¿Qué me enseña esta lección?
Esta lección es un inmenso paso hacia la Verdad que nos enseña que todos formamos parte de una misma Filiación.
La acción de dar, está inspirada por el acto creador de nuestro Padre, el Cual, a través de un acto volitivo de expansión, creó de Sí Mismo, a su Hijo, la Humanidad.
Tener la certeza de que cada uno de nuestros hermanos es una “Manifestación de Dios”, implica que no existe una relación de separación, sino de Unidad. Cuando estoy viendo a Dios a través de mi hermano, estoy realmente, reconociendo mi propia divinidad.
Desde esta realidad, cada vez que doy a través de la relación, estoy dándome a mí mismo. Esta verdad, nos sitúa en un estado de consciencia que favorece la ejecución del Plan Divino de la Salvación.
Esta acción está liberada del miedo a perder; del sentimiento de escasez y de necesidad. Manifiesta la condición natural de la abundancia, pues, nos expresamos desde la Grandeza, desde la Dicha y desde la Plenitud.
Cuando damos estamos promoviendo la fuerza del Amor y la respuesta se hace inmediata llevándonos a recibir lo que hemos dado. Es muy importante ser consciente de esta Verdad, pues de este modo, el “otro” se convierte en un “maestro” que aportándonos lo que hemos dado, nos ayuda a conocernos íntegramente.
Esta acción llevada a cabo con plena consciencia, nos hace ser consciente de nuestra capacidad creadora.
Ejemplo-Guía: "Mira a tu prójimo, y contesta, ¿qué ves?"
La respuesta, no exige mucha reflexión. Es aconsejable, incluso, que no le dediquemos mucho tiempo a la contestación. Es una invitación para que la mente inconsciente se exprese con plena libertad, sacando de nuestro interior lo que subyace oculto y no le permitimos que ocupe nuestra conciencia por juzgarlo inadecuado desde la perspectiva de nuestra moral.
Es una invitación a la sinceridad, a la honradez y a la integridad con nosotros mismos.
Unos minutos de un día cualquiera:
“Acabo de despertarme y mis pensamientos no tardan en mostrarme el panorama laboral que me espera. Visualizo a mi jefe y sus acostumbradas exigencias y noto como mi rostro se deprime con tan solo pensar que tendré que enfrentarme, un día más, a lo que considero un trato injusto. Pienso que mi jefe está abusando de mi disposición servicial y colaboradora, y, está interpretando esa actitud de forma egoísta, pues todo el trabajo que nadie quiere, me lo endosa a mí. Mal empieza la mañana, y eso que aún no he llegado al trabajo.
Mientras conduzco, casi tengo un accidente con el coche. Un demente se ha saltado un stop y no he podido evitarlo, le he gritado y le he insultado. Se que no sirve para nada, pero me he quedado muy a gusto.
Ya en el trabajo, me cruzo con algunos compañeros y tengo dificultad para saludarlos. Cuando levanté la cabeza, mis sombríos pensamientos se animaron por un momento al contemplar la belleza de la nueva secretaria del departamento de administración. Todo fue un espejismo, mi conciencia no tardó en mandarme un par de juicios condenatorios que me dejaron más hecho polvo de lo que llegué”.
Aquí lo dejo. Aunque se trata de una ficción, podría ser un típico ejemplo de
un día cualquiera.
Mi esposa, mis hijos, mi familia, mi jefe, mis compañeros, mis amigos y enemigos, y el resto del mundo que me rodea, significan para mí el valor que yo les dé. Puedo amarlos u odiarlos; desearlos o ignorarlos. Lo único que me preocupa es lo que me pueden dar y quitar. Eso sí, mi felicidad depende de ello.
Cuando fui adquiriendo una mayor conciencia, paralelamente, se produjo en mí una nueva manera de ver las cosas. Ahora, el mundo que me rodea, lo veo como una proyección de mi mundo interior. En la medida en la que dejo de juzgar y condenar, las experiencias que me invitan a emitir juicios no se producen, y si lo hacen, no las veo, no les presto atención.
Es cierto, que, por el simple hecho de haber tomado una mayor consciencia, por
el hecho de entregar mi mente a la no dualidad, al no juicio, de la noche a la
mañana, no he logrado evitar que, por mi mente pasen tentaciones e impulsos que
han formado parte de mis creencias durante muchos años. Pero existe una gran
diferencia. Ahora tengo plena consciencia de que soy yo el que elijo como
responder al pensamiento. Puedo dejarme seducir por él, o, puedo, simplemente,
dejarle marchar, lo mismo que ha venido.
