sábado, 14 de diciembre de 2019

La Religión del Padre: "Las Bienaventuranzas" 3ª parte

“Bienaventurados los mansos, ya que ellos heredarán la Tierra”. (Mt 5:5)

Esta Bienaventuranza refleja la dinámica de Hesed.

La mansedumbre es una de las reglas fundamentales en el reajuste del comportamiento humano y Cristo manifestaría esa virtud más de una vez bajo distintos aspectos, al recomendar que se ofrezca la otra mejilla al agresor o al exhortarnos a que amemos a nuestros enemigos.

La mansedumbre ante las imposiciones de nuestra vida ordinaria es recomendable, porque esas exigencias, deberes y obligaciones que nos atenazan, no son más que el reflejo de nuestros propios actos vistos al revés, como la imagen que aparece en el espejo. Se nos exige en la medida en que hemos exigido: se nos impone en la medida en que nosotros hemos impuesto; se nos obliga en la medida en que nosotros hemos obligado. Y ello, no porque exista un Dios vengativo que pretenda castigarnos, sino que se trata simplemente de que comprendamos las asignaturas que no hemos sabido asimilar, se trata de un aprendizaje consentido por el alma de cada ser humano, no de un castigo. Una vida de opresión es la continuación lógica de una vida de poder oprimente.

El antídoto de todas estas injusticias, es la mansedumbre porque aceptando las imposiciones de los demás, sean individuos o fuerzas sociales, no haremos más que restablecer el equilibrio que antes se ha roto y poner las cosas donde deben estar. Por el contrario, si se reacciona, si el individuo se rebela contra lo aparentemente injusto, estará prolongando en realidad el reino de la injusticia y puede pasarse toda la vida enfrentado con los demás, en un estado de guerra permanente y sin fin.

La mansedumbre es el camino más recto para ir a la libertad, aunque en la organización de la sociedad pueda parecer lo contrario, puesto que cuando la causa lejana que produce la agresión actual agota su dinamismo, la agresión cesa automáticamente. La mansedumbre es el polo contrario de la ambición. Hoy en día la ambición es contemplada como una virtud y la sociedad entera se vuelca para estimularla, para sacar al hombre de sus casillas ordinarias y llevarlo más allá de sí mismo, bien sea en sus necesidades de consumo diario o en el ejercicio de sus poderes intelectuales.

Lo bueno, para nuestra sociedad, es consumir más, viajar más, leer más, trabajar más, escalar más y más puestos, olvidando que cada alma tiene su norma, que cada ser se mueve en una órbita natural y que los apetitos naturales vienen de dentro y son antinaturales si son estimulados desde fuera. Esta sociedad, gobernada por la ambición, ha alcanzado más rápidamente metas materiales, pero no puede decirse que los ambiciosos hayan conquistado el reino de la Tierra porque la misma ambición mata los goces que produce y deja la tierra convertida en un reino poco apetecible que ofrece placeres irrisorios.

Incluso los que han conquistado cimas sociales que pueden parecer envidiables y que van por el mundo cargados de yates y de mansiones de ensueño, se ven amenazados por la provisionalidad de ese reino, y más tarde o más temprano, en ésta o en otra vida, puede que se vean derribados de su pedestal y tengan que volver a empezar armados de un pico y de una pala.

La mansedumbre conduce a la paz, es decir, a una vida en la que nada se opone a la realización de la voluntad natural del individuo, que puede así realizar su vocación y exteriorizar su talento en perfecta libertad, sin que nadie invada su espacio humano. A esto se refería Cristo cuando decía que los mansos heredarán la Tierra, o sea, dispondrán de su pedazo de universo, según sus capacidades, según su fuerza de voluntad.

Entonces, ¿no es lícito aspirar a ser más de lo que se es? Tal vez no sea lícito hacerlo si con esa aspiración se violenta el medio natural en que hemos nacido; si esa aspiración exige una ruptura con nuestro país, con nuestra familia y un quebrantamiento de las reglas de la sociedad que nos ha formado. La mansedumbre exige no meter goles en la portería defendida por nuestro propio hermano. Cada uno de nosotros nace en el lugar más adecuado para vivir las experiencias solicitadas por la parte divina que le habita, y se encuentra integrado en la situación más adecuada para obtenerlas. Pretender recoger experiencias fuera de ese contexto, equivale a menudo a dar a nuestro Ego Superior una cosecha de coles, cuando lo que nos ha pedido son patatas.

A los mansos se les promete la tierra: el dominio de lo material, la tranquilidad. Se les promete aquello que la gente acostumbra a pensar que solo se consigue por medio de la violencia, la lucha, o la competencia. El hecho es que, como dice el refrán, "si uno no quiere, dos no se pelean"; la presión que recibimos del exterior es exactamente la misma que nosotros hacemos contra él.

El problema es que se nos ha enseñado a creer que solo haciendo presión nos haremos un sitio en el mundo. Y esto hace que el mundo en que vivimos aparezca como algo inhóspito y peligroso. El mundo no es un lugar inhóspito y peligroso, somos nosotros quienes lo hacemos así. El reino de los cielos no es algo que está en otro mundo ni en otra dimensión, es un estado de conciencia posible, aquí y ahora; desde este estado la tierra deja de verse como algo malo y duro. La mayor parte de las dificultades y contenciosos se resuelven por si solos en el momento en que uno deja de luchar, en el momento en que uno se da cuenta de que no necesita tantos condicionantes para vivir. Además, la mayor parte de las discusiones no resultan tanto de problemas reales como de la susceptibilidad del amor propio y los complejos de inferioridad.

