¿Qué me enseña esta lección?
Si en la lección anterior, se no revelaba algo tan importante como es reconocer que, en el mundo terrenal, con el que se encuentra identificado el ego, no podremos encontrar la felicidad, en esta lección, se produce una nueva revelación, no menos importante, pues, nos señala el lugar donde podremos dirigir nuestra atención con el propósito de encontrar lo que buscamos: la felicidad.
Esa felicidad no puede ser patrimonio de un mundo basado en lo temporal y transitorio, sino que debe ser la consecuencia de una realidad estable y eterna y, esa realidad, no se encuentra fuera de nosotros, sino que forma parte de lo que realmente Somos, nuestro Ser Espiritual.
Se hace necesario, educar nuestra mente para que no quede ocupada en prestarle atención al mundo material, no debe ofrecerle valor alguno, ya que, en la medida en que le aportemos un valor, lo estaremos haciendo nuestra realidad y condicionará nuestro comportamiento.
¿Qué valores deben ocupar, entonces, nuestra atención?
La Unidad; el Amor Incondicional y la Inteligencia Creadora son los Valores Primordiales, de los cuales se derivan otros, como, la Abundancia; la Justicia; la Armonía; la Belleza; la Igualdad, etc.
Cuando busquemos la Unidad en el otro, lo que realmente estamos haciendo es reconociendo nuestra igualdad de Filiación. De esa relación santa, no puede menos que dar lugar a la Felicidad.
Ejemplo-Guía: ¿Debo abandonar este mundo para encontrar el que realmente
deseo?
Realmente, lo que estamos haciendo es aplicar el objetivo del Curso de
Milagros, cambiar nuestras falsas creencias y adoptar una nueva visión que nos
lleve a elegir de nuevo.
Permanecer en este mundo no debe convertirse en una opción. La verdadera
elección es no identificarse con él, de tal modo, que pongamos en sus manos
nuestra realidad y nuestra felicidad.
Si estamos hablando de opciones, la única a la que debemos prestar atención es
a la hora de elegir un mundo u otro. Realmente, plantearlo como una elección no
deja de ser un juego de nuestra mente, pues en verdad, el único mundo real es
el espiritual y si admitimos que podemos elegir el mundo ilusorio, estamos
admitiendo su realidad.
Si integramos en nuestra conciencia lo que acabamos de plantear, lo que realmente
estamos haciendo es vivir la vida desde la ausencia de miedo, desde la libertad
o lo que es lo mismo, desde el Amor.
Si nuestro único deseo se pone al servicio de la Voluntad, ello significa que nuestra visión es la Unidad. Ese deseo nos acerca a nuestro estado Real, seres de Luz y de Amor, lo que se traduce en un comportamiento que no persigue los objetivos del mundo ilusorio, que no cae en tentación de la posesión y en la tentación de desear un mundo diferente al que nuestro Creador ha dispuesto.
Reconozco que es todo un reto, imaginar un mundo en el que vivamos en él, pero que no participemos en su dinámica natural. Pongo un ejemplo. La identificación que hacemos con los clubes de fútbol. Nuestra afiliación a ellos nos lleva a vivir sus resultados como si nos fuese la vida en ello. Si vence nuestro equipo, nos sentimos felices. Si pierde, casi entramos en depresión. Llevamos la competitividad a extremos exagerados. Pues bien, esa visión pertenece, claramente, a la identidad del ego. Si cambiamos de manera de ver las cosas y dejamos de darle valor a lo que antes se lo dábamos, el fútbol dejará de despertar esas emociones, pues, en lo más profundo de nuestro corazón desearemos que gane el contrario, aunque si lo llevamos al terreno del juicio del Espíritu Santo, el resultado más favorable será el empate.
Seguramente, nos estaremos planteando vivencias menos banales que el tema del fútbol, como, por ejemplo, ¿qué respuesta debemos dar al agresor, al ladrón, al violador, al asesino? ¿Debemos dejar impune sus actos?
Es un tema sensible que debemos aprender a gestionar. No voy a desarrollar los
tipos de respuesta que debemos dar, pues no considero que deba decir a nadie
cómo actuar, ni me siento dueño de la razón, pero sí puedo compartir un punto
de vista que considero esencial y que os propongo reflexionar. La cuestión no
es cómo actuar, sino que creencia ponemos en ello, qué sentimiento, qué deseo
es el que nos mueve.
¿Nos mueve el odio? ¿Nos mueve el Amor? ¿Denunciarlo y desear que tome
conciencia de lo que ha hecho sin que medie odio de por medio, es lo correcto?
¿Perdonar su acto y no darle importancia, es lo correcto?
Mi consciencia me dice que, haga lo que haga, debe estar inspirado por el Amor.
Reflexión: ¿Cómo te hace sentir la siguiente afirmación?: En este mundo no se puede encontrar amor duradero,
porque en él no hay amor.
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