martes, 30 de abril de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 121

LECCIÓN 121

El perdón es la llave de la felicidad.

1. He aquí la respuesta a tu búsqueda de paz. 2He aquí lo que le dará significado a un mundo que no parece tener sentido. 3He aquí la senda que conduce a la seguridad en medio de aparentes peligros que parecen acecharte en cada recodo del camino y soca­var todas tus esperanzas de poder hallar alguna vez paz y tran­quilidad. 4Con esta idea todas tus preguntas quedan contestadas; con esta idea queda asegurado de una vez por todas el fin de la incertidumbre.

2. La mente que no perdona vive atemorizada, y no le da margen al amor para ser lo que es ni para que pueda desplegar sus alas en paz y remontarse por encima de la confusión del mundo. 2La mente que no perdona está triste, sin esperanzas de poder hallar alivio o liberarse del dolor. 3Sufre y mora en la aflicción, mero­deando en las tinieblas sin poder ver nada, convencida, no obs­tante, de que el peligro la acecha allí.


3. La mente que no perdona vive atormentada por la duda, con­fundida con respecto a sí misma, así como con respecto a todo lo que ve, atemorizada y airada. aLa mente que no perdona es débil y presumida, tan temerosa de seguir adelante como de quedarse donde está, de despertar como de irse a dormir. aTiene miedo tam­bién de cada sonido que oye, pero todavía más del silencio; la oscuridad la aterra, mas la proximidad de la luz la aterra todavía más. 2¿Qué puede percibir la mente que no perdona sino su pro­pia condenación? 3¿Qué puede contemplar sino la prueba de que todos sus pecados son reales?

4. La mente que no perdona no ve errores, sino pecados. 2Con­templa el mundo con ojos invidentes y da alaridos al ver sus pro­pias proyecciones alzarse para arremeter contra la miserable parodia que es su vida. 3Desea vivir, sin embargo, anhela estar muerta. 4Desea el perdón, sin embargo, ha perdido toda espe­ranza. 5Desea escapar, sin embargo, no puede ni siquiera conce­birlo, pues ve pecado por doquier.

5. La mente que no perdona vive desesperada, sin la menor espe­ranza de que el futuro pueda ofrecerle nada que no sea desespe­ración. 2Ve sus juicios con respecto al mundo, no obstante, como algo irreversible, sin darse cuenta de que se ha condenado a sí misma a esta desesperación. 3No cree que pueda cambiar, pues lo que ve da testimonio de que sus juicios son acertados. 4No pre­gunta, pues cree saber. 5No cuestiona, convencida de que tiene razón.

6. El perdón es algo que se adquiere. 2No es algo inherente a la mente, la cual no puede pecar. 3Del mismo modo en que el pecado es una idea que te enseñaste a ti mismo, así el perdón es algo que tiene que aprender, no de ti mismo, sino del Maestro que repre­senta tu otro Ser. 4A través de Él aprendes a perdonar al ser que crees haber hecho, y dejas que desaparezca. 5Así es como le devuelves tu mente en su totalidad a Aquel que es tu Ser y que jamás puede pecar.

7. Cada mente que no perdona te brinda una oportunidad más de enseñarle a la tuya cómo perdonarse a sí misma. 2Cada una de ellas está esperando a liberarse del infierno a través de ti, y se dirige a ti implorando el Cielo aquí y ahora. 3No tiene esperan­zas, pero tú te conviertes en su esperanza. 4Y al convertirte en su esperanza, te vuelves la tuya propia. 5La mente que no perdona tiene que aprender, mediante tu perdón, que se ha salvado del infierno. 6Y a medida que enseñes salvación, aprenderás lo que es. 7Sin embargo, todo cuanto enseñes y todo cuanto aprendas no procederá de ti, sino del Maestro que se te dio para que te mos­trase el camino.

8. Nuestra práctica de hoy consiste en aprender a perdonar. 2Si estás dispuesto, hoy puedes aprender a aceptar la llave de la feli­cidad y a usarla en beneficio propio. 3Dedicaremos diez minutos por la mañana y otros diez por la noche a aprender cómo otorgar perdón y también cómo recibirlo.

9. La mente que no perdona no cree que dar y recibir sean lo mismo. 2Hoy trataremos, no obstante, de aprender que son uno y lo mismo practicando el perdón con alguien a quien consideras un enemigo, así como con alguien a quien consideras un amigo. 3Y a medida que aprendas a verlos a ambos como uno solo, extenderemos la lección hasta ti y veremos que su escape supone el tuyo.

10. Comienza las sesiones de práctica más largas pensando en alguien que no te cae bien, alguien que parece irritarte y con quien lamentarías haberte encontrado; alguien a quien detestas vehementemente o que simplemente tratas de ignorar. 2La forma en que tu hostilidad se manifiesta es irrelevante. 3Probablemente ya sabes de quién se trata. 4Ese mismo vale.

11. Cierra ahora los ojos y, visualizándolo en tu mente, contém­plalo por un rato. 2Trata de percibir algún atisbo de luz en alguna parte de él, algún pequeño destello que nunca antes habías notado. 3Trata de encontrar alguna chispa de luminosidad bri­llando a través de la desagradable imagen que de él has formado. 4Continúa contemplando esa imagen hasta que veas luz en alguna parte de ella, y trata entonces de que esa luz se expanda hasta envolver a dicha persona y transforme esa imagen en algo bueno y hermoso.