La mansedumbre auténtica no tiene ninguna relación con el miedo. Es más bien una actitud del hombre cooperando con Dios, “Hágase tu voluntad.” Engloba la paciencia y la indulgencia, y está motivada por una fe imperturbable en un universo justo y amistoso. Domina todas las tentaciones de rebelarse contra el gobierno divino. Jesús fue el hombre manso ideal de Urantia, y heredó un vasto universo.


ENFOQUE EXOTÉRICO

Mansos proviene de una palabra griega que tiene 3 significados:

Gentil: Amable, cortés.
Manso: De condición benigna y suave.
Afable: Agradable, dulce, suave en la conversación y el trato.

Por lo tanto las tres primeras bienaventuranzas están completamente entrelazadas, ya que aquellos que son pobres de espíritu y los que lloran, difícilmente serán de un grupo distinto a los mansos de este versículo.

Existió en el Antiguo Testamento un gran ejemplo reconocido por Dios, Moisés. Tan manso y humilde que temía en todo a Jehová y este mismo dio testimonio de eso (Numero 12.3). Existen además algunos pasajes con respecto a algunos otros personajes que mostraron mansedumbre en algún momento de su vida, como por ejemplo Jeremías (Jeremías 26.14) y Esteban (Hechos 7.60), entre otros. Pero lejos el mayor ejemplo en todo siempre será nuestro Salvador Jesucristo.

La mansedumbre es una de las principales características de Cristo, de hecho se predijo que Él entraría a Jerusalén de forma humilde, sobre un pollino (Mateo 21.5; Zacarías 9.9). Además, nos hace un llamado a aprender de Él la mansedumbre y no solo aprenderla si no que además, colocarnos el yugo junto con él para ponerla en práctica (Mateo 11.29). Pedro en su primera carta también da testimonio de esta gran condición del corazón de Jesús (1 Pedro 2:23). Él nos deja una gran enseñanza, Jesús, no se preocupaba de responder o maldecir a alguien, dejaba todo en mano de Dios ya que el seré el que juzgue, cosa que también enseña Pablo a los romanos (Romanos 12:19).

Hay algunas cosas importantes sobre la mansedumbre que debemos revisar:

Debe ser buscada (Sofonías 2:3). De esta forma se advirtió a las naciones que quizás fuesen salvadas de la ira de Dios.

No debemos resistir a crecer o practicarla (Lucas 6:29). En este pasaje Jesús nos indica como unir el amor con la mansedumbre. La enseñanza es clara, si alguien nos hace algún mal, no debemos tomar ningún tipo de represalia en su contra, más bien debemos amarlo, hacerle bien, bendecirlo y orar por este.

Es un fruto del espíritu (Gálatas 5:22-23). Si no tenemos el Espíritu Santo, difícilmente podremos dominar en mansedumbre la carne, por lo que también será difícil amar a nuestros enemigos, pero teniendo el Amor de Dios en nuestros corazones, si lo podemos hacer. En ese mismo sentido, si no tenemos este Fruto del Espíritu, la tarea será aún más difícil, por no decir imposible en algunos casos.

Es esencial en la enseñanza (2 Timoteo 2:25). No debemos enseñar con el garrote si no con amor y paciencia, rogando que aquellos que escuchan, Dios les conceda el entendimiento.

Es esencial al escuchar (Santiago 1:21). Así como se enseña con mansedumbre de esa misma forma debemos oír la enseñanza de su palabra.

Debemos practicarlas con los hermanos de la fe (Gálatas 6:1). Debemos considerarnos a nosotros mismos (Lucas 6:31) al momento de corregir alguna falta. De esta forma también mostramos andar dignos en Cristo (Efesios 4:1-2; Colosenses 3:12).

Esto es de grande estima delante de Dios (1 Pedro 3:3-4). Esta forma de ser, debe ser nuestro atavío interno, lo externo es solo esa apariencia corruptible, más nosotros como hijos de Dios debemos vestirnos con el ornato incorruptible interno.

Por actuar de esta forma tenemos una gran bienaventuranza, una promesa desde mucho tiempo atrás: "Porque ellos recibirán la tierra por heredad" (Salmo 37.11). Esta es una clara alusión a la promesa entregada por Dios a su pueblo en el Antiguo Testamento de darles la tierra prometida. Para nosotros la herencia es algo distinta. Por medio de la fe (Romanos 4:13) se nos promete ser coherederos con Cristo (Romanos 8:17). Así nos transformamos en herederos de Dios (Gálatas 4:7) y en un tiempo no muy lejano, seremos herederos no solo de la tierra, si no que de todo (Apocalipsis 21.7).

No nos queda más que ser mansos primeramente a Dios y también como él nos enseña, a todas las autoridades, demostrando con esa vestimenta interna, que somos herederos de Dios y coherederos con Cristo.

Fuentes consultadas: Libro de Urantia. Curso de Interpretación Esotérica de los Evangelios (Kabaleb). Ricardo Bentancur (El Centinela). Palabra Integral.

Continuará...

viernes, 13 de diciembre de 2019

La Religión del Padre: "Las Bienaventuranzas" 2ª parte

“Bienaventurados los afligidos (los que lloran); ya que ellos recibirán consuelo”. (Mt 5:4)

Si la Bienaventuranza anterior, decíamos que estaba relacionada con la dinámica del Séfira Hochmah, en la que estamos analizando puede reconocerse la dinámica de Binah. Cristo anunciaba implícitamente con esta Bienaventuranza la Ley de alternancia, que hace que las cosas cambien. La aflicción puede ser física o puede ser moral. En ambos casos es algo provisional, destinado a desaparecer. Es algo que el propio individuo ha hecho necesario, en virtud de pasadas actuaciones, pero que no puede durar porque la aflicción está sometida a la fuerza de repulsión que la destruye y le sucede el estado de consuelo, que representa una restitución de aquello que había perdido, trátese de salud, de afecto o de posesiones materiales, tal como aparece en la historia de Job, que es una ilustración de cómo el afligido es consolado cuando comprende los motivos de su aflicción.

El Reino que anunciaba Jesucristo es el del vasto consuelo, es aquél en el cual se encuentra todo lo que en el humano peregrinaje se ha perdido, es un ancho océano de amor, de sabiduría, de gracia, y cuando ese reino se derrama sobre el alma, no puede subsistir en ella ninguna aflicción. Pero a veces las aflicciones humanas son largas, porque largos y duraderos han sido los errores que han conducido a ellas y ocurre que el enfermo, el desdichado, se identifica con su mal y con su desdicha, pensando que la salud y la dicha no son para él.
Esta actitud paraliza la llegada del consuelo. O bien se rebela contra lo que le está ocurriendo, poniendo en duda la justicia de Dios, lo cual tiene como efecto apartarle igualmente de las dulces aguas del consuelo. Al unir el consuelo con la aflicción, Jesús quería significar lo que luego ilustraría con su propia vida, al curar instantáneamente a los que se acercaban a él para tocar su gracia.

Quería decirles a todos los afligidos que la recuperación está a su alcance, si en ellos adviene ese estado de confianza que se llama Fe. Poco importa la gravedad de sus aflicciones y que los médicos las consideren o no curables. El dictamen médico tiene un valor en el mundo profano, pero en el Reino del Padre todo es perfecto y cuando el alma humana se ha vinculado a él, la perfección de arriba desciende sobre el enfermo, y al instante queda sanado.

Vosotros los que sufrís, los que en vuestro itinerario os veis cargados con lacras físicas o morales, elevad vuestros pensamientos y vuestros sentimientos hacia esa esfera de confianza que se llama Fe y las aguas del consuelo se derramarán sobre vosotros limpiando todas las lacras.

A los que lloran se les promete el consuelo. No es esto una alabanza de la autocompasión sino una distinción entre el sufrimiento mecánico y el sufrimiento consciente. En la vida habitual llorar es algo mal visto. La gente se siente obligada a decir que está "muy bien" cuando se les hace la pregunta de rigor; porque estar mal se considera algo vergonzoso, una especie de fracaso personal.
Existe la idea de que el mundo ofrece suficientes alicientes para ser feliz y de que quien no lo consigue es porque es un incompetente o un tarado mental. El hecho es que la gente huye del dolor como gato escaldado e intenta una y otra vez conseguir la felicidad a base de poseer cosas, personas o cargos. También es un hecho que el intento es vano, aunque todo el mundo crea que el vecino lo ha conseguido.

En la medida en que identificamos nuestra felicidad con algo externo, nos estamos condenando a no alcanzarla. Por tanto, la infelicidad, la soledad y el dolor subsisten; y, lo que es peor, no existe la más mínima esperanza de colmar este déficit. En cambio, quien acepta el dolor como algo inherente a su estado de conciencia está en condiciones de buscar y encontrar esta felicidad, este consuelo; porque se ha dado cuenta de que su estado de conciencia se puede modificar y está dispuesto a trabajar en tal sentido.

El llamado sentido común o la lógica más superior nunca sugerirían que la felicidad puede surgir de la aflicción. Pero Jesús no se refería a la aflicción externa u ostentatoria.
Hacía alusión a una actitud emotiva de ternura de corazón. Es un gran error enseñar a los niños y a los jóvenes que no es varonil mostrar ternura o, por otra parte, dar testimonio de sentimientos emotivos o de sufrimientos físicos. La compasión es un atributo valioso tanto en el hombre como en la mujer. No es necesario ser insensible para ser varonil. Ésta es la manera equivocada de crear hombres valientes. Los grandes hombres de este mundo no han tenido miedo de afligirse. Moisés, el afligido, fue un hombre más grande que Sansón o Goliat.
Moisés fue un guía extraordinario, pero también estaba lleno de mansedumbre.
Ser sensible y reaccionar antes las necesidades humanas crea una felicidad auténtica y duradera, y al mismo tiempo estas actitudes benévolas protegen el alma contra las influencias destructivas de la ira, el odio y la desconfianza.

