lunes, 23 de diciembre de 2024

Capítulo 16. VII. El final de las ilusiones (3ª parte).

VII. El final de las ilusiones (3ª parte).

6. Frente a la demente noción que el ego tiene de la salvación, el Espíritu Santo te ofrece dulcemente el instante santo. 2Hemos dicho antes que el Espíritu Santo tiene que enseñar mediante com­paraciones, y que se vale de opuestos para apuntar hacia la ver­dad. 3El instante santo es lo opuesto a la creencia fija del ego de que la salvación se logra vengando el pasado. 4En el instante santo se comprende que el pasado ya pasó, y que, con su pasar, el impulso de venganza se arrancó de raíz y desapareció. 5La quie­tud y la paz del ahora te envuelven con perfecta dulzura. 6Todo ha desaparecido, excepto la verdad.

El instante santo se manifiesta en la percepción verdadera del presente. No puede manifestarse en otro tiempo que no sea el ahora. Su expresión exige de nosotros que tomemos consciencia de la inexistencia del pasado, o, lo que es lo mismo, que vivamos desde nuestra inocencia, desde nuestra pureza, desde nuestra perfección.

7. Puede que por algún tiempo todavía trates de llevar ilusiones al instante santo, obstaculizando así el que seas plenamente cons­ciente de la absoluta diferencia que existe con respecto a todo ­entre tu experiencia de la verdad y tu experiencia de la ilusión. 2Mas no seguirás tratando de hacer eso por mucho más tiempo. 3En el instante santo el poder del Espíritu Santo prevalecerá por­que te habrás unido a Él. 4Las ilusiones que cargas contigo debili­tarán la experiencia que tienes de Él por algún tiempo, e impedirán que retengas la experiencia en tu mente. 5Mas el ins­tante santo es eterno, y las ilusiones que tienes acerca del tiempo no impedirán que lo intemporal sea lo que es, ni que lo experi­mentes tal como es.

Este punto nos prepara para que no desfallezcamos cuando movilicemos nuestra voluntad y la pongamos al servicio del Espíritu Santo y no obtengamos los efectos deseados. En esta experiencia, los deseos pueden convertirse en un obstáculo, pues la función del deseo es que las cosas sean tal y como las deseamos y no como son en verdad. 

Es por ello que la Enseñanza nos advierte que las ilusiones que cargamos debilitarán la experiencia del instante santo en nuestra mente, aunque será por poco tiempo, pues una vez que se percibe correctamente, una vez que vemos la verdad, la realidad, no permitiremos que las ilusiones nos sigan guiando. Recordar lo que verdaderamente somos nos hará conscientes de que hemos despertado del sueño que nos ha mantenido atrapados en falsas creencias.

8Lo que Dios te ha dado, te lo dio de verdad, y no podrás sino recibirlo de verdad. 2Pues los dones de Dios están desprovistos de toda realidad a menos que tú los recibas. 3Recibirlos consuma Su dación. 4Tú los recibirás porque Su Voluntad es darlos. 5Él dio el instante santo para que te fuese dado, y es imposible que no lo recibas, puesto que Él lo dio. 6Cuando Él dispuso que Su Hijo fuese libre, Su Hijo fue libre. 7En el instante santo se encuentra Su recor­datorio de que Su Hijo será siempre exactamente como fue crea­do. 8Y el propósito de todo lo que el Espíritu Santo enseña es recordarte que has recibido lo que Dios te dio.

El Hijo de Dios ha sido creado a Imagen y Semejanza de Su Creador, lo que significa que es Espíritu y un Ser Creador que está dotado de los Principios: Voluntad, Amor e Inteligencia. Esa es la herencia que Su Padre le otorga. El Hijo de Dios es libre para ser lo que Es y para utilizar esos Principios con total libertad. 

En el uso libre del Poder Creador, el Hijo elige crear desde el Amor, esto es, según las Leyes de Dios, o elige crear desde la ausencia del Amor, esto es, según sus propias leyes, las cuales le llevan a verse separado de Su Fuente. A este modo de crear, el Curso lo llama "fabricar". La diferencia esencial entre crear y fabricar es que lo creado desde el Amor es eterno y lo fabricado desde el miedo es temporal; dicho de otro modo, lo creado desde el amor es verdadero y real, y lo fabricado desde el miedo es ilusorio e irreal.

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