sábado, 22 de julio de 2023

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 203

SEXTO REPASO

Introducción

1. Para este repaso utilizaremos sólo una idea por día y la practi­caremos tan a menudo cómo podamos. 2Además del tiempo que le dediques mañana y noche, que no debería ser menos de quince minutos, y de los recordatorios que han de llevarse a cabo, cada hora durante el transcurso del día, usa la idea tan frecuentemente como puedas entre las sesiones de práctica. 3Cada una de estas ideas por sí sola podría salvarte si verdaderamente la aprendie­ses. 4Cada una de ellas sería suficiente para liberaros a ti y al mundo de cualquier clase de cautiverio, e invitar de nuevo el recuerdo de Dios.

2. Con esto en mente, demos comienzo a nuestras prácticas, en las que repasaremos detenidamente los pensamientos con los que el Espíritu Santo nos ha bendecido en nuestras últimas veinte leccio­nes. 2Cada uno de ellos encierra dentro de sí el programa de estu­dios en su totalidad si se entiende, se practica, se acepta y se aplica a todo cuanto parece acontecer a lo largo del día. 3Uno solo basta. 4Mas no se debe excluir nada de ese pensamiento. 5Necesitamos, por lo tanto, usarlos todos y dejar que se vuelvan uno solo, ya que cada uno de ellos contribuye a la suma total de lo que queremos aprender.

3. Al igual que nuestro último repaso, estas sesiones de práctica giran alrededor de un tema central con el que comenzamos y concluimos cada lección. 2El tema para el presente repaso es el siguiente:    

3No soy un cuerpo. 4Soy libre.
5Pues aún soy tal como Dios me creó.

6El día comienza y concluye con esto. 7Y lo repetiremos asimismo cada vez que el reloj marque la hora, o siempre que nos acorde­mos, entre una hora y otra, que tenemos una función que trans­ciende el mundo que vemos. 8Aparte de esto y de la repetición del pensamiento que nos corresponda practicar cada día, no se requiere ningún otro tipo de ejercicio, excepto un profundo aban­dono de todo aquello que abarrota la mente y la hace sorda a la razón, a la cordura y a la simple verdad.

4. Lo que nos proponemos en este repaso es ir más allá de todas las palabras y de las diferentes maneras de practicar. 2Pues lo que estamos intentando esta vez es ir más de prisa por una senda más corta que nos conduce a la serenidad y a la paz de Dios. 3Sencilla­mente cerramos los ojos y nos olvidamos de todo lo que jamás habíamos creído saber y entender. 4Pues así es como nos libera­mos de todo lo que ni sabíamos ni pudimos entender.

5. Hay una sola excepción a esta falta de estructura. 2No dejes pasar un solo pensamiento trivial sin confrontarlo. 3Si adviertes alguno, niega su dominio sobre ti y apresúrate a asegurarle a tu mente que no es eso lo que quiere. 4Luego descarta tranquila­mente el pensamiento que negaste y de inmediato y sin titubear sustitúyelo por la idea con la que estés practicando ese día.
6. Cuando la tentación te asedie, apresúrate a proclamar que ya no eres su presa, diciendo:

2No quiero este pensamiento. 3El que quiero es ________ .

4Y entonces repite la idea del día y deja que ocupe el lugar de lo que habías pensado. 5Además de estas aplicaciones especiales de la idea diaria, sólo añadiremos unas cuantas expresiones formales o pensamientos específicos para que te ayuden con tu práctica. 6Por lo demás, le entregamos estos momentos de quietud al Maes­tro que nos enseña en silencio, nos habla de paz e imparte a nues­tros pensamientos todo el significado que jamás puedan tener.

7. A Él le ofrezco este repaso por ti. 2Te pongo en Sus manos, y dejo que Él te enseñe qué hacer, qué decir y qué pensar cada vez que recurres a Él. 3Él estará a tu disposición siempre que acudas a Él en busca de ayuda. 4Ofrezcámosle este repaso que ahora comenzamos, y no nos olvidemos de Quién es al que se le ha entregado, según practicamos día tras día, avanzando hacia el objetivo que Él fijó para nosotros, dejando que nos enseñe cómo proceder y confiando plenamente en Él para que nos indique la forma en que cada sesión de práctica puede convertirse en un amoroso regalo de libertad para el mundo.


LECCIÓN 203

No soy un cuerpo. Soy libre.
Pues aún soy tal como Dios me creó.

1. (183) Invoco el Nombre de Dios y el mío propio.

2El Nombre de Dios es mi liberación de todo pensamiento de maldad y de pecado porque es mi nombre, así como el de Él.

4No soy un cuerpo. 5Soy libre. 6Pues aún soy tal como Dios me creó.


¿Qué me enseña esta lección?

El nombre nos identifica.


Invocar el Nombre de Dios, es invocar nuestra verdadera identidad. La identidad de Dios, nuestro Padre, es nuestra propia identidad. Él es nuestro Creador. Hemos sido creados a su Imagen y Semejanza, es decir, compartimos un mismo Pensamiento y una misma Cualidad.

El Pensamiento que compartimos es el que nos permite ver que Todos Somos Uno.
La Cualidad que compartimos es que Todos Somos Amor.

Invocar el Nombre de Dios es expresar nuestra Voluntad Una de Amar a Todo lo Creado. Ese es el Único Propósito que nos permitirá alcanzar la condición divina de la que Somos potencialmente portadores.

Cuando invocamos el Nombre de Dios, el ego ve el final de su hegemonía. Se produce el despertar del largo sueño que nos ha mantenido alejados de nuestro verdadero Hogar.

