lunes, 24 de febrero de 2025

Capítulo 18. VIII. El pequeño jardín (2ª parte).

 VIII. El pequeño jardín (2ª parte).

4. Mas ni el sol ni el océano se dan cuenta de toda esta absurda e insensata actividad. 2Ellos sencillamente continúan existiendo, sin saber que son temidos y odiados por un ínfimo fragmento de sí mismos. 3Aun así, no han perdido conciencia de ese segmento, pues éste no podría subsistir separado de ellos. 4lo que piensa que es, no cambia en modo alguno su total dependencia de ellos para su propia existencia, 5toda vez que ésta radica en ellos. 6Sin el sol el rayo desaparecería, y sin el océano la ola sería inconcebi­ble.

El pensamiento errado ha dado lugar a la creencia en la separación y a la identidad de la dimensión temporal, cuyo emblema principal es el cuerpo. El cuerpo atiende a las leyes del sistema de pensamiento del ego, lo que le lleva a negar que su identidad no sea otra que la que percibe, negando cualquier otra posibilidad, como por ejemplo que sea el efecto de un pensamiento errado.

Este punto utiliza el símil del sol y el océano para hacernos comprender su similitud con el Ser Espiritual. En este sentido, el rayo de sol, así como la ola del océano, se comportan al igual que el cuerpo con respecto al pensamiento, pues todos ellos se creen separados de su origen.

5. Tal es la extraña situación en la que parecen hallarse aquellos que viven en un mundo habitado por cuerpos. 2Cada cuerpo parece ser el albergue de una mente separada, de un pensa­miento desconectado del resto, que vive solo y que de ningún modo está unido al Pensamiento mediante el cual fue creado. 3Cada diminuto fragmento parece ser autónomo, y necesitar a otros para algunas cosas, pero sin ser en modo alguno completa­mente dependiente para todo de su único Creador, ya que nece­sita la totalidad para poder tener algún significado, pues por sí solo no significa nada. 4Ni tampoco puede tener una vida aparte e independiente.

El origen de nuestra actual ignorancia, de nuestra identificación con el envoltorio material, con el cuerpo, es la creencia en la separación. Es lo que hemos llamado en lo descrito anteriormente como una desconexión de frecuencia lo que nos impide reconocer con nitidez el mensaje que transmite el Pensamiento Creador, llevándonos a imaginar el contenido de dicho mensaje, el cual no conseguimos interpretar con nitidez.

Nos decimos que creemos en Dios, pero lo invocamos tan solo para que medie a nuestro favor cuando pretendemos satisfacer nuestros deseos. Lo invocamos para que nos sane, para que nos aporte felicidad y paz, para que nuestro equipo de futbol gane a su rival, para triunfar en nuestras guerras y vencer a nuestros enemigos. Y así, hasta agotar el libro de nuestros dementes y egoístas deseos.

A Dios le adscribimos el poder para hacernos el bien y el mal. Lo concebimos como piadoso, pero al mismo tiempo vengativo. Es por ello que, en nuestra ignorancia, elevamos nuestras súplicas para que interfiera en favor de nuestra salvación y, en calidad de juez, condene a nuestro prójimo, el mismo que nos ataca y amenaza. 

También los erigimos como Dios Único y Verdadero, y le pedimos que asole con su magnanimidad la presencia de otros dioses que parecen competir con nuestra ideología.

Podemos decir que creemos más en que Dios está hecho a nuestra imagen y semejanza que en la verdadera realidad, que hemos sido creados a Su Imagen y Semejanza.

6. Al igual que el sol y el océano tu Ser continúa existiendo, sin darse cuenta de que ese minúsculo fragmento se considera a sí mismo ser tú. 2No es que esté ausente, pues no podría existir si estuviese separado, ni el todo del que forma parte estaría com­pleto sin él. 3No es un reino aparte, regido por la idea de que está separado del resto. 4Ni tampoco está rodeado de una cerca que le impide unirse al resto, o que lo mantiene separado de su Crea­dor. 5Este pequeño aspecto no es diferente de la totalidad, ya que hay continuidad entre ambos y es uno con ella. 6No vive una vida separada, pues su vida es la unicidad en la que su ser fue creado.

Así es. No somos conscientes de que, a pesar de nuestra demencial ignorancia, de nuestro total desconocimiento de lo que realmente somos, nuestra verdadera esencia está en conexión con la Fuente de la cual hemos emanado. Sin esa unión, la existencia no sería posible.

El despertar abrirá nuestros ojos a la realidad del Todo de la cual formamos parte. Nos hará conscientes de que todas las mentes son una con la de Dios y recordaremos la frecuencia con la que debemos conectar para sintonizar la Voz Una que nos hace ser la Filiación Divina. En ese estado de conciencia, la función del cuerpo ya no será necesaria y el nivel perceptivo dará lugar a un nivel diferente de manifestación.

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