"La muerte -hasta la de un contenido psíquico-, es angustia y dolor para el "profano", es alegría y liberación para el sabio" (La Triple Vía del Fuego. Raphael).
No pude evitar sentir una profunda desilusión la primera vez que leí estas líneas, pues inmediatamente herido en mi vanidad, me vi engrosando el pelotón de los "profanos", de los ignorantes, cuando mi único afán era conquistar la eterna Verdad.
Sin embargo, ese descubrimiento por muy doloroso que fuese para mi frágil naturaleza humana, me hizo comprender lo que valoré como una imperiosa necesidad de liberación: Tenía que hacer algo, y pronto, para evitar el sufrimiento, el dolor que se despertaba en mi cuando afrontaba mentalmente la terrible idea de la muerte.
Formar parte de una humanidad "ignorante" y acongojada ante la arraigada creencia de que con la muerte llegamos al final absoluto de nuestra existencia, me dio el valor necesario para lanzarme a la búsqueda de argumentos que calmasen mi ansiedad por conocer la Verdad, o tal vez, para liberarme de mis oscuros temores y así del sufrimiento.
Dejándome llevar por la llamada interna que me invitaba a dar sentido a la Existencia, pronto me enfrenté a uno de los más peligrosos y conocidos enemigos del hombre: el miedo.
Alguien ha escrito que el miedo a la muerte es la raíz, la causa, el origen que da lugar a todas las variantes conocidas de miedos. Al menos ya tenía "algo" de donde partir, una primera "pista" donde basar mis investigaciones.
¿Por qué sentimos miedo? Debía dar respuesta a esta cuestión, pues hasta ese momento lo único que tenía claro, era la importancia que tenía para mi y, de igual modo, para el resto de mis compañeros de ruta, el vencer el tortuoso sentimiento del miedo, pues así, venceríamos a la muerte.
Describir el significado del miedo es una tarea inútil e innecesaria. Todos podríamos ilustrar con nuestra propia vida las múltiples expresiones con las que suele expresarse, y sin embargo, a pesar de esa diversidad de rostros, podríamos estar de acuerdo en que su efecto más común se resume en el profundo desequilibrio que produce en nuestro interior y como consecuencia de ello, en nuestras reacciones.
Mi búsqueda -en el propósito de encontrarme con el génesis del miedo-, me llevó a indagar en los textos sagrados y en otros escritos donde se recogen verdades transitorias sobre la existencia. Gracias a este "viaje" por el ilustrativo mundo del conocimiento, tuve acceso a elocuentes y fascinantes pensamientos, como los que a continuación expongo:
"El temor del Señor es el principio de la Sabiduría. Los insensatos desprecian la Sabiduría y la Doctrina". (Salomón. Proverbios, 1-7).
¡Cuánta confusión para una mente frágil y profana como la que acostumbra a juzgar las palabras con un total desconocimiento de su etimología profunda y sagrada!.
He de confesar, que mi búsqueda hubiese podido quedar abortada en ese mismo instante si no hubiese evitado caer en la tentación de interpretar ese pasaje como la gran mayoría ha hecho. El sabio Salomón, a quien se le ha reconocido como su autor, no tuvo intención, en ningún momento, de enseñarnos una verdad basada en el miedo. "Temer al Señor", no debe llevarnos a adquirir la creencia de que el logro de la sabiduría nos exige "tener miedo de Dios, nuestro creador". Sería absurdo pensar en estos términos. Por lo tanto, debemos dar un nuevo enfoque a la expresión "temer a Dios”; me atrevería a sugerir esta otra: "conocer a Dios", y no es una interpretación gratuita y sin fundamentos, todo lo contrario, para llegar a esta afirmación tendremos que adentrarnos en el saber ancestral de la Doctrina Cabalística, en cuya enseñanza podremos acercarnos al Conocimiento de la Obra Divina, al sentido oculto del génesis de la creación.
