Para el radicalismo
religioso, el ébola, será la confirmación de que el Apocalipsis está a la
vuelta de la esquina y que se acerca la hora del “Juicio Final” donde la
humanidad tendrá que rendir cuenta de sus pecados.
Para la Organización Mundial
de la Salud, la enfermedad adquiere un significado más moderado, pero no exento
de preocupación. Desde su punto de vista, el ébola, sobrepasa sus medidas de
control al no contar con una fórmula que pueda hacer frente a la incontrolada
manifestación de la enfermedad. Y este hecho, cuando se comunica a la sociedad,
tiene un efecto muy nocivo, tanto para la salud física como la psíquica, pues
el miedo tiene la capacidad de extenderse mucho más rápido que el virus de la
enfermedad, y tendríamos que aislar a la humanidad entera para salvaguardarla
de sus efectos.
Los investigadores
científicos, se enfrentan a un nuevo reto. La búsqueda de la fórmula magistral
que permita controlar y curar la enfermedad, adquiere tintes épicos. La
situación así lo exige. Ya se habla de “pandemia”.
En la otra acera de estos
colectivos, se escuchan las voces de la ciencia no oficial, es decir, los
sectores que anuncian tratamientos basados en componentes naturales, que no
gozan del beneplácito de los Organismos Oficiales, pero que a la postre, cuando
son aplicados, tienen efectos beneficiosos sobre la enfermedad. Jim Humble, el
descubridor del Dióxido de Cloro conocido como MMS (milagroso mineral
suplemento) afirma que su descubrimiento es efectivo para combatir enfermedades
como la malaria, el ébola, etc.
Podríamos seguir enumerando
otros muchos sectores, cada uno con sus puntos de vista, diferentes, y en
muchas ocasiones, enfrentados. Pero de todos ellos, el que más me preocupa es
el punto de vista del sufriente, del ser humano. Sí, me preocupa tu opinión y
la opinión de tu entorno, y por supuesto, me preocupa mi propia opinión. Quizás
más que ninguna, y no digo esto por egoísmo, lo digo, porque estoy convencido,
de que la enfermedad del ébola, con capacidad para provocar infecciones
colectivas, me está tratando de enseñar que no podemos actuar aisladamente de
los demás y si tengo que interactuar con el mundo, quiero ofrecer lo mejor de mí
mismo, y tengo claro una cosa, no podré ofrecer lo que no tengo, es decir,
tengo que estar sano para contribuir a la salud colectiva.
Sí, no voy a caer en la
tentación de sentirme víctima de la mala suerte; ni tan siquiera voy a juzgar
las voces de los muchos sectores que se pronuncian sobre el porqué del ébola.
Me propongo verlo de otra manera y he decidido, hacerme otra pregunta, cuya respuesta
no me haga sentirme ajeno a lo que está ocurriendo, pues parto de la base de
que las cosas no pasan por casualidad. La cuestión que deberíamos responder es:
¿para qué vivimos esta experiencia?
Como decía, nada ocurre al
azar. El Universo se esfuerza, diariamente, en reflejarnos a través de las
circunstancias que vivimos, las anécdotas y de otros muchos modos, los
resultados que provocan nuestras acciones, así como nuestros pensamientos y
sentimientos. Pero, los humanos somos “duros de mollera”, preferimos, a la hora
de tener que pensar, que nos lo den todo hecho. Así tendremos plena libertad
para juzgar y condenar a nuestros “instructores” si lo que vemos no nos gusta.
Sí, el papel de víctimas es el más representado en nuestro mundo.
Sin embargo, y a pesar de
nuestra falta de lucidez, el Universo no cesa de mandarnos sus mensajes, sus
señales, con el propósito de ponernos al corriente sobre la calidad de las
energías que estamos depositando en nuestro deambular humano.
¿Para qué vivir una infección vírica? El por qué lo está
investigando la ciencia y cuando tengan la información, descubrirán, de hecho
ya lo han hecho, que el virus no afecta a todos por igual. Este hecho
significativo, será argumentado como una cuestión inmunológica de unos y otros,
pero, lo más importante de este hecho, es que la diferencia inmunológica responde
a un factor que se les escapa, y cuya respuesta la hallarían si tuviesen en
cuenta la calidad de los pensamientos y sentimientos de cada persona.