La Virtud del Consuelo

Se cuenta que Esculapio, el dios romano de la medicina, aconsejaba a los médicos con estas palabras: “Tu vida transcurrirá como a la sombra de la muerte, entre el dolor de los cuerpos y de las almas. Te verás solo en tus tristezas, solo en tus estudios, solo en medio del egoísmo humano. Únicamente la conciencia de aliviar males podrá sostenerte en el silencio de las fatigas”. Cuando consolamos a los demás, compartiendo las amenazas y las experiencias de muerte de los otros, no solo aposentamos el alma afligida por sus pérdidas irreparables, sino que también nos resguardamos de la impotencia y la soledad.

El filósofo existencialista Jean Paul Sartre afirmaba que el infierno es la mirada del otro, porque puede convertirnos en un objeto de su arbitrio, aislarnos y aun matarnos en su interioridad. Por eso, muchos huyen de la mirada del otro, del juicio artero y destructivo, y viven a la defensiva, en la soledad, convertidos en seres opacos para los demás. Pero el consuelo trabaja en dirección opuesta. Recupera al otro convirtiéndolo en prójimo, en una ayuda benéfica, en un amigo y hermano. Exalta la solidaridad, la reciprocidad y la fraternidad. Produce la mirada comprensiva que sostiene en la angustia y hace brillar la luz de la esperanza.

La misma palabra con-suelo expresa la idea de reinstalar al otro en el suelo, de afirmarlo, dándole aliento, ánimo, fuerza, para que retome el camino con seguridad y confianza. La esencia del consuelo es mirar hacia adelante, instalar la esperanza en el porvenir. Es una fuerza generadora de vida.

El Privilegio de consolar

La muerte subsiste como un dato inaceptable, incluso para los creyentes, pero el consuelo se nutre de la fe. La soledad puede parecer atroz e inexorable, especialmente cuando nadie comprende o se acerca para acompañar el sufrimiento. Por eso es alentador para el cristiano saber que tenemos un Dios sufriente y comprensivo del dolor humano. Khalil Gibrán se refiere a Jesús como “un hombre que enfrentó a la muerte con la savia de la vida en sus labios y con la compasión hacia sus verdugos en sus ojos”. Según el capítulo 40 de Isaías, el Mesías cumpliría las profecías por su acción consoladora, trayendo ánimo y fuerza a la humanidad. Asimismo, el término griego Paracletos, que significa Consolador, describe la acción del Espíritu Santo en el corazón de los hombres. Paracletos significa alguien que acompaña y llama o exhorta. Designa, pues, la función asistencial que ejerce el Espíritu Santo en la Tierra en favor de los creyentes.

El apóstol Pablo amplía y complementa el concepto cristiano del consuelo con estas palabras: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios. Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación. Pero si somos atribulados, es para vuestra consolación y salvación; o si somos consolados, es para vuestra consolación y salvación, la cual se opera en el sufrir las mismas aflicciones que nosotros también padecemos” (2 Corintios 1:3-6).

Para Pablo, la consolación es un don de Dios que no solo nos libera del sufrimiento y recrea el espíritu, sino que además nos habilita y nos compromete para actuar como portadores de la palabra consoladora.

Es cierto que el trabajo de acompañar a quien está en un proceso de duelo es difícil y también doloroso, porque nos pone en contacto con nuestras propias pérdidas, nuestros temores y con la incertidumbre de nuestra propia muerte, pero el hecho de saber que este noble tarea está auspiciada y habilitada por el Todopoderoso, la inviste de un privilegio excelso.

Por eso, afrontemos esta hora difícil de la humanidad con la valentía del consuelo, ayudándonos unos a otros.

Fuentes consultadas: Libro de Urantia. Curso de Interpretación Esotérica de los Evangelios (Kabaleb). Ricardo Bentacur (El Centinela)

Continuará...

jueves, 12 de diciembre de 2019

La Religión del Padre: "Las Bienaventuranzas" 1ª parte

Con el propósito de hablar sobre la Religión del Padre, de definir su significado, hemos dedicado una serie de capítulos al término “Reino de los Cielos o Reino del Padre”. Aquellos que hayáis seguido el contenido de dichos escritos, estaréis en condiciones de conocer las afirmaciones que hemos compartido sobre este tema.

Bien, siguiendo con la iniciativa marcada de ir describiendo aspectos relacionados con la Religión del Padre, hoy nos adentraremos en un contexto que considero puramente mágico, poético y revelador, me estoy refiriendo a las “Bienaventuranzas”.

¿Por qué dirigimos nuestra atención a este apartado de las Enseñanzas Sagradas? Sencillamente, porque el primero de los “trabajos” que llevó a cabo Jesús en su labor evangelizadora, tras emprender el “reclutamiento” de sus más fieles discípulos, los Apóstoles, fue “predicar el evangelio del Reino”.
El Reino del Padre fue revelado por primera vez ampliamente en el llamado Sermón de la Montaña. Nos describe la crónica sagrada que, viendo la multitud, Jesús tomó a sus discípulos y subió a la montaña (Mateo 5). En el lenguaje de los símbolos, el acto de subir a la montaña significa elevarse espiritualmente, abandonar el plano de lo multitudinario para entrar en contacto con las instancias más elevadas que hay en uno mismo.

