¿Qué me enseña esta lección?
El cuerpo físico es el ropaje que da identidad al ego. Dicho envoltorio es su fabricación y representa todos sus falsos valores de temporalidad y de precariedad. Se convierte en el máximo exponente de la separación y la función más elevada dentro del mundo del sueño y de la ilusión en el que cree existir, es la de ser un canal de comunicación por el cual expresar los pensamientos emanados de la mente verdadera, la que nos llevará, finalmente, a comprender que somos, realmente, los soñadores, y, que todo a lo que damos valor material forma parte de nuestro sueño.
Tener la certeza de que el cuerpo con el que se identifica el ego, es temporal e irreal, significa ser consciente de nuestra verdadera identidad. Somos eternos; somos perfectos; somos puros; somos inocentes; somos seres con capacidad creadora y somos seres de luz y amor.
No podemos ser otra cosa, pues somos tal y como Dios nos ha creado, a Su imagen y semejanza. ¿Cómo podemos pensar que somos diferentes de Aquel que nos ha creado? ¿Cómo podemos pensar que Aquel que nos ha creado, desea nuestro mal? ¿Qué Padre, que esté cuerdo, desea el mal para sus hijos?
Si, verdaderamente, soy Hijo de la Luz, mi mente y la de mis Hermanos, debe ser portadora de esa Luz.
Ejemplo-Guía: "Para llegar a ser algo, en esta vida, hay que ser muy
competitivo"
Muchos somos los que hemos recibido, de nuestros padres, esa
afirmación, como una herencia, como un postulado de la máxima verdad y a la que
hemos de dedicarnos en cuerpo y alma, si en verdad queremos triunfar en la
vida, si en verdad queremos llegar a ser alguien de provecho.
Estas "verdades" van pasando de padres a hijos y son "verdades" muy respetadas, pues están basadas en la experiencia de nuestros ancestros. Tanto es así, que, permitiéndome cierta licencia, he creído encontrar cierto parecido con el malinterpretado mandato recogido en la Biblia, en el pasaje en el que Jehová expulsa a Adam y Eva del Paraíso y los sentencia a "ganarse el pan con el sudor de su frente".
Si desde pequeños, se nos anima a ser competitivos, lo que se nos está pidiendo es que veamos a los demás como oponentes, como rivales, a los que debemos vencer. No tardaremos mucho es elevarlos a la condición de enemigos, pues ellos son los que ponen en peligro el logro de nuestras ambiciones.
Por otro lado, la expulsión alegórica que se describe en el pasaje Bíblico y que se personaliza con la expulsión de Adán y Eva del Paraíso Terrenal, lo que está marcando en el inconsciente colectivo de la humanidad, es el recuerdo de que nos encontramos "separados" de nuestro Creador.
Entonces, ¿no es cierto que para llegar a ser algo en esta vida tengamos que ser competitivos? No, no es cierto. Es más, siendo competitivos, lo único que estamos haciendo, es asegurándonos un pasaje para viajar al "país del desencanto", pues si sembramos "ataque", ¿qué vamos a cosechar? ¿Dónde se encuentran los límites de la competitividad? Si los marcamos fuera de nosotros, jamás seremos capaces de establecerlos. Siempre querremos más. Si esos límites lo establecemos dentro de nosotros mismos, estaremos hablando del eterno buscador de la perfección. Pero, cuando se utiliza el espíritu competitivo para alcanzar la perfección, en verdad, estamos queriendo demostrar algo, pues esa llamada procede desde la necesidad y la escasez, precisamente, los argumentos del ego.
Como bien determina el título de la lección que estamos analizando, "Somos tal y como Dios nos ha creado". Siguiendo esa verdad, podemos asegurar que ya somos perfectos, como Dios es Perfecto. ¿Para qué entonces buscar lo que ya somos?
A veces, los defensores de la enseñanza basada en la competitividad, nos hablan de una competitividad sana. Creo que lo que quieren decir con ello, es que todos debemos manifestar un impulso motivador por alcanzar metas y ese impulso debe tener en cuenta, aspectos como el respecto y la libertad de los demás.
Sinceramente, y con todo el respeto hacia cualquier creencia, ya no me resuena, como antes, ese mensaje de competitividad sana. Ya no me resuena ninguna creencia que me invite a establecer metas en este mundo. Ese paradigma lo conozco, lo he experimentado, y no puedo decir, que me haya aportado la dicha, la felicidad, la alegría, la salud que mi alma añora. No digo, que haya sido un camino erróneo, ni equivocado. Pero sí digo que, tras recorrerlo, durante mucho tiempo, intuyo que he de probar con otros senderos, con otras rutas. Es más, pienso que la cuestión no es el camino, sino la actitud con la que lo andas.
El camino es lo de menos. Lo verdaderamente importante es cómo lo andamos. Si
nuestra mirada está ávida de conquistas, de metas, de planes. Adelante, es tu
estado conciencial.
Si nuestra mirada tan solo desea vivir la vida, siendo plenamente conscientes,
de que somos los co-creadores de nuestras circunstancias, de que somos los
únicos soñadores de nuestros sueños, de que somos los conductores de nuestros
vehículos, entonces, adelante, ese es tu estado conciencial.
La primera elección, todos la estamos experimentando. La segunda elección, tan sólo requiere de nosotros que recordemos nuestra verdadera identidad: Somos tal y como Dios nos ha creado. ¿Qué meta vamos a buscar, cuando ya lo somos todo y lo único que podemos hacer es experimentar?
Reflexión: ¿Qué te hace sentir la afirmación "soy
tal como Dios me creó"?
Sentir que somos como Dios nos creo, es experimentar su Presencia Divina en mi, y si es este mi eatado que más puedo anhelar? . Reconocer la resonancia de la luz Divina en mi es sentir la paz que se experimenta en la plenitud del ser.
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