jueves, 23 de mayo de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 144

CUARTO REPASO

LECCIÓN 144

Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios.

(127) No hay otro amor que el de Dios.
(128) En el mundo que veo no hay nada que yo desee.


¿Qué me enseña esta lección?

(127) No hay otro amor que el de Dios.

El único amor verdadero es el amor incondicional y esta es la herencia que nuestro Creador nos dispensa, pues su Esencia es Amor, su Regalo es Amor y su Creación es fruto de su Amor.

Como Hijos de Dios, Somos Hijos del Amor. El Amor se complace en la manifestación de la Unidad; es el principio que da coherencia a todo lo creado, pues establece un vínculo afín a todo lo manifestado: Todo Somos Uno en la Mente de Nuestro Creador.

El ego, confunde el amor con la posesión. Su amor es limitado y responde a una necesidad de compensar su sentimiento de culpabilidad. Cuando expresa amor hacia otra persona, está intentando de encontrar el perdón que ha de redimir su miedo al pasado, en el que creyó atacar al otro en un intento de salvaguardar su integridad.

El amor no emite juicios y es libre de perdonar. Es libre de toda limitación y su expresión siempre aporta luz y corrige los errores de percepción. El amor es la manifestación de los milagros.


¿Tienes miedo a perder aquello que amas?

(128) En el mundo que veo no hay nada que yo desee.

¿Qué puede desear aquel que lo tiene todo?

¿Acaso el Ser que Somos no goza de la abundancia de su Padre?

¿Acaso el Estado del Ser, ha sido expulsado del Paraíso Terrenal, donde gozaba de la Plenitud y Dicha Divina?

Esa separación, esa creencia de haber sido expulsado del Paraíso Terrenal, nos ha llevado a albergar la falsa creencia de que somos pecadores y dignos de ser castigados por ello.

La culpa nos mantiene alejado de ese Estado de Gracia y nos sitúa en el terreno del castigo, del dolor, del sufrimiento, de la necesidad, del trabajo y del rigor.

El mundo externo, el mundo físico no puede ofrecer al Espíritu más que la confirmación de que Somos Seres de Luz con capacidad creadora, con capacidad de poder expresar nuestra Divinidad.

Ninguna otra cosa puede aportar felicidad al Hijo de Dios, que el tener la certeza de su identidad.

¿Qué deseas del mundo que percibes?

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