Con esta nueva consciencia, no permito que mi mente se recree con pensamientos
sombríos nada más comenzar la mañana. En su lugar, mantengo una conversación
con Dios y con Su Voz, el Espíritu Santo. En dicha conversación, me pongo a Su
servicio y le entrego las decisiones que deba de dar a lo largo del día. Es una
magnífica práctica para comenzar el día.
Si en el trayecto al trabajo, observo alguna imprudencia de algún conductor, no entro en juicios, simplemente, intento comprender y no prestarle atención.
Mi actitud con los compañeros es proactiva. Siempre estoy abierto a las anécdotas que se producen en mi relación con ellos, pues tengo claro que, de sus voces, de su interrelación, recibiré una lección gratuita de aprendizaje sobre mí mismo.
Lo de la belleza de las mujeres guapas, es lo que peor llevo. ¡Ja, ja, ja! Es
una broma.
Ante esta experiencia, es importante no caer en condenas absurdas. Nos ayudará
a reflexionar en la ilusión del cuerpo y en aprender a ver a los demás en su
identidad espiritual.
En resumen, la cuestión radica en tomar consciencia de que el mundo de afuera
lo fabricamos desde nuestra mente. Ese mundo ilusorio, nos invita
permanentemente a integrarlo, en la medida que es el reflejo de nuestro mundo
interno.
Recordemos lo que nos dice el Curso sobre la proyección:
"Cualquier división en la mente conlleva por fuerza el rechazo de una parte de ella misma, y eso es lo que es la creencia en la separación. La plenitud de Dios, que constituye Su paz, no puede ser apreciada salvo por una mente íntegra que reconozca la plenitud de la creación de Dios. Mediante ese reconocimiento, dicha mente conoce a su Creador. Exclusión y separación son sinónimos, al igual que separación y disociación. Dijimos anteriormente que la separación fue y sigue siendo un acto de disociación, y que una vez que tiene lugar, la proyección se convierte en su defensa principal, o, en otras palabras, el mecanismo que la mantiene vigente. La razón de ello, no obstante, puede que no sea tan obvia como piensas” (T-6.II.1:1-6).
“Repudias lo que proyectas, por lo tanto, no crees que forma parte de ti. Te excluyes a ti mismo al juzgar que eres diferente de aquel sobre el que proyectas. Puesto que también has juzgado contra lo que proyectas, continúas atacándolo porque continúas manteniéndolo separado dé ti. Al hacer esto de manera inconsciente, tratas de mantener fuera de tu conciencia el hecho de que te has atacado a ti mismo, y así te imaginas que te has puesto a salvo” (T-6.II.2:1-4).
“La proyección, sin embargo, siempre te hará daño. La proyección refuerza tu creencia de que tu propia mente está dividida, creencia ésta cuyo único propósito es mantener vigente la separación. La proyección no es más que un mecanismo del ego para hacerte sentir diferente de tus hermanos y separado de ellos. El ego justifica esto basándose en el hecho de que ello te hace parecer "mejor" que tus hermanos, y de esta manera empaña tu igualdad con ellos todavía más. La proyección y el ataque están inevitablemente relacionados, ya que la proyección es siempre un medio para justificar el ataque. Sin proyección no puede haber ira. El ego utiliza la proyección con el solo propósito de destruir la percepción que tienes de ti mismo y de tus hermanos. El proceso comienza excluyendo algo que existe en ti, pero que repudias, y conduce directamente a que te excluyas a ti mismo de tus hermanos” (T-6.II.3:1-8).
“Hemos aprendido, no obstante, que hay una alternativa a la proyección. Todas las capacidades del ego se pueden emplear para un propósito mejor, ya que sus capacidades las dirige la mente, que dispone de una Voz mejor. El Espíritu Santo extiende y el ego proyecta. Del mismo modo en que los objetivos de ambos son opuestos, así también lo son sus resultados” (T-6.II.4:1-4).
“El Espíritu Santo comienza percibiendo tu perfección. Como sabe que esa perfección es algo que todos comparten, la reconoce en otros, y así la refuerza tanto en ti como en ellos. En vez de ira, esto suscita amor tanto en ellos como en ti porque establece el estado de inclusión. Puesto que percibe igualdad, el Espíritu Santo percibe en todos, las mismas necesidades. Esto invita automáticamente a la Expiación porque la Expiación es la necesidad universal de este mundo. Percibirte a ti mismo de esta manera es la única forma de hallar felicidad en el mundo. Eso se debe a que es el reconocimiento de que tú no estás en este mundo, pues el mundo es un lugar infeliz" (T-6.II.6:1-6).
Reflexión: ¿Qué piensas de la siguiente afirmación?: Cuando juzgas y
condenas el comportamiento de otros, es a ti a quien estás condenando.
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