domingo, 24 de febrero de 2013

Visión espiritual para curar el cáncer (I)

“El cáncer es una de las primeras causas de muerte a nivel mundial; en 2008 se le atribuyeron 7,6 millones de muertes (aproximadamente, el 13% del total)”.

"El cáncer ya es hoy la principal causa de muerte en muchos países de altos ingresos y en las próximas décadas será una de las principales causas de incidencia y mortalidad en cada región del mundo".

"Hoy tenemos cerca de 7 millones de casos de cáncer en el mundo cada año. Para el año 2030 habrá más de 22,2 millones, lo cual es un incremento de 75%".

Testimonios escalofriantes y no menos frustrantes, proviniendo de fuentes oficiales de organismos de la salud. A pesar de los importantes adelantos en medicina, la proliferación de esta enfermedad, parece ganarle la carrera a las medidas que se vienen adoptando desde el punto de vista científico. Es cierto, que podemos  hablar de importantes avances con respecto a esta enfermedad, sin embargo, todo parece indicar, que afrontar su curación, exclusivamente, desde el punto de vista material, es decir, sanar el cuerpo físico, sin dedicarle atención a factores mentales y emocionales, no acaba de conseguir los resultados esperados
Es por ello, que me propongo abrir un espacio de debate donde ir recogiendo testimonios, conocimientos, teorías y vivencias de personas que nos aportan una visión y un enfoque diferente para hacer frente a las enfermedades y en particular al cáncer. En el seno de esta nueva visión, ya se habla del nuevo paradigma de la salud, donde su principal cimiento se sustenta en la visión holística del ser: Cuerpo, Mente, Emoción y Energía.
Os dejo un primer testimonio que he encontrado a través de la ONG CanVi, cuyo contenido considero muy interesante y entiendo que es necesario compartir.