Cuando invocamos el Nombre de Dios, estamos proclamando que vemos con los ojos del Espíritu  y que nuestra visión nos permite reconocer lo que Somos y quiénes Somos.

¡Invoco Tu Santo Nombre Padre!
¡Qué Tu Sagrada Voluntad y mi Voluntad sean Una!

¡Qué así sea!

Reflexión: ¿Cuál es mi nombre? 

viernes, 21 de julio de 2023

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 202

SEXTO REPASO

Introducción

1. Para este repaso utilizaremos sólo una idea por día y la practi­caremos tan a menudo cómo podamos. 2Además del tiempo que le dediques mañana y noche, que no debería ser menos de quince minutos, y de los recordatorios que han de llevarse a cabo, cada hora durante el transcurso del día, usa la idea tan frecuentemente como puedas entre las sesiones de práctica. 3Cada una de estas ideas por sí sola podría salvarte si verdaderamente la aprendie­ses. 4Cada una de ellas sería suficiente para liberaros a ti y al mundo de cualquier clase de cautiverio, e invitar de nuevo el recuerdo de Dios.

2. Con esto en mente, demos comienzo a nuestras prácticas, en las que repasaremos detenidamente los pensamientos con los que el Espíritu Santo nos ha bendecido en nuestras últimas veinte leccio­nes. 2Cada uno de ellos encierra dentro de sí el programa de estu­dios en su totalidad si se entiende, se practica, se acepta y se aplica a todo cuanto parece acontecer a lo largo del día. 3Uno solo basta. 4Mas no se debe excluir nada de ese pensamiento. 5Necesitamos, por lo tanto, usarlos todos y dejar que se vuelvan uno solo, ya que cada uno de ellos contribuye a la suma total de lo que queremos aprender.

3. Al igual que nuestro último repaso, estas sesiones de práctica giran alrededor de un tema central con el que comenzamos y concluimos cada lección. 2El tema para el presente repaso es el siguiente:    

3No soy un cuerpo. 4Soy libre.
5Pues aún soy tal como Dios me creó.

6El día comienza y concluye con esto. 7Y lo repetiremos asimismo cada vez que el reloj marque la hora, o siempre que nos acorde­mos, entre una hora y otra, que tenemos una función que trans­ciende el mundo que vemos. 8Aparte de esto y de la repetición del pensamiento que nos corresponda practicar cada día, no se requiere ningún otro tipo de ejercicio, excepto un profundo aban­dono de todo aquello que abarrota la mente y la hace sorda a la razón, a la cordura y a la simple verdad.

4. Lo que nos proponemos en este repaso es ir más allá de todas las palabras y de las diferentes maneras de practicar. 2Pues lo que estamos intentando esta vez es ir más de prisa por una senda más corta que nos conduce a la serenidad y a la paz de Dios. 3Sencilla­mente cerramos los ojos y nos olvidamos de todo lo que jamás habíamos creído saber y entender. 4Pues así es como nos libera­mos de todo lo que ni sabíamos ni pudimos entender.

5. Hay una sola excepción a esta falta de estructura. 2No dejes pasar un solo pensamiento trivial sin confrontarlo. 3Si adviertes alguno, niega su dominio sobre ti y apresúrate a asegurarle a tu mente que no es eso lo que quiere. 4Luego descarta tranquila­mente el pensamiento que negaste y de inmediato y sin titubear sustitúyelo por la idea con la que estés practicando ese día.
6. Cuando la tentación te asedie, apresúrate a proclamar que ya no eres su presa, diciendo:

2No quiero este pensamiento. 3El que quiero es ________ .

4Y entonces repite la idea del día y deja que ocupe el lugar de lo que habías pensado. 5Además de estas aplicaciones especiales de la idea diaria, sólo añadiremos unas cuantas expresiones formales o pensamientos específicos para que te ayuden con tu práctica. 6Por lo demás, le entregamos estos momentos de quietud al Maes­tro que nos enseña en silencio, nos habla de paz e imparte a nues­tros pensamientos todo el significado que jamás puedan tener.

7. A Él le ofrezco este repaso por ti. 2Te pongo en Sus manos, y dejo que Él te enseñe qué hacer, qué decir y qué pensar cada vez que recurres a Él. 3Él estará a tu disposición siempre que acudas a Él en busca de ayuda. 4Ofrezcámosle este repaso que ahora comenzamos, y no nos olvidemos de Quién es al que se le ha entregado, según practicamos día tras día, avanzando hacia el objetivo que Él fijó para nosotros, dejando que nos enseñe cómo proceder y confiando plenamente en Él para que nos indique la forma en que cada sesión de práctica puede convertirse en un amoroso regalo de libertad para el mundo.


LECCIÓN 202

No soy un cuerpo. Soy libre.
Pues aún soy tal como Dios me creó.

1. (182) Permaneceré muy quedo por un instante e iré a mi hogar.

2¿Por qué habría de elegir quedarme un solo instante más donde no me corresponde estar, cuando Dios Mismo me ha dado Su Voz, la cual me exhorta a retornar a mi hogar?

4No soy un cuerpo. 5Soy libre. 6Pues aún soy tal como Dios me creó.


¿Qué me enseña esta lección?


Llamamos hogar al lugar donde habita nuestro cuerpo. Esa es la identidad del ego. Esa es la base firme donde se asientan sus creencias.

Pero ese hogar es ilusorio, forma parte del “sueño” que adormece nuestras mentes.
En ese hogar, convivimos con nuestras sombras, las cuales proyectamos sobre los demás. Convivimos con nuestros miedos, especialmente el de la soledad y el de la muerte.
Hacemos de ese hogar, nuestro campo de experiencia y nos alimentamos de las falsas verdades que extraemos de aquello que percibimos.

