Aceptaré el papel que me corresponde en el plan de Dios para la salvación.
¿Qué me enseña esta
lección?
Esta lección va más allá del propio reconocimiento del Ser. Se trata de manifestar nuestra decisión, nuestra elección, de ser parte del Plan de Salvación “diseñado” para el Hijo de Dios por su Creador. En esa libre elección va implícita una total certeza de cuál es nuestra función.
En verdad, ese estado de iluminación,
cuando se experimenta en su grandeza, nos sitúa en una dimensión más etérea, en
el sentido, de que ya dejamos de sentir el peso característico de la culpa, del
miedo, del desamor, de la carencia.
Seguimos conectados con la raíz del mundo
físico, pero no estamos atrapados en él. Utilizamos su plano de manifestación,
pero ya no caminamos a ciegas, sin conocer nuestro destino. Ahora, el destino
deja de ser indeterminado para adquirir el rostro del camino que decidimos
andar.
Ahora somos conscientes, lo hemos elegido,
de que ya no somos protagonistas que interpretamos un guión que le ha tocado al
azar, sino que nos hemos convertidos en los actores conscientes -despiertos-
del único guión que debemos interpretar: Ser Hijos de Dios y cumplir con
nuestra función en el Plan de Salvación.
Ejemplo-Guía: ¿Dónde buscamos la felicidad?
“Dime qué buscas y te diré quién eres” es
una adaptación de un tradicional dicho popular (dime con quién vas y te diré
quién eres) y que, si bien tiene un importante significado para las empresas de
telecomunicación, en especial, los especializados en marketing, también podemos
emplearlo para entender el sentido trascendente de la búsqueda de la
felicidad.
No nos resultará difícil establecer dicha
relación, pues buscamos aquello que deseamos. Si nuestra mente percibe un mundo
de placer y gozo, inclinará a nuestros deseos para que nos estimule a ir en la
búsqueda de aquello que elegimos como propiciador de lo que deseamos. Si lo que
buscamos es gozar y disfrutar de los placeres que nos ofrece la naturaleza,
tomaremos la decisión de buscar los medios necesarios para que dicho deseo se
vea satisfecho. Bien, hasta aquí, todo es entendible y bastante cercano.
No todos buscamos la felicidad en la misma
dirección, y si preguntásemos cuál es la razón de esta variedad, la opinión
mayoritaria coincidirá en decirnos, que cada uno es como
es, queriéndonos con ello decir, que buscamos en función a cómo somos
y, dado que somos tan diferentes, pues, buscamos cosas diferentes.
Siguiendo la reflexión que hemos
propuesto, me gustaría ahondar un poco más en esa idea. Hasta ahora, lo único
que tenemos claro es que, aquello que buscamos es una pista inequívoca que
hablará sobre cómo somos, mejor dicho, cómo nos creemos que somos.
Pero, la cuestión que me planteo a
continuación es la siguiente: ¿El logro de lo que hemos buscado nos aporta la
felicidad? Cuidado que es una pregunta con trampa.
Entre las posibles respuestas,
encontraremos aquellas que nos confirman que, en efecto, el logro de lo que
deseaban les ha aportado felicidad, pero que esa misma felicidad se asemeja a
la belleza de las flores, es efímera y transitoria. Por lo tanto, no les queda
otra que seguir buscando nuevas sensaciones, nuevos deseos que hagan posible el
encuentro con una felicidad más duradera.
Podríamos entrar en analizar los efectos de
los síntomas postvacacionales que tanto ruido aportan en los noticiarios y que
vienen a demostrarnos que toda felicidad que no sea permanente, tiene un efecto
poco saludable para el que lo experimenta. Parece que, en lo más profundo de la
persona, no buscamos una felicidad pasajera, sino eterna.
Las reacciones depresivas a las que muchos se ven abocados,
demuestran que lo que estamos buscando, es mejorable, y demuestran, igualmente,
que si lo que buscamos define lo que somos, entonces, hemos tocado un tema más
delicado y profundo, el sentimiento de identidad. Si no estamos satisfecho con
los logros de aquello que buscamos, tampoco estaremos satisfecho con lo que
creemos ser y eso se traduce en problemas de autoestima y desvalorización del
yo.
A lo largo de otras lecciones ya hemos
tenido ocasión de hablar de los conceptos "bien-estar" y
"bien-ser". El "bien-estar" responde a
la búsqueda de la felicidad desde una visión egoica, es decir, desde
la creencia en la separación, lo que propicia el despertar de emociones basadas
en el miedo, en la culpa y en el odio. La búsqueda del "bien-estar"
nos lanza a la conquista de nuestros deseos sin tener en consideración los
deseos de los demás. Nos adentramos en una sociedad donde se valora en exceso
la competitividad y donde se justifican los medios para alcanzar los fines
propuestos. Al final de ese desgastador sendero, tan solo nos aguarda la
visión de un camino tortuoso en el que hemos ido dejando víctimas y enemigos,
con los cuales nos hemos enfrentados en nombre de la conquista de aquello que
hemos llamado nuestro "reino" y donde lo único que podemos gobernar
son nuestras insatisfacciones, nuestros miedos, nuestro dolor, nuestra soledad,
nuestra pobreza, nuestras enfermedades, nuestras tristezas...
El "bien-ser" nos invita a
desarrollar los puntos más importantes que nos enseña la lección que estamos
desarrollando. La visión del "bien-ser" tan sólo busca la verdadera
felicidad, pero esa búsqueda no es externa. No se busca fuera lo que tan solo
se puede encontrar dentro, en el interior del ser. Por lo tanto, la felicidad
no es un logro basado en la posesión, sino en un "estado del ser". Es
nuestra condición natural y para tomar consciencia de esto, nuestra mirada ya
no se posa en el mundo de la percepción corporal, sino en el mundo del
Espíritu, nuestro verdadero ser.
Buscar la felicidad desde la visión del
"bien-ser", nos lleva a la comunión con Dios y a la plena
comunicación con su Voz, el Espíritu Santo. En ese diálogo interno, nuestras
palabras tan sólo pronuncian una oración:
¡Padre, acepto gustosamente Tu Salvación y
desempeñaré, desde la certeza, el papel que me has asignado!
Si nuestra visión nos lleva a la comunión
con Dios, de esa fusión, fluye la certeza de lo que somos, el Hijo de Dios. A
partir de ese instante santo, tan sólo podemos buscar una sola cosa: elegimos
libremente aceptar la felicidad que Dios nos dio, reconociendo nuestra función
de perdonar.
Esa elección tan solo recibe una
respuesta: la paz interior.
Reflexión: ¿Cuál es el papel que Dios ha designado a su Hijo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario