sentimos pecadores y ello nos lleva a condenarlo en los demás, cuando en realidad lo que tenemos que hacer es "expiar" -corregir-, ese error internamente.
Juzgamos a nuestro Creador, a nuestro Padre, y lo condenamos por habernos hechos débiles, por habernos dejado a la deriva, por habernos retirado su protección. Cuando nos sentimos víctimas de circunstancias dramáticas, le achacamos a Dios, su falta de misericordia, pues interpretamos que no nos ha perdonado el hecho de haber violado sus “leyes”. Son los efectos, de habernos identificados con el cuerpo físico y con el mundo material. Dentro de este plano denso, tendremos la oportunidad de aprender, que Dios está ajeno a nuestros juicios. Para Él, no existe el pecado, por lo tanto no puede condenar. Él, al no ver acto pecaminoso, no tiene necesidad de perdonarnos, pues para Él, su Hijo permanece impecable e inocente.
Desde este mundo, tenemos la oportunidad de comprender que el uso que damos a nuestra mente es la causa que da origen a las consecuencias que experimentamos. En esa relación Causa-Efecto, debemos extraer la lección de responsabilidad en el uso de nuestras capacidades creadoras. Cuando nuestra conciencia despierte a esa realidad, estaremos preparados para dar el siguiente paso, expresar nuestra condición divina, como agentes del Amor y convertirnos en mensajeros del perdón.
Ejemplo-Guía: "Los juicios, nos vendan los ojos y nos ciegan"
Esto es así, pues cuando juzgamos, estamos viendo y percibiendo separación. Tal vez nos digamos, que cuando estamos juzgando, estamos viendo con total nitidez. Esto es cierto para el sistema de pensamiento del ego, es decir, es cierto cuando elegimos ver con los ojos de cuerpo y percibir que nuestros cuerpos están separados.
Pero la Lección que estamos estudiando, ha de aportarnos, esencialmente, que si juzgamos (interpretamos) que nos encontramos separados unos de otros, lo que estamos viendo no es real, es decir, estamos con una venda en los ojos que se convierte en un filtro que altera a la verdadera visión, la que ha de llevarnos a visionar la verdad, esto es, la Unidad que engloba a todo lo creado. Los cuerpos se perciben diferentes, pero el Espíritu, el Ser, no.
Ya hemos hablado, que los efectos que experimentamos cuando elegimos ver con los ojos del cuerpo, no nos aportan paz, ni felicidad. Hemos hablado, que la causa que origina esos efectos, es el miedo.
Pero cuando elegimos la Visión Crística, estamos eligiendo el camino correcto que ha de llevarnos a experimentar la paz y la felicidad, pues en realidad lo que estamos haciendo es recordar nuestra verdadera condición. Ser Hijo de Dios, nos hace portadores de paz y de felicidad, pues son aspectos de nuestra condición espiritual.
Reflexión: Dime lo que juzgas y te diré cómo eres.
Reflexión: Dime lo que juzgas y te diré cómo eres.
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