miércoles, 8 de enero de 2025

Capítulo 17. IV. Los dos cuadros (4ª parte).

IV. Los dos cuadros (4ª parte).

12. Se te ofrecen dos regalos. 2Cada uno de ellos es un todo en sí mismo y no puede ser aceptado parcialmente. 3Cada uno de ellos es un cuadro de todo lo que puedes tener, aunque desde una pers­pectiva muy diferente. 4No puedes comparar su valor compa­rando el cuadro de uno con el marco del otro. 5Debes comparar únicamente los cuadros, pues, de otro modo, la comparación no tendría ningún sentido. 6Recuerda que el cuadro es lo que consti­tuye el regalo. 7Y sólo sobre esa base eres realmente libre de elegir. 8Contempla los cuadros. 9Contempla los dos. 10Uno es un cuadro diminuto, difícil de ver bajo las pesadas sombras de su enorme y desproporcionado marco. 11El otro tiene un marco liviano, está colgado en plena luz y es algo maravilloso de contemplar debido a lo que es.

Se nos ofrecen dos regalos: dos sistemas de pensamiento. Uno cree en la forma. El otro es el contenido. Uno defiende que lo superficial, lo temporal, es lo real. El otro es la verdad eterna. Uno nos promete la salvación a través del perdón de nuestros pecados y de la sumisión del sacrificio. El otro es la salvación, pues no cree en el pecado.

El ego trata de ocultar el contenido de su cuadro con la grandiosidad de su marco, lo que significa que nos oculta la verdad con promesas de un amor condicionado.

El Espíritu Santo nos muestra el contenido de su cuadro donde se expresa la única verdad.

13. Tú que has tratado tan arduamente -y todavía sigues tratan­do- de encajar el mejor cuadro en el marco equivocado, y combi­nar de este modo lo que no puede ser combinado, acepta lo que sigue y regocíjate por ello: cada uno de estos cuadros está perfec­tamente enmarcado de acuerdo con lo que representa. 2Uno de ellos está enmarcado de forma que el cuadro esté desenfocado y no se pueda ver. 3El otro, de forma que su cuadro se vea con perfecta claridad. 4El cuadro de muerte y de tinieblas se hace cada vez menos convincente según logras dar con él entre todo lo que lo envuelve. 5A medida que se expone a la luz cada una de las piedras inertes que en la oscuridad parecían brillar desde el marco, dichas piedras se vuelven opacas y sin vida y cesan de desviar tu atención del cuadro. 6por fin miras al cuadro en sí, viendo finalmente que, sin la protección del marco, no tiene sen­tido.

Este punto se extiende en la utilización de la metáfora del marco y el cuadro, para mostrarnos la estrategia del ego en utilizar el nombre del amor para ocultar sus pretensiones de venganza y así justificar que las relaciones especiales tan solo nos muestran las diferencias existentes entre los seres, es decir, para reforzar su sistema de pensamiento basado en la creencia en la separación.

Pero en un mundo irreal e ilusorio, tan sólo podemos percibir fantasías que, por su propia condición, están llamadas a causar efectos irreales y dementes. El miedo genera miedo, y la única manera de liberarnos de él es mirarlo conscientemente, pues cuando lo hacemos, dejaremos de verlo.

14. El otro cuadro tiene un marco muy liviano, pues el tiempo no puede contener a la eternidad. 2No hay nada en él que te pueda distraer. 3El cuadro del Cielo y de la eternidad se vuelve más convincente a medida que lo contemplas. 4Y ahora, después de haberse hecho una verdadera comparación, puede por fin tener lugar una transformación de ambos cuadros. 5cada uno de ellos se le da el lugar que le corresponde una vez que se ve en relación con el otro. 6Cuando llevas el cuadro tenebroso ante la luz, no lo percibes como algo temible, sino que por fin te das cuenta del hecho de que no es más que un cuadro. 7Y en ese momento reconoces lo que ves ahí tal como es: un cuadro de algo que pensabas que era real, y nada más. 8Pues más allá de ese cuadro no verás nada.


Así es. El miedo, cuando lo llevamos a la luz de la comprensión, ya no tiene el efecto aterrador que tenía cuando lo percibimos desde la penumbra, desde la oscuridad de la falsa ilusión. 

Del mismo modo, cuando llevamos el cuadro tenebroso ante la luz, dejamos de percibirlo como algo temible, pues ahora apreciamos lo que realmente nos muestra y descubrimos que no era lo que nos imaginábamos, sino que se trata tan solo de un cuadro, sin ningún poder sobre nosotros.

15. El cuadro de luz, en claro e inequívoco contraste, se trans­forma en lo que está más allá del cuadro. 2medida que lo con­templas, te das cuenta de que no es un cuadro, sino una realidad. 3No se trata de una representación pictórica de un sistema de pensamiento, sino que es el Pensamiento mismo. 4Lo que representa está ahí. 5El marco se desvanece suavemente y brota en ti el recuerdo de Dios, ofreciéndote toda la creación a cambio de tu insignificante cuadro, que no tenía ningún valor ni ningún signi­ficado.

Con el despertar, tomamos consciencia de que nos habíamos identificado con las sombras emergentes de nuestros sueños y de nuestras pesadillas. Comprendemos que todo lo percibido durante nuestro estado de sueño era irreal y que nuestras creencias estaban influenciadas por el contenido fantasioso de lo imaginado durante el sueño.

Con el despertar, descubrimos el hermoso contenido del cuadro que nos muestra la verdad en su esplendor. Ya no confundimos la verdad con el contenido del cuadro, sino que experimentamos la luz que emana de la verdad y comprendemos que esa es la realidad.

16. A medida que Dios ascienda al lugar que le corresponde y tú asciendas al tuyo, volverás a entender el significado de las relacio­nes, y sabrás que es verdad. 2Ascendamos juntos hasta el Padre en paz, permitiendo que adquiera predominancia en nuestras men­tes. 3Todo se nos dará al darle a Él el poder y la gloria, y al no conservar ninguna ilusión con respecto a dónde se encuentran éstos. 4Se encuentran en nosotros gracias a Su predominio. 5Lo que Él ha dado, es Suyo. 6Resplandece en cada parte de Él, así como en la totalidad. 7La realidad de tu relación con Él radica en la relación que tenemos unos con otros. 8El instante santo refulge por igual sobre todas las relaciones, pues en él todas las relaciones son una. 9En el instante santo sólo hay curación, ya completa y perfecta, 10pues Dios está en él, y donde Él está, sólo lo que es perfecto y completo puede estar.

Ya hemos reconocido el valor del cuadro que nos muestra el contenido de la verdad, y ahora, decidimos experimentar la verdad viviéndola y extendiéndola con los demás. Reconocemos la unidad que nos hace Uno con nuestro Creador y con la Filiación. Nuestra mente sirve a la Mente Recta, y establece un estrecho lazo con la Voz del Espíritu Santo, el cual se convierte en Su único guía y maestro.

Ya no somos uno, ahora somos Todos. La realidad de nuestra relación con Dios radica en la relación que tenemos con nuestros hermanos, con los que nos sentimos unidos por lazos de amor verdadero. 

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