Capítulo II: "Las Tierras de Agua de Hochmah"
Se sentía feliz, pues ya había culminado su primera etapa. Aún desconocía lo que el futuro le aguardaba, pero no le preocupaba, pues algo muy valioso brillaba en su interior. Un ideal, un corazón y una virtud llamada Poder.
Agitado por aquel cúmulo de experiencias, Psique sintió cómo una fuerza irresistible lo invitaba a abandonar su repleta alforja para caer presa de un suave sopor. Sintió que aquella nueva sensación -diferentes a otras que había experimentado-, le seducía, y atraído por ese cálido y melodioso susurro, se dejó llevar hacia un nuevo paisaje que se le antojó fruto de la más asombrosa fantasía.
De pronto, Psique tuvo la leve sensación de que era conducido por un túnel oscuro y misterioso, pero en ningún momento sintió miedo, pues al final una resplandeciente luz hacía albergar la esperanza de una nueva vida. Y tal como pensó, se encontró cara a cara con un paisaje, para él, totalmente nuevo.
Hasta sus oídos llegó el armonioso compás que componían a su paso las aguas emanadas libremente de los ocultos manantiales. Aquel nuevo descubrimiento le llenó de admiración y, guiado por el único afán de conocer, se acercó hasta un hermoso lugar donde la espontaneidad de la naturaleza había formado una bella cascada, lo que permitía que el agua se engalanara con sus ropajes más cristalinos y transparentes. Al final, aquel cauce descansaba en un plácido remanso de paz, dando lugar a un estanque donde se reflejaban los más preciados tesoros de la vida.
Psique quiso experimentar aquel nuevo elemento que despertaba en él tan fuerte inquietud y, movido por ese deseo, sumergió sus manos en el frescor de aquellas aguas. Y fue tal su impresión, que sintió la necesidad de fundirse en aquella morada de paz. Pero algo maravilloso de nuevo le sorprendió. En el fondo del estanque, un rostro resplandeciente se dibujó. Sin poder evitarlo retrocedió, y cuando quiso averiguar quién le observaba desde el interior, vio un poco disgustado que ya no estaba. Se acercó de nuevo, y una vez más aquel rostro tomó forma hasta adquirir plena nitidez.
Psique no acababa de salir de su asombro, cuando desde detrás de una roca, una voz le interrumpió.
“¡Oye, joven muchacho! ¿Es que eres tan horrible que ni tan siquiera soportas ver reflejarse tu propio rostro?”
Quien así hablaba, se trataba de un nuevo ser. Diferente, muy diferente al Carnero, al León y al Centauro Arquero. Su cuerpo se hubiera arrastrado por el suelo, de no ser por unas extrañas pezuñas que le permitían andar de un modo especial, pues daba la sensación de caminar hacia atrás.
Su apariencia le asemejaba a una piedra y por este motivo, Psique tuvo dificultades para descubrirle, pero no por ello dejó de decirle:
“Hola, extraño ser. No te había visto antes. Algo sorprendente me acaba de ocurrir. Algo que no sabría explicar, pero que me produce un nuevo bienestar. ¿Sabrías tú decirme dónde me encuentro?”
“Claro que sabría decírtelo, pero, ¿por qué tendría que hacerlo? ¿Quién eres tú para irrumpir en las Tierras Acuosas de Hochmah? -contestó desafiante aquel ser-“.
“¡Oh!, perdona mi descortesía, he olvidado presentarme. Soy Psique, hijo legítimo de Mentor, Rey de la Ciudad Sagrada. He llegado hasta aquí, guiado por una de las flechas de Sagitario, el Centauro Arquero, pero creo que he debido perderme. Ando buscando al Cangrejo, ¿sabrías tú indicarme dónde puedo encontrarle? -preguntó cortésmente el joven Psique-“.
“Muchacho, muchacho, veo que aún eres muy ingenuo. Pero antes de indicarte dónde encontrar al huidizo Cangrejo, ven y te mostraré algo que aún desconoces. Mira al estanque y dime qué ves”.
Psique, dejándose llevar por la mágica atracción que ejercía el Cangrejo sobre él, se acercó al estanque y de nuevo vio dibujado un rostro resplandeciente en él.