¿Cómo nuestro Padre ha podido situarnos en un hogar donde todo es ilusorio y efímero?
¿Cómo nuestro Hacedor nos va a dejar a la deriva en un mundo caótico, donde el sacrificio y el sufrimiento se han convertido en la única vía de ganarnos su respeto?

¿Acaso no es lógico que un padre ofrezca a sus hijos sus mejores regalos?
¿Acaso un padre que sea amoroso y compasivo va a elegir convertirse en el verdugo de sus propios hijos?
¿Qué padre no se complace al ver que su hijo corrige los errores cometidos?

Soy consciente de que el espacio tiempo en el que transita mi cuerpo no es mi verdadero hogar. Soy consciente de que mi hogar está junto a mi Padre, El cual espera pacientemente mi retorno. Soy consciente de ello.

Durante el tiempo que dure este transitar pasajero, haré consciente mi Divinidad en la tierra. Mis actos hablarán de Unidad, de Amor, de Felicidad.

Reflexión: Mi Salvación será una realidad, cuando haya despertado totalmente del sueño de la separación, recordando mi procedencia divina y reclame mi herencia.

jueves, 20 de julio de 2023

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 201

SEXTO REPASO

Introducción

1. Para este repaso utilizaremos sólo una idea por día y la practi­caremos tan a menudo cómo podamos. 2Además del tiempo que le dediques mañana y noche, que no debería ser menos de quince minutos, y de los recordatorios que han de llevarse a cabo, cada hora durante el transcurso del día, usa la idea tan frecuentemente como puedas entre las sesiones de práctica. 3Cada una de estas ideas por sí sola podría salvarte si verdaderamente la aprendie­ses. 4Cada una de ellas sería suficiente para liberaros a ti y al mundo de cualquier clase de cautiverio, e invitar de nuevo el recuerdo de Dios.

2. Con esto en mente, demos comienzo a nuestras prácticas, en las que repasaremos detenidamente los pensamientos con los que el Espíritu Santo nos ha bendecido en nuestras últimas veinte leccio­nes. 2Cada uno de ellos encierra dentro de sí el programa de estu­dios en su totalidad si se entiende, se practica, se acepta y se aplica a todo cuanto parece acontecer a lo largo del día. 3Uno solo basta. 4Mas no se debe excluir nada de ese pensamiento. 5Necesitamos, por lo tanto, usarlos todos y dejar que se vuelvan uno solo, ya que cada uno de ellos contribuye a la suma total de lo que queremos aprender.

3. Al igual que nuestro último repaso, estas sesiones de práctica giran alrededor de un tema central con el que comenzamos y concluimos cada lección. 2El tema para el presente repaso es el siguiente:    

3No soy un cuerpo. 4Soy libre.
5Pues aún soy tal como Dios me creó.

6El día comienza y concluye con esto. 7Y lo repetiremos asimismo cada vez que el reloj marque la hora, o siempre que nos acorde­mos, entre una hora y otra, que tenemos una función que trans­ciende el mundo que vemos. 8Aparte de esto y de la repetición del pensamiento que nos corresponda practicar cada día, no se requiere ningún otro tipo de ejercicio, excepto un profundo aban­dono de todo aquello que abarrota la mente y la hace sorda a la razón, a la cordura y a la simple verdad.

4. Lo que nos proponemos en este repaso es ir más allá de todas las palabras y de las diferentes maneras de practicar. 2Pues lo que estamos intentando esta vez es ir más de prisa por una senda más corta que nos conduce a la serenidad y a la paz de Dios. 3Sencilla­mente cerramos los ojos y nos olvidamos de todo lo que jamás habíamos creído saber y entender. 4Pues así es como nos libera­mos de todo lo que ni sabíamos ni pudimos entender.

5. Hay una sola excepción a esta falta de estructura. 2No dejes pasar un solo pensamiento trivial sin confrontarlo. 3Si adviertes alguno, niega su dominio sobre ti y apresúrate a asegurarle a tu mente que no es eso lo que quiere. 4Luego descarta tranquila­mente el pensamiento que negaste y de inmediato y sin titubear sustitúyelo por la idea con la que estés practicando ese día.
6. Cuando la tentación te asedie, apresúrate a proclamar que ya no eres su presa, diciendo:

2No quiero este pensamiento. 3El que quiero es ________ .

4Y entonces repite la idea del día y deja que ocupe el lugar de lo que habías pensado. 5Además de estas aplicaciones especiales de la idea diaria, sólo añadiremos unas cuantas expresiones formales o pensamientos específicos para que te ayuden con tu práctica. 6Por lo demás, le entregamos estos momentos de quietud al Maes­tro que nos enseña en silencio, nos habla de paz e imparte a nues­tros pensamientos todo el significado que jamás puedan tener.

7. A Él le ofrezco este repaso por ti. 2Te pongo en Sus manos, y dejo que Él te enseñe qué hacer, qué decir y qué pensar cada vez que recurres a Él. 3Él estará a tu disposición siempre que acudas a Él en busca de ayuda. 4Ofrezcámosle este repaso que ahora comenzamos, y no nos olvidemos de Quién es al que se le ha entregado, según practicamos día tras día, avanzando hacia el objetivo que Él fijó para nosotros, dejando que nos enseñe cómo proceder y confiando plenamente en Él para que nos indique la forma en que cada sesión de práctica puede convertirse en un amoroso regalo de libertad para el mundo.


LECCIÓN 201

No soy un cuerpo. Soy libre.
Pues aún soy tal como Dios me creó.

