IV. Los dos cuadros (1ª parte).
1. Dios estableció Su relación contigo para hacerte feliz, y ninguna cosa que hagas que no comparta Su propósito puede ser real. 2El propósito que Dios adscribió a cada cosa es la única función que tiene. 3Debido a la razón que Él tuvo para crear Su relación contigo, la función de las relaciones se convirtió para siempre en "hacer feliz". 4Eso es todo. 5Para satisfacer esta función te relacionas con tus creaciones del mismo modo en que Dios se relaciona con las Suyas. 6Pues nada que Dios haya creado puede estar excluido de la felicidad, y nada que Él creó desea otra cosa que extender felicidad tal como su Creador lo hizo. 7 Lo que no satisface esta función no puede ser real.
Dios es Amor, y nos ha creado a Su Imagen y Semejanza, por lo que podemos decir que somos "Hijos del Amor". La relación que Dios tiene con Su creación es de Amor, lo que hace posible que dicha relación no tenga otro objetivo que hacer feliz a dicha creación. Amor y felicidad tienen la misma causa, la cual emana de la Voluntad Creadora de Dios.
La igualdad que nos hace semejantes a nuestro Creador nos hace, igualmente, iguales en lo relativo al objetivo de nuestras relaciones, es decir, la función de dichas relaciones se convirtió para siempre en "hacer feliz", dicho de otro modo, en amar.
Para el ego, la felicidad está condicionada al logro, a lo que recibe fuera de sí mismo, es decir, si las circunstancias son propicias a nuestros deseos, nuestra respuesta suele ser sentirnos felices. Pero si las circunstancias no son propicias, nuestra respuesta suele ser sentirnos infelices. Ello significa que, para el ego, la felicidad cambia y es temporal, y si es así, no puede ser real, porque lo real, lo que es verdad, no está sujeto al cambio.
Por lo tanto, desde el punto de vista del ego, lo que llamamos felicidad nada tiene que ver con el verdadero significado del amor. El ego no crea, sino que fabrica, o lo que es lo mismo, inventa una realidad ilusoria que es carente de amor. Tan solo el amor-felicidad tiene la capacidad de crear.
Cuando hablamos de amor, desde la visión Crística, nos estamos refiriendo a nuestra condición divina, a nuestra semejanza con el Creador. Por lo tanto, la felicidad no es un sentimiento, ni un pensamiento, sino un estado del Ser. Somos felices por lo que somos, no por lo que logramos.
2. En este mundo es imposible crear. 2Pero sí es posible hacer feliz. 3He dicho repetidamente que el Espíritu Santo no quiere privarte de tus relaciones especiales, sino transformarlas. 4Y lo único que esto significa es que Él reinstaurará en ellas la función que Dios les asignó. 5La función que tú les has asignado es claramente que no sean fuentes de felicidad. 6Pero la relación santa comparte el propósito de Dios, en lugar de tratar de inventar otro para que lo substituya. 7Cada relación especial que has entablado es un substituto de
La función que Dios ha dado a las relaciones, la de hacer feliz, no es la función que el ego da a las relaciones que establece, las cuales, al estar bajo la creencia del miedo, serán privativas de libertad. ¿Qué relación puede hacernos feliz si está condicionada por el miedo?
La ayuda del Espíritu Santo es esencial para transformar las relaciones especiales en relaciones santas. Para ello, necesita que nuestra voluntad se ponga al servicio del amor, lo que nos llevará a percibir al otro como nuestros hermanos en la Filiación Divina. El amor sustituirá al miedo y la inocencia sustituirá a la errónea creencia en que somos pecadores. No existiendo el miedo ni el pecado, la culpa no se manifestará, lo que propiciará que el presente sea vivido conscientemente sin que las sombras del pasado lo puedan nublar.
3.Has entablado relaciones muy reales incluso en este mundo. 2Sin embargo, no las reconoces porque has hecho que sus substitutos predominen de tal manera que, cuando la verdad te llama -como constantemente lo hace- contestas con un substituto. 3El propósito fundamental de cada relación especial que has entablado es mantener a tu mente tan ocupada que no puedas oír la llamada de la verdad.
El miedo es el sustituto del amor y de la felicidad. Ello nos lleva a establecer relaciones en las que la carencia del amor y de la felicidad no propiciará una relación santa, en la que sabremos reconocer la unión que compartimos con nuestro Creador y con la Filiación.
4. En cierto sentido, la relación especial fue la respuesta del ego a la creación del Espíritu Santo, Quien a Su vez fue
Si creemos que podemos crear un mundo real donde el amor esté ausente, estaremos repitiendo el error original que da lugar a la creencia en la separación. Le estaremos dando más validez a la percepción que al Conocimiento. Le estaremos dando más importancia a la forma que al contenido. Estaremos fijando nuestra identidad en el cuerpo y negando cualquier otra realidad que no percibamos. El ego debe su existencia a esas prioridades y su objetivo no es otro que perpetuar sus falsas creencias para sustentar su sistema de pensamiento.
Mientras que el ego ataca y niega cualquier creencia en la unidad, el Espíritu Santo refuerza la verdad que nos mantiene unidos a la Mente de nuestro Creador. El Espíritu Santo es el camino que nos llevará de vuelta a nuestro verdadero Hogar. Él sí conoce lo que somos y mantiene nuestra identidad a salvo de cualquier ataque procedente de la identidad ilusoria del ego. Esto es así, simplemente, porque el Espíritu Santo no ve al ego, pues no ve la separación.
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