miércoles, 29 de enero de 2025

Capítulo 18. EL FINAL DEL SUEÑO. I. El substituto de la realidad (3ª parte).

   Capítulo 18

EL FINAL DEL SUEÑO


I. El substituto de la realidad (3ª parte).

7. Cuando te parezca ver alguna forma distorsionada del error original tratando de atemorizarte, di únicamente: "Dios es Amor y el miedo no forma parte de Él", y desaparecerá. 2La verdad te salvará, 3pues no te ha abandonado para irse al mundo demente y así apartarse de ti. 4En tu interior se encuentra la cordura; la demencia, fuera de ti. 5Pero tú crees que es al revés: que la verdad se encuentra afuera y el error y la culpabilidad adentro. 6Tus míseras e insensatas substituciones, trastocadas por la locura y formando torbellinos que se mueven sin rumbo cual plumas arrastradas por el viento, son insustanciales. 7Se funden, se juntan y se separan, de acuerdo con patrones cambiantes que no tienen sentido y que no tienen que ser juzgados en absoluto. 8No tiene objeto juzgarlos individualmente. 9Las insignificantes diferencias que en lo relativo a la forma parece haber entre ellas no son diferencias reales en absoluto. 10Ninguna de tus sustituciones tiene importancia. 11Eso es lo único que tienen en común, nada más. 12Sin embargo, ¿qué otra cosa es necesaria para hacer que todas sean lo mismo?

El sistema de pensamiento del ego se caracteriza por la proyección al exterior del contenido de su mente, la cual alberga la errónea creencia en la separación. De este modo cree ser lo que percibe, negando lo que es en realidad. 

Con base en esa percepción falsa de identidad, todo lo que proyecta fuera de sí mismo es juzgado y tratado como potenciales enemigos para alcanzar sus metas y deseos. El miedo a perder le lleva a protegerse de los potenciales agresores externos a los que identifica como separados de él.

El mundo proyectado en realidad es la proyección de sus miedos, de ahí que se sienta en la imperiosa necesidad de protegerse de él, esto es, de sí mismo.

8. Deja que se las lleve el viento, formando torbellinos y dando tumbos hasta que se pierdan de vista, lejos, muy lejos de ti. 2Y vuélvete hacia la majestuosa calma interna, donde en santa quietud mora el Dios viviente que nunca abandonaste y que nunca te abandonó. 3El Espíritu Santo te lleva dulcemente de la mano, y desanda contigo el camino recorrido en el absurdo viaje que emprendiste fuera de ti mismo, conduciéndote con gran amor de vuelta a la verdad y a la seguridad de tu interior. 4Él lleva ante la verdad todas tus dementes proyecciones y todas tus descabelladas sustituciones, las cuales ubicaste fuera de ti. 5Así es como Él invierte el curso de la demencia y te devuelve a la razón.

Mientras que la identidad del ego se dirige a la percepción del mundo exterior, la identidad verdadera del Hijo de Dios se dirige a la visión interna donde se encuentra su esencia real, su ser espiritual.

Es en el interior de cada ser donde se ha de producir el encuentro con la unidad. Es en la mente recta donde encontraremos el camino que ha de conducirnos a la salvación, donde reconoceremos la verdad, donde compartiremos el amor que nos hace uno con el resto de la Filiación.

9. En tu relación con tu hermano, donde el Espíritu Santo se ha hecho cargo de todo a petición tuya; Él ha fijado el rumbo hacia adentro, hacia la verdad que compartís. 2En el demente mundo de afuera nada se puede compartir, sino únicamente sustituir. En la realidad, compartir y sustituir no tienen absolutamente nada en común. 3Dentro de ti amas a tu hermano con un amor perfecto. 4Ésa es tierra santa en la que ninguna sustitución puede tener lugar y donde sólo la verdad de tu hermano puede morar. 5Ahí estáis unidos en Dios, tan unidos como lo estáis con Él. 6El error original jamás llegó hasta ahí, ni lo hará jamás. 7Ahí reside la verdad radiante, a la que el Espíritu Santo ha confiado tu relación. 8Deja que Él la lleve ahí, donde tú quieres que esté. 9Ofrécele un poco de fe en tu hermano, para ayudarle a que te muestre que ningún sustituto del Cielo que hayas inventado puede excluirte de éste. 

El pacto de amor con el que Dios nos creó permanece celosamente custodiado en nuestro interior. Ese pacto es la garantía de que el amor no será sustituido por el miedo. La verdad se erige como custodio que protege las puertas que conducen hasta el altar donde se produce el encuentro santo del Hijo de Dios. En ese inmaculado altar, una resplandeciente luz nos indica el camino que debemos tomar; ese camino no es otro que el uso del amor.

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