lunes, 14 de octubre de 2024

Capítulo 15. II. El final de las dudas (2ª parte).

  II. El final de las dudas (2ª parte).

4. No te das cuenta de cuán desacertadamente has utilizado a tus hermanos al considerarlos fuentes de apoyo para el ego. 2En tu percepción, por lo tanto, ellos dan testimonio del ego, y parecen darte motivos para que no lo abandones. 3Tus hermanos, no obs­tante, son testigos mucho más poderosos y mucho más convin­centes en favor del Espíritu Santo, 4Cuya fortaleza respaldan. 5Eres tú, por lo tanto, quien determina el que ellos apoyen al ego o al Espíritu Santo en ti. 6Y reconocerás cuál de ellos has elegido por sus reacciones. 7Siempre se puede reconocer a un Hijo de Dios que ha sido liberado a través del Espíritu Santo en un hermano. 8No puede ser negado. 9Si todavía tienes dudas, es tan sólo porque no has otorgado completa liberación. 10debido a ello todavía no le has dado al Espíritu Santo un solo instante completamente. 11Pues cuando lo hayas hecho no te cabrá la menor duda de que lo has hecho. 12Estarás seguro porque Su testigo hablará tan claramente en favor de Él, que oirás y entenderás: 13Seguirás dudando hasta que oigas un testigo al que hayas liberado completamente a través del Espíritu Santo. 14entonces ya no dudarás más.

La duda es, sin duda, una de las características propias del sistema de pensamiento del ego. Comprenderemos la razón de que esto sea así, si analizamos la falta de luz en el pensamiento del miedo. En la oscuridad, la percepción verdadera da lugar a la ilusión, y confundimos las sombras con la realidad y la certeza con la duda.

¿Tenemos dudas de lo que realmente somos? Ciertamente, sí. Mi argumento de esta afirmación no es otro que este: "si no tuviésemos dudas de lo que somos, sabríamos lo que somos y daríamos testimonio de ello a través del amor". A pesar de ser estudiante de Un Curso de Milagros, a pesar de entender su enseñanza, a pesar de creer que no somos un cuerpo, sino que nuestra verdadera identidad es espiritual, a pesar de no creer en la muerte, reconozco que en mí existe la duda, pues de lo contrario, al mirar fuera de mí y ver a mis hermanos, no lo juzgaría, no lo condenaría.

Cuando esto no ocurra, cuando veamos a nuestros hermanos, como lo que son, hermanos en la Filiación, entonces, dejaremos de tener dudas y, ese será el instante santo en el que recibiremos la Expiación.

5. Aún no has tenido la experiencia del instante santo. 2Pero la tendrás y la reconocerás con absoluta certeza. 3Ningún regalo de Dios se reconoce de otra manera. 4Puedes practicar el mecanismo del instante santo y aprender mucho de ello. 5Mas no puedes suplir su deslumbrante y reluciente fulgor, que literalmente te cegará sólo con que lo veas, impidiéndote ver este mundo. 6todo ello se encuentra aquí, en este mismo instante, completo, consumado y plenamente otorgado.

Este punto nos aporta la información necesaria, para que nos contestemos a la pregunta: ¿he experimentado el instante santo? Si lo has hecho, lo sabrás, pues ninguna experiencia que hayas tenido antes en el mundo de la percepción temporal, se le puede comparar, pues el mundo de la percepción del ego se caracteriza por la ausencia de luz, y el instante santo, nos deslumbrará.

El "instante santo" es como ese dial de nuestra radio que desconocíamos su existencia y por donde se emite, eternamente, la verdad de nuestro Creador. Durante toda nuestra vida hemos sintonizado otros diales y siempre nos has guiado el impulso de escuchar la música o las noticias, en virtud de nuestros intereses y de nuestro estado de ánimo. En el escenario del ego, este comportamiento es normal, pues su mundo indefinido e irreal, propicia la duda y la inseguridad.

Cuando se sintoniza el dial del "instante santo", recibiremos la Voz del que habla por Dios y ya no dudaremos más, ya no cambiaremos ese dial.

6. Empieza ahora a desempeñar el pequeño papel que te corres­ponde en el proceso de aislar el instante santo. 2Recibirás instrucciones muy precisas a medida que sigas adelante. 3Aprender a aislar este segundo y a experimentarlo como algo eterno es empe­zar a experimentarte a ti mismo como que no estás no separado. 4No tengas miedo de que no se te vaya a ayudar en esto. 5El Maes­tro de Dios y Su lección respaldarán tu fortaleza. 6Es sólo tu debi­lidad lo que se desprenderá de ti cuando comiences a practicar esto, pues al hacerlo experimentarás el poder de Dios en ti. 7Utilízalo aunque sólo sea por un instante, y nunca más lo negarás. a¿Quién puede negar la Presencia de aquello ante lo cual el uni­verso se inclina con júbilo, y agradecimiento? 9Ante el reconoci­miento del universo que da testimonio de Ella, tus dudas no pueden sino desaparecer.      

Al leer este punto, no he podido evitar recordar las experiencias vividas cuando se afronta el compromiso de llevar a la práctica un reto que exigirá de nosotros entrenamiento y disciplina, como, por ejemplo, ir al gimnasio para ejercitar nuestro cuerpo, o, llevar a cabo una dieta para liberar a nuestro organismo de impurezas y peso.

En ambos ejemplos, encuentro un punto en común. La actitud con la que emprendo la iniciativa, la motivación que me inspira a llevarlo a cabo, son estados que considero muy importante, pues, si lo hacemos con dudas, con inseguridades, no tardaremos en abandonarlos. 

Recibiremos información en el Gym y en el dietista, que nos ayudarán a realizar los ejercicios o la dieta adecuada para nuestra conseguir nuestro objetivo.

De igual modo, el Espíritu Santo, pondrá a nuestro alcance toda la ayuda que sea necesaria para que aprendamos a aislar ese segundo donde el tiempo se colapsará y donde experimentaremos la eternidad.

La motivación procede de la certeza de que aquello que estamos haciendo es lo correcto, es verdadero, es decir, de la fortaleza que nos otorga la creencia en lo que realmente somos.

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