¿Qué me enseña esta lección?
Interesante cuestión que debemos tener en cuenta a la hora de relacionarnos con nuestros hermanos.
Aquello que observo con mi visión, mi pensamiento lo interpreta bajo su prisma y creencias; otra persona, observando la misma cosa, puede tener un punto de vista diferente. Si ambos puntos de vista son verdaderos, es decir, están basados en el Amor, confluirán en un punto en común y respetuoso. Es una apuesta por la salvación.
Ahora bien, si el pensamiento es falso, dará pie al enfrentamiento, a la oposición, como un rasgo externo y proyectado de su conciencia de separación. Es una apuesta por el conflicto, por el odio, por la guerra y la muerte.
La unificación de los pensamientos verdaderos dará lugar a la filiación pacífica y a la paz interna compartida. Hablaremos de respeto, de empatía, de comunión, de expiación, de milagro, de un instante santo.
Si importante es saber que todos tenemos la capacidad individual de fabricar pensamientos, que son la causa de aquello que percibimos, no menos importante, es tomar consciencia de que esa capacidad "creadora" es la que nos mantiene unidos a la misma Fuente de donde emana: Dios.
Si bien, entender que somos capaces de tener pensamientos diferentes nos aporta argumentos que justifican nuestra errónea creencia en la separación, no somos siempre conscientes de que estamos olvidando que nuestro juicio está distorsionado por la información recibida desde el nivel de la percepción. Si en vez de dirigir nuestra mirada al mundo externo, la dirigiésemos al mundo interno, descubríamos que nuestras mentes están unidad en la Sagrada Voluntad del Padre, es decir, en el nivel del Espíritu, somos Uno formando parte de una única Filiación y, en ese nivel, el único verdadero, no existe la separación.
Como bien determina esta lección, tenemos que reflexionar no sobre lo que vemos, sino cómo lo vemos. Lo vemos desde la visión dividida que percibe un mundo dividido o, lo vemos, desde la visión unificadora que nos lleva a la percepción correcta, y aunque no es el verdadero Conocimiento, sí es la visión más elevada que podemos lograr en el mundo de la ilusión y del sueño.
Ejemplo-Guía: "Mi cuerpo está enfermo"
Se trata de una experiencia muy común en todos nosotros. Nuestro cuerpo nos manda sensaciones de malestar, de desarmonía, con síntomas de alteraciones y en muchas ocasiones acompañado de dolor. Todo ese conjunto de síntomas nos sitúa en un estado alterado que nos lleva a interpretar que es el cuerpo el causante de tener ciertos pensamientos. Por ejemplo, pensamos que el dolor que sentimos es provocado por el cuerpo, y establecemos la causa del mismo en las percepciones que recibimos del cuerpo.
Si tuviésemos la capacidad de disociarnos, y adoptar el papel de un observador que está viendo fuera de sí mismo las reacciones del cuerpo, describiríamos una escena en el que el cuerpo es el agente causante de todo lo que estamos sintiendo. Esa es nuestra creencia más arraigada. Esto que acabamos de decir, podría ser comparable, a la idea ancestral que nos ha enseñado, que cuando fabricamos nuestro cuerpo (cuando Adán descubrió su desnudez), se sintió avergonzado (al sentir que habíamos perdido nuestra pureza e inocencia) y deseó ocultarlo a los ojos de su creador. Ese sentimiento de culpa original se encuentra inscrito en nuestro inconsciente colectivo y nos lleva a olvidar (permanece oculto), que nuestro verdadero Ser ya era antes de "ver", de "percibir", un vehículo físico y material. Ese olvido significa que donde debemos ver la "causa" hemos puesto lo que es el "efecto", es decir, nos hemos identificado con el cuerpo hasta tal punto que nos hemos olvidado de que la verdadera causa se encuentra en otro nivel, en el mental, el vehículo más elevado con el que cuenta nuestro Yo Superior, nuestro Ser Espiritual.
¿Esto dónde nos lleva? Sencillamente, retomemos el papel de observador y corrijamos nuestra visión. Dejemos al cuerpo con sus efectos y dirijamos nuestra mirada a nuestra mente. Busquemos en ella aquellos pensamientos que se expresan desde el dolor. Tal vez descubramos que nos sentimos dolido, muy dolido, por las palabras de alguien que significa mucho para nosotros: un padre, un hijo, un cónyuge, un jefe, un amigo..., o tal vez, y esto es importante conocerlo, ese dolor provenga de nosotros mismos, por un exceso de culpa. No importa de dónde provengan, pues en verdad siempre provienen de un sólo lugar, de nosotros mismos, pues en nuestras relaciones con lo externo, con los demás, lo que estamos haciendo es proyectar nuestros pensamientos internos. Por lo tanto, busquemos, sin carga emocional, es decir, sin juzgarnos condenatoriamente, dónde se encuentra, en nuestras creencias, ese dolor.
¿Ya lo hemos encontrado? Importante paso. Pues bien, ahora suéltalo. ¿Para qué lo quieres? En verdad, el objetivo de esa búsqueda no era encontrarlo, sino, descubrir que no tiene ningún significado, tal solo el que tú le estás dando. Y si hay dolor, es porque estás teniendo pensamientos de dolor. ¿Por qué? Pues, porque te has condenado, en vez de ver tu inocencia, tu impecabilidad y aún no te has perdonado.
¿Os dais cuenta de lo importante de lo que significa renacer? ¿Os dais cuenta de la importancia que tiene deshacer? ¿Os dais cuenta de lo importante, del inmenso poder que tiene el instante, el ahora, el presente?
Este es un Instante Santo.
Amen.
Reflexión: ¿Por qué las creencias se convierten en fuente de división y
separación?
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