Hoy en día parece que nadie tiene clara la repuesta a esta pregunta. Los médicos responden a esta pregunta explicando el mecanismo de proliferación anormal de las células. Responden explicando el cómo, pero no el por qué. -“Factores múltiples”- dicen la mayoría. Pero la realidad es que ningún oncólogo es capaz de contestar a esa pregunta de un modo satisfactorio.
Para responder a esta pregunta, creo yo, hay que situarse un poco más lejos. Hay que alejarse del microscopio para ver con claridad qué es lo que realmente ha enfermado; una persona, no una célula.
Una persona con una vida. Una vida que quizás es la que ha originado esa enfermedad. Una vida, quizás, enfermiza.
Pero empecemos por el principio:
Una persona con una determinada personalidad está viviendo su particular vida. De repente, un día siente que algo va mal y acude al médico. Éste le hace una serie de pruebas y concluye que esa persona ha desarrollado una enfermedad llamada “cáncer”. Esa persona, con esa personalidad y con esa vida, ha generado en su cuerpo el cáncer. No ha sido infectada por ningún virus, ni ha sufrido ningún accidente, ni sufre algo congénito, simplemente su cuerpo ha enviado la orden a un grupo de células para que se multipliquen a un ritmo anormal y no mueran, creando así lo que llamamos “tumor”. A su vez, este tumor se irá nutriendo y creciendo indefinidamente, destrozando las células de alrededor e incluso enviando células a otra parte del cuerpo, dando lugar a lo que llamamos “metástasis”.
En definitiva, el cuerpo, por sí mismo, ha empezado un proceso de autodestrucción. Porque eso es precisamente lo que es el cáncer, un proceso de autodestrucción.
¿Por qué el cuerpo decide empezar a destruirse?
Ahora ya nos vamos acercando más, estamos empezando a hacer las preguntas correctas. Algo le estaba pasando a ese cuerpo para que decida que no quiere seguir viviendo.
¿Qué debe ser tan terrible, tan insoportable, que es mejor la muerte?
Ésta es una pregunta clave. Y la respuesta sólo la sabe la persona que ha desarrollado la enfermedad. Sólo la persona que ha empezado ese proceso de autodestrucción sabe en el fondo de su ser qué cosas (circunstancias, heridas, presiones, obligaciones, crueldades, personas, actitudes, pérdidas, carencias, frustraciones,…) son las que han hecho su vida tan insoportable que su cuerpo ha decidido que no las puede soportar más y que prefiere morir.
En el fondo todos los que hemos enfermado de cáncer sabemos cuáles son esas cosas, pero muchas veces no somos conscientes. Por mucho que lo pensemos no encontramos cosas tan graves como para justificar esta especie de “suicido inconsciente”.
Pero esos motivos están ahí, y existen mil maneras de llegar a ellos. Ejercicios, meditaciones, terapias… las herramientas son muchas pero el camino es sólo uno: el autodescubrimiento.
Descubrir quiénes somos. Conocernos a nosotros mismos.
El autoconocimiento es el único camino para llegar a esas respuestas tan importantes para conseguir detener el proceso y regenerarnos para volver a la salud que nos pertenece. Si no encontramos los motivos que hicieron que nuestro cuerpo decidiera enfermar es muy difícil que éste deje de hacerlo. Por el contrario, si empezamos un camino de autoconocimiento y autoestima, podremos ir encontrando las respuestas a estas preguntas tan cruciales.
Una vez conozcamos los motivos que nos enfermaron, podremos cambiar la manera como entendíamos esas cosas para pasar a entenderlas y vivirlas de una manera sana.
Si lloramos las pérdidas, perdonamos a los que nos han hecho daño, nos perdonamos a nosotros mismos y nos queremos incondicionalmente estaremos eliminando las causas de nuestro cáncer. Cuando éstas no estén, la enfermedad ya no tendrá razón de ser.
No quiero que penséis que esto es simplemente una especulación teórica. Digo estas palabras porque este proceso lo he vivido en mi cuerpo y he visto como las personas que hacían este trabajo han hecho que su cáncer se fuera tal y como vino. No voy a decir que sea tan fácil como parece, todo lo contrario.
Afrontar nuestros más profundos miedos y dolores es quizás la tarea más dura que exista.
Pero es necesaria, sin duda, si queremos vivir. Porque, de alguna manera, nuestro cuerpo ha dicho que la vida tal como la entendíamos no tenía sentido. Hemos de aprender a entender la vida de otra manera totalmente distinta a la que lo hacíamos antes, sólo así la vida tendrá por fin sentido, y nuestro cuerpo querrá seguir viviendo.
¿Y si curar el cáncer no fuera tan difícil?
Quiero invitaros a compartir conmigo una reflexión que, aunque a priori pueda sorprender por su planteamiento, a lo mejor no es tan descabellada.
Quiero empezar con un ejemplo: el dolor de espalda. Imaginad una persona que por no poner mucha conciencia ha hecho un esfuerzo demasiado grande al cargar una caja y un músculo de su espalda no ha soportado la tensión y se ha desgarrado.
A raíz de esa lesión, cada vez que la persona quiere realizar una acción que supone utilizar ese músculo, éste a través de la sensación que conocemos como “dolor” le envía la orden de que no debe usarlo porque está intentando recuperarse. Necesita reposo para regenerarse.
Si la persona no le atiende y anula los mensajes de dolor del músculo con analgésicos y sigue realizando esfuerzos con ese músculo, éste no podrá recuperarse y volver a estar sano. Al contrario, cada vez estará peor.
La única manera de que el músculo pueda volver a estar sano es que el hombre escuche la señal que le envía el músculo de que debe hacer reposo. El esfuerzo desgarró el músculo. Más esfuerzo lo desgarrará más. El músculo necesita que el hombre no vuelva a hacer lo que le enfermó, y le está enviando la información a través de la sensación de dolor.
Ahora hagamos la analogía con el cáncer.
Una persona sufre demasiada tensión emocional y psicológica por un acontecimiento concreto (una pérdida, una discusión, un abandono, una crisis vital,…), y esta tensión provoca un desgarro psicológico o emocional. Este desgarro acaba afectando al cuerpo y produciendo una anomalía en la zona del cuerpo que está relacionada simbólicamente con el conflicto.
El cuerpo intenta comunicar a la persona que se ha producido un desgarro y que conviene sanarlo, y lo hace de la única manera que puede, a través de la sensación de malestar (dolor, presión, pinchazos,…) en la parte del cuerpo que da la pista para saber de qué tema se trata. Sigamos con la analogía. La persona no entiende esos mensajes por simple ignorancia, porque nadie le ha dicho que lo que intenta comunicarle su cuerpo es que hay una herida psico-emocional que ha de ser sanada.
La persona no atiende al mensaje y toma medicación para las molestias que sufre. Pero la herida necesita que la persona deje de hacer aquello que le hizo enfermar. La persona no es consciente de que sigue haciendo aquello que le enfermó; sigue siendo de la misma manera y sigue haciendo las mismas cosas que provocaron esa herida y, con ella, la enfermedad.
De la misma manera que el músculo no podía sanar sin reposo, la herida emocional no podrá sanar si la persona no cambia aquello que la generó. Al contrario, cuanto más tiempo siga con la misma actitud, más grande será el desgarro, más grande será el tumor.
Con un tiempo determinado de reposo, el cuerpo regenera el músculo hasta hacer que vuelva a estar sano.
¿Y si al cambiar la pauta que produjo el desgarro psico-emocional el cuerpo sanara el cáncer con la misma sencillez y naturalidad?
A lo mejor curar el cáncer no es tan difícil como parece. A lo mejor estamos intentando curarlo como si intentáramos curar un desgarro con analgésicos y siguiendo haciendo esfuerzos. A lo mejor por eso el cáncer es tan insistente. Como mínimo, valdría la pena intentar comprobar si esta hipótesis es cierta. Sobre todo cuando el único efecto secundario que produce la terapia a seguir para intentar sanar esa herida es un mayor conocimiento de nosotros mismos".
La Vida Cancerígena por Alejandro Fajardo.
¡Sólo cuando queremos, podemos!