lunes, 10 de marzo de 2025

Capítulo 19. LA CONSECUCIÓN DE LA PAZ. I. La curación y la fe (3ª parte).

 Capítulo 19

LA CONSECUCIÓN DE LA PAZ

 

I. La curación y la fe (3ª parte).

6. La transigencia que inevitablemente se hace es creer que el cuerpo, y no la mente, es el que tiene que ser curado. 2Pues este objetivo dividido ha otorgado la misma realidad a ambos, lo cual sería posible sólo si la mente estuviese limitada al cuerpo y divi­dida en pequeñas partes que aparentan ser íntegras, pero que no están conectadas entre sí. 3Esto no le hará daño al cuerpo, pero mantendrá intacto en la mente el sistema de pensamiento ilusorio. 4La mente, pues, es la que tiene necesidad de curación. 5en ella es donde se encuentra. 6Pues Dios no concedió la curación como algo aparte de la enfermedad, ni estableció el remedio donde la enfermedad no puede estar. 7La enfermedad y el remedio se encuentran en el mismo lugar, y cuando se ven uno al lado del otro, reconoces que todo intento de mantener a la verdad y a la ilusión en la mente, donde ambas necesariamente están, es estar dedicado a las ilusiones. aMas cuando éstas se llevan ante la ver­dad y se ve que desde cualquier punto de vista son completa­mente irreconciliables con ella, se abandonan.

La enfermedad es la consecuencia de un pensamiento errado, el cual sirve a la creencia en la separación. Por lo tanto, podemos decir que la enfermedad es el efecto de la causa de la mala fe.

Si nuestra mente albergase tan solo pensamientos amorosos, los efectos de ello nos llevarían al estado de salud, pues el amor es la esencia con la que Dios nos ha creado y Dios no puede crear nada que no goce de plenitud.

Nos dice este punto que la enfermedad y el remedio se encuentran en el mismo lugar y que verlos uno al lado del otro nos lleva a reconocer que nos estamos identificando con lo ilusorio, pues lo estamos percibiendo en el cuerpo.

7. No hay conexión alguna entre la verdad y las ilusiones. 2Esto será así eternamente, por mucho que intentes que haya conexión entre ellas. 3Pero las ilusiones están siempre conectadas entre sí, tal como lo está la verdad. 4Tanto las ilusiones como la verdad gozan de cohesión interna y constituyen un sistema de pensa­miento completo en sí mismo, aunque totalmente desconectado del otro. 5Percibir esto es reconocer dónde se encuentra la separa­ción, y dónde debe subsanarse. 6El resultado de una idea no está nunca separado de su fuente. 7La idea de la separación dio lugar al cuerpo y permanece conectada a él, haciendo que éste enferme debido a la identificación de la mente con él. 8Tú crees que estás protegiendo al cuerpo, al ocultar esta conexión, ya que ocultarla parece mantener tu identificación a salvo del "ataque" de la ver­dad.

Este punto es muy interesante. Su importancia radica en que nos lleva a comprender la razón por la que nuestra fe falsa nos lleva a invocar a testigos que dan coherencia a la creencia de que el cuerpo es el que enferma y no nuestra mente.

A nuestro actual sistema de pensamiento, dirigido por las leyes del ego, le resulta evidente argumentar que nuestra verdadera identidad es el cuerpo y no la mente. Esto es así, sencillamente, porque su percepción de lo que es se basa en lo que ve y no en lo que no ve. Cuando se mira, ve un cuerpo y se dice: "Esto es lo que soy". Para confirmar qué es lo que ve y percibe, la enfermedad viene a ser su testigo principal y nos argumenta: lo ves, no hay dudas de que soy un cuerpo, pues es mi cuerpo el que refleja el dolor que siento.

El resultado de una idea, de la fe que albergamos, de nuestras creencias, no está nunca separado de su fuente. Fue la idea de la separación, la falsa fe, la que dio lugar al cuerpo y permanece conectada a él, haciendo que éste enferme debido a la identificación de la mente con él.

8¡Si sólo comprendieses cuánto daño le ha hecho a tu mente este extraño encubrimiento, y cuánta confusión te ha causado con res­pecto a tu identidad! 2No comprendes la magnitud de la devasta­ción que tu falta de fe ha ocasionado, pues la falta de fe es un ataque que parece estar justificado por sus resultados. 3Pues al negar la fe ves lo que no es digno de ella, y no puedes mirar más allá de esta barrera a lo que se encuentra unido a ti.

Cuando este punto hace referencia a la falta de fe, a su negación, lo que están diciendo es que la fe falsa, la mala fe, no es fe, y no lo es porque aquello que negamos -la fe verdadera- no existe para la creencia del ego basada en la separación. Es la negación de que somos seres espirituales, pues negamos creer en ello.

Si tenemos en cuenta las apreciaciones anteriores, podemos decir que tener fe es reconocer la verdad de lo que somos: Hijos de Dios.

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