1. (181) Confío en mis hermanos, que son uno conmigo.

2No hay nadie que no sea mi hermano. 3He sido bendecido con la unidad de la que gozo con el universo y con Dios mi Padre, el único Creador de la totalidad que es mi Ser, el cual es eternamente uno conmigo.

4No soy un cuerpo. 5Soy libre. 6Pues aún soy tal como Dios me creó.


¿Qué me enseña esta lección?

La visión de los cuerpos nos confirma que somos seres separados. Desde esta perspectiva errónea en la que se sustenta las creencias del ego, el otro es algo ajeno a mí y sus intereses se convierten en una amenaza permanente para mis intereses mundanos.  

Las relaciones especiales que se derivan de las necesidades del propio ego están fundamentadas en la necesidad de redimir el recuerdo de antiguas heridas causadas por el remordimiento y la culpa. Esta necesidad de “purificación” nos lleva a buscar a aquel que atacamos y establecer con él un vínculo de compromiso basado en sentimientos de compensación. El sacrificio por el otro se convierte en la moneda con la que pretendemos pagar nuestras culpas.

Pero todas estas relaciones especiales, así como cualquier otro tipo de relación surgidas desde la visión de la separación, estarán alimentadas por el miedo y el sufrimiento. Proyectamos sobre el otro aquello que nos hace sentirnos “sucios”, “pecadores”, inferiores”, “débiles” y a través del juicio, condenamos en los demás lo que no aceptamos de nosotros mismos. No podemos olvidar, que vemos fuera aquello que somos internamente.

Cuando se produzca en nosotros el despertar del sueño de la separación, cuando concibamos sólo y exclusivamente la Unidad que nos mantiene unidos al Padre, entonces, tan sólo podremos amar. Dando amor es como recibiremos amor. Pues dando es como tenemos. Lo que damos al otro, es como si nos lo diéramos a nosotros mismos, pues somos una Unidad.

Reflexión: ¿Qué es lo que me mantiene separado de mis hermanos? Soy consciente, de que esa distancia, es el camino de perdón que he de recorrer para alcanzar la Salvación y la Paz.

miércoles, 19 de julio de 2023

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 200

LECCIÓN 200

No hay más paz que la paz de Dios.

1. Deja de buscar. 2No hallarás otra paz que la paz de Dios. 3Acepta este hecho y te evitarás la agonía de sufrir aún más amargos de­sengaños, o de verte invadido por una sombría desesperación y una gélida sensación de desesperanza y de duda. 4Deja de buscar. 5No puedes hallar otra cosa que la paz de Dios, a no ser que lo que busques sea infelicidad y dolor.

2. Este es el punto final al que en última instancia todo el mundo tiene que llegar para dejar de lado toda esperanza de hallar felici­dad allí donde no la hay; de ser salvado por lo que tan sólo puede causar dolor; y de hacer paz del caos, dicha del dolor y Cielo del infierno. 2No sigas tratando de ganar por medio de la pérdida ni de morir para vivir. 3Pues no estarás sino pidiendo la derrota.

3. No obstante, con la misma facilidad puedes pedir amor, felici­dad y vida eterna en una paz que no tiene fin. 2Pide esto, y sólo puedes ganar. 3Pedir lo que ya tienes te lleva al éxito. 4Pedir que lo que es falso sea verdadero sólo puede conducir al fracaso. 5Per­dónate a ti mismo tus vanas imaginaciones y deja de buscar lo que no puedes encontrar. 6Pues, ¿qué podría ser más absurdo que buscar el infierno una y otra vez cuando no tienes más que abrir los ojos y mirar para darte cuenta de que el Cielo se encuentra ante ti, allende el umbral de una puerta que se abre fácilmente para darte la bienvenida?

4. Regresa a casa. 2Jamás encontraste felicidad en lugares extra­ños, ni en formas que te son ajenas y que no tienen ningún signifi­cado para ti, si bien trataste de que lo tuvieran. 3No te corres­ponde estar en este mundo. 4Aquí eres un extraño. 5Pero te es dado encontrar los medios a través de los cuales el mundo deja de parecer una prisión o una cárcel para nadie.

5. Se te concede la libertad allí donde no veías más que cadenas y puertas de hierro. 2Mas si quieres hallar escapatoria tienes que cambiar de parecer con respecto al propósito del mundo. 3Perma­necerás encadenado hasta que veas el mundo como un lugar ben­dito, liberes de tus errores a cada hermano y lo honres tal como es. 4Tú no lo creaste, así como tampoco te creaste a ti mismo. 5Y al liberar a uno, el otro es aceptado tal como es.

6. ¿Qué función tiene el perdón? 2En realidad no tiene ninguna, ni hace nada, 3pues es desconocido en el Cielo. 4Es sólo en el infierno donde se le necesita y donde tiene una formidable función que desempeñar. 5¿No es acaso un propósito loable ayudar al biena­mado Hijo de Dios a escapar de los sueños de maldad, que aun­que son sólo fabricaciones suyas, él cree que son reales? 6¿Quién podría aspirar a más, mientras parezca que hay que elegir entre el éxito y el fracaso, entre el amor y el miedo?

7. No hay más paz que la paz de Dios porque Él sólo tiene un Hijo, que no puede construir un mundo en oposición a la Volun­tad de su Padre o a la suya propia, la cual es la misma que la de Él. 2¿Qué podría esperar encontrar en semejante mundo? 3Este no puede ser real, ya que nunca fue creado. 4¿Es acaso ahí adonde iría en busca de paz? 5¿O bien tiene que darse cuenta de que tal como él ve el mundo, éste sólo puede engañar? 6Puede aprender, no obstante, a verlo de otra manera y encontrar la paz de Dios.

