miércoles, 12 de diciembre de 2018

Los Viajes de Psique (3)

Sus ojos no podían dejar de mirar el cielo, que en aquellos momentos se dibujaba en multitud de colores a cual más hermosos. Todo parecía tomar vida en aquel paisaje mágico y sin pensárselo, se dijo que debía conocer cuál era la causa de aquel maravilloso espectáculo.
Veloz como el viento, alcanzó la cima del montículo que le separaba del lugar de donde parecía partir aquel haz de luz y, desde allí, pudo ser testigo de algo insospechado. Se trataba de un ser extraño y misterioso. La parte inferior de su cuerpo se le antojaba de Carnero o de León, pero en cambio su parte superior modelaba una figura distinta a las de los seres hasta ahora conocidos. En sus manos tensaba, en esos momentos, con titánica fuerza, un arco mágico cuya flecha dorada apuntaba hacia el infinito.
  • ¡Eh, desconocido!, ¿por qué lanzas tu cuerno de fuego hacia la nada? -preguntó con sencillez el intrigado Psique-.
Sus ojos no podían dejar de mirar el cielo, que en aquellos momentos se dibujaba en multitud de colores, a cual más hermoso. Todo parecía tomar vida en aquel paisaje mágico y, sin pensárselo, se dijo que debía conocer cuál era la causa de aquel maravilloso espectáculo.
 Veloz como el viento, alcanzó la cima del montículo que le separaba del lugar de donde parecía partir aquel haz de luz y, desde allí, pudo ser testigo de algo insospechado. Se trataba de un ser extraño y misterioso. La parte inferior de su cuerpo se le antojaba de Carnero o de León, pero en cambio su parte superior modelaba una figura distinta a las de los seres hasta ahora conocidos. En sus manos tensaba, en esos momentos, con titánica fuerza, un arco mágico cuya flecha dorada apuntaba hacia el infinito.
 “¡Eh, desconocido! ¿Por qué lanzas tu cuerno de fuego hacia la nada? -preguntó con sencillez el intrigado Psique-“.
El Centauro Arquero, no menos sorprendido, quedó perplejo y muy indignado, y esa fue la causa que motivó su ira. 
“¿Cómo has llamado a mi flecha dorada? ¿cuerno? Ahora sabrás valorar el poder de mi magia, -y diciendo esto, el Arquero dirigió su arco mágico hacia Psique, el cual, al ver aquel gesto, supuso que le iba a obsequiar con una de sus flechas doradas-“.
“¡Oh! No debes preocuparte por mí. No quisiera que por mi culpa te quedases sin una de tus hermosas flechas. Pero, tal vez en cambio puedas ayudarme; busco al Centauro Arquero, tal vez le conozcas”.
Era inaudito. El Arquero no pudo menos que abandonar su empeño, pues su ira se había convertido en generosidad al intuir en aquel indefenso ser un ideal noble y un corazón puro. Por ello, el Arquero se acercó a su lado y, tomando una de sus flechas, se la obsequió, al tiempo que le decía...
 
“No debes preocuparte más, joven osado, pues Yo Soy quien buscas. Toma esta flecha mágica, te será de mucha ayuda, pues ha sido forjada para acariciar el suntuoso rostro del poder”.
 
“¡Poder! ¿Qué es el poder, benévolo Arquero? -preguntó Psique con una suave e inocente sonrisa dibujándose en su rostro-“.
 
“El Poder es un atributo sagrado, y con él podrás crear tantas cosas como tu voluntad y tu corazón deseen -le contestó alegremente el entusiasta Arquero-“.
 
“Soy afortunado, pues el Carnero me brindó la Vida y el León me enseñó cómo amarla. Ahora, tu bondad me otorga poder. Guiado por ese don, viajaré hacia otras tierras que aún me esperan. Es mi propósito llevar hasta ellas la buena nueva. Pero antes de despedirme, dime, amigo Arquero, ¿por qué lanzas flechas hacia el infinito? ¿Acaso no temes perderlas?”
 
“Veo que has encontrado en tu camino a mis hermanos Aries, el Carnero, y Leo, el León. Son buenos chicos. Yo soy Sagitario, el Centauro Arquero, y debo decirte que no me preocupa perder las flechas que dirijo hacia el infinito, pues jamás alguna de ellas surcó el etéreo cielo en vano. Debes saber que mis piernas son fuertes para soportar estas tierras de fuego, pero mi brazo aún lo es más, para lanzar mis flechas a los espacios estelares del más allá. Cuando alguien descubre en el cielo el veloz tránsito de una estrella fugaz, o el fulgor del trueno crepitar, entonces, conocerá dichoso la magia de mi arco, que les anuncia la existencia de nuevos horizontes que aún están por conquistar”.
 
“¡Oh! Casi me olvidaba -musitó el inquieto Psique-. No puedo marcharme sin antes haber reunido tu Sentencia valeroso Arquero”.
 
“Te diré que, así como la flecha es guiada por mi brazo, así es mi esencia espiritual. Soy guía de hombres e instrumento de Dioses. Mi Sentencia es ser mensajero de la Divina Providencia y forjador de la Sagrada Justicia”.
 
“¿Justicia? ¡Oh! Qué torpe soy. ¿Qué es Justicia, sabio Centauro? ¿Soy yo Justicia? -preguntó Psique muy preocupado-“.
 
“Eleva tu flecha hacia el infinito y defiende con ella aquello de lo que tu corazón te hable. No hieras al inocente y perdona al culpable. Así conocerás lo que es justicia. Y ahora debo irme, pues debo dirigir mis flechas doradas hacia tierras que claman la Luz. Ve en paz y que la Divina Providencia te guíe”.
 
Y así, Psique ordenó su alforja, que desde aquel momento contaba con una Sentencia más.

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