EL PRIMER PRECEPTO
28 Se le acercó uno de los escribas que
había escuchado la disputa, el cual, viendo cuan bien había respondido, le
preguntó: ¿Cuál es el primero de todos los mandamientos? 29 Jesús contestó: El
primero es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, 30 y
amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu
mente y con toda tus fuerzas. 31 El segundo es este: “Amarás a tu prójimo como
a ti mismo”. Mayor que estos no hay mandamiento alguno. 32 Díjole el escriba:
Muy bien, Maestro; con razón ha dicho que Él es único y que no hay otro fuera
de Él, 33 y que amarle con todo el corazón, con todo el entendimiento y con
todas las fuerzas, y amar al prójimo como a si mismo, es mucho mejor que todos
los holocaustos y sacrificios. 34 Viendo Jesús cuan atinadamente había
respondido, le dijo: No estás lejos del reino de Dios. Y nadie se atrevió ya más
a preguntarle.
Cuando la Nueva Consciencia ocupe las Tierras del Aire, aquellos que ocupan las tribunas del saber se ponen nerviosos, pues saben reconocer en Ella, una nueva verdad, que aun apoyándose en la anterior que ellos representan, la trasciende. En ese tramo del camino, seremos testigos de un atosigador interrogatorio por parte de los doctores de la Iglesia, hoy doctores de la ciencia, y a niveles internos, nuestra personalidad material, que ataviada con prejuicios y temores, nos lleva a replantearnos nuestras nuevas creencias.
Pero llegará un momento, si hemos sabido dar la respuesta
adecuada, que nuestra verdad logrará penetrar en el cuerpo oficializado de los
defensores de los antiguos preceptos. Las claves están en no derrocar, ni
destruir las verdades antiguas, sino utilizarlas para pronunciarnos en una
nueva. Así los escribas, nuestros escribas internos, sabrán reconocer su
trabajo, y al mismo tiempo, reconocerán el alumbramiento de un nuevo impulso.
El primer mandamiento, podríamos considerarlo como el origen,
la esencia.
¿Qué opinión tiene nuestro Maestro de ese primer precepto? Muchas veces, hemos visto como supuestos representantes de la espiritualidad se han erigidos en maestros y han logrado convencer a muchos buscadores, los cuales les han seguido, sintiéndose identificados con sus palabras. Sin embargo, cuando se les ve actuar, se percibe un comportamiento que da cuerpo a la soberbia, a la altanería y al poder. Cuando se les pregunta, ¿cuál es el primer mandamiento de la ley?, ellos proclaman: “Yo soy Dios... y el poder que poseo me permite conseguir cuanto deseo...”
¿Qué opinión tiene nuestro Maestro de ese primer precepto? Muchas veces, hemos visto como supuestos representantes de la espiritualidad se han erigidos en maestros y han logrado convencer a muchos buscadores, los cuales les han seguido, sintiéndose identificados con sus palabras. Sin embargo, cuando se les ve actuar, se percibe un comportamiento que da cuerpo a la soberbia, a la altanería y al poder. Cuando se les pregunta, ¿cuál es el primer mandamiento de la ley?, ellos proclaman: “Yo soy Dios... y el poder que poseo me permite conseguir cuanto deseo...”
A niveles internos, debemos hacernos esa pregunta, ¿cuál es
el primer mandamiento? Nuestra respuesta debe llevarnos al Espíritu Crístico, y
a pronunciarnos como Él lo hizo: “El Señor, nuestro Dios, es el único Señor”, y
a continuación comprobar que nuestros sentimientos no traicionan estas
palabras, pues si seguimos rindiendo culto a Malkuth-Materia, en su aspecto
perceptivo y sensorial, si seguimos buscando satisfacer nuestras apetencias
físicas, estaremos sirviendo igualmente al mundo profano y a su rey, el Cesar.
Cuando nuestro escriba interno reconoce que el amor al
prójimo está por encima del sacrificio y del holocausto, entonces aparece la
señal en nuestra consciencia de que el Amor-Cristo, está ocupando el lugar que
antes ocupaba Moisés. El cambio se esta produciendo. El largo viaje de la Nueva
Consciencia por los Planos precedentes, ahora da sus frutos en la antesala del
Plano Material. Es toda una victoria. Tan sólo nos queda dar el paso final. Qué nuestras creencias se conviertan en actos, y que el perdón sea una realidad.
A partir de ese momento, los interrogadores ya no tienen
papel y desaparecen del escenario.
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