8. La paz es el puente que todos habrán de cruzar para dejar atrás este mundo. 2Pero se empieza a tener paz en él cuando se le per­cibe de otra manera, y esta nueva percepción nos conduce hasta las puertas del Cielo y lo que yace tras ellas. 3La paz es la res­puesta a las metas conflictivas, a las jornadas insensatas, a las búsquedas vanas y frenéticas y a los empeños sin sentido. 4Ahora el camino es fácil, y nos conduce por una ligera pendiente hasta el puente donde la libertad yace dentro de la paz de Dios.

9. No volvamos a perder el rumbo hoy. 2Nos dirigimos al Cielo, y el camino es recto. 3Sólo si procuramos desviarnos podemos retrasarnos y perder el tiempo innecesariamente por escabrosas veredas. 4Sólo Dios es seguro, y Él guiará nuestros pasos. 5Él no abandonará a Su Hijo necesitado, ni permitirá que se extravíe para siempre de su hogar. 6El Padre llama; el Hijo le oirá. 7Y eso es todo lo que hay con respecto a lo que parece ser un mundo sepa­rado de Dios, en el que los cuerpos son reales.

10. Ahora reina el silencio. 2Deja de buscar. 3Has llegado a donde el camino está alfombrado con las hojas de los falsos deseos que antes anhelabas, caídas ahora de los árboles de la desesperanza. 4Ahora se encuentran bajo tus pies. 5Y tú levantas la mirada y miras al Cielo con los ojos del cuerpo, que ahora te sirven sólo por un instante más. 6Por fin la paz ha sido reconocida, y tú pue­des sentir como su tierno abrazo envuelve tu corazón y tu mente con consuelo y amor.

11. Hoy no buscamos ídolos. 2La paz no se puede encontrar en ellos. 3La paz de Dios es nuestra, y no habremos de aceptar o querer nada más. 4¡Que la paz sea con nosotros hoy! 5Pues hemos encontrado una manera sencilla y grata de abandonar el mundo de la ambigüedad; y de reemplazar nuestros objetivos cambiantes por un solo propósito, y nuestros sueños solitarios por compañe­rismo. 6Pues la paz es unión, si procede de Dios. 7Hemos abando­nado toda búsqueda. 8Nos encontramos muy cerca de nuestro hogar, y nos acercamos aún más a él cada vez que decimos:

9No hay más paz que la paz de Dios, y estoy contento y agradecido de que así sea.


¿Qué me enseña esta lección?


Para encontrar paz debo estar limpio de culpa. Y la culpabilidad es la condición que hemos fabricado al albergar la creencia de que somos pecadores y de que hemos sido expulsados del Jardín del Edén, el hogar dispuesto por Dios para su Filiación.

Mientras que permanezcamos identificados con ese “sueño", en el que nos vemos separados de nuestro creador, buscaremos, ansiosamente, la paz, pues reconocemos en ella nuestra verdadera condición espiritual. Sin embargo, para que ese re-encuentro tenga lugar, tenemos que “despertar” y re-conocer que Somos Uno con Todo lo Creado.

No podremos estar en paz, mientras que busquemos el castigo para redimir nuestra conciencia pecadora. No podemos estar en paz, mientras que pensemos que debemos sufrir para alcanzar el perdón de nuestros pecados. No podemos estar en paz, mientras que creamos que debemos sacrificarnos por los demás para lograr su perdón.

Estaremos en paz, cuando tomemos consciencia de lo que Somos: Amor.

Estaremos en paz, cuando hagamos consciente a través de nuestras acciones el Pensamiento de la Unidad y reconozcamos en el rostro de nuestros Hermanos, el Rostro Sublime de Dios.


Ejemplo-Guía: "¿Has identificado ya lo que te priva del gozo de la Paz de Dios?

Fácil y directa. La cuestión que he elegido para reflexionar sobre la Lección de hoy, no da lugar a equívocos, ni a otras interpretaciones. Aunque, estoy proyectando una afirmación que quizás no compartas. He podido obviar que tal vez no compartas mi opinión de que la única y verdadera paz es la que Dios nos otorga.

Es posible que en mi anhelo por fundirme en ese remanso de felicidad, que supone la Paz de Dios, me haya olvidado de esa parte de mi que aún se encuentra prisionera de las falsas creencias. Si he de ser honesto conmigo y con las Enseñanzas, si mi ojos aún perciben el infierno experimentado por uno tan solo de mis hermanos, ese infierno se encuentra en mi interior. Si me hubiese liberado de sus cadenas, no lo percibiría, lo que no significa que uno de mis hermanos pueda estar experimentándolo. La diferencia está en verlo o no verlo, en percibirlo o no percibirlo, o lo que es lo mismo, en haberlo integrado en nuestra consciencia o en no haberlo hecho.

Cuando estemos preparados para ver tan solo la inocencia fuera de nosotros, entonces, estaremos dispuestos para gozar de la Dicha y de la Paz que Dios ha dispuesto en nosotros. Esta situación nos está revelando de que nuestra conciencia despierta del sueño en el que ha permanecido dormida.

Te preocupa no saber cuándo estás preparado para experimentar esa comunión de Paz. Pues no debes tener esa preocupación, no tendrás dudas. Será cómo encontrarse rodeado de luz o de oscuridad. En la luz, nada se ocultará a tus ojos. En la oscuridad, seguirá deseando luz para ver. Y, ¿cómo se evidencia esa situación?

