En el espacio dedicado a la introducción del
tema que estamos tratando, la “religión del Padre”, terminamos presentando una
breve explicación del término “reino”.
Continuando con nuestro propósito de analizar
el significado de la expresión “Reino de los Cielos”, nos toca buscar
información sobre el concepto “cielo”, y para ello, vamos a tratar de exponer
varios enfoques que nos ayuden a satisfacer nuestra búsqueda.
¿Qué es el cielo?
Punto de vista
convencional
La versión Reina-Valera emplea la palabra
cielo en 371 ocasiones y la palabra cielos en 341. La palabra hebrea que
normalmente se traduce por cielo es shamayim, forma plural de un nombre que
significa literalmente “las alturas”. El término griego, por su parte es
ouranos (esta palabra se utiliza para referirse al planeta Urano), y se refiere
a aquello que está en alto o elevado. Tanto shamayim como ouranos se emplean de
diversas maneras en las Escrituras para referirse a tres lugares diferentes.
(Esto explica que en 2 de Corintios 12:2, Pablo hable de ser conducido “al
tercer cielo”).
En primer lugar está el cielo atmosférico. Se
trata, y valga la redundancia del “cielo”, es decir, de la troposfera, la parte
de atmósfera que contiene el aire respirable que cubre la tierra. Génesis
7:11-12 dice, por ejemplo: “Las cataratas de los cielos fueron abiertas, y hubo
lluvia sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches”. En este contexto, la
palabra “cielos” se refiere al manto atmosférico que recubre el planeta, capa
en la que tiene lugar el ciclo hidrológico. En el Salmo 147:8, se nos explica
que Dios “es quien cubre de nubes los cielos”. Se trata, pues, del primer
cielo.
El segundo cielo es el firmamento, donde se
encuentran las estrellas, la luna y los planetas. Las Escrituras utilizan el
mismo término para referirse a esta región. Veamos, por ejemplo, qué dice
Génesis capítulo 1:
Dijo luego Dios: Haya lumbreras en la
expansión de los cielos para separar el día de la noche; y sirvan de señales
para las estaciones, para días y años, y sean por lumbreras en la expansión de
los cielos para alumbrar sobre la tierra. Y fue así. E hizo Dios las dos
grandes lumbreras; la lumbrera mayor para que señorease en el día, y la
lumbrera menor para que señorease en la noche; hizo también las estrellas. Y
las puso Dios en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra. (vv.
14-17)
El tercer cielo, del que habla Pablo en 2 de
Corintios capítulo 12, es el cielo en el que vive Dios junto con sus santos
ángeles y los creyentes santos que ya han muerto. Los otros dos cielos pasarán
(2 P. 3:10), pero éste permanecerá para siempre (*).
Punto de vista esotérico:
La primera alusión al término llamado “cielo”,
lo encontramos en el Génesis 1, 1Al principio creó Dios los cielos y la tierra.
Se trata de los trabajos llevados a cabo por la Divinidad en el Primer Día de
la Creación.
Pero no sería hasta el Segundo Día, cuando el
Creador nos define el verdadero significado del término “cielo”:
Traducción Convencional: “Haya firmamento en
medio de las Aguas, que separe unas de otras, y así fue. E hizo Dios el
firmamento, separando aguas de aguas, las que estaban debajo del firmamento de
las que estaban sobre el firmamento. Y vio Dios ser bueno. Llamó Dios al
firmamento cielo, y hubo tarde y mañana, segundo Día”.
Traducción Esotérica aportada por Fabre
d´Oliver: “Declarando a continuación su Voluntad, El-los Dioses dijo: habrá una
expansión etérea en el centro de las aguas; habrá una fuerza rarificante
operando el partazgo de sus facultades opuestas. Y Él, el Ser de Seres, hizo
esta Expansión etérea; excitó ese movimiento de separación entre las facultades
inferiores de las Aguas, y sus facultades superiores y así se hizo. Designando,
Él-los Dioses, esta expansión etérea con el nombre de Cielos, las Aguas
exaltadas; y tal fue el Occidente y tal fue el Oriente, el objetivo y el medio,
el término y el arranque de la segunda manifestación fenoménica”.
