¿Qué me enseña esta
lección?
La función del milagro es poner fin al error de percepción con el que se identifica el ego. Dicho error le lleva a concebir una conciencia dual, basada en la separación de su creador y de lo creado; una conciencia que da lugar a la culpa como vía de redención de lo que interpreta "su acto pecaminoso"; una conciencia que cree en el miedo y siente miedo y que responde con violencia para protegerse de aquello que interpreta como un ataque; una conciencia que cree en la enfermedad como una respuesta de su cuerpo, un vehículo separado e independiente de su mente.
El milagro no se puede ver con los ojos del ego, pues su visión le mantiene en la oscuridad, en el desamor.
El milagro es la expresión del perdón, como viva expresión del amor. Cuando el milagro se produce, se alcanza un estado de coherencia en la conciencia que nos lleva a la visión correcta del ser. El milagro se ve en la luz, pues la luz es la condición natural del espíritu.
La creencia de que somos un cuerpo necesita
ser corregida, ya que es un error.
Lo primero que tenemos que saber, es
que, “Dios no creó el cuerpo porque el cuerpo es
destructible, y, por consiguiente, no forma parte del Reino. El cuerpo es el
símbolo de lo que crees ser. Es a todas
luces un mecanismo de separación y, por lo tanto, no existe. El Espíritu Santo,
como siempre, se vale de lo que tú has
hecho y lo transforma en un recurso de aprendizaje. Una vez más, y como
siempre, reinterpreta lo que el ego
utiliza como un razonamiento en favor de la separación, y lo convierte en una
demostración contra ésta. Si la mente puede curar al cuerpo, pero el cuerpo no
puede curar a la mente, entonces la mente tiene que ser más fuerte que el
cuerpo. Todo milagro es una demostración de esto” (T-6.V.A.2:1-7).
¿Qué uso debemos dar al cuerpo, a pesar de conocer que no es real, mientras que permanezcamos en el sueño?
“El mejor uso que podemos hacer del
cuerpo es utilizarlo para que nos ayude a ampliar nuestra percepción, de forma
que podamos alcanzar la verdadera visión de la que el ojo físico es incapaz.
Aprender a hacer esto es la única utilidad real del cuerpo” (T-1.VII.2:4-5).
Es
preciso que el cuerpo deje de atraernos y dejemos de prestarle ningún valor como medio de obtener algo,
si queremos que nuestros pensamientos sean tan libres como los de Dios.
Debemos poner en manos del Espíritu Santo nuestra
enseñanza en el uso del cuerpo. Debemos dejar de utilizar el cuerpo para
fomentar la separación y el ataque y usarlo sólo como un medio de comunicación.
Ejemplo-Guía: "Mi cuerpo está enfermo"
cuenta con más "seguidores". Entre estos seguidores, es frecuente compartir una misma pregunta: ¿Si he puesto mi visión al servicio del Espíritu Santo, por qué mi cuerpo no sana?
Se trata de una pregunta basada en una
premisa errónea de las enseñanzas del curso. Si planteamos que nuestro cuerpo
está enfermo, es evidente que lo estamos viendo y si lo vemos, lo estamos
haciendo real. Le estamos pidiendo al Espíritu Santo que sane algo que no es
real, cuando en verdad, nuestra propuesta debe ser pedir que corrija nuestra
percepción errónea.
Aprovecharé este ejemplo para profundizar un poco más en el tema de la
enfermedad, desde el punto de vista que nos aporta Un Curso de Milagros. Para
ello, compartiré las aportaciones realizadas por Kenneth Wapnick.
“La enfermedad es un conflicto en la mente que se desplaza sobre el
cuerpo: el conflicto entre el ego y Dios. En verdad, no existe tal
conflicto, pues Dios ni siquiera reconoce la existencia de lo que es
inherentemente ilusorio. Para el ego, no obstante, la guerra en contra de Dios
es muy real y mientras más nos identifiquemos con su sistema de pensamiento,
más nos identificaremos con la creencia de que nuestra mente es un campo de
batalla. Este conflicto básico descansa sobre la creencia en la separación, la
cual nuestra culpa nos recuerda continuamente. La enfermedad, por lo tanto, es
la proyección de esta culpa”.