“Pues, veo un rostro luminoso que sonríe y está alegre -contestó con sencillez Psique-“.
“¿Acaso no habías visto anteriormente ese rostro? -preguntó admirado el Cangrejo-“.
“No, jamás lo había visto. Aunque me recuerda a mi amigo el Arquero”.
“Ten por cierto, hijo mío, que no olvidarás nunca este día, pues debes saber que ese rostro eres tú mismo”.
“¡Cómo!, pero si ese rostro de Luz tiene el don de vivificar todo cuanto a su paso toca -dijo Psique muy impresionado-“.
“En efecto, muchacho. Debes conocer tu origen, y ahora tienes la oportunidad. Las Aguas de Hochmah reflejan tus poderes internos y, como bien has podido comprobar, posees el don de la vida, el don de crear”.
“¡Oh! qué feliz me siento. Entonces la inmensa belleza, el perfecto orden, el mágico aroma que se respira en la naturaleza, todo eso es fruto de..., de...”
Psique no encontraba la palabra adecuada para expresar lo que estaba sintiendo, y fue aquel extraño y desconocido ser el que le dijo:
“Del amor”.
“Amor, ¿qué es amor? ¿Acaso yo soy amor?”
“¡Oh! Muchacho. Amor es un sueño tan hermoso que cuando se tiene, jamás queremos volver a despertar. Es un tesoro tan valioso, que ni la más preciada de las joyas se le puede igualar. Amor es la flor que abre sus pétalos y deja escapar su apreciado y embriagador aroma sin importarle que se pueda deshojar. El amor es como el agua, que permite a todos cuantos se acercan a ella calmar su sed oculta. Es el pan que alimenta y el aliento que refresca. Es el tacto cálido que arropa, y el susurro melodioso del viento estimulando la tenue llama que abraza nuestro corazón. Amor es fundirse con el fuego y, como una semilla, ser la esperanza que abriga el nuevo día. Amor es, como la lluvia, que, sin pedir nada a cambio, fecunda las tierras sembradas por el labrador. El amor es la llave que nos permite abrir el cofre donde, ocultamente, se custodia el conocimiento. Amor, joven muchacho, es la fruta que, alcanzando su madurez, se convierte en el alimento del hambriento”.
Psique, sin poder salir de su asombro, apenas acertó a musitar...
“Pero, dime, ¿quién eres?”
“Soy Cáncer, el Cangrejo. Creo que me buscas. Pero, ¿qué quieres de mí? -le inquirió, en tono suave-“.
“Gracias a ti, amigo Cangrejo, he podido descubrir mi rostro, y ello me ha permitido experimentar una nueva sensación en mi corazón. Un nuevo anhelo se ha despertado en mi interior y un nuevo ropaje da forma ahora a mi ser. Siento la necesidad de gritar con fuerza, iYo soy Alguien! Alguien que tiene vida y que siente, que desea. Sí, que desea crear. Crear tanta belleza como la que nos ofrece la naturaleza. Añoro a mi Padre. No sabría explicarlo, pero me siento un poco más alejado de Él, pero más cerca de mi mismo. Quiero imitar su obra y, por ello, debo reunir las Doce Sentencias. Te agradecería, amigo Cáncer, que me otorgaras la tuya”.
“Veo que llegaste desnudo y que te marchas con nuevos ropajes. Veo, también, que nada podrá interponerse en tu camino. Así que debes saber que soy el Guardián de los Sueños. Si algún día necesitas crear tu propia vida, invócame en tu recuerdo, y mi imagen te inspirará la más fértil imaginación con la que dar vida a todos tus deseos. Yo soy la fuerza que estimula al misionero. Soy la fe del que busca y soy el cántico del guerrero. Tal vez conozcas ya mi Sentencia”.
“Mucha es tu sabiduría, valeroso Cangrejo, y si he de llevar conmigo tu tesoro, quiero que sepas que me llevo el mejor de todos, el Amor. Ese será tu recuerdo”.
Y ambos se separaron. El Cangrejo se refugió de nuevo entre las piedras, y Psique ensimismado aún por la belleza de aquel nuevo elemento, quiso seguir el curso de aquellas aguas, de las que se hizo su fiel compañero.
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