jueves, 20 de febrero de 2025

Capítulo 18. VII. No tengo que hacer nada (2ª parte).

 VII. No tengo que hacer nada (2ª parte).

5. Tu camino será diferente, no en cuanto a su propósito, sino en cuanto a los medios. 2La relación santa es un medio de ahorrar tiempo. 3Un instante que tú y tu hermano paséis juntos os resti­tuye el universo a ambos. 4Ya estás listo. 5Ahora sólo tienes que recordar que no tienes que hacer nada. 6Sería mucho más efectivo ahora que te concentrases únicamente en esto, que reflexionar sobre lo que debes hacer. 7Cuando la paz llega por fin a los que luchan contra la tentación y batallan para no sucumbir al pecado; cuando la luz llega por fin a la mente que se ha dedicado a la contemplación; o cuando finalmente alguien alcanza la meta, ese momento siempre viene acompañado de este feliz descubri­miento: "No tengo que hacer nada".

Así es como elevaremos la condición de nuestras relaciones especiales y las transformaremos en santas. Ello nos permitirá recortar el tiempo del aprendizaje y el cuerpo será utilizado en su percepción verdadera, esto es, como un medio para alcanzar el fin de la salvación.

Cuando nuestras mentes se visualicen formando parte de la unicidad de la Filiación, ya no tendremos que hacer nada. El camino se ha recorrido y es el momento de gozar de la paz que nos brinda ese instante santo.

6. He aquí la liberación final que todos hallarán algún día a su manera y a su debido tiempo. 2Tú no tienes necesidad de ese tiempo. 3Se te ha economizado tiempo porque tú y tu hermano estáis juntos. 4Éste es el medio especial del que este curso se vale para economizarte tiempo. 5No aprovechas el curso si te empeñas en utilizar medios que le han resultado muy útiles a otros, y descuidas lo que se estableció para ti. 6Ahorra tiempo valiéndote únicamente de los medios que aquí se ofrecen, y no hagas nada más. 7"No tengo que hacer nada" es una declaración de fidelidad y de una lealtad verdaderamente inquebrantable. 8Créelo aunque sólo sea por un instante, y lograrás más que con un siglo de con­templación o de lucha contra la tentación.

Si la causa errada era la visión de la separación, la Expiación de ese error nos situará ante una nueva visión, la Visión de la Unidad que nos muestra la verdad de lo que somos. 

Mientras que el cuerpo ha significado el símbolo de la separación y del pecado, el Ser que somos significa el símbolo del Cielo, el de la unicidad.

7. Hacer algo siempre involucra al cuerpo. 2Y si reconoces que no tienes que hacer nada, habrás dejado de otorgarle valor al cuerpo en tu mente. 3He aquí la puerta abierta que te ahorra siglos de esfuerzos, pues a través de ella puedes escaparte de inmediato, liberándote así del tiempo. 4Ésta es la forma en que el pecado deja de ser atractivo en este mismo momento. 5Pues con ello se niega el tiempo, y, así, el pasado y el futuro desaparecen. 6El que no tiene que hacer nada no tiene necesidad de tiempo. 7No hacer nada es descansar, y crear un lugar dentro de ti donde la actividad del cuerpo cesa de exigir tu atención. 8A ese lugar llega el Espíritu Santo, y ahí mora. 9Él permanecerá ahí cuando tú te olvides y las actividades del cuerpo vuelvan a abarrotar tu mente consciente.

Las enseñanzas de Un Curso de Milagros afirman que no es lo que hacemos sino lo que pensamos lo que debemos dirigir correctamente. Esta afirmación está basada en lo que verdaderamente somos, seres espirituales, cuya causa es mental. El creer que nuestra identidad es corporal nos induce a pensar que lo importante es aquello que hacemos y que es sobre el cuerpo, al que le atribuimos la autoría de nuestras acciones, donde debemos llevar las rectificaciones. Con este modo de pensar, el tiempo adquiere un especial protagonismo, pues los errores los situamos en el pasado y las rectificaciones en el futuro, es decir, en escenarios del tiempo que no existen realmente.

Tan solo el presente, el ahora, es el instante que debemos utilizar para llevar a cabo el cambio que queremos alcanzar, no el de las formas, sino el de las causas o, lo que es lo mismo, el de los pensamientos.

8. Mas este lugar de reposo al que siempre puedes volver siem­pre estará ahí. 2Y serás más consciente de este tranquilo centro de la tormenta, que de toda su rugiente actividad. 3Este tranquilo centro, en el que no haces nada, permanecerá contigo, brindán­dote descanso en medio del ajetreo de cualquier actividad a la que se te envíe. 4Pues desde este centro se te enseñará a utilizar el cuerpo impecablemente5Este centro, del que el cuerpo está ausente, es lo que hará que también esté ausente de tu conciencia.

Una vez que logramos ver la verdad, que alcanzamos la visión de la unidad, que gozamos del instante santo, dicho estado nunca desaparecerá; es más, siempre ha permanecido ahí en espera de ser visionado por nuestra consciencia.

Es posible que tengamos la sensación de que nos desconectamos de la paz que nos inunda cuando se produce el encuentro con el instante santo. Si esto se produce es porque hemos elegido de nuevo considerar al cuerpo como un objetivo y no como un medio. Pero ello no significa que hayamos perdido la Crística; tan solo hemos decidido mirar a un lado, pero no tardará el momento en el que decidamos dirigir nuestra visión hacia el camino correcto.

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