“Esta proyección de la culpa se puede
entender de tres maneras. Primero, al atacarnos a nosotros mismos el ego
procura expiar nuestra naturaleza pecaminosa y expresa nuestra negociación
inconsciente con Dios de castigarnos a nosotros mismos, en vez de permitir que
Dios nos castigue. El ego cree que castigándose a sí mismo mitigará el
castigo de Dios”.
“Segundo, no es suficiente que nos ataquemos, pues el ego continuará su
progresiva búsqueda de chivos expiatorios. UCDM, nos dice sobre este
particular: "Siempre que consientes sufrir, sentir privación, ser
tratado injustamente o tener cualquier tipo de necesidad, no haces sino acusar
a tu hermano de haber atacado al Hijo de Dios" (T-7.I.3:1).
La necesidad del ego de proyectar la culpa es
doblemente servida: primero proyecta la culpa sobre nuestro propio cuerpo y nos
enferma como castigo por nuestros “pecados”. Luego trata de proyectar la
responsabilidad de nuestro sufrimiento sobre otras personas. Generalmente
la acusación es inconsciente, pero en ocasiones estamos conscientes de un
placer secreto que se deriva de acusar a alguien más por nuestra enfermedad:
“Debido a lo que me has hecho, ahora estoy enfermo".
“El tercer uso que el ego tiene para la enfermedad es como “una defensa en
contra de la verdad”. Como afirma el libro de ejercicios:
“La enfermedad es una decisión. No es algo que te suceda sin tú mismo haberlo
pedido, y que te debilita y te hace sufrir. Es una decisión que tú mismo tomas,
un plan que trazas, cuando por un instante la verdad alborea en tu mente
engañada y todo tu mundo parece dar tumbos y estar a punto de derrumbarse.
Ahora enfermas, para que la verdad se marche y deje de ser una amenaza para tus
falsos castillos" (L-pI.136.7).
La verdad es espíritu, nuestra identidad y única realidad. A medida que
avanzamos en nuestro camino espiritual y progresivamente reconocemos que el
único significado de este mundo radica en ayudarnos a recordar nuestro
verdadero Hogar, el ego atacará esta verdad por medio de reforzar nuestra
identidad física. Uno de los medios más poderosos para lograr esto es
enfermarnos. Si sentimos dolor, hacemos el cuerpo real; si el cuerpo es real,
el espíritu no puede serlo. De este modo el ego se pone a salvo del “ataque” de
la verdad”.
¿Has dudado de la verdad, cuando compruebas que a pesar de que crees estar
sirviendo a la luz, tu cuerpo enferma? ¿Por qué no sanamos cuando conocemos el
significado de la enfermedad?
Kenneth, nos dice a este respecto: “Si uno procurase descubrir el significado
de cualquier síntoma específico, encontraría que su forma refleja el tipo
específico de falta de perdón que yace sepultado en la mente del ego. Tal
discernimiento, sin embargo, no sana, pues el perdón debe elegirse primero en
lugar de la culpa. Desperdiciar horas interminables en la búsqueda de tal
discernimiento puede muy bien servir a la astuta estrategia del ego de “buscar
y no hallar”. Es el contenido detrás de la forma lo que es esencial”.
“Sólo la mente puede errar. El cuerpo sólo puede actuar equivocadamente
cuando está respondiendo a un pensamiento falso” (T-2.IV.2:4-5), pues “la enfermedad, no obstante, no es
algo que se origine en el cuerpo, sino en la mente. Toda forma de enfermedad es
un signo de que la mente está dividida” (T-8.IX.8:6-7).
Es únicamente cuando elegimos el milagro y podemos decir y verdaderamente creer
que “no me gobiernan otras leyes que las de Dios” (L-pl.76), que los efectos de las
leyes del ego desaparecen: “Los milagros despiertan nuevamente la
conciencia de que el espíritu, no el cuerpo, es el altar de la verdad. Este
reconocimiento es lo que le confiere al milagro su poder curativo” (T-1.I.20).
Reflexión: ¿Crees que lo que ves es real? ¿Por qué?
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