LECCIÓN 329
He elegido ya lo que Tu Voluntad dispone.
1. Padre, pensé que me había apartado de Tu Voluntad, que la había desafiado, que había violado sus leyes y que había interpuesto otra voluntad más poderosa que la Tuya. 2En realidad, no obstante, no soy otra cosa que una extensión de Tu Voluntad que se extiende continuamente. 3Eso es lo que soy, y ello jamás ha de cambiar. 4Así como Tú eres Uno, yo soy uno Contigo. 5Eso fue lo que elegí en mi creación, en la que mi voluntad se hizo eternamente una con la Tuya. 6Esa decisión se tomó para siempre. 7No puede cambiar ni oponerse a sí misma. 8Padre, mi voluntad es la Tuya. 9Estoy a salvo, tranquilo y sereno, y gozo de una dicha interminable porque así lo dispone Tu Voluntad.
2. Hoy aceptaremos la unión que existe entre nosotros, y entre nosotros y nuestra Fuente. 2No tenemos otra voluntad que la Suya y todos somos uno porque todos compartimos Su Voluntad. 3A través de Ella reconocemos que somos uno solo. 4A través de Ella encontramos por fin el camino que nos conduce a Dios.
2. Hoy aceptaremos la unión que existe entre nosotros, y entre nosotros y nuestra Fuente. 2No tenemos otra voluntad que la Suya y todos somos uno porque todos compartimos Su Voluntad. 3A través de Ella reconocemos que somos uno solo. 4A través de Ella encontramos por fin el camino que nos conduce a Dios.
¿Qué me enseña esta lección?
Somos el Hijo de Dios, creado a Su Imagen y Semejanza. Somos la extensión de la Mente Creadora de Dios y, por lo tanto, somos Uno con Él.
Como fruto de su labor creadora, somos portadores potenciales de sus mismos atributos. Por lo tanto, tenemos la potestad de utilizar esos dones con plena libertad.
Ser herederos legítimos de Sus Poderes nos hace Uno con Él. Sin embargo, el uso del libre albedrío nos ha llevado a prestar atención y a dirigir nuestra facultad volitiva hacia un estado de la energía a la que hemos dado la cualidad de la forma, sustituyendo el conocimiento por la percepción.
La identificación del Hijo de Dios con su fabricación le ha llevado a creer que ese mundo es la realidad. Le ha llevado a creer que su acto ha sido un acto pecaminoso, indigno a los ojos de Su Padre.
En verdad, la acción del Hijo de Dios le ha llevado al error de creerse separado de su esencia, de la Fuente que lo ha creado, y ello lo ha sumido en el sueño de la espesa niebla de la culpa.
Mientras que permanece identificado con el cuerpo, con el mundo físico, su voluntad está supeditada a la satisfacción de los deseos, ese impulso que propició la conciencia dual.
“Hágase tu Voluntad en la tierra como en el cielo". Podemos traducirlo: “Permíteme amar la Unidad, vivir en la Unidad, Ser la Unidad”.
Ejemplo-Guía: "Hágase Tu Voluntad"
¿Qué dispone la Voluntad del Padre?
Estamos habituados a sentir una atracción especial por conocer lo que el destino nos depara. En ocasiones, ese deseo es tan intenso que decidimos consultar con oráculos sobre este particular. En verdad, nos angustia saber que el destino nos depara un futuro de necesidad, de infelicidad, de enfermedad y calamidades, etc.
Cuestionarnos estas preocupaciones es propio del sistema de pensamiento del ego, pues de este modo mantiene ocupada la mente con pensamientos dirigidos hacia la percepción del mundo de la ilusión. En esta visión es obvio que encontramos la presencia del miedo y una total ausencia de amor.
En nuestras oraciones solemos utilizar la expresión "Hágase Tu Voluntad, en la tierra como en el Cielo", y si realmente hemos visionado la realidad, en vez de la ilusión, con esta súplica, lo que estamos pidiendo es que nos permita comprender Su Plan de Salvación y, para ello, lo único que tenemos que hacer es reconocer que somos un Ser Espiritual:
1. O bien ves la carne o bien reconoces el espíritu. 2En esto no hay términos medios. 3Si uno de ellos es real, el otro no puede sino ser falso, pues lo que es real niega a su opuesto. 4La visión no ofrece otra opción que ésta. 5Lo que decides al respecto determina todo lo que ves y crees real, así como todo lo que consideras que es verdad. 6De esta elección depende todo tu mundo, pues mediante ella estableces en tu propio sistema de creencias lo que eres: carne o espíritu. 7Si eliges ser carne jamás podrás escaparte del cuerpo al verlo como tu realidad, pues tu decisión reflejará que eso es lo que quieres. 8Pero si eliges el espíritu, el Cielo mismo se inclinará para tocar tus ojos y bendecir tu santa visión a fin de que no veas más el mundo de la carne, salvo para sanar, consolar y bendecir.Reflexión: Tu voluntad y la míano pueden ser diferentes, pues ambas son una con la de Dios.
