VIII. El pequeño jardín (4ª parte).
10. Sal a su encuentro, pues traen a tu Ser consigo. 2y condúcelos dulcemente a tu plácido jardín, y recibe allí su bendición. 3De este modo, tu jardín crecerá y se extenderá a través del desierto, y no dejará afuera ni un solo mísero reino excluido del amor, dejándote a ti adentro. 4Y tú te reconocerás a ti mismo, y verás tu pequeño jardín transformarse dulcemente en el Reino de los Cielos con todo el amor de su Creador resplandeciendo sobre él.
Cuando miremos al exterior, no percibamos al otro separado de nosotros, diferente a nosotros; no lo juzguemos como a un adversario que pretende apoderarse de aquello que poseemos. Por encima de todo, verlo de otra manera, sin juicios, y pídele al Espíritu Santo que te muestre su verdadero significado, su verdadero propósito, su verdadera identidad. Piensa que no puede ser distinto a ti. No te dejes confundir por las diferencias de su ropaje físico cuando lo ves como un cuerpo. Que tu mirada perciba los rayos de luz que une tu mente a la suya. Comprobarás que esa luz se une asimismo a la Fuente Creadora de la cual procedemos. Dale la bienvenida desde tu corazón y el amor que emana de este hará el resto.
El feliz y glorioso encuentro que se produce en el instante santo es una expresión de júbilo en el que el amor triunfa sobre el miedo; donde la unidad transforma la creencia en la separación; donde la relación especial se libera de la culpa y se consolida en una relación santa; donde lo real sustituye a lo ilusorio; donde lo eterno trasciende lo temporal y donde todas las lenguas se unifican en una sola.
12. Puedes estar seguro de esto: el amor ha entrado a formar parte de tu relación especial, y ha entrado de lleno en respuesta a tu vacilante solicitud. 2Tú no te das cuenta de que ha llegado porque aún no has levantado todas las barreras que construiste contra tu hermano. 3Y ninguno de vosotros será capaz de darle la bienvenida al amor por separado. 4Es tan imposible que tú puedas conocer a Dios solo como que Él pueda conocerte a ti sin tu hermano. 5Mas juntos no podríais dejar de ser conscientes del amor, del mismo modo en que el amor no podría no conoceros ni dejar de reconocerse a sí mismo en vosotros.
Toda relación especial tendrá un final feliz, pues el amor siempre vence al miedo y a la culpa. Ese final dará lugar a la relación santa en la cual se recuerda el pacto de amor que la humanidad selló en el Cielo en nombre de la Unidad.
Como bien recoge este punto, el amor es cosa de dos, entendiendo con ello que el amor no se alcanza por separado. Igualmente, la ausencia de amor hará imposible que podamos conocer por nuestra cuenta la naturaleza de Dios, tan imposible como que Él pueda conocerte a ti sin tu hermano.
13. Has llegado al final de una jornada ancestral, y aún no te has dado cuenta de que ya concluyó. 2Todavía estás exhausto, y el polvo del desierto aún parece empañar tus ojos y cegarte. 3Pero Aquel a Quien has dado la bienvenida ha venido a ti y quiere darte la bienvenida. 4Ha estado esperando mucho tiempo para hacer eso. 5Recíbela de Él ahora, pues Su Voluntad es que lo conozcas. 6Sólo un pequeño muro de polvo se interpone todavía entre tu hermano y tú. 7Sóplalo ligeramente con gran alborozo y verás cómo desaparece. 8Y entrad en el jardín que el amor ha preparado para vosotros dos.
Toda jornada tiene su final y todo sueño su despertar. Hoy lo sé, porque tengo la certeza de que he llegado al final del camino. Hoy sé que el camino soy yo mismo y que la verdad que buscaba se encuentra en mi interior.
Hoy me enfrento al juicio final, porque sé que será el final de los juicios. Hoy descubro que no hay nada ni nadie a quien culpar, pues no hay pecado que purgar, ni condenar.
Hoy me libero del miedo, pues al mirar fuera de mí me reconozco en la mente de mi hermano y juntos hemos recordado el pacto de amor que nos une a la Fuente que nos ha creado.
Te doy la bienvenida, hermano, a mi pequeño jardín. En él podremos celebrar nuestra unión en honor a la Unicidad que reina en el Cielo.
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