Mi papel en el plan de salvación de Dios es esencial.
¿Qué me enseña esta
lección?
Cumplir con nuestra única función y
alcanzar nuestra misión supone estar dispuesto a expiar los errores que nos
mantienen atados a creencias basadas en la separación, la culpa y el miedo.
¿Qué padre no goza con la felicidad de un
hijo? ¿Qué padre no se siente pleno y satisfecho cuando comparte la sonrisa de
su descendiente? Tener la certeza de que el fruto de nuestra creación se siente
dichoso y pleno, nos aporta una inmensa satisfacción.
Mi papel es esencial en el plan de
salvación de Dios, pues siendo una parte activa de la Filiación, mi condición
afectará la condición de los demás, pues nuestras mentes están unidas por lazos
de creación. En la medida de que mi mente es Una, la Unidad forma parte de
todas mis acciones. Siembro la Unidad. Expando la Unidad. Creo Unidad.
Ejemplo-Guía: "El sacrificio no forma parte de la Salvación"
Recuerdo, como si de un eco se tratase,
las palabras de mis padres, transmitiéndome sus creencias sobre la vida. Entre
dichas creencias, entresaco uno de sus más preciados consejos: "Hijo, para
alcanzar algo en la vida hay que sacrificarse mucho".
Es evidente que aquellas palabras no
cayeron en saco roto, y a pesar de que no seamos muy conscientes de haberlas
entendido en su máxima dimensión, su mensaje sí hace mella en nuestro modo de
ver la vida y, desde nuestro inconsciente, sentimos el impulso de satisfacer a
nuestros padres, y cada vez que nos enfrentamos a alguna situación en nuestras
vidas, lo hacemos dejando una partida para el sacrificio, lo que sin duda, no
nos aporta satisfacción alguna.
¿Acaso recuerdas que hayas gozado de la
felicidad cuando en tus vivencias hayas apostado por el sacrificio? Seguro que
recordarás muchas vivencias en las que hayas compartido tu insatisfacción por
el hecho de haber tenido que sacrificar tus experiencias de paz.
Hoy tengo claro que el sacrificio forma
parte de las creencias del ego. Ahora lo comprendo. En verdad, forma parte de
su lógica, de su forma de percibir la vida. Si me siento separado de los demás,
si tengo la firme creencia de que el otro desea lo que tengo y para conservarlo
he de atacarle, si tengo la certeza de que cuando doy, estoy perdiendo, si mis
experiencias de felicidad las baso en el deseo de poseer, no es extraño de que
el sacrificio forme parte del guion vital de nuestras vidas. El ego prefiere
ser fiel a ese guion, antes de negar la necesidad del sacrificio, pues hacerlo significaría que renuncia
a su código de creencias, renunciaría a la visión del cuerpo, de la separación
y de la muerte.
Hagamos una cosa. Busquemos un lugar donde
podamos reflexionar en la quietud. Acallemos el vocerío de nuestra mente. Al
principio no nos resultará fácil, pero no dejemos de intentarlo. Dejemos que
los pensamientos fluyan. Concentrémonos en el ritmo respiratorio.
Relajémonos. En ese estado de quietud, elegimos el siguiente pensamiento. Soy
el Hijo de Dios y soy parte de Su Mente. Dejemos que ese pensamiento se expanda
en nuestro ser. La dicha y la certeza de que Somos una extensión de Dios, nos
lleva a un estado de seguridad y de felicidad plena. Fundamos nuestras mentes
en ese estado de felicidad.
Este ejercicio de armonización con lo que
Somos, a través de la repetición, nos permitirá reforzar nuestra mente en el
servicio al Espíritu. Es muy importante que recordemos nuestra condición, pues
nuestro papel en el Plan de Salvación dispuesto por Nuestro Padre, se nos pide
que gocemos de Felicidad y de Dicha, pues debemos compartirla con todos
aquellos que Él nos envíe.
No podemos dar lo que no tenemos, lo que
nos lleva a tener que recordar, pues en verdad, somos felicidad y dicha.
Nuestro despertar, contagiará a los demás y entre todos, unidos en la Comunión
con la Fuente, formaremos la Filiación consciente.
Nos revela esta lección, que la risa es la expresión de que hemos alcanzado el
Estado de la Felicidad y de la Dicha Divina. Cada vez que reímos, contagiamos
felicidad. Hoy la terapia de la risa se extiende cada vez más, como una técnica
para sanar. Es evidente, que cuando reímos estamos revelando un estado de paz
interior.
Cuando experimentemos la visión de nuestra verdadera identidad, cuando tengamos
la certeza de que somos el Hijo de Dios, cuando seamos uno con todo lo creado,
no podremos menos que sentirnos plenos y dichosos y la felicidad emanará de
nuestro ser. Será entonces, cuando el mundo, al percibir la sonrisa en nuestro
rostro, reconocerá cuál es nuestra función en la vida.
Reflexión: ¿Qué te hace feliz? ¿Cómo compartes tu felicidad?
No hay comentarios:
Publicar un comentario