lunes, 30 de septiembre de 2024

Capítulo 14. XI. La prueba de la verdad (2ª parte).

XI. La prueba de la verdad (2ª parte).

4. Tú que aún no has llevado ante la luz que mora en ti toda la tenebrosidad que te has enseñado a ti mismo, difícilmente puedes juzgar la verdad o el valor de este curso. 2Pero Dios no te aban­donó. 3Y así, dispones de otra lección que Él te envía, la cual Aquel a Quien Él se la confió aprendió ya por cada criatura de la luz. 4Esta lección refulge con la gloria de Dios, pues en ella reside Su poder, que Él gustosamente comparte con Su Hijo. 5Aprende lo que es Su felicidad, la cual es también la tuya. 6Mas para alcanzar esto tienes primero que estar dispuesto a llevar todas las lecciones tenebrosas que has aprendido ante la verdad, y depositarlas de buen grado con manos que estén abiertas listas para recibir, y no cerradas para agarrar. 7Toda lección tenebrosa que lleves ante Aquel que enseña lo que es la luz, Él la aceptará, puesto que tú ya no la deseas. 8E intercambiará gustosamente cada una de ellas por la luminosa lección que Él ya aprendió por ti. 9Jamás creas que cualquier lección que hayas aprendido separado de Él tiene signi­ficado alguno.

El origen del ego no es la luz, sino la oscuridad. El origen del ego no es el Amor, sino el miedo. No es la Unidad, sino la separación. No es la Vida, sino la muerte. No es la Eternidad, sino la temporalidad. Si esto es así, que lo es, las enseñanzas que nos otorga el ego no nos aportará el Conocimiento que sí compartimos con nuestro Creador. 

Por lo tanto, es nuestra elección, seguir al maestro correcto, que ha de despertar nuestra consciencia a la luz, el Espíritu Santo, o continuar, participando de la escuela de la ignorancia propia del ego.

5. Existe una sola prueba -tan infalible como Dios- con la que puedes reconocer si lo que has aprendido es verdad. 2Si en reali­dad no tienes miedo de nada, y todos aquellos con los que estás, o todos aquellos que simplemente piensen en ti comparten tu perfecta paz, entonces puedes estar seguro de que has aprendido la lección de Dios, y no la tuya. 3A menos que sea así, es que todavía quedan lecciones tenebrosas en tu mente que te hieren y te limitan, y que hieren y limitan a todos los que te rodean. 4La ausencia de una paz perfecta sólo significa una cosa: crees que no quieres para el Hijo de Dios lo que su Padre dispuso para él. 5Toda lección tenebrosa enseña esto en una u otra forma. 6Y cada lección de luz con la que el Espíritu Santo reemplazará las leccio­nes tenebrosas que tú  no aceptes, te enseñará que tu voluntad dispone lo mismo que la del Padre y la del Hijo.

Ya hemos dicho, que el origen del ego es el miedo, y ese miedo es la consecuencia de elegir la separación al Amor. Esa elección se ha inscrito en la mente del Hijo de Dios, como  la pérdida de su santidad, de su pureza, de su inocencia, lo que le ha llevado a la falsa creencia en el pecado. 

El pecado, a su vez, origina culpa y la culpa, exige redención a través del castigo y del dolor.

Como bien recoge este punto, la prueba, tan infalible como Dios, con la que podemos reconocer si lo que hemos aprendido es verdad, es la ausencia de miedo, o lo que es lo mismo, la firme creencia en la Unidad, pues tan sólo el Amor, puede ofrecernos paz y puede llevarnos a compartir paz.

6. No te preocupes por cómo vas a aprender una lección tan dia­metralmente opuesta a todo lo que te has enseñado a ti mismo. 2¿Cómo ibas a poder saberlo? 3Tu papel es muy simple. 4Sólo tie­nes que reconocer que ya no deseas lo que has aprendido. 5Pide nuevas enseñanzas, y no te valgas de tus experiencias para confirmar lo que has aprendido. 6Cuando de alguna manera tu paz se vea amenazada o perturbada, afirma lo siguiente:

7No conozco el significado de nada, incluido esto.
8No sé, por lo tanto, cómo responder a ello.
9No me valdré de lo que he aprendido en el pasado para que me sirva de guía ahora.
10Cuando de este modo te niegues a tratar de enseñarte a ti mismo lo que no sabes, el Guía que Dios te ha dado te hablará. 11Ocupará el lugar que le corresponde en tu conciencia en el momento en que tú lo desocupes y se lo ofrezcas Él.

Desaprender lo aprendido, tan sólo es posible si elegimos vivir desde el presente, con la total certeza de que es ese espacio atemporal donde podremos comunicarnos con el Guía que Dios ha dispuesto para que encontremos el camino de retorno hasta Su Hogar 

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