Si en el Primer Día de la Creación, el
Elemento activo fue el Fuego, en el Segundo Día sería el Agua. La labor
creadora en ese 2º Día consistió en separar dicho Elemento, es decir, en
separar las Aguas, estableciendo sus facultades superiores arriba y las
inferiores abajo. En el texto sagrado se recoge que a las Aguas Exaltadas le
dio el nombre de Cielos (Shin-Mem-Yod-Mem), sin embargo, nada dice sobre las
Aguas que quedaron en otro nivel.
Tendremos que pensar que al igual como
ocurrió en el Primer Día, cuando la Luz al separarse de las Tinieblas da lugar
a la dualidad Día y Noche, esa misma dualidad quedaría establecida en el 2º
Día, dando lugar al Cielo y el Abismo (infierno).
Decíamos que la manifestación del Fuego
Zodiacal se expresaba a través de los signos Aries, Leo y Sagitario. Bien, en
la manifestación del Agua Zodiacal se expresan los signos de Cáncer, Escorpio y
Piscis, y dichos Arquetipos llevan implícitos en sus Programas la dinámica que
estamos estudiando relativa al 2º Día de la Creación y a la separación de las
Aguas.
En este nivel del proceso, aún no se había
alcanzado la fase de materialización, por lo que debemos decir, que cuando
hablamos de las Aguas, no debemos pensar en el elemento líquido que todos
conocemos a nivel físico, sino que está aludiendo a un tipo de esencia
inmaterial que, en el 4º Día de la Creación, cuando la Obra se cristalizó,
tomando la apariencia que ahora tiene, aparecería en forma de Agua. El Agua, a
nivel anímico, es Deseos, Sentimientos, Emociones, y que distinguimos
perfectamente lo que son bajos deseos, pasiones, de lo que son sentimientos
elevados, anhelos sublimes. Estos deseos fueron entonces divididos, y así los
experimentamos en la actualidad, puesto que en el llamado Mundo de los Deseos
hay unas regiones superiores llamada Primer Cielo y unas regiones inferiores
donde van a parar los bajos deseos.
Es muy importante que entendamos lo sucedido
en Segundo Día de la Creación. La
Divinidad adoptó la misma dinámica utilizada en el 1º Día, proyectó el Elemento
Fuego sobre en Elemento Agua en un acto de integración y ordenación de los
Elementos, sin embargo, dicha integración no se pudo llevar a cabo, lo que dio
lugar a la “dualidad original”. Sólo pudo iluminar parte de esas Aguas, dejando las segundas debajo, fuera del mundo
divino a fin de que, al no poder gozar de la protección, de las garantías de lo
creado, fueran auto-destruyéndose hasta su liquidación total.
Decíamos en el capítulo dedicado al 1º Día de
la Creación, que dichos trabajos, habían sido tutelados por el Séfira
Kether-Padre. Bien, en el 2º Día de la Creación, fue Hochmah el Centro
protagonista, el 2º Aspecto de la Divinidad y su labor consistió en hacerse
Agua, con el propósito de lograr integrar el elemento rebelde, que amenazaba
con apagar el Fuego primordial. Gracias al Trabajo de integración –Fuego y
Agua- se alcanza un estado de fecundidad divina.
Pero Hochmah, como ya hemos advertido, no
consiguió la integración completa, quedando un remanente de Agua que no se pudo
integrar al mundo divino y permaneció en el Abismo.
Ese nivel de conciencia llamada Abismo, se convertiría en el “escenario” donde, los rebeldes, los
auto-marginados de la dinámica divina, se darían cita para continuar su maniobrar
evolutivo.
Nos comenta Kabaleb, que lo que no pudo hacer
Hochmah en el 2º Día, intentaría hacerlo Cristo al descender a nuestro mundo
material: purificar esas Aguas y salvar a los que habitan en el Abismo.