Si ves la paz, la tendrás. Si no la ves, la buscarás. La vida nos ofrece Lecciones que Dios quiere que aprendamos. La recompensa de esas Lecciones de Vida, es la Paz. Pongamos unos ejemplos:
  • Me dirijo al trabajo en mi coche nuevo. Al llegar a un cruce, otro vehículo pierde el control y me golpea en la parte trasera, destrozándola por completo. Dejamos ahí la escena.
Si esta escena la viviésemos como protagonistas, ¿responderíamos igual que si la estuviésemos observando como tercera persona? No pasa nada, si tu respuesta es no. En una encuesta el no ganaría por mayoría absoluta. Pero, esa opinión reafirmada por la mayoría tan solo nos confirma, que nuestra conciencia se encuentra compartiendo la creencia en la separación, es decir, lo que me pasa a mi, nada tiene que ver con lo que le pase al vecino.

Podríamos incluso ahondar en nuestros argumentos y afirmar: ¿Estaría bueno que también me tuviesen que afectar los problemas ajenos? Lo más significativo de esta última reflexión es que en el fondo de este mecanismo de defensa, encontramos un profundo temor a sufrir. No queremos sufrir. Con ello, lo que estamos expresando de una manera inconsciente es que reconocemos que el modo en cómo percibimos el mundo nos produce dolor.

Volviendo al ejemplo del golpe en nuestro vehículo nuevo, si lo vivimos en primera persona, responderemos desde dolor personal, lo que sin duda nos llevará a una situación de sufrimiento, lo que conlleva la ausencia de paz.

Si la experiencia la vivimos en tercera persona, como un observador, nuestra respuesta nos llevará a emitir un juicio condenando al culpable de lo sucedido, pero no nos afectará en lo personal. A pesar de ello, dicha respuesta tampoco nos aporta una situación de satisfacción, de gozo y de paz. En verdad, lo que estamos haciendo es proyectar nuestra creencia en la separación, y para ello utilizamos nuestra habitual arma, el juicio condenatorio, el cual nos permite quitarnos la presión de la culpa, proyectándola sobre el comportamiento de otros.

Ambas respuestas, nos llevan a la misma situación: atacamos fuera para protegernos de nuestros miedos.

Ahora, imagina que tus creencias te hacen partícipe de una manera de pensar diferente a la que hemos descrito más arriba. Sí, tú eres el protagonista del coche nuevo , el cual ha sido golpeado y destrozado en su parte trasera. Pero para ti, más allá del apego que puedas sentir por tu vehículo, das más valor al modo en cómo respondes a las vivencias que la vida te ofrece. Valoras, por encima de cualquier hecho, la paz, pues tienes la certeza, de que esa paz es el fruto de un profundo reconocimiento, de que eres el Hijo de Dios. Esa creencia, te llevará a ver en el incidente una simple anécdota que te ofrece la oportunidad de perdonar y sobre todo de liberar de la culpa al agente que ha causado "aparentemente" la infracción. 

Si nos ponemos en el lugar del infractor, con plena conciencia de que hemos tenido la "culpa" de lo sucedido, ¿cómo nos sentiríamos si el conductor al que hemos destrozado su flamante coche nuevo, no le diese mayor importancia a lo sucedido, si no que se preocupa por nuestra situación personal? Ese comportamiento, lo agradeceríamos y llenaría nuestro corazón de gratitud. Es un acto de visión unitaria.

Lo único que pretendo con este ejemplo es poner de manifiesto, que la Paz verdadera, forma parte de nuestro interior, pues es la condición natural del nuestro Ser Espiritual. Para percibir dicha paz en este mundo, tenemos que ceder la hegemonía de nuestra vida al Espíritu y no a la personalidad egoica.

Reflexión: No puedes hallar otra cosa que la paz de Dios, a no ser que lo que busques sea infelicidad y dolor.

martes, 18 de julio de 2023

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 199

LECCIÓN 199

No soy un cuerpo. Soy libre.

1. No podrás ser libre mientras te percibas a ti mismo como un cuerpo. 2El cuerpo es un límite. 3El que busca su libertad en un cuerpo la busca donde ésta no se puede hallar. 4La mente puede ser liberada cuando deja de verse a sí misma como que está den­tro de un cuerpo, firmemente atada a él y amparada por su pre­sencia. 5Si esto fuese cierto, la mente sería en verdad vulnerable.

2. La mente que está al servicio del Espíritu Santo es ilimitada para siempre y desde cualquier punto de vista, transciende las leyes del tiempo y del espacio; está libre de ideas preconcebidas y dispone de la fortaleza y del poder necesario para hacer cual­quier cosa que se le pida. 2Los pensamientos de ataque no pue­den entrar en una mente así, toda vez que ha sido entregada a la Fuente del amor, y el miedo no puede infiltrarse en una mente que se ha unido al amor. 3Dicha mente descansa en Dios. 4¿Y quién que viva en la Inocencia sin hacer otra cosa que amar podría tener miedo?

3. Es esencial para tu progreso en este curso que aceptes la idea de hoy y que la tengas en gran estima. 2No te preocupes si al ego le parece completamente descabellada. 3El ego tiene en gran estima al cuerpo porque mora en él, y no puede sino vivir unido al hogar que ha construido. 4Es una de las partes de la ilusión que ha ayu­dado a mantener oculto el hecho de que él mismo es algo ilusorio.

4. Ahí se esconde y ahí se le puede ver como lo que es. 2Declara tu inocencia y te liberas. 3El cuerpo desaparece al no tener tú ninguna necesidad de él, excepto la que el Espíritu Santo ve en él. 4A tal fin, el cuerpo se percibirá como una forma útil para lo que la mente tiene que hacer. 5De este modo se convierte en un vehí­culo de ayuda para que el perdón se extienda hasta la meta todo­ abarcadora que debe alcanzar, de acuerdo con el plan de Dios.