12. Contempla esta nueva percepción por un rato, y luego trae a la mente la imagen de alguien a quien consideras un amigo. 2Trata de transferirle a éste la luz que aprendiste a ver en torno de quien antes fuera tu "enemigo". 3Percíbelo ahora como algo más que un amigo, pues en esa luz su santidad te muestra a tu salvador, sal­vado y salvando, sano e íntegro.

13. Permite entonces que él te ofrezca la luz que ves en él, y deja que tu "enemigo" y tu amigo se unan para bendecirte con lo que tú les diste. 2Ahora eres uno con ellos, tal como ellos son uno contigo. 3Ahora te has perdonado a ti mismo. 4No te olvides a lo largo del día del papel que juega la salvación en brindar felicidad a todas las mentes que no perdonan, incluyendo la tuya. 5Cada vez que el reloj dé la hora, di para tus adentros:

6El perdón es la llave de la felicidad.
7Despertaré del sueño de que soy mortal, falible y lleno de pecado, y sabré que soy el perfecto Hijo de Dios.



¿Qué me enseña esta lección? 

Muchos no relacionan, aún, el dolor físico con el dolor emocional. Sin embargo, si observásemos con atención cómo funciona la acción de Dar y Recibir, veríamos con total claridad, que tanto el dolor como el sufrimiento que experimentamos a través de nuestro cuerpo, es la consecuencia del dolor y el sufrimiento que ocupa nuestra mente.

Relacionar la manifestación del dolor de nuestro cuerpo con un sentimiento de odio hacia alguien, no forma parte del pensamiento de nuestro ego. La creencia en la venganza, cuando nos sentimos atacados nos lleva a justificar nuestro odio y rencor hacia la persona que nos ataca. 

Si sembramos dolor o rencor, ¿qué esperamos cosechar? 

Respondemos con dolor o rencor, hacia el ataque del otro, porque elegimos interpretar ese gesto como un ataque. Ahora bien, podemos ver las cosas de otra manera. Podemos dejar de vernos separados del mundo que nos rodea y ver en cada uno de nuestros hermanos el verdadero Ser de Luz que habita en su interior.

Si vemos tan sólo el envoltorio, el cuerpo, y las acciones que se desencadenan del ser temeroso que trata de dirigirlo, entonces no encontraremos nunca la paz. 

Si elegimos perdonar, estaremos reconociendo al Ser verdadero y estaremos abriendo las puertas que nos conduce a la felicidad.


Ejemplo-Guía: "Perdonando a nuestros enemigos, perdonando a nuestra propia oscuridad"

Esta lección nos invita a experimentar la fuerza del amor. Y lo hace a través de la práctica del perdón.

Cómo bien expresa la lección, el perdón es algo que se adquiere, algo que se aprende y yo me atrevería a decir, que es algo que se recuerda, pues, en verdad somos esencias de amor.

Bien, este ejercicio nos queda bien explicado en el desarrollo de esta lección. Tan sólo tenemos que identificar a aquella persona que tenemos catalogada en el grupo de "enemigos" y buscar en ella cualquier expresión de luz que nos invite a contemplarla desde la visión del perdón.

¿Tienes dificultad para realizar esta visualización? ¿No sabes cómo ver la luz en el otro? Te comparto lo que suelo hacer para ayudarme a encontrar esa luz.

Mientras que vea al otro como un ser separado de mí, tendré dificultad para encontrar en él su aspecto luminoso. Esto ocurre por la sencilla razón de que estoy mirándolo desde la oscuridad. Separación y oscuridad es lo mismo.

Por lo tanto, lo primero que hago es cambiar esa vieja creencia y en su lugar elijo verlo desde la unidad, es decir, cuando lo miro, lo hago como si me estuviese mirando en un espejo en el que su imagen es mi imagen proyectada.

Cuando tomo esa decisión, cuando al mirar al otro, lo hago con la certeza de que lo que estoy viendo en él, es la proyección de mi propio yo, entonces, no puedo menos que agradecerle desde el corazón la ayuda que me presta, pues gracias a su presencia, tengo acceso a una información de la que no soy consciente. Cuando al mirarlo, lo que veo, me lleva a juzgarlo y a condenarlo, lo que en verdad estoy haciendo es juzgarme y condenarme a mí mismo.

Esta visión es profundamente liberadora. El otro pasa de ser el enemigo, a la condición de maestro. Si veo en él la envidia, debo preguntarme, de forma inmediata, dónde se encuentra en mí la envidia.

Fijaros de la importancia de esta propuesta. Fijaros, igualmente, de la invitación que nos hace la lección, cuando nos indica que busquemos la imagen de un amigo y cuando lo hayamos hecho, lo envolvamos en la luz que hemos visto en el enemigo. En verdad, lo que nos está diciendo es que no importa, la catalogación que hagamos del otro, enemigo o amigo, lo que verdaderamente importa, es que estamos viéndonos a nosotros mismos en ellos.

Si al visualizar, al enemigo o al amigo, vemos aspectos positivos y aspectos negativos en ellos, dichos aspectos es lo de menos, la llave que ha de llevarnos a la felicidad, es reconocer, que ambos están reflejando la proyección que hacemos de nosotros mismos.

No podremos dar lo que no tenemos, por lo tanto, si vamos a envolver de luz, tanto al enemigo como al amigo, previamente, debemos encontrar esa luz en nosotros mismos. Este ejercicio, nos ayuda a comprender, que dando es como recibiremos y conservaremos.

Esta práctica, es un ejercicio de alquimia, pues lo que realmente estamos haciendo es transformar los "metales pesados", es decir, nuestros viejos miedos, en el metal más preciado, el oro, símbolo de la Consciencia.


Reflexión: Me miro en el espejo de mi enemigo. ¿Qué percibo?

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