Por todo lo recogido hasta ahora, podemos
decir, que el 2º Día de la Creación es el de la División. Dicha dinámica ha
quedado inscrita en nuestra genética espiritual y cuando abordamos cualquier
proceso creativo y afrontamos la fase correspondiente al trabajo de las
emociones y deseos, debemos ser conscientes de que tendremos que hacer frente a
la experiencia que nos invita a la dualidad.
Fabre d´Olivet nos aporta una importante
información a la hora de describir la condición implícita en el Agua, al traducirla
como: “Imagen de la universal pasividad de las cosas”. Esta idea nos sitúa ante
dos Elementos totalmente contrarios entre sí. Por un lado, el Fuego-Voluntad,
como energía de acción; por otro, el Agua-Deseo, como energía de
interiorización: actividad-pasividad. He ahí, la necesidad de integración de
ambos elementos.
La Luz proyectada por Elohim sobre las Aguas,
permitió elevar una parte, mientras que la otra quedó en un plano inferior.
Esta es la razón por la cual, los sentimientos, nos pueden elevar hacia la
conquista de metas muy elevadas o por el contrario, nos mantienen identificados
con falsos valores.
Nuestro Trabajo Humano, nos invita a integrar
los Elementos Zodiacales de una manera armónica y creativa. Cuando nos
enfrentemos a la dinámica de las emociones y deseos, debemos actuar como lo
hizo Elohim, es decir, separar los sentimientos elevados de los inferiores y no
combatir estos últimos, pues si así lo hacemos, estaremos generando un círculo
vicioso de negatividad. El “mal” no podemos vencerlo con el “mal”. La oscuridad
es tan sólo ausencia de Luz. Es necesario que comprendamos nuestra naturaleza
emocional y no deleguemos esa energía
que consideremos “oscura” fuera de nosotros, proyectándola sobre los demás y
enfrentándonos a ella. El verdadero trabajo consiste en reconocer que forma
parte de nosotros y establecer un orden en su manifestación.
De la versión convencional de la Biblia, no
consigo extraer un significado del término “cielo” que me aporte su sentido
transcendente, pues más allá de su vinculación con el firmamento o segundo
cielo, poco más puedo dilucidar.
Sin embargo, la versión aportada por el
magnífico erudito Fabre d´Olivet, el significado del término “Shamayim” o “cielo”
me permite comprender que se está refiriendo a un Elemento Primordial dentro de
la Creación, como es el Agua-Deseos-Sentimientos-Emociones. El cielo se
manifiesta gracias a la proyección del Elemento Fuego-Luz sobre el Elemento
Agua. El Propósito Primordial de tal Trabajo era la integración de ambos
Elementos, pero dicha labor no se pudo realizar en su integridad, lo que dio
lugar a la “dualidad” y, mientras que una parte de ese agua-Sentimientos se
identificó con la Luz, dando lugar al Cielo, la otra, no lo hizo y dio lugar al
estado conocido como “abismo”.
Por lo tanto, el “cielo” adquiere un
significado que va más allá del espacio estelar que se encuentra por encima de
la tierra. Ese cielo, está aludiendo a un estado de conciencia que se
identifica plenamente con el Principio Divino del Padre, con su Voluntad. No
pretendo simplificar el significado del término “Reino de los Cielos”, pero una
traducción, basada en la información que acabamos de analizar, nos indicaría lo
siguiente: Cuando nuestra consciencia se pone al servicio de la Voluntad de
Dios y somos plenamente consciente de que somos Hijos de Dios, entonces estamos
en condiciones de ser “Ciudadanos del Reino de los Cielos”, o dicho de otro
modo, conoceremos que el Reino de los Cielos se encuentra en nuestro interior.
(*) Extraído del libro, “La gloria del cielo” escrito por el Pastor John MacArthur y publicado por
Editorial Portavoz.
Continuará...
No hay comentarios:
Publicar un comentario