Pero antes de adentrarnos a analizar cada una de las bienaventuranzas, preguntémonos:

¿Qué son las Bienaventuranzas?

Bienaventuranza (también llamada macarismo) es en la Biblia un género literario con más de un centenar de ejemplos, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Tiene antecedentes en escritos de otros pueblos, en especial de Egipto. Se recurre a este género para expresar una «felicitación» a las personas que, por tener una dada cualidad o mantener una forma de conducta grata, están ligadas con “el Dios que da la vida”.

Cuando en la Biblia se proclama una «bienaventuranza» o su opuesto, no se busca pronunciar ni una «bendición» que proporcione la felicidad, ni una «maldición» que produzca la infelicidad, sino exhortar, sobre la base de la propia experiencia de felicidad, a seguir los caminos que conducen a ella. Sin embargo, este género literario experimentó una evolución lenta a través del Antiguo y del Nuevo Testamento, que fue de los bienes meramente terrenales a los llamados “bienes eternos”.

Dentro del elevado número de sentencias que constituyen este género literario, quizá las más célebres sean las ocho con que comienza Jesús de Nazaret el sermón del monte (Mateo 5:3-11).

Las bienaventuranzas son una síntesis de los principios que constituyen el ideal de la vida cristiana.

Esta página del evangelio de San Mateo expresa admirablemente toda la elevación de la perfección cristiana a la que Jesús llama a todos los hombres. El Sermón de la Montaña es un compendio de la doctrina cristiana; es la solemne promulgación de la nueva ley, otorgada para perfeccionar la ley mosaica y enmendar erróneas interpretaciones: “No penséis que he venido a abrogar la Ley o los profetas; no he venido a abrogarla, sino a consumarla”. (Mt. 5, 17).

Desde el Sermón de la Montaña hasta el discurso de la Última Cena, Jesús enseñó a sus discípulos a manifestar un amor paternal en lugar de un amor fraternal. El amor fraternal consiste en amar al prójimo como a sí mismo, lo que sería una aplicación adecuada de la “regla de oro”. Pero el afecto paternal exige que améis a vuestros compañeros mortales como Jesús os ama.
Jesús ama a la humanidad con un afecto doble. Vivió en la tierra bajo una doble personalidad, humana y divina. Como Hijo de Dios, ama al hombre con un amor paternal, es el Creador del hombre, su Padre en el universo. Como Hijo del Hombre, Jesús ama a los mortales como un hermano, fue realmente un hombre entre los hombres.
Jesús no esperaba que sus discípulos consiguieran una manifestación imposible de amor fraternal, pero sí contaba con que se esforzarían tanto por parecerse a Dios, por ser perfectos como el Padre que está en los cielos es perfecto, que podrían empezar a considerar a los hombres como Dios considera a sus criaturas, y así podrían empezar a amar a los hombres como Dios los ama, a manifestar los principios de un afecto paternal. En el transcurso de estas exhortaciones a los doce apóstoles, Jesús trató de revelar este nuevo concepto de amor paternal, tal como está relacionado con ciertas actitudes emocionales involucradas cuando se efectúan numerosos ajustes sociales al entorno.

El Maestro inició este importante discurso llamando la atención sobre cuatro actitudes de fe, como preludio a la descripción posterior de sus cuatro reacciones trascendentales y supremas de amor paternal, en contraste con las limitaciones del simple amor fraternal.

Primero habló de los que eran pobres de espíritu, de los que tenían hambre de rectitud, de los que perseveraban en la mansedumbre y de los limpios de corazón.
Se podría esperar que estos mortales que disciernen el espíritu alcanzarían los niveles suficientes de desinterés divino como para ser capaces de intentar el extraordinario ejercicio del afecto paternal; que, incluso en la aflicción, estarían facultados para mostrar misericordia, promover la paz y soportar las persecuciones.
Y que a lo largo de todas estas penosas situaciones, amarían con un amor paternal incluso a una humanidad poco amable. El afecto de un padre puede alcanzar unos niveles de devoción que trascienden inmensamente el afecto de un hermano.

La fe y el amor de estas beatitudes fortalecen el carácter moral y crean la felicidad. El miedo y la ira debilitan el carácter y destruyen la felicidad. Este sermón importante se inició con una nota de felicidad.

El Sermón de la Montaña iba dirigido exclusivamente a sus discípulos, que ahora eran ya doce. Algunos tenían ya cierta experiencia evangelizadora, otros aún no. Formaban ya un equipo unido aunque frecuentemente chocaran entre ellos por cuestiones de carácter, y Jesús ordenó que los doce se arrodillasen formando un círculo en torno a él y el Maestro puso sus manos sobre la cabeza de cada apóstol, empezando por Judas Iscariote y terminando por Andrés. Jesús pronunció una breve plegaria dirigida al Padre, suplicándole que amara y acompañara a los doce, como lo había amado y acompañado a él.

Los apóstoles permanecieron en silencio durante unos minutos, profundamente emocionados. Pedro fue el primero en levantar los ojos hacia su Maestro y el primero en abrazarlo. Sucesivamente abrazarían a Jesús uno a uno. La escena estaba rodeada de un gran silencio físico, pero quien hubiese tenido vista y oído espiritual hubiera apercibido una multitud de seres celestiales cantando y contemplando desde lo alto la escena sagrada en la cual el enviado divino traspasaba a los hombres la responsabilidad de la promulgación del Reino.

