Capítulo 19
I. La curación y la fe (4ª parte).
Reconocer que somos Hijos de Dios nos lleva ineludiblemente a afirmar que tener fe es sanar. Nos hemos puesto en manos del Espíritu Santo, hemos sintonizado con su frecuencia y, ahora, oímos su Voz, que nos habla de su regalo, la Expiación.
Ante nuestros ojos se abre una nueva visión, la Crística. Elegimos libremente pasar por alto los errores que hemos percibido en nuestros hermanos y lo contemplamos en la unidad reforzando nuestra fe.
10. La fe es lo opuesto al miedo, y forma parte del amor tal como el miedo forma parte del ataque. 2La fe es el reconocimiento de la unión. 3Es el benévolo reconocimiento de que cada hermano es un Hijo de tu amorosísimo Padre, amado por Él como lo eres tú, y, por lo tanto, amado por ti como si fueses tú mismo. 4Su Amor es lo que te une a tu hermano, y debido a Su Amor no desearías mantener a nadie excluido del tuyo. 5Cada hermano aparece tal como se le percibe en el instante santo, unido a ti en tu propósito de ser liberado de la culpabilidad. 6Al ver al Cristo en él, él sana porque contemplas en él lo que hace que tener fe en todos esté justificado eternamente.
La fe sirve al amor, pues la fe es el reconocimiento de la unión. Es el símbolo del abrazo que nos une a nuestros hermanos festejando con alegría el feliz reencuentro.
La fe nos lleva a celebrar la venida de Cristo a nuestra mente, aportándonos la visión de la unidad y el triunfo definitivo del amor sobre el miedo.
La fe tiene el poder de la luz, pues facilita la comprensión de lo que somos realmente. La fe mueve montañas, dice el refrán, y es así, sin dudas, pues esa montaña representa el obstáculo que nos impide tener una visión íntegra y completa de la realidad.
11. La fe es el regalo de Dios a través de Aquel que Él te ha dado. 2La falta de fe contempla al Hijo de Dios, y lo juzga indigno de perdón. 3Pero a través de los ojos de la fe, se ve que el Hijo de Dios ya ha sido perdonado y que está libre de toda culpa que él mismo se echó encima. 4La fe lo ve sólo como es ahora porque no se fija en el pasado para juzgarlo, sino que únicamente ve en él lo mismo que vería en ti. 5No ve a través de los ojos del cuerpo, ni recurre a cuerpos para darse validez a sí misma. 6La fe es el heraldo de la nueva percepción, enviada para congregar testigos que den testimonio de su llegada, y para devolverte sus mensajes.
Así es. La fe, el reconocimiento de la unión de las mentes, es el regalo que nos hace el Espíritu Santo. La Expiación es el reconocimiento de lo que somos, espíritus emanados de la Fuente de Dios donde se encuentra nuestro verdadero Hogar. La Expiación es la esencia correctora del error que nos mantiene prisioneros de la creencia en la separación y la vía que nos conduce a la salvación a través de la visión en la Unidad de la Filiación.
La fe se convierte en la puerta de acceso a la percepción verdadera, la cual nos lleva a reconocer en cada uno de nuestros hermanos la unidad de la Filiación.
La fe no ve al cuerpo como real, pues el cuerpo es el símbolo de la separación. Dicho de otro modo, la fe no ve en el hermano a alguien separado de nosotros, sino el vínculo de unión que nos hace uno con el Creador.
Es por esta razón que cuando damos a nuestro hermano nuestra fe, nos la estamos dando a nosotros mismos.
Es la falta de fe la que dio lugar a la creencia en el cuerpo, pues en su base se construyeron los pilares que han servido de sustento al error y a la ilusión: la creencia en la separación.
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