Todo efecto responde a una causa. Toda manifestación material responde a un pensamiento. El pensamiento es la causa de los efectos que vivimos.
Es el momento de escudriñar nuestras creencias y preguntarnos si creemos que las cosas que nos ocurren son fruto de la casualidad. Si seguimos sintiéndonos víctimas de las circunstancias, si echamos la culpa de lo que nos ocurre a la mala o buena fortuna, entonces, la respuesta a esa pregunta esencial, es que creemos que lo que pensamos no tiene relación alguna con lo que experimentamos, es decir, creemos que nuestros pensamientos son fútiles.
El instinto natural del Ser le llevó a expresar su Voluntad, a hacer uso de sus poderes creadores, a imagen y semejanza de su Creador. La necesidad de individualidad motivada por la naturaleza emotiva dio lugar a la conciencia de separación y paralelamente al sentimiento del miedo.
El amor unificador quedó en el olvido y un pesado velo cayó sobre la conciencia, permaneciendo esta dormida en espera de su despertar.
Imitamos a nuestro creador, fabricando con nuestros pensamientos el impulso que recibimos de nuestro mundo emocional. El deseo de ser especial (especialismo), es el elemento rebelde, el causante de la separación con la Unidad, con el Amor y, por lo tanto, es la causa que origina que nuestros pensamientos den lugar a unas creencias determinadas. El pensamiento dual, cuando se encuentra identificado con la conquista del mundo material, se recrea en la percepción de lo irreal y del error.
Cuando la naturaleza emocional se sublima, pone alas al pensamiento y, éste, se eleva hasta la Verdad, recuperando de manera consciente, la evidencia de la Unidad.
Si vemos luz y extendemos esa visión en los demás, a través del perdón y
del amor, viviremos en la luz. Si vemos oscuridad, si juzgamos
condenatoriamente, viviremos la condena en nuestras vidas.
Ejemplo-Guía: "El comportamiento de nuestro hijo nos desespera"
Estamos utilizando este ejemplo específico, pero estoy seguro de que el estudiante sabrá aplicarlo a cualquier experiencia que suponga para él una vivencia interpretada como conflictiva.
La lección de hoy viene a redundar sobre lo que hemos estado aprendiendo en los últimos días. En esta ocasión, se concentra en la idea de hacernos conscientes de que todo efecto responde a una causa. Como todo fruto, es el efecto, el resultado, de haber sembrado una semilla, una causa.
Una manera práctica y evidente de comprobar esa relación es llevando a cabo la labor que realiza habitualmente un agricultor. Hagamos de sembrador. Si cuidamos nuestra siembra, llegado el momento, recolectaremos nuestra cosecha. Fijaros bien, que he empleado un término muy importante a tener en cuenta en todo proceso de creación. "Llegado el momento". En la dimensión en la que nos encontramos, la tridimensional, el espacio y el tiempo adquieren realidad para nuestra mente, pues así la percibe. Pero, en otra dimensión, en otro nivel, como por ejemplo el mental, dicha percepción adquiere otros matices.Un ejemplo nos ayudará a comprender esta cuestión. Imaginemos que somos escritores y que de nuestra mente emana un guión, una historia. En ese "espacio" tenemos la capacidad de evidenciar toda la trama del guión de nuestra obra. Tenemos consciencia de ella desde su inicio hasta su final y todo ese contenido cabe en un pensamiento. Es como si fuese una semilla que potencialmente encierra todo el poder de la planta, incluido la capacidad de producir frutos.
La obra que ha sido capaz de crear nuestra mente se encuentra en estadio potencial y cuando la plasmamos en un papel, adquiere externamente una imagen que nos permite identificar que en verdad es nuestra obra, tal y como la hemos pensado. Pero cuando la queremos representar o simplemente leer, necesitamos tiempo y espacio, pues esa son las leyes del mundo material, es decir, del mundo de los efectos. ¿Cómo cambiar los efectos si éstos no son de nuestro agrado? Tendríamos que crear desde nuestra mente un guion diferente. La dificultad está en que no creemos que los pensamientos no son neutros, que los pensamientos son la causa de lo que experimentamos, pues no somos conscientes de ellos y en ese intervalo de "llegado el momento" olvidamos que somos los únicos responsables de que lo que vivimos responde a lo que nuestra mente ha fabricado.
Si aplicamos esto que decimos al ejemplo de la relación padre-hijo,
entenderemos que dicha experiencia es el fruto de nuestra siembra. Si el
resultado no es feliz, nos está indicando que nuestros pensamientos se han
inclinado hacia el miedo o falta de amor, elegimos ver desde la separación. Si
la relación resultase armónica, es la muestra fehaciente de que nuestros
pensamientos se han identificado con el amor, o lo que es lo mismo, hemos
elegido ver desde la Unidad.
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