2. La salvación es un deshacer. 2Si eliges ver el cuerpo, ves un mundo de separación, de cosas inconexas y de sucesos que no tienen ningún sentido. 3Alguien aparece y luego desaparece al morir; otro es condenado al sufrimiento y a la pérdida. 4Y nadie es exactamente como era un instante antes ni será el mismo. un instante después. 5¿Qué confianza se puede tener ahí donde se percibe tanto cambio? a¿Y qué valía puede tener quien no es más que polvo? 6La salvación es el proceso que deshace todo esto. 7Pues la constancia es lo que ven aquellos cuyos ojos la salvación ha liberado de tener que contemplar el costo que supone conservar la culpabilidad, ya que en lugar de ello eligieron abandonarla.
3. La salvación no te pide que contemples el espíritu y no percibas el cuerpo. 2Simplemente te pide que ésa sea tu elección. 3Pues puedes ver el cuerpo sin ayuda, pero no sabes cómo contemplar otro mundo aparte de él. 4Tu mundo es lo que la salvación habrá de deshacer, permitiéndote así ver otro que tus ojos jamás habrían podido encontrar. 5Cómo va a lograrse esto no es algo que deba preocuparte. 6No comprendes cómo apareció ante ti lo que ves, 7pues si lo comprendieses, desaparecería. 8El velo de la ignorancia está corrido igualmente sobre lo bueno que sobre lo malo, y se tiene que traspasar para que ambas cosas puedan desaparecer a fin de que la percepción no encuentre ningún lugar donde ocultarse. 9¿Cómo se puede hacer esto? 10No se puede hacer en absoluto. 11Pues ¿qué podría aún quedar por hacer en el universo que Dios creó?
4. Sólo la arrogancia podría hacerte pensar que tienes que allanar el camino que conduce al Cielo. 2Se te han proporcionado los medios para que puedas ver el mundo que reemplazará al que tú inventaste. 3¡Hágase tu voluntad! 4Esto es verdad para siempre tanto en el Cielo como en la tierra, 5independientemente de dónde creas estar o de lo que creas que la verdad acerca de ti mismo debe realmente ser. 6Independientemente también de lo que contemples, y de lo que elijas sentir, pensar o desear. 7Pues Dios Mismo ha dicho: "Hágase tu voluntad". 8Y, consecuentemente, se hace.
5. Tú que crees que puedes ver al Hijo de Dios como quisieras que fuese, no olvides que ningún concepto que abrigues de ti mismo puede oponerse a la verdad de lo que eres. 2Erradicar la verdad es imposible. 3Pero cambiar de conceptos no es difícil. 4Una sola visión que se vea claramente y que no se ajuste a la imagen que antes se percibía, hará que el mundo sea diferente para aquellos ojos que hayan aprendido a ver porque el concepto del yo habrá cambiado.
6. ¿Eres invulnerable? 2Entonces el mundo te parece un lugar inofensivo. 3¿Perdonas? 4Entonces el mundo es misericordioso, pues le has perdonado sus ofensas, de modo que te contempla tal como tú lo contemplas a él. 5¿Eres un cuerpo? 6Entonces ves en cada hermano un traidor, listo para matar. 7¿Eres espíritu, inmortal y sin la más mínima posibilidad de corrupción ni mancha alguna de pecado sobre ti? 8Entonces ves estabilidad en el mundo, pues ahora es absolutamente digno de toda tu confianza: un lugar feliz en donde descansar por un tiempo, en donde no hay nada que temer, sino sólo amar. 9¿Le negarían los puros de corazón la bienvenida a alguien? 10¿Y qué podría herir a los que son verdaderamente inocentes?
7. ¡Hágase tu voluntad, santa criatura de Dios! 2No importa si crees estar en el Cielo o en la tierra. 3Lo que la Voluntad de tu Padre ha dispuesto para ti jamás ha de cambiar. 4La verdad en ti permanece tan radiante como una estrella, tan pura como la luz, tan inocente como el amor mismo. 5Y tú eres digno de que se haga tu voluntad. (T-31.VI.1:7)
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