Los doce serían el fermento del mundo de Dios en la tierra y cada uno aportaría almas al Reino, incluso Judas, el traidor, porque muchos son los hombres de este mundo que necesitan pasar por la experiencia de la traición para que sus ojos sean abiertos.

Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos (Mt 5:3).

En las nueve Bienaventuranzas veremos enaltecidos los valores contrarios a los que la sociedad profana suele proclamar, enseñándonos así que el Reino Divino es la otra cara de la moneda de esta sociedad humana. En las ceremonias de iniciación de las escuelas herméticas, vemos que el candidato, antes de entrar en el templo, es despojado de los metales que lleva encima. Este gesto simbólico corresponde a estos primeros preceptos instituidos por Cristo ante los hombres que iban a ocuparse de los intereses del Padre en la tierra. Los valores del mundo de abajo, no tienen curso en el de arriba.

La primera Bienaventuranza iba dirigida a los pobres en espíritu y en ella vemos la dinámica de Hochmah. ¿Por qué de ellos serán los cielos? Porque en su estado evolutivo actual, el hombre puede captar tan sólo una pequeñísima parte de la sabiduría divina. Si, una vez en posesión de esa modesta parcela, el hombre ya se considera rico, se considera saciado de esa sabiduría y constituye con ella sus certidumbres, proclamando la verdad que esa parte del saber contiene, se estancará en ella y ya no le vendrán nuevas luces.
Por el contrario, el que adopta una actitud humilde respecto a sus conocimientos, el que dice, como el filósofo griego: “Yo sólo sé que no sé nada”, el que se encuentra en situación hambrienta espiritualmente hablando, ése atraerá la sabiduría hacia sus vacíos internos y el cielo se manifestará en él. Jesús expresaba pues una norma con esa primera Bienaventuranza, que puede anunciarse de la siguiente manera: No deis jamás como definitivos los conocimientos que poseéis; no los toméis jamás como posesiones personales que engalanan vuestra personalidad humana, como las joyas adornan el cuello de las cortesanas.

Al contrario, haced que vuestra sabiduría sea como el caminante, que abandona fácilmente las ciudades por las que transita porque nada hay en ellas que lo retenga. El pobre lo comparte todo con más facilidad que el rico porque tiene poco que compartir y es más fácil desprenderse de un pedazo de pan que partir en dos un lingote de oro para dar la mitad al amigo. No dejéis que los conocimientos espirituales se acumulen en vuestro interior hasta crear una situación de riqueza, porque entonces os será difícil compartirlos y os sentiréis propietarios de aquello que poseéis y querréis sacarle un provecho, una renta.

Os convertiréis así en hombres ricos en espíritu y el cielo ya no entrará en vosotros. Si, por el contrario, vais compartiendo lo recibido, el Reino de los Cielos irá llenando vuestros vacíos internos y la sabiduría transitará por vuestra alma como una película que no tiene fin.

Así pues, para permanecer en estado de pobreza, tenéis que dar lo que recibís antes de que se acumule y forme un tesoro. Tenéis que prodigar la enseñanza, ir por el mundo y evangelizar.

Para un niño, la felicidad es la satisfacción de un ansia inmediata de placer. El adulto está dispuesto a sembrar las semillas de la abnegación, con el fin de obtener las cosechas posteriores de una felicidad mayor. En los tiempos de Jesús y después de ellos, la felicidad ha sido asociada demasiado a menudo con la idea de poseer riquezas. En la historia del fariseo y del publicano que oraban en el templo, uno se sentía rico de espíritu, egotista; el otro se sentía “pobre de espíritu”, humilde.

Uno era autosuficiente; el otro era enseñable y buscaba la verdad. Los pobres de espíritu buscan metas de riqueza espiritual, buscan a Dios. Estos buscadores de la verdad no tienen que esperar sus recompensas en un futuro lejano; son recompensados ahora. Encuentran el reino de los cielos en su propio corazón, y experimentan esa felicidad ahora.

Fuentes consultadas: Wikipedia. Libro de Urantia. Curso de Interpretación Esotérica de los Evangelios (Kabaleb). Nacar-Colunga (Biblia)

Continuará...

miércoles, 11 de diciembre de 2019

Sagitario y el trastorno del nervio ciático: Ciática

Nos encontramos bajo las influencias del tránsito del Sol por el signo de Sagitario. Es por ello, que vamos a dedicar una serie de artículos a analizar, desde varios puntos de vista,  las enfermedades más comunes relacionadas con este signo.

Los textos astrológicos coinciden en asignar al signo Sagitario las siguientes zonas fisiológicas: Rige las caderas, los muslos, el íleon, la vértebra cóccix, la región sacra, los nervios ciáticos y el isquión.

Las aflicciones que pueden clasificarse bajo el signo de Sagitario son determinadas por los planetas que puedan estar afligidos en este signo, como por ejemplo: ataxia locomotriz, ciática, lumbago, reumatismo, enfermedades de la cadera y accidentes a los muslos, pueden ser causados por las aflicciones de Sagitario.