5. Ten en gran estima la idea de hoy, y ponla en práctica hoy y cada día. 2Haz que pase a formar parte de cada sesión de práctica que lleves a cabo. 3No hay pensamiento cuyo poder de ayudar no aumente con esta idea, ni ninguno que de esta manera no adquiera regalos adicionales para ti. 4Con esta idea hacemos reso­nar la llamada a la liberación por todo el mundo. 5¿Y estarías acaso tú excluido de los regalos que haces?

6. El Espíritu Santo es el hogar de las mentes que buscan la liber­tad. 2En Él han encontrado lo que buscaban. 3El propósito del cuerpo deja de ser ahora ambiguo. 4Y su capacidad de servir un objetivo indiviso se vuelve perfecta. 5Y en respuesta libre de con­flicto e inequívoca a la mente que sólo tiene como objetivo el pensamiento de libertad, el cuerpo sirve su propósito y lo sirve perfectamente. 6Al no poder esclavizar, se vuelve un digno servi­dor de la libertad que la mente que mora en el Espíritu Santo persigue.

7. Sé libre hoy. 2Y da el regalo de libertad a todos aquellos que creen estar esclavizados en el interior de un cuerpo. 3Sé libre, de modo que el Espíritu Santo se pueda valer de tu liberación de la esclavitud y poner en libertad a los muchos que se perciben a sí mismos encadenados, indefensos y atemorizados. 4Permite que el amor reemplace sus miedos a través de ti. 5Acepta la salvación ahora, y entrégale tu mente a Aquel que te exhorta a que le hagas este regalo. 6Pues Él quiere darte perfecta libertad, perfecta dicha, así como una esperanza que alcanza su plena realización en Dios.

8. Tú eres el Hijo de Dios. 2Vives en la inmortalidad para siem­pre. 3¿No te gustaría retornar tu mente a esto? 4Practica entonces debidamente el pensamiento que el Espíritu Santo te da para el día de hoy. 5En él tus hermanos y tú os alzáis liberados; el mundo es bendecido junto contigo; el Hijo de Dios no volverá a llorar y el Cielo te da las gracias por el aumento de gozo que tu práctica le proporciona incluso a él. 6Dios Mismo extiende Su amor y feli­cidad cada vez que dices:

7No soy un cuerpo. 8Soy libre. 9Oigo la Voz que Dios me ha dado, y es sólo esa Voz la que mi mente obedece.


¿Qué me enseña esta lección?


El Hijo de Dios, Creado a Imagen y Semejanza de su Padre, ha heredado sus mismos Poderes Creadores, lo que le permite hacer uso de la Voluntad, del Amor y de la Inteligencia a su libre albedrío.

El Hijo de Dios es un Ser Creador en potencia. Al igual como ocurre con el ser humano, el nacimiento de un bebe nos anuncia la llegada de un ser, el cual, en estado potencial tiene los mismos atributos que sus padres, pero que deben ser desarrollados.

El Hijo de Dios, está llamado a Ser un Dios, por lo que podemos decir que se encuentra en pleno Proceso de Crecimiento Espiritual, con el propósito de alcanzar su condición Divina.

En ese Proceso de Crecimiento, el Hijo de Dios elige “ver” las cosas a su manera. Decide salir del “vientre materno” donde se estaba llevando a cabo su crecimiento, para afrontar la experiencia de la individualidad. Esa elección, dio lugar a lo que se conoce como el “pecado original”, aunque, en honor a la verdad, podemos llamarlo “pensamiento original”.

Ese pensamiento llevó a la Humanidad a identificarse con el mundo de la percepción y con el contacto de nuevas realidades a las que se le fue dando el valor de la realidad. Hasta tal punto fue esto así, que el mundo físico y el cuerpo, en concreto, pasó a ser nuestra única verdad.

La relación directa existente entre el Creador y su Hijo se vio afectada. El acto de elección de ver las cosas de otra manera, llevó a la Humanidad a creer en el “pecado” como el acto de desobediencia a su Padre. Desde entonces, lo material pasa a interpretarse como la causa que dio origen a la culpa, a la creencia en la separación, a la necesidad del castigo, del sufrimiento, del dolor, como vías de redención para liberarnos de nuestro pesar.

Es preciso despertar de ese demente sueño que nos ha mantenido prisioneros de un error: la culpabilidad. Nos hemos creídos expulsados del Hogar de nuestro Padre y ello ha dado lugar a que alberguemos un profundo miedo y temor ante la soledad.

Al preferir ver el mundo material, hemos perdido la conexión con nuestro verdadero Hogar. Pero en verdad, jamás hemos dejado, ni un solo instante, de habitar en él.

El cuerpo fabricado por el Hijo de Dios no es la fuente del “pecado”, ni tan siquiera del “error”, pues el cuerpo no tiene la propiedad de crear. Debemos dirigir nuestra atención a la mente para encontrar la verdadera y única causa que nos hace ver lo que vemos.

Al estar nuestra mente identificada con el error, debemos pedir al Espíritu Santo que nos ayude ofreciéndonos la “expiación” de nuestros errores.

Una vez libre de esos errores, percibiremos al cuerpo de forma diferente. Lo utilizaremos como vehículo de comunicación y de este modo podremos expresar nuestros atributos con el fin de colaborar en el Plan de Salvación de Dios.

¡Qué nuestros actos sean la manifestación de la Voluntad, del Amor y de la Inteligencia del Padre!

¡Qué así sea!


