VIII. El pequeño jardín (1ª parte).
1. Estar consciente del cuerpo es lo único que hace que el amor parezca limitado, 2pues el cuerpo es un límite que se le impone al amor. 3La creencia en un amor limitado fue lo que dio origen al cuerpo, que fue concebido para limitar lo ilimitado. 4No creas que esto es algo meramente alegórico, pues el cuerpo fue concebido para limitarte a ti. 5¿Cómo podrías tú, que te ves a ti mismo dentro de un cuerpo, saber que eres una idea? 6 Identificas todo lo que reconoces con cosas externas, con algo externo a ello mismo. 7Ni siquiera puedes pensar en Dios sin imaginártelo en un cuerpo, o en alguna forma que creas reconocer.
Merece la pena reflexionar sobre el contenido de este punto, pues nos hace una invitación a reconocer nuestra verdadera identidad, nuestra verdadera realidad. En estos momentos en los que estoy escribiendo estas líneas, trato de tomar consciencia de quién es el que las escribe. Observo el movimiento de los dedos que, de una manera inteligente, pulsan las letras adecuadas para que el contenido de cada frase sea el que mi mente está dictándole a mi cerebro para que sea éste el que dé la orden a mis manos para que realicen el acto de escribir. Todo parece sincronizado, me atrevería a decir mágico, pues en verdad no tengo ni idea de cómo se lleva a cabo este maravilloso hecho.
Sin embargo, si callo los pensamientos que me argumentan en contenido de lo que percibo y soy capaz de mirar con ojos nuevos, con una búsqueda sincera por conocer de dónde proceden las ideas que estoy transcribiendo, descubro que no soy consciente del contenido del mensaje que estoy compartiendo en estos momentos. De mi mente fluyen a raudales ideas que no forman parte de mis creencias adquiridas, sino que utilizan mi mente para expresarse y manifestarse a mi conciencia. La sensación de libertad que percibo cuando estoy escribiendo, cuando mi mente se pone al servicio de algo trascendente, es inmensa. El tiempo parece colapsarse y me siento como parte de un todo que me envuelve, aportándome la certeza de que estoy permanentemente ante una presencia que me aporta una nueva identidad.
2. El cuerpo es incapaz de saber nada. 2Y mientras limites tu conciencia a sus insignificantes sentidos, no podrás ver la grandeza que te rodea. 3Dios no puede hacer acto de presencia en un cuerpo ni tú puedes unirte a Él ahí. 4Todo límite que se le imponga al amor parecerá siempre excluir a Dios y mantenerte a ti separado de Él. 5El cuerpo es una diminuta cerca que rodea a una pequeña parte de una idea que es completa y gloriosa. 6El cuerpo traza un círculo, infinitamente pequeño, alrededor de un minúsculo segmento del Cielo, lo separa del resto, y proclama que tu reino se encuentra dentro de él, donde Dios no puede hacer acto de presencia.
Pero cuando no existe tal linealidad, esto es, cuando la voluntad del Ser se dirige en una dirección diferente a la Original, se produce una interferencia en la frecuencia que da lugar a que la percepción verdadera se distorcione, llevándonos a identificarnos con lo irreal y lo ilusorio. El cerebro deja de captar la luz y en su lugar percibe oscuridad; deja de captar la verdad y el conocimiento y en su lugar traduce de manera ignorante y demente.
3. Dentro de ese reino el ego rige cruelmente. 2Y para defender esa pequeña mota de polvo te ordena luchar contra todo el universo. 3Ese fragmento de tu mente es una parte tan pequeña de ella que, si sólo pudieses apreciar el todo del que forma parte, verías instantáneamente que en comparación es como el más pequeño de los rayos del sol; o como la ola más pequeña en la superficie del océano. 4En su increíble ignorancia, ese pequeño rayo ha decidido que él es el sol, y esa ola casi imperceptible se exalta a sí misma como si fuese todo el océano. 5Piensa cuán solo y asustado tiene que estar ese diminuto pensamiento, esa ilusión infinitesimal, que se mantiene separado del universo y enfrentado a él. 6El sol se vuelve el "enemigo" del rayo de sol al que quiere devorar, y el océano aterroriza a la pequeña ola y se la quiere tragar.
Tal vez estés preguntándote, ¿cómo es posible que un pensamiento tan insignificante puede hacernos olvidar nuestra verdadera grandeza? Es en estos momentos que debemos recordar una de las lecciones más importantes del Curso en Milagros: "No hay grados de dificultad en los milagros". ¿Qué queremos decir con ello? Pues, que no podemos utilizar el sistema de pensamiento del ego para buscar la respuesta a nuestras preguntas. No podemos buscar en la ignorancia la respuesta que nos aporte la verdad, pues la ignorancia no conoce la verdad.
Podemos creer que la mente es grande para unas cosas y pequeña para otras; podemos pensar que hay pensamientos grandes y pensamientos pequeños. Estaríamos en un error si hemos llegado a estas conclusiones. La mente, al igual que el pensamiento, simplemente es. Si lo calificamos como bueno o malo, estaremos describiendo la dualidad, percepción que pertenece al sistema de pensamiento del ego.
Pensemos que el pensamiento es la manifestación de la energía en estado potencial a través de la mente. Siendo esto así, podremos comprender por qué no hay pensamientos pequeños o grandes; por qué el poder de ese pensamiento es el mismo para dirigir nuestra atención hacia una dirección u otra o, lo que es lo mismo, para utilizar la mente para crear la realidad o para fabricar la ilusión; para estar vivos o dormidos.
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