Los padres del joven Jalón estaban muy preocupados por la salud de su hijo.
Desde hacia algunos días, aquel niño que gozaba de una fortaleza de hierro, había perdido todo su bienestar y se había convertido en un ser débil y asustadizo, y lo que era peor, nadie conocía el motivo de aquella misteriosa situación.
Jalón tenía fama entre sus amigos por ser un niño alegre y amante del juego, pero todos se sorprendieron cuando de la noche a la mañana la tristeza le sobrecogió y jamás volvió a participar de las invitaciones que le hacían sus compañeros.
Sus padres hacían todo lo posible por llevar alegría a su corazón, pero hasta ahora nadie había conseguido alejar aquella sombra de profundo temor que aparecía una y otra vez en el rostro de Jalón.
Cierto día, llegó al pueblo un misterioso y extraño viajero. Se trataba de un anciano que difícilmente si podía ya tirar de su cuerpo, y sin embargo, había en él algo que hacia pensar que no habría destino que él no pudiera alcanzar. Una tarde, hallándose Jalón en la soledad de sus pensamientos, tuvo un fortuito encuentro con aquel anciano, el cual al ver tan profundo dolor en su rostro, le dijo:
- ¿Qué temor aturde tan profundamente tu alma?
Sin decir palabra el joven trató de librarse de aquella pregunta, pero no tuvo tiempo de hacerlo, cuando el viejo llamó de nuevo su atención:
- ¿Por qué temes a la muerte si ésta es tan necesaria como la vida?
- Fíjate en ese fruto -siguió diciendo el viejo-, pronto se desprenderá de la rama y caerá a la tierra. Habrá muerto para el árbol, pero en su interior lleva una semilla y está en su contacto con la tierra dará lugar a un nuevo árbol, y este a su vez dará nuevos frutos.
Con aquellas palabras Jalón recibió la revelación de un profundo misterio.
A partir de ese día jamás tendría miedo a la muerte, pues comprendió que ésta llegaría a su tiempo, y cuando lo hiciese le permitiría liberar la semilla que le abriría las puertas a una nueva vida.
Fin
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