Ejemplo-Guía:"La tentación, no encuentra su causa en el cuerpo, sino en el deseo"

Este ejemplo puede ampliarse y servirnos para tratar la temática de los hábitos que consideramos perniciosos.

Si enfocamos esta reflexión, partiendo de la base de que algo externo a nosotros nos puede hacer daño, estaremos "desenfocando" el tema, pues debemos ser conscientes de que la causa de toda experiencia no se encuentra en sus efectos, en lo que hacemos o dejamos de hacer, sino en la energía mental de donde emana el pensamiento o deseo que nos impulsa a actuar.

Por otro lado, alimentar la creencia de que algo es malo o bueno, nos lleva a darle credibilidad, o lo que es lo mismo, lo hacemos real y por lo tanto, lo experimentaremos con toda la fuerza de nuestros sentidos físicos.

Por lo tanto, ya tenemos dos argumentos para no tocar este tema a la ligera y llegar a la conclusión, de que si el hábito del tabaco es malo para nuestra salud, lo que debemos hacer es luchar contra ese hábito, adoptando nuevos hábitos o simplemente castigándonos cuando no conseguimos reprimir nuestro deseo por fumar.

Nuestra cultura formativa está basada en conceptos empíricos, es decir, la experiencia se ha convertido en la madre de todas las ciencias, y cuando esa experiencia es compartida y pasa los filtros de las reales academias, se convierte en una cátedra. Esa verdad es acuñada en la piedra con el propósito de que sea capaz de soportar el paso de los años.

Pero, esas verdades de piedra, se han visto relegadas por nuevas verdades y ello nos ha llevado a destruir los dolmenes de granito que le daban cobijo para erigir nuevas formas de verdades cada vez más sólidas.

Tratamos de aplicar el saber universal a los casos individuales, sin tener en cuenta de que el Ser en su interior posee la llave de la libertad, mientras que las verdades que la sociedad trata de aplicar se encuentran celosamente custodiadas en cajas blindadas donde nadie pueda arrebatarla ni hacerle daño. Si el hábito del tabaco es malo, porque así lo ha determinado la ciencia médica, todo el mundo debe grabarse en su mente esa verdad y cada vez que alguien se fuma un cigarro, la sombra de la muerte ronda por su inconsciente, amenazándole con llevarle directo al hospital.

¿Qué es más dañino, el fumarse un cigarro o el miedo a padecer un cáncer de pulmón?

No se apresuren a juzgarme por esta reflexión. No pretendo defender ninguna de las dos afirmaciones. Yo fui fumador en mi juventud y posteriormente dejé de hacerlo por la misma razón que decidí fumar por primera vez, por un simple acto de voluntad. Sin más calificativos.

Estoy convencido, de que todos tenemos algún hábito al que consideramos "malo" para nuestra salud física, mental o espiritual. Pienso esto, pues todos somos co-partícipes de una educación en la que hemos heredado y seguimos heredando una cultura formativa basada en el miedo, en el temor, en la culpa.

En el Antiguo Testamento nos habla de la Ley del Talión, "Ojo por ojo y diente por diente". La encontramos en el Levítico 24:20-21:

20 Fractura por fractura, ojo por ojo, diente por diente; según la lesión que haya hecho a otro, así se le hará. 21 "El que mate un animal, lo restituirá, pero el que mate a un hombre, ha de morir.


En el Nuevo Testamento:

“Sabéis que se dijo: No cometas adulterio. Pero yo os digo: El que mira con malos deseos a la mujer de otro, ya está adulterando con ella en el fondo de su corazón. Así que, si tu ojo derecho es para ti ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo lejos de ti. Más te vale perder una parte del cuerpo que ser arrojado entero a la gehena. Y si tu mano derecha es para ti ocasión de pecado, córtatela y arrójala lejos de ti. Más te vale perder una parte del cuerpo que ser arrojado entero a la gehena” (Mateo 5:27-30).
Hoy día, cualquiera de nosotros puede identificarse con cualquiera de las dos medidas que se exponen en los párrafos anteriores. De hecho, en la ley mosaica, la ley del talión aparece en Éxodo 21:23-25,3 en Levítico 24:18-204 y en Deuteronomio 19:21.5 En el judaísmo seguirá vigente este sistema hasta la época talmúdica, cuando se decidió modificar la pena por una de tipo económico. En el cristianismo pierde su fuerza a raíz del Sermón de la montaña.

Nuestras mentes han bebido de esas costumbres arraigadas en nuestro interior. De hechos somos co-creadores de ellas. Nuestro comportamiento diario está inspirado por dichas leyes y cuando nos creemos separados de los demás y de nuestro Creador, nos alimentamos con los manjares que nos ofrece el mundo material y lo hacemos hasta saciarnos, sin encontrar en él, un sólo alimento que sacie nuestro apetito ni nuestra sed.

No es el ojo, ni el diente, ni tan siquiera la mano la que hay que arrancar y arrojar al fuego purificador, pues no son los órganos de nuestro cuerpo los que nos tientan, sino nuestros pensamientos al identificarse con el mundo de percepción, el mundo de los sentidos corporales. Por lo tanto, ese ojo que nos lleva a mirar lo impuro, está haciendo alusión a la nueva mirada que debemos adoptar; esos dientes que devoran las carnes de la perdición, deben utilizarse para degustar los nuevos manjares de la consciencia y esa mano, que nos lleva a apoderarnos de lo que no es nuestro, debe inspirarnos la acción correcta para sentirnos unido a nuestros hermanos y formar el único y verdadero vínculo del amor.

Reflexión: El cuerpo desaparece al no tener tú ninguna necesidad de él, excepto la que el Espíritu Santo ve en él.