jueves, 27 de febrero de 2025

Capítulo 18. IX. Los dos mundos (1ª parte).

 IX. Los dos mundos (1ª parte).

1.   Se te ha dicho que lleves la oscuridad a la luz, y la culpabili­dad a la santidad. 2Se te ha dicho también que el error tiene que ser corregido allí donde se originó. 3Lo que el Espíritu Santo necesita, por lo tanto, es esa diminuta parte de ti, el insignificante pensamiento que parece estar separado y desconectado. 4El resto está completamente al cuidado de Dios y no necesita guía. 5Pero ese pensamiento descabellado e ilusorio necesita ayuda porque, en su demencia, cree que él es el Hijo de Dios, completo en sí mismo y omnipotente, único gobernante del reino que estableció aparte para forzarlo, mediante la locura, a la obediencia y a la esclavitud. 6Ésa es la pequeña parte que crees haberle robado al Cielo. 7¡Devuélvesela! 8El Cielo no la ha perdido, pero tú has per­dido de vista al Cielo. 9Deja que el Espíritu Santo la saque del desolado reino donde tú la confinaste, rodeada de tinieblas, pro­tegida por el ataque y reforzada por el odio. 10Dentro de sus barricadas todavía se encuentra un diminuto segmento del Hijo de Dios, completo y santo, sereno y ajeno a lo que tú crees que le rodea.

El pensamiento sigue a su fuente. La fuente de donde emana toda creación es la Voluntad, el Amor y la Inteligencia. Esos tres Principios no están separados, sino que forman la unidad de la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Todo pensamiento creador sigue la estela de esos tres Principios. Esos tres Principios se manifiestan bajo la Ley del Libre Albedrío, pues están más allá de cualquier límite imaginable.

La unidad de la que gozan esos tres Principios establece la dirección correcta para expandir la creación. La Voluntad debe unirse al Amor para crear inteligentemente, es decir, para crear desde la Unidad. Cuando la voluntad no se une al amor, la mente nos muestra una visión distorsionada de la unidad, lo que se traduce en una visión carente de amor y, por lo tanto, una visión ilusoria de la verdad.

La dirección del uso de la voluntad nos lleva, bien a crear la verdad o bien a fabricar la ilusión. La diferencia entre ambas radica en que, mientras la verdad es eterna, la ilusión es temporal, o lo que es lo mismo, es irreal.

Este punto nos invita con su enseñanza a que redirijamos nuestra voluntad y la pongamos al servicio del amor. Con ello estaríamos haciendo la Voluntad de nuestro Padre, es decir, estaríamos creando desde la unidad.

2. No te mantengas separado, pues Aquel que sí lo rodea te ha brindado la unión, y ha llevado tu minúscula ofrenda de oscuri­dad a la luz eterna. 2¿Cómo se logra eso? 3Muy fácilmente, pues está basado en lo que ese mísero reino realmente es. 4El árido desierto, las tinieblas y la falta de vida, sólo se ven a través de los ojos del cuerpo. 5La desolada visión que éstos te ofrecen está dis­torsionada, y los mensajes que te transmiten a ti que la inventaste para poner límites a tu conciencia son insignificantes y limitados, y están tan fragmentados que no tienen sentido.

Identificamos la visión como la capacidad que tienen los ojos físicos para percibir lo externo. Sin embargo, la verdadera visión no se encuentra en la capacidad de nuestros ojos físicos, sino en nuestra mente. Es posible que esta afirmación nos invite a reflexionar sobre esta cuestión. Si lo hacemos y ponemos en práctica su mensaje, no tendremos más remedio que confirmar su certeza.

Observemos cualquier objeto que se encuentre ante nuestros ojos. Elijo un objeto para desarrollar este ejercicio. En estos momentos, estoy frente a la pantalla del ordenador. Lo sé porque mis ojos me lo están mostrando y no he podido confundirlo con otro objeto, como por ejemplo la taza de café que se encuentra justamente a su lado. No tengo dudas, nos diremos, pues sé distinguir lo que mis ojos me están mostrando. Pienso que la pantalla es una pantalla y que la taza es una taza porque me lo muestran mis ojos. Sin embargo, el significado de ambos objetos es identificable porque en mi mente se encuentra la información adquirida en un pasado sobre sus significados. ¿Pero podemos decir que el verdadero significado de esos objetos es el que nosotros pensamos que es?

Si elegimos ver al otro desde nuestra visión corporal, lo que haremos será decidir verlo como nosotros creemos que es, no como en realidad es. Lo juzgamos por su apariencia externa y decidimos proyectar sobre él toda la culpabilidad que atesoramos en nuestro interior y que no estamos dispuestos a aceptar. De este modo, el cuerpo se convierte en la barrera que ponemos entre nosotros y la salvación, la cual tan solo puede ser real cuando decidimos ver a nuestros hermanos desde la unidad.

3. Parece como si desde el mundo de los cuerpos, al que la demencia dio lugar, se le devolvieran a la mente que lo concibió mensajes descabellados. 2esos mensajes dan testimonio de dicho mundo, y lo proclaman real. 3Pues tú enviaste a esos mensajeros para que te trajesen esos mensajes. 4De lo único que dichos mensa­jes te hablan es de cosas externas. 5No hay mensaje que hable de lo que está subyacente, pues el cuerpo no podría hablar de ello. 6Sus ojos no lo pueden percibir; sus sentidos siguen siendo completa­mente inconscientes de ello y su lengua no puede transmitir sus mensajes. 7Pero Dios puede llevarte hasta allí, si estás dispuesto a seguir al Espíritu Santo a través del aparente terror, confiando en que Él no te abandonará ni te dejará allí. 8Pues Su propósito no es atemorizarte, aunque el tuyo lo sea. 9Te sientes seriamente tentado de abandonar al Espíritu Santo al primer roce con el anillo de temor, pero Él te conducirá sano y salvo a través del temor y más allá de él.

El término "demencia" que utiliza Jesús en este apartado, así como en otros del Curso, puede ser interpretado por muchos de nosotros como inapropiado al pensar que se está realizando un juicio en los términos propios del ego. Si así lo estamos interpretando, deberíamos sopesar que el significado etimológico de dicho término procede del latín dementis, que se traduce en "el que se sale de su mente", o lo que es lo mismo, que no utiliza su mente bajo el Principio de la Inteligencia Divina, la cual expresa la verdad de la unidad.

Por lo tanto, el término demente no es un juicio condenatorio del uso de la mente, sino la comprensión del uso de la voluntad en una dirección errónea que la conduce al encuentro con una realidad imaginada que da lugar a la creencia en la separación.

El pensamiento es demente cuando nos lleva a la creencia en la separación o, lo que es lo mismo, cuando nos lleva a identificarnos con el cuerpo y con la conciencia perceptiva. 

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