Para el desarrollo de este artículo, vamos a centrarnos en el estudio de la Ciática


CIÁTICA

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La ciática (también neuritis ciática, ciatalgia o lumbociática) es un conjunto de síntomas entre los cuales destaca el dolor en el territorio del recorrido del nervio ciático, que puede estar acompañado de alteraciones en la función neurológica local.

Entre sus causas está la compresión general o irritación de una de las cinco raíces de los nervios espinales que dan origen a cada nervio ciático, o por la compresión o irritación de la izquierda o hacia la derecha o ambos nervios ciáticos. El dolor se siente en la zona lumbar, glúteos, o diversas partes de la pierna y el pie. Además del dolor puede haber entumecimiento, debilidad muscular, hormigueo o sensación de hormigueo, sensación de ardor y dificultad en el movimiento o el control de la pierna. Típicamente, los síntomas sólo se sienten en un lado del cuerpo.

A pesar de que la ciática es una forma relativamente común de dolor de espalda baja y dolor en las piernas, el verdadero significado del término es a menudo mal entendido. La ciática es un conjunto de síntomas más que un diagnóstico de lo que irrita la raíz del nervio, causando el dolor. Este punto es importante, porque el tratamiento para los síntomas de la ciática suele ser diferente, dependiendo de la causa subyacente de los síntomas.

La ciática es causada generalmente por la compresión de los nervios lumbares L4 o L5 o de los nervios sacros, S2 S1 o S3, o, con mucha menor frecuencia, por la compresión del nervio ciático en sí. Cuando la ciática es causada por la compresión de una raíz nerviosa dorsal (base) se considera una radiculopatía lumbar (radiculitis o cuando se acompaña con una respuesta inflamatoria) de una hernia de disco vertebral (hernia de disco intervertebral, una en la columna vertebral), o de la rugosidad, la ampliación o pérdida de alineación de las vértebras (espondilolistesis), o discos degenerados. La ciática debido a la compresión de una raíz nerviosa es una de las formas más comunes de la radiculopatía.

Una de las posibles causas de la ciática es una hernia de disco vertebral que presione una de las raíces del nervio ciático.

Otras causas incluyen la compresión vertebral por estenosis espinal. En esta condición, el canal espinal (o espacio a través de los que pasa la médula espinal) se reduce y comprime la médula espinal, la cola de caballo o raíces nerviosas del nervio ciático. Este estrechamiento puede ser causada por los espolones óseos, espondilolistesis, inflamación, o hernia de disco que disminuye el espacio disponible para la médula espinal, lo que pellizca e irrita los nervios de la médula espinal que van los nervios ciáticos.

En el 15% de la población el nervio ciático pasa a través del músculo piriforme y no por debajo. Cuando el músculo se acorta u ocurren espasmos debidos a un traumatismo o uso excesivo, puede ocurrir la compresión o estrangulación del nervio ciático por debajo del músculo.
Otra fuente de los síntomas de ciática son los puntos gatillo activos de la zona lumbar y los músculos glúteos. En este caso, el dolor referido no es consecuencia de la compresión del nervio ciático, aunque la distribución de dolor en los glúteos y la pierna es similar. Los puntos gatillo se producen cuando los músculos se isquémican (con bajo flujo sanguíneo) debido a una lesión o contracción muscular crónica. Los músculos más comúnmente asociados con los puntos gatillo que provocan síntomas ciático son: el cuadrado lumbar, el glúteo medio, el glúteo menor, y los rotadores de la cadera de profundidad.

La ciática puede ser experimentada durante el embarazo, principalmente como resultado de que el útero presione el nervio ciático, y, en segundo lugar, por la tensión muscular o como consecuencia de la compresión vertebral de llevar el peso adicional del feto, y los cambios posturales inherentes al embarazo.

Tratamiento
Cuando la causa de la ciática se debe a una hernia de disco lumbar o prolapso de disco, el 90% de los casos es resuelto sin intervención, siempre que se pueda tratar la causa subyacente de la compresión, lo que se necesita en casos de absceso epidural, tumores epidurales, y el síndrome de cauda equina.

Los casos de ciática son tratados con medidas diferentes. La evidencia de la eficacia de estas medidas es limitada, sin embargo. Algunas de estas medidas son las siguientes:
  • Los medicamentos anti-inflamatorios (por ejemplo, AINE o esteroides orales. Sin embargo, los AINE no son más efectivos que el placebo para la ciática aguda)
  • El paracetamol (acetaminofeno): evidencia limitada de la eficacia
  • Narcóticos: a menudo se utilizan si el dolor es severo
  • Tratamiento de manipulación quiropráctica
  • La terapia física y ejercicios de estiramiento
  • Inyecciones epidurales de esteroides no ofrecen mejoras a largo plazo en los resultados, pero proporcionan algunos beneficios a corto plazo
  • Descompresión espinal no quirúrgica
  • Terapia de masaje
  • Yoga - Saddle Pose, posición «Paloma» o posición «Cobra».
  • La pérdida de peso reduce la presión sobre las raíces del nervio espinal
  • La acupuntura


La cirugía acelera la resolución del dolor. Dos años después, sin embargo, las técnicas quirúrgicas y no quirúrgicas tienen los mismos resultados, de modo que la preferencia de un paciente puede ser una razón válida para elegir uno u otro.


