III. Sombras del pasado (1ª parte).
1. Perdonar no es otra cosa que recordar únicamente los pensamientos amorosos que diste en el pasado, y aquellos que se te dieron a ti. 2Todo lo demás debe olvidarse. 3El perdón es una forma selectiva de recordar que no se basa en tu propia selección. 4Pues las tenebrosas figuras que quieres hacer inmortales son "enemigos" de la realidad. 5Procura estar dispuesto a perdonar al Hijo de Dios por lo que él no hizo. 6Las tenebrosas figuras son los testigos que traes contigo para demostrar que el Hijo de Dios hizo lo que no hizo. 7Puesto que las traes contigo, las oirás. 8Y tú que las conservas porque tú mismo así lo elegiste, no puedes entender cómo llegaron hasta tu mente ni cuál es su propósito. 9Representan el mal que crees que se te infligió. 10Las traes contigo sólo para poder devolver mal por mal, con la esperanza de que su testimonio te permita pensar que otro es culpable sin que ello te afecte a ti. 11Hablan tan decididamente en favor de la separación que nadie que no estuviese obsesionado por perpetuar la separación podría oírlas. 12Te ofrecen las "razones" por las cuales deberías entablar alianzas no santas a fin de apoyar los objetivos del ego y hacer de tus relaciones testimonios de su poder.
"Para ser feliz basta tener buena salud y mala memoria". Cuando leí por primera vez esta frase, cuya autoría se le atribuye a la actriz Ingrid Bergman, tuve la sensación de identificarme con ella y me produjo cierto alivio, pues me ayudó a tratar mi mala memoria desde una perspectiva más liviana.
Las enseñanzas del Curso nos brindan la oportunidad de ver el pasado con ojos nuevos. Perdonar no es otra cosa que recordar únicamente los pensamientos amorosos que dimos en el pasado y aquellos que recibimos. Se trata de seleccionar los recuerdos del pasado donde el amor haya despertado nuestra consciencia, esto es, en el que la presencia del amor nos haya recordado nuestra verdadera identidad. Esa selección, esa forma selectiva de recordar, no pertenece al sistema de pensamiento del ego, pues sería imposible hacer una selección justa cuando el pensamiento que impera y que fundamenta la existencia del ego es la creencia en la separación. La ilusión no puede ser el criterio que nos lleve a elegir esos recuerdos de amor.
2. Son estas tenebrosas figuras las que quieren santificar al ego ante tus ojos, y enseñarte que lo que haces para mantenerlo a salvo es en realidad amor. 2Estas tenebrosas figuras siempre hablan de venganza, y todas las relaciones que entablan son absolutamente dementes. 3Tales relaciones tienen, sin excepción, el propósito de excluir la verdad del otro, así como la verdad acerca de ti. 4Por eso es por lo que ves tanto en ti como en el otro lo que no está ahí, haciendo de ambos los esclavos de la venganza. 5Y por eso es por lo que cualquier cosa que te recuerde tus resentimientos pasados te atrae y te parece que es amor, independientemente de cuán distorsionadas sean las asociaciones que te llevan a hacer esa conexión. 6Y finalmente, ésa es la razón de que todas las relaciones de ese tipo se convierten en intentos de unión a través del cuerpo, pues sólo los cuerpos pueden considerarse medios de venganza. 7Es evidente que los cuerpos son el foco central de todas las relaciones no santas. 8Has aprendido esto por experiencia propia. 9Pero de lo que tal vez no te das cuenta es de todas las razones que hacen que la relación no sea santa. 10Pues la falta de santidad procura reforzarse a sí misma, tal como la santidad lo hace, atrayendo hacia sí lo que percibe como afín a ella.
Si utilizamos los prismáticos del ego para encontrar los recuerdos de los pensamientos amorosos, tenemos por seguro que nos engañará mostrándonos recuerdos que fortalecerán sus falsas creencias. Nos lo mostrará en nombre del amor, pero, si le prestamos atención, no tardaremos en descubrir que esos recuerdos están manipulados en un intento de ocultar el verdadero fin que persigue todas las iniciativas del ego: promover el miedo, la limitación, el dolor, el sufrimiento, el juicio, la culpa…
Hoy vemos cómo podemos alterar la realidad utilizando medios para ello. Alterar la realidad es la especialidad del ego. Es experto en ello, pues su identidad es fruto de esa capacidad para ocultar la verdad bajo otros ropajes. Eso se llama experimentar la ilusión e identificarse con ella, al decidir olvidar su esencia original. El cuerpo ha sustituido la visión del Ser, la cual es espiritual y es luminosa. Bajo esa ilusoria percepción, la luz es sustituida por la oscuridad, lo que nos impide reconocer lo que somos.
El perdón tiene la facultad de extraer el recuerdo verdadero de lo que somos, agrupando tan sólo los pensamientos amorosos que sirven a la creación de Dios. Para perdonar, hay que olvidar la ilusión, es decir, hay que olvidar la creencia en la separación. Ese pensamiento es la causa que nos lleva a creernos "hijos del pecado".
Para no caer en la trampa que el ego nos ofrece cada vez que utilizamos el pasado para fortalecer nuestra identidad, debemos entregar nuestra voluntad al Espíritu Santo y dejar que la Mente Recta lleve a cabo la selección correcta de los pensamientos que debemos recordar y que forman parte de nuestra única realidad.
3. No es con el cuerpo del otro con el que se intenta la unión en la relación no santa, sino con los cuerpos de los que no están ahí. 2Pues ni siquiera el cuerpo del otro, que de por sí es una percepción de él seriamente limitada, es el foco central tal como es, o al menos, no del todo. 3Lo que se puede emplear para fantasías de venganza, y lo que más fácilmente puede asociarse con aquellos contra quienes realmente se busca la venganza, es donde se centra la atención, y son estas partes las que se seleccionan como las únicas que tienen valor. 4Cada paso en el proceso de entablar, mantener o romper una relación no santa es un avance progresivo hacia una mayor fragmentación y una mayor irrealidad. 5Las tenebrosas figuras se vuelven cada vez más imperantes, y la importancia de aquel en quien parecen manifestarse disminuye.
Darnos pruebas de que somos un cuerpo material no persigue otro fin que el llevarnos a negar todo aquello que no percibamos bajo la densidad del plano material. Si recordásemos nuestra identidad eterna, el ego no tendría más que reconocer su inexistencia.
La venganza que persigue el ego no va dirigida al símbolo que representa su identidad, sino al recuerdo de los pensamientos amorosos que se dan cita en nuestra mente, pues en dicho recuerdo se alberga la verdad de lo que somos. El mejor aliado de su venganza es la culpa, pues atacando al culpable nos hace ver que salvaguarda la justicia y la verdad, cuando en realidad lo que hace es garantizar la perpetuidad del miedo, atacándose a sí mismo y a los demás. Sentirse "hijo del pecado" le lleva directamente a la creencia en la culpa y en la creencia en la redención a través del autocastigo, el cual se cree merecido. Esos pensamientos se convierten en las tenebrosas figuras que oscurecen los bellos pensamientos que nos hacen Uno con Dios.
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