Si tomamos la Biblia y la abrimos en su primer capítulo, el dedicado a los orígenes de la creación, descubriremos que el término temor, se utiliza por primera vez en el punto 3, el que nos narra el acto del "pecado original, su castigo y redención".
9 Entonces el Señor Dios llamó a Adán y díjole: ¿Dónde estás? 10 El cual respondió: He oído tu voz en el paraíso y he temido y llenándome de vergüenza porque estoy desnudo, y así me he escondido. 11 Replicóle: Pues ¿quién te ha hecho advertir que estás desnudo, sino el haber comido del fruto de que yo te había vedado que comieses?. (Génesis 3, 9-11).
No deja de ser significativo y trascendente, el hecho de que hayamos tenido que viajar en el tiempo, hasta el mismísimo origen de la humanidad consciente e individualizada, para comprender por qué se encuentra tan arraigada en nuestras creencias el miedo a la muerte.
Existe una situación original y anterior a la que se describe en el pasaje bíblico descrito, que arrojará mucha luz a este escrito:
8 Había plantado el Señor Dios desde el principio un jardín delicioso, en que colocó al hombre que había formado 9 y en donde el Señor Dios había hecho nacer de la tierra misma toda suerte de árboles hermosos a la vista, y de frutos suaves al paladar: y también el árbol de la vida en medio del paraíso, y el árbol de la ciencia del bien y del mal...
15 Tomó, pues, el Señor Dios al hombre, y púsole en el paraíso de delicias, para que la cultivase y guardase. 16 Diole también este precepto diciendo: Come si quieres del fruto de todos los árboles del paraíso: 17 Más del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal no comas, porque en cualquier día que comieres de él, infaliblemente morirás..." (Génesis 2, 8-17).
25 Y ambos, a saber, Adán y su esposa, estaban desnudos y no sentían por ello rubor ninguno". (Génesis 2, 25)
Todos, en alguna u otra ocasión, habremos anhelado en nuestra imaginación encontrarnos en ese estadio paradisiaco donde el hombre primigenio gozaba de plena armonía y bienestar. El estado Adamita, representa -entre otras muchas cosas-, el tránsito de la humanidad por una fase importante y crítica de su evolución, ya que supone el paso hacia la conquista de la individualización. El paraíso es sin duda la alusión a ese marco que Dios, nuestro creador, había dispuesto dentro de Su Propia Conciencia y en la cual nos hallábamos fundidos. Toda cuanto nos rodeaba, jardín, animales, así como los árboles del "Saber y de la Vida", estaban a nuestra disposición, porque en verdad formaban parte de nuestra propia Esencia, de nuestra Divinidad. No olvidemos, que Dios nos creó a su Imagen y Semejanza.
Podríamos interpretar los conceptos, jardín-animales-árboles, como algo físico si así lo queremos, sin embargo, la intuición nos revela que se nos está describiendo, alegóricamente, las Fuerzas Creadoras con las que la Divinidad daba "forma" a su Obra: Jardín-Cuerpo Vital; Animales-Cuerpo Emocional; Arboles-Cuerpo Mental.
A partir de estas deducciones, todo parece ir adquiriendo un nuevo sentido. La luz va iluminando progresivamente, “zonas" que anteriormente permanecían en la más profunda oscuridad.
Esa humanidad Adamita se encontraba en una permanente comunicación con la Divinidad. Su evolución, hasta ese momento, le ha llevado a gozar de la Plenitud Divina. Es el fruto de la creación de Dios, y por lo tanto, un Dios en formación que debe cultivar sus poderes para desarrollar todas sus potencialidades creadoras. Hasta esa "hora" no se ha visto en la necesidad de "Temer a Dios", no se ha despertado en Él, el sentimiento de vergüenza por permanecer "desnudo". Así vemos como el versículo 25 del punto 2, nos describe la ausencia del rubor.
Llegado este momento, debemos afrontar el gran paso, lo que significaría un cambio importantísimo en la situación descrita como paradisiaca. Todo era hermoso, sin embargo, existía una prescripción, un mandato, una ley a respetar, "no comer del árbol de la ciencia del bien y del mal", o lo que es lo mismo, según hemos apuntado, "no hagas uso del cuerpo mental... porque en cualquier día que comieres de él, infaliblemente morirás".
¿Acaso la humanidad Adamita no estaba aún preparada para hacer uso de la mente? ¿Acaso utilizar la mente, el cuerpo creador por excelencia, significaba violar las leyes divinas? ¿Qué ocurrió, cuando Eva come de la manzana -fruto prohibido- y da de comer igualmente a su compañero Adán?
La respuesta a esta última cuestión nos abre un prometedor camino. En efecto, todos conocemos las consecuencias de aquel acto “pecaminoso”, o mejor dicho, todos nos hemos "tragado" literalmente, lo que el génesis nos narra que ocurrió, y hasta tal punto ha sido así, que se ha inscrito profundamente en nuestras creencias, y desde aquellos días arrastramos el error de que nos encontramos "separados" de nuestro creador; que aquellos venturosos y deliciosos días paradisiacos ya nunca volverán, incluso dudamos, si realmente existieron o todo forma parte de un cuento destinado a calmar el miedo de los "niños".
Nadie nos obliga a seguir pensando que Dios abandonó a su creación -el hombre- castigándole por haberle desobedecido, por no "temerle". Y yo me pregunto, ¿qué padre basaría su enseñanza en el miedo, en el terror?, ¿qué padre no perdonaría a su hijo, por muy grave que fuese su falta? Y sigo cuestionándome, cosas que parecen lógica a mi razón, si un padre, vulgar y corriente, sin que nadie le haya dicho jamás que es un "Dios", perdona a su hijo cuando éste por su ignorancia ha cometido algún error, ¿cómo podemos admitir que nuestro creador, que verdaderamente sí es un Dios Sabio y Perfecto, nos haya sentenciado con el más duro de los castigo, con la muerte?
Creo que se hace necesario un replanteamiento profundo de nuestras creencias más arraigadas y que se esconden en lo más recóndito de nuestro inconsciente, pues se hace urgente recuperar el hilo de la Verdad que hace tiempo perdimos y que, sin duda, nos devolverá la plena conciencia de quiénes somos.
El uso de la mente, cuando no se dominan dichas energías y sí en cambio sirven a cuerpos inferiores como el de las emociones, nos llevará a precipitamos y a actuar contrariamente a las leyes divinas, es decir, a crear "edificaciones" que por carecer de los correctos cimientos, se derrumbarán.
El hombre Adamita, contaba en el génesis de su existencia material con una serie de vehículos-cuerpos, de los cuales, el más joven e inexperto era el mental. Podemos decir, que se encontraba en una etapa de su desarrollo semejante a la fase infantil, por lo que no dominaba el arte de construir con la mente. Su utilización inmadura le llevó a querer conquistar el mundo material, y en ese empeño ha quedado prisionero, pues aún en nuestros días vemos como se ha producido una total identificación con el plano físico y una negación progresiva de los planos espirituales, o lo que es lo mismo, de su propia Esencia, de su verdadera Patria.
7 Formó, pues, el Señor Dios al hombre del lodo de la tierra, e inspirole en el rostro un soplo o espíritu de vida, y quedó hecho el hombre viviente con alma racional (Génesis 5, 7).
Ese hálito de vida que Dios sopló sobre su Obra, hace alusión al Espíritu que dirige los trabajos del cuerpo material, del cuerpo formado por el lodo de la tierra. A partir de ese momento evolutivo, el hombre adquiere un nuevo aspecto anímico, el alma racional, o lo que es lo mismo, la capacidad de crear y adquirir experiencias haciendo uso del cuerpo racional-mental.
El resultado de utilizar este vehículo, llevó a la humanidad a "morir", pero no leamos en este termino el final de la existencia, interpretémoslo como lo que realmente supuso, el tránsito de un estado de conciencia: el tránsito hacia la individualidad, puesto que hasta ese momento, el hombre tenía conciencia colectiva, de ahí, que se haga referencia a la humanidad con un sólo nombre, bien Adán o Eva.
¡Qué difícil nos resulta perder el temor a la muerte!
Es evidente que así sea mientras sigamos creyendo que la vida pertenece al cuerpo creado con lodo, y no al verdadero dueño, a la divinidad que somos, al Espíritu. El vehículo físico es tan sólo un ropaje transitorio con el que se manifiesta temporalmente el Espíritu en el plano material. Cuando el Programa de vida elegido por el verdadero Ser se agota, lo que ocurre no es más que un proceso natural, el abandono del vehículo, permitiendo con ello el desenvolvimiento en otros niveles de conciencia, en los planos más sutiles al físico, conocidos como Mundo Astral y Mundo Mental.
Adán "temió" al descubrir su desnudez una vez que se produjo el "acto pecador", es decir, temió al conocer su nueva identidad individual. Con este acto dio comienzo el principio del temor, o lo que es lo mismo, el comienzo de una andadura donde el conocimiento de uno mismo era totalmente necesario. La mente se convierte en el vehículo que nos llevó a la autoconciencia, y debe ser con su correcto uso, que recuperaremos el verdadero sentido de nuestro Ser.
"Conócete a ti mismo". Podríamos parafrasear este axioma espiritual, expresando: "Témete a ti mismo", o lo que es lo mismo, respeta las leyes que te han creado, pues en ella descubrirás la Verdad, descubrirás a Dios, y dejarás de tener miedo a lo irreal e ilusorio, a lo que hemos llamado muerte.
Ya no me siento angustiado; ya no siento dolor... ya no soy un profano. Ahora siento alegría, pues en este viaje, algo viejo ha muerto en mí. Ahora me siento liberado, pues camino ligero de equipaje, nada me ata, nada me posee... Ahora soy un ser sabio, pues he recordado que soy esencia de Dios.
Gracias muerte por venir a mí... pues tus alas me han elevado por encima del Abismo, me han permitido cruzar hacia el umbral de la verdadera Vida.
Gracias, gracias, gracias amado Jesús. Es una bendición leer a nuestro hermano. ��
ResponderEliminarMuchísimas gracias.
EliminarJJ Mejías Peral.
....Nada me ata...Nada me posee.
Ahora soy un ser sabio pues he reconocido que soy ESENCIA de dios.
Gracias, gracias, gracias amado Jesús. Es una bendición leer a nuestro hermano. ��
ResponderEliminarGenial...😻
ResponderEliminarMuchísimas gracias amigo.
ResponderEliminarBendiciones
ResponderEliminarExcelente tu aporte
ResponderEliminarMuchísimas gracias amigo.
ResponderEliminarGracias! Me agrada SENTIR y disfrutar este enfoque de la muerte, didáctica forma de transmitirlo. BENDICIONES
ResponderEliminarGracias! Me agrada SENTIR y disfrutar este enfoque de la muerte, didáctica forma de transmitirlo. BENDICIONES
ResponderEliminarGracias!!!
ResponderEliminarHola, buen dia, muchas gracias por darnos 'en bandeja de plata' tus conocimientos y has dejado claro el origen del miedo, ahora nos toca hacer nuestro trabajo.
ResponderEliminarPoner en práctica lo aprendido con amor.
Gracias.
Gracias gracias gracias😍
ResponderEliminarGratitud, Shalom.
ResponderEliminarHermoso análisis que nos llena de conocimiento y nos libera la senda que transitamos ..
ResponderEliminarExcelente, mil gracias…
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