Enric Corbera (Bioneuroemoción)

CIÁTICA

3ª Etapa (Movimiento, Valoración)
Relacionado con L5 S1 = Colaterales + Lo sagrado (los 6 instantes sagrados: concepción, nacimiento, edad adulta, paternidad, ser abuelos y muerte)
L4 + L5 = Las normas, las reglas + Colaterales

Conflicto: Miedo a ir hacia adelante en la nueva dirección que me trae la vida. Doblarme delante de una persona o situación.

Resentir:
Pierna derecha: "Tengo miedo a carecer de dinero, a no poder hacer frente a mis necesidades financieras". (Mis necesidades) y acción contrariada.
Pierna izquierda: "No puedo darlo todo a las personas que amo". (Las necesidades de los que quiero) y deseo contrariado.

Ciática, temor al futuro y a carecer de bienes materiales, inseguridad ante el porvenir. Rencor, agresividad reprimida, rechazo a algo o a alguna persona.



Louise L. Hay

CIÁTICA

Causa probable: Hipocresía. Temor al dinero y al futuro.
Nuevo modelo mental: Avanzo hacia mi mayor bien. Mi bien está en todas partes; estoy seguro y a salvo.


Jacques Martel

NERVIO CIÁTICO

El nervio ciático empieza en la parte lumbar (parte inferior de la espalda) de la columna vertebral; atraviesa la nalga, el muslo y la pierna y baja hasta el pie. El dolor sentido me paraliza. Puede que el dolor se manifieste más en una pierna que en otra. Entonces estoy preocupado financieramente. Si mi pierna derecha está afectada, quizás es porque tengo miedo de carecer de dinero y de no poder hacer frente a mis responsabilidades en lo que a mí respecta.
Si el dolor se sitúa en mi pierna izquierda, mi falta de dinero puede intensificar mi sentimiento de no poder darlo todo, en el plano material, a la gente a quien amo. Temo que su amor para mí esté afectado. Me hago ilusiones, me creo muy espiritual y desapegado de los bienes materiales (una especie de hipocresía). Sin embargo, el miedo a carecer de dinero me persigue y me vuelve muy ansioso.
Trabajo mucho, tengo grandes responsabilidades y, a pesar de todos mis esfuerzos, siento a pesar de todo ciertas dificultades financieras. Mi cuerpo se pone rígido: me siento pillado.

Me vuelvo constantemente a cuestionar. ¿Qué es lo que no hago? Poseo los conocimientos y el talento necesarios para hacer frente a una nueva situación?

Mi inseguridad me lleva a rebelarme. Estoy rencoroso contra la vida. Llego a desarrollar un sentimiento de inferioridad. Puedo rehusar “doblarme” delante de alguna persona o situación. Insidiosamente, la agresividad se instala y mi comunicación con los demás se resiente. Tengo interés en calmar mis nervios porque, en este momento, tengo la sensación de tener un “nudo en los nervios”. Tomo consciencia de mi confusión interior y de mi dolor (tanto interiores como exteriores) frente a la o las direcciones de mi vida, aquí y ahora. Este dolor resulta frecuentemente de mi obstinación a querer agarrarme a viejas ideas en vez de abrirme al cambio y a la novedad.

Esta situación es frecuente en la mujer embarazada que vive una confusión interior y un dolor referente a la dirección ahora tomada en su vida: dudas, temores e inquietudes pueden aflorar.

No debo juzgarme, sino aceptarme  tal como soy. Acepto que la fuente de mi verdadera seguridad está en mí y no en los bienes que poseo. Suelto y hago confianza en el universo, porque es abundancia para todos en todos los planos: físico, mental y espiritual.
Haciendo confianza al universo, hago confianza a la vida. Elijo aceptar la flexibilidad, descubro la verdadera riqueza, la que tengo en mi interior. El verdadero valor de un ser se mide a su nobleza de alma. Acepto mis límites, tomo consciencia de mis temores, los integro. Decido adelantar en la vida, me dejo guiar en toda seguridad por mi bien más grande.


Lisa Bourbeau

CIÁTICA

BLOQUEO FÍSICO: La ciática es una afección del nervio ciático, el más largo del cuerpo humano. El comienzo de la ciática suele ser violento, marcado por un dolor intenso en una parte del nervio.

BLOQUEO EMOCIONAL: En general, la persona que sufre de neuralgia en el nervio ciático, se siente insegura ante su porvenir o vive un miedo inconsciente a carecer de dinero y de bienes materiales. Dije inconsciente porque he podido observar que este problema le ocurre generalmente a personas con posesiones a las que, además, les resultaría muy difícil perder lo que tienen. Este problema se sitúa sobre todo en el nivel del "tener". La persona es inconsciente porque no se cree apegada a los bienes materiales. Se sentiría culpable porque aprendió que no está bien o no es espiritual amar los bienes terrestres. Esta culpabilidad le impide avanzar, le impide enfrentarse a la vida y arriesgarse más, con lo que ésta se vuelve demasiado monótona. Un dolor en el nervio ciático indica también rencor, agresividad reprimida y un rechazo a someterse a una idea o a una persona, siempre en el terreno material.

BLOQUEO MENTAL: Tu cuerpo te está mandando un mensaje importante, porque el dolor que sientes con esta ciática es una indicación del mal que te haces con