martes, 3 de diciembre de 2024

Capítulo 16. IV. Las ilusiones y la realidad del amor (1ª parte).

IV. Las ilusiones y la realidad del amor (1ª parte).

1. No temas examinar la relación de odio especial, pues tu libera­ción radica en que la examines. 2Sería imposible no conocer el significado del amor si no fuese por eso. 3Pues la relación de amor especial, en la que el significado del amor se halla oculto, se emprende solamente para contrarrestar el odio, no para abando­narlo. 4Tu salvación se perfilará claramente ante tus ojos abiertos a medida que examines esto. 5No puedes limitar el odio. 6La rela­ción de amor especial no lo contrarrestará, sino que simplemente lo ocultará donde no puedas verlo. 7Mas es esencial que lo veas, y que no trates de ocultarlo. 8Pues el intento de equilibrar el odio con el amor es lo que hace que el amor no tenga ningún signifi­cado para ti. 9No te das cuenta de la magnitud de la ruptura que esto representa. 10Y hasta que no te des cuenta de ello, no podrás reconocer la existencia de dicha ruptura, y, por lo tanto, no podrá ser subsanada.

El odio es un sentimiento corrosivo y despiadado que surge como consecuencia de la falsa creencia en el pecado y de la negación voluntaria del amor, la esencia verdadera con la que hemos sido creados. 

Dirigimos el odio hacia nosotros mismos cuando nos creemos merecedores del autocastigo por haber infringido las Leyes de Dios, las Leyes del Amor. Ese odio despierta en nuestro interior un profundo dolor. Ese dolor es tan insoportable, que decidimos ocultarlo tras una máscara que muestra aceptación, pero no puede evitar que ese odio cumpla su objetivo como castigador de aquello que consideramos indigno. Es cuando decidimos proyectar sobre los demás nuestro odio interno, en primer lugar, percibiéndolos como separados de nosotros y, en segundo lugar, atacándoles, argumentando como justificación de ese ataque que es el modo de protegerse del ataque de los demás.

El odio es ausencia de amor. La atracción que sentimos en la relación de amor especial es una llamada a redimir el odio que ocultamos en nuestro interior y que nos lleva a expandir ese odio sobre los demás. La relación de amor especial trata de compensar el amor no sublimado. Pero para elevar dicha experiencia de relación a la percepción verdadera del Amor, tenemos que liberarnos del odio que se oculta en nuestro interior; es decir, debemos cambiar nuestra creencia en que somos "hijos de la culpa" y establecer relaciones desde el amor liberador que nos hace conocedores de lo que realmente somos.

2. Los símbolos del odio enfrentados a los del amor parecen dar lugar a un  conflicto que no existe. 2Pues los  símbolos siempre representan algo diferente de sí mismos, y si el amor lo es todo, la idea de un símbolo de amor no tiene sentido. 3Saldrás ileso de este último acto del proceso de des-hacimiento, y emergerás finalmente como lo que eres. 4Éste es el último paso en el proceso de estar listo para Dios. 5No te muestres renuente ahora, pues estás demasiado cerca, y cruzarás el puente sin ningún contra­tiempo, al ser transportado serenamente de la guerra a la paz. 6Pues la ilusión de amor jamás te satisfará, pero la realidad del amor, que te espera al otro lado, te lo dará todo.

El des-hacimiento de la creencia en la separación supone la liberación de la culpa y, con ello, la liberación de la necesidad del autocastigo. El odio es hijo del miedo, hijo del pecado e hijo de la culpa. El odio oculta la luz del amor, aunque se propone como objetivo encontrarlo. No es luchando contra el odio como conseguiremos encontrar el amor. Eso sería una ilusión. El amor no es el opuesto del odio, pues el amor no tiene opuestos. El amor es la unidad y es indivisible. El amor es luz, y cuando permitimos que esa luz ilumine nuestro interior, todas las creencias que se ocultaban en la oscuridad quedarán al descubierto y se desintegrarán al comprobar que no son nada.

3. La relación de amor especial es un intento de limitar los efectos destructivos del odio, tratando de encontrar refugio en medio de la tormenta de la culpabilidad. 2Dicha relación no hace ningún esfuerzo por elevarse por encima de la tormenta hasta encontrar la luz del sol. 3Por el contrario, hace hincapié en la culpabilidad que se encuentra fuera del refugio, intentando construir barrica­das contra ella a fin de mantenerte a salvo tras ellas. 4La relación de amor especial no se percibe como algo con valor intrínseco, sino como un enclave de seguridad desde donde es posible sepa­rarse del odio y mantenerlo alejado. 5La otra persona envuelta en esta relación de amor especial es aceptable siempre y cuando se ajuste a ese propósito. 6El odio puede hacer acto de presencia, y de hecho se le da la bienvenida en ciertos aspectos de la relación, pero la relación se mantiene viva gracias a la ilusión de amor. 7Si ésta desaparece, la relación se rompe o se vuelve insatisfactoria debido a la desilusión.         

El sistema de pensamiento del ego favorece el hecho de que se confunda el amor con el odio, y esto es posible cuando decidimos no mirar de frente el sentimiento del odio, sino que lo ocultamos celosamente en nuestro interior, para que nadie sepa que nos sentimos un desgraciado pecador. Ya hemos dicho que el odio que nos dirigimos llega a ser tan insoportable que decidimos adoptar máscaras que, de cara al exterior, oculten nuestro dolor.

El sentimiento del odio clama por sentir amor, pero aceptar la presencia del amor significaría el fin de la oscuridad y, por tanto, de la existencia del ego. El ego no va a permitir que nos liberemos del odio, pues el odio es su aliado, es, ya lo hemos dicho, hijo del miedo y del pecado, y asegura, como ningún otro sentimiento, la creencia de la separación. 

El ego, en un intento de mitigar ese sentimiento de odio (insoportable), establece una estrategia para mantener el equilibrio entre odio y amor y, para ello, se inventa las relaciones especiales, cuya máscara social le convierte en un buscador de la relación especial que le permita creer que está supliendo el odio por el amor. Pero en verdad, las muestras de ese amor hacen que se evidencie su falsedad, pues es incapaz de ofrecer el principio de la libertad en sus relaciones. 

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