martes, 24 de diciembre de 2024

Capítulo 16. VII. El final de las ilusiones (4ª parte).

VII. El final de las ilusiones (4ª parte).

9. No hay nada por lo que tengas que guardarle rencor a la reali­dad. 2Lo único que debes perdonar son las ilusiones que has albergado contra tus hermanos. 3Su realidad no tiene pasado, y lo único que se puede perdonar son las ilusiones. 4Dios no le guarda rencor a nadie, pues es incapaz de albergar ningún tipo de ilusión. 5Libera a tus hermanos de la esclavitud de sus ilusio­nes, perdonándolos por las ilusiones que percibes en ellos. 6Así aprenderás que has sido perdonado, pues fuiste tú quien les ofre­ció ilusiones. 7En el instante santo esto es lo que se lleva a cabo por ti mientras estés en el tiempo, para de este modo brindarte la verdadera condición del Cielo.

La fabricación de un mundo irreal nos lleva a percibirlo de manera falsa e ilusoria. La fabricación da lugar a un mundo temporal y efímero; da lugar a los ciclos del tiempo, donde el pasado adquiere un especial protagonismo sobre nuestra mente, dado que lo hacemos real en cada presente, donde únicamente podemos hacer consciente la eternidad.

Por tal motivo, el pasado se convierte, para el sistema de pensamiento del ego, en su principal prueba de un mundo ilusorio, pues toda su creencia se basa en un tiempo que ya pasó y que ya no existe. Creemos ser el compendio de las experiencias vividas, a las cuales le otorgamos la autoría de nuestra identidad: "creemos ser lo que hemos aprendido que somos", cuando en verdad lo que hemos percibido está contagiado con el pasado.

Si en nuestras relaciones con el mundo proyectamos la visión basada en el pasado, percibiremos de manera errónea la verdadera identidad del otro. Esto es así, porque cuando nos miramos interiormente, tan sólo percibimos lo que creemos ser en función de lo experimentado en el pasado. Nunca percibimos correctamente en el presente, en el ahora, lo que nos impide ver a los demás en su verdadera identidad presente.

El instante santo nos enseña a percibir el presente en su aspecto verdadero, es decir, como el único instante en el que podemos "nacer de nuevo", olvidando lo pasado; perdonando las ilusiones que hemos permitido albergar en nuestra mente; liberándonos de las ataduras de la ilusión.

10Recuerda que siempre eliges entre la verdad y las ilusiones, entre la verdadera Expiación que cura, y la "expiación" del ego que destruye. 2Todo el poder y Amor de Dios, sin límite alguno, te apoyarán a medida que busques únicamente el papel que te corresponde desempeñar en el plan de Expiación que procede de Su Amor. 3Sé un aliado de Dios y no del ego en tu búsqueda para descubrir cómo alcanzar la Expiación. 4Con Su ayuda basta, pues Su Mensajero sabe cómo restituirte el Reino y hacer que todo tu interés en la salvación se centre en tu relación con Él.

La libertad es un Principio de Dios y no del ego, cuyo sistema de pensamiento está basado en el amor condicionado, en el amor especial, en el amor que limita. 

La libertad nos permite elegir entre extender la libertad, esto es, extender el amor, o proyectar el especialismo, esto es, proyectar el miedo.

"Por sus obras los conoceréis". El ego puede mantener ocultas sus oscuras intenciones y hacernos creer que estamos obrando desde el amor, pero lo que no puede evitar el ego es que los resultados obtenidos de ese amor den lugar a la percepción limitante del miedo. De este modo, las relaciones especiales que entablamos con el ser amado acaban destruyéndose y desmoronándose, dando pie al resurgir de la culpa, el sentimiento motivador que nos ha llevado al encuentro de esa relación.

11. Busca y encuentra Su mensaje en el instante santo, en el que se perdonan todas las ilusiones. 2Desde ahí, el milagro se extiende para bendecir a todo el mundo y resolver todo problema, percí­base como grande o pequeño, como que puede ser resuelto o como que no. 3No hay nada que no ceda ante Él y Su majestad. 4Unirse en estrecha relación con Él es aceptar todas las relaciones como reales, y gracias a su realidad, abandonar las ilusiones a cambio de la realidad de tu relación con Dios. 5Alabada sea la relación que tienes con Él y ninguna otra. 6La verdad reside en ella y no en ninguna otra parte. 7Eliges esto o nada.

Si analizamos de cerca la experiencia de las relaciones especiales, tendremos que hacerlo acompañado de la fortaleza que nos ofrece el Amor Incondicional, pues si no elegimos a ese "anfitrión" en nuestra mente, podemos sufrir una profunda decepción en la naturaleza humana que nos hará dudar si las relaciones de amor tienen algún sentido.

Nos encontraríamos frente a una experiencia de crisis, que tal vez nos ayude a ver las cosas de otra manera, es decir, que nos ayude a no seguir las creencias en las que se basa el sistema de pensamiento del ego. No podemos permitir que el acúmulo de experiencias frustradas en el terreno del amor nos lleve al efecto contrario, es decir, a decidir no amar. Lo que sí debemos preguntarnos es si el modo de amar de un modo especial es el modo adecuado de amar.

Amar de manera especial es una ilusión difícil de reconocer, pues ¿quién pone en duda una acción basada, a priori, en el amor? Pero amar de manera especial forma parte de una percepción incorrecta que permite que el pasado se adueñe del instante real. El recuerdo de la culpa nos lleva al encuentro con la persona por la que, de manera inconsciente, nos sentimos atraídos. Necesitamos el uso del tiempo para demostrar a esa persona que la amamos, pero en verdad lo único que hacemos es dar perpetuidad al sentimiento que originó la culpa, por lo que revivirá una y otra vez la misma experiencia.

Utilicemos el instante santo para perdonar en el presente todas las ilusiones que ocupen nuestra mente. Ello nos permitirá quedar limpios de culpas, y las relaciones que afrontemos desde ese estado de ser no necesitarán amar de un modo especial, pues reconoceremos que todos los seres somos dadores del verdadero amor, y nadie vendrá a privarnos de ello.

12. Perdónanos nuestras ilusiones, Padre, y ayúdanos a aceptar nuestra verdadera relación Contigo, en la que no hay ilusiones y en la que jamás puede infiltrarse ninguna. 2Nuestra santidad es la Tuya. 3¿Qué puede haber en nosotros que necesite perdón si Tu perdón es perfecto? 4El sueño del olvido no es más que nuestra renuencia a recordar Tu perdón y Tu amor. 5No nos dejes caer en la tentación, pues la tentación del Hijo de Dios no es Tu Voluntad. 6Y déjanos recibir únicamente lo que Tú has dado, y aceptar sólo eso en las mentes que Tú creaste y que amas. 7Amén. 

¡Amén! 

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