La mente puede servir al
miedo o al amor. Cuando elige, libremente, servir al miedo, se identifica con
la separación y esa errónea visión de vida, puede alcanzar niveles que requiere
ser corregidas, pues su dinámica provoca en el cuerpo físico y social, lo que
se conoce como enfermedad y el comportamiento antisocial. Cuanto más miedo, más
separados y cuanto más separados, al no ser la condición natural del ser
humano, los efectos sobre el cuerpo material da lugar a enfermedades que nos
recuerdan el estado anímico con el que estamos identificados.
Si observamos las noticias
que nos ofrecen los medios de comunicación, veremos que la consecuencia más
inmediata de la enfermedad del ébola, es el aislamiento. Como bien nos enseñan
los místicos, la energía siempre acompaña a su fuente. El aislamiento forma
parte del proceso de curación del enfermo infectado con el virus; ese mismo “aislamiento”
en el terreno mental, es la causa que da origen a la enfermedad.
Sí, parece tan obvio. Muchos
no aceptarán esta afirmación, pero, es tan sencillo como reconocer que el fruto
procede de la semilla, y que aquello que nos encontramos escenificado en
nuestra vida, es el resultado de la semilla de nuestros pensamientos y
sentimientos. La respuesta al ¿para qué? del ébola, se hace evidente, para que
aprendamos, a nivel individual y colectivo, que las consecuencias del “aislamiento”,
del espíritu de separación, cuando alcanza un grado importante en el conjunto
de la humanidad, se convierte en un foco de infección, al que hoy le llamamos
ébola, pero que podía haber adoptado otro nombre, malaria, lepra, sida, etc.
No deja de ser
significativo, que el origen de la enfermedad proceda del nombre de un río, el Ébola.
En el argot de la simbología, el río se le ha relacionado con la vida. A
niveles esotéricos, el agua, se corresponde con uno de los Cuatro Elementos
Zodiacales: Fuego, Agua, Aire y Tierra. Cuando analizamos las cualidades de
cada uno de estos Elementos, vemos que el Agua se relaciona con los
Sentimientos. Dentro de los Elementos, la Esencia característica de cada uno de
ellos se expresa en tres niveles. Para el Agua, esta clasificación da lugar a
los signos de Cáncer –agua pura de la lluvia-; Escorpio –el agua concentrada y
turbulenta de los ríos- y Piscis –agua del Mar-.
Desde este punto de vista,
el río Ébola estaría en sintonía con el Arquetipo de Escorpio, donde los
sentimientos se encuentran en fase de interiorización, dando lugar a la
expresión “Yo me amo”. Los estudios sobre Astrología no enseña que la dinámica
del signo Escorpio es de las más delicadas de integrar, armoniosamente, en la
consciencia, pues el proceso de amarse a uno mismo, conlleva el riego de caer
en el narcisismo y alimentar una naturaleza pasional donde el egoísmo
prevalezca por encima de todo lo demás.
El Agua como Elemento, es la
asignatura que ha de llevarnos a integrar en nuestra consciencia el valor de
los Sentimientos. Amarse a uno mismo, es imprescindible para amar a los demás.
Pero si en el proceso de aprendizaje nos identificamos con los sentimientos de
separación y no integramos el de unidad, entonces, el amor que demos a otros,
será de la calidad de los sentimientos que nos estamos ofreciendo a nosotros
mismos, esto es, de baja calidad, propiciarán el aislamiento; el beneficio
propio, la separación e iremos por el mundo como si fuésemos un virus contagioso,
del cual nos percibiremos cuando, nuestros cuerpos, se sientan víctimas del
contagio.
El antídoto que buscan los
científicos para controlar los efectos del ébola, se encuentra en el mismo
lugar de donde emanó su verdadera causa, en nuestros sentimientos. La fórmula
magistral es tan sencilla, que nos da miedo verla. Sí, el amor nos da miedo,
pues si no fuese así, el miedo no existiría. El amor nos invita a salir de
nuestra coraza, a salir de nuestro aislamiento. Nos invita a ver en el rostro
de nuestros hermanos, nuestro propio rostro. Nos invita a perdonarnos y a
perdonar. Pero nos decimos, es que perdonar al que nos ha atacado nos hace débil…,
es que si doy lo que tengo, me quedo sin ello…, es que si renuncio a lo que poseo,
perderé poder…
Siempre es nuestra elección.
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