viernes, 22 de noviembre de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 327

LECCIÓN 327

No necesito más que llamar y Tú me contestarás.


1. No se me pide que acepte la salvación sobre la base de una fe ciega. 2Pues Dios ha prometido que oirá mi llamada y que Él Mismo me contestará. 3Déjame aprender mediante mi experien­cia que esto es verdad, y es indudable que llegaré a tener fe en Él. 4Esa es la fe que no se quebranta y que me llevará cada vez más lejos por la senda que conduce hasta Él. 5Pues así estaré seguro de que Él no me ha abandonado, de que aún me ama y de que sólo espera a que yo lo llame para proporcionarme toda la ayuda que necesite para poder llegar a Él.

2. Padre, te doy las gracias porque sólo con que ponga a prueba Tus promesas jamás tendré la experiencia de que no se cumplen. 2Permíta­seme, por lo tanto, ponerlas a prueba en vez de juzgarlas. 3Tú eres Tu Palabra. 4Tú provees los medios a través de los cuales arriba la convicción, haciendo así que por fin estemos seguros de Tu eterno Amor.

¿Qué me enseña esta lección? 

La duda procede del miedo, y el miedo tiene su origen en la falta de amor.
 
El Hijo de Dios ha olvidado su procedencia, aunque añora los recuerdos de Paz y Felicidad que se convierten en su meta más preciada. 
 
El hecho de prestar atención al mundo tridimensional donde las formas adoptan una identidad propia le ha llevado a creer que aquello que percibe a través de los sentidos físicos es totalmente real; es más, cree que es la única realidad posible, lo que le ha llevado a olvidar el origen de su poder creador.
 
Ha fabricado un mundo al que tiene miedo, pues le hace sentir temeroso de que su Creador no apruebe su creación, al no haber actuado según la Voluntad del Padre, la cual siempre nos inspira actuar de acuerdo al Amor, pues es la única fuerza que nos permitirá crear bajo las leyes de la Eternidad.
 
Alejado de su Hogar, el Hijo de Dios fabrica su propio hogar. De sus acciones, recibe la falsa creencia de que es un pecador; se siente el violador de las Leyes Divinas. Pero lo único que ha hecho es obrar en consecuencia a los atributos y poderes con los que ha sido bendecido, utilizándolos inadecuadamente.
 
Su consciencia se encuentra dormida, temporalmente, identificada con una realidad ilusoria y transitoria. En ese estado de somnolencia, el Hijo de Dios duda de todo aquello que no forma parte de su percepción sensorial. Lo que no ve es negado.
 
Pero llega un día en el que sentimos que el camino que hemos elegido no nos conduce a la “tierra prometida”. Entonces comprendemos que el mundo al que le hemos prestado nuestra atención jamás nos ofrecerá la posibilidad de alcanzar el estado de Felicidad, de Paz y de Unidad que estamos buscando. 
 
Es el momento de entregar en manos de nuestro Padre los asuntos que nos privan de su Paz. Es el momento de elevar hasta Él nuestra plegaria y decirle: Padre, en tus manos me encomiendo. "Hágase tu Voluntad”.
 
Ya no le pediremos que perpetúe la ilusión que nos ofrece la visión del mundo material. Lo único que le pediremos es que nos permita hacer consciente su Presencia en nuestras Vidas. Ello nos permitirá sentir su protección, la fuerza de su Amor, la cual nos inspirará, en cada momento, cómo percibir correctamente.
 
Ejemplo-Guía: "¿Has perdido la fe en Dios porque no te ha concedido lo que le has pedido?
 
Es una experiencia bastante común. Nos hemos acercado a Dios con la esperanza de que arregle nuestros asuntos y hemos elevado nuestras plegarias con esa intención. Cuando la respuesta no ha sido acorde a lo que le hemos pedido, renegamos de Su Presencia y decidimos darle la espalda. Dejamos de creer en Él.
 
A estas alturas de las enseñanzas que estamos estudiando, tenemos información que nos permite comprender que "a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César".
 
Dios no percibe el mundo que nosotros hemos elegido percibir y hacer real. Luego, difícilmente, puede interferir a favor de nuestros asuntos mundanos. Pero sí podemos pedirle que nos ayude a percibir este mundo desde la verdad, desde la realidad. Esa es la petición que debe salir de nuestro corazón y debemos tener la total certeza de que esa llamada sí será contestada.
 
Hemos aludido a la oración como una vía de comunicación con el Creador. Respecto a la oración, el Curso nos dice:
 
"La oración es una forma de pedir algo. Es el vehículo de los milagros. Mas la única oración que tiene sentido es la del perdón porque los que han sido perdonados lo tienen todo. Una vez que se ha aceptado el perdón, la oración, en su sentido usual, deja de tener sentido. La oración del perdón no es más que una petición para que puedas reconocer lo que ya posees. Cuando elegiste la percepción en vez del conocimiento, te colocaste en una posición en la que sólo percibiendo milagrosamente podías parecerte a tu Padre. Has perdido el conocimiento de que tú mismo eres un milagro de Dios. La creación es tu Fuente y es también la única función que verdaderamente tienes" (T-3.V.6:1-8).
Cuando pedimos desde la visión del ego, ignoramos que lo que estamos pidiendo nos aleja de la verdad. El Curso nos anima a poner nuestras peticiones en manos de la Voz que habla por el Padre, el Espíritu Santo: 
“Cuando le pides al Espíritu Santo lo que te podría hacer daño, Él no puede contestarte porque no hay nada que te pueda hacer daño, y por lo tanto, no estás pidiendo nada. Cualquier deseo que proceda del ego es un deseo de algo que no existe, y solicitarlo no constituye una petición. Es simplemente una negación en forma de petición. El Espíritu Santo no le da importancia a la forma, ya que sólo es consciente de lo que tiene significado. El ego no puede pedirle nada al Espíritu Santo porque no existe comunicación entre ellos. Tú, en cambio, puedes pedirle todo porque las peticiones que le haces a Él son reales, al proceder de tu mente recta. ¿Negaría el Espíritu Santo la Voluntad de Dios? ¿Y podría dejar de reconocerla en Su Hijo? (T-9.I.10:1-8)".

Reflexión: ¿Qué padre hace caso omiso a la llamada de un hijo? 

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