lunes, 16 de diciembre de 2024

Capítulo 16. VI. El puente que conduce al mundo real (1ª parte).

VI. El puente que conduce al mundo real (1ª parte).

1. Ir en busca de una relación especial es señal de que te equiparas con el ego y no con Dios, 2pues la relación especial sólo tiene valor para el ego. 3Para él, a no ser que una relación tenga valor espe­cial, no tiene ningún significado, pues para el ego todo amor es especial. 4Esto, sin embargo, no puede ser natural, pues es diferente de la relación que Dios tiene con Su Hijo, y toda relación que no sea como ésa es necesariamente antinatural. 5Pues Dios creó el amor tal como Él quería que fuese, y lo dio tal como es. 6El amor no tiene ningún significado excepto el que su Creador le otorgó mediante Su Voluntad. 7Es imposible definirlo de otra manera y entenderlo.


El amor para el ego siempre es especial, y tras ese especialismo, descubrimos la característica principal del sistema de pensamiento del ego, el deseo de ser diferente al resto; el deseo de ser amado con la singularidad de que somos el único que se merece ese amor. El ego sabe que el Amor de Dios no es exclusivo de nadie en concreto, pues de serlo estaría adorando la falsa idea del egoísmo. No me imagino a Dios otorgando Su Amor según nuestros merecimientos. Es más, el Amor de Dios no está vinculado a ningún logro, sino que es la Esencia con la que Dios ha creado a Su Hijo, a la Filiación.

Esa visión del amor incondicional no es aplicada por el ego. El amor lo asocia a la percepción, y si aquello que percibo en el otro es de mi agrado y me seduce, estoy dispuesto a otorgarle mi amor. Se trata de un sentimiento condicionado a nuestros deseos o, lo que es lo mismo, el amor del ego es la base del egoísmo.

2. El amor es libertad. 2Ir en su busca encadenándote a ti mismo es separarte de él. 3¡Por el Amor de Dios, no sigas buscando la unión en la separación ni la libertad en el cautiverio! 4Según concedas libertad, serás liberado. 5No te olvides de esto, o, de lo contrario, el amor será incapaz de encontrarte y ofrecerte consuelo.

El amor incondicional es como la verdad, no se puede perder, buscar ni encontrar. Simplemente Es. Ya hemos tenido ocasión de manifestar, a lo largo de los análisis que estamos llevando a cabo con el estudio del Texto, que la evidencia más certera del amor es que aporte libertad. Si no fuese así, significaría que Dios no practica la libertad en sus creaciones y, por tanto, Su Hijo tampoco lo sería. Pero el hecho de que fuese creado a Imagen y Semejanza de Dios le ha permitido gozar de ese Principio Espiritual que iguala al Padre con el Hijo.

3. Hay una manera en que el Espíritu Santo te pide que le prestes tu ayuda, si quieres disponer de la Suya. 2El instante santo es el recurso más útil de que Él dispone para protegerte de la atracción de la culpabilidad, que es el verdadero señuelo de la relación especial. 3No te das cuenta de que ése es el verdadero atractivo de la relación especial, debido a que el ego te ha enseñado que la libertad reside en ella. 4Sin embargo, mientras más detenidamente examines la relación especial, más claro te resultará que no puede sino fomentar la culpabilidad, y que, por lo tanto, no puede sino aprisionar.

La creencia en el tiempo, tal y como lo concibe el sistema de pensamiento del ego, hace que no utilicemos el potencial que nos ofrece el presente.

Si quieres comprobarlo, tan solo tienes que prestar atención a tus pensamientos. Descubrirás que el momento en que estás prestando esa atención es el único momento que tienes, es decir, es el único instante en el que puedes tomar consciencia de ti. No tienes otro momento. Puedes pensar que el futuro es otro momento, pero, cuando te preguntas dónde se encuentra ese futuro en el ahora, tomarás consciencia de que no estás en el futuro nunca, sino siempre en el presente. Esto que acabamos de confirmar es motivo para sentirse feliz, pues el presente, el ahora, podemos hacerlo un instante santo. ¿Cómo? Eligiendo que ese presente esté libre del recuerdo del pasado y de las expectativas del futuro, con la total certeza de que lo hacemos porque creemos que esas fases del tiempo no existen, salvo que decidamos ocupar el único tiempo real, el presente, con su contenido.

Si en el presente permitimos que nuestros recuerdos pasados, cargados de ira, odio, rencor, culpa, se adueñen de nuestros pensamientos, estaremos perpetuando la experiencia del dolor, del miedo, del sufrimiento, de las pérdidas y de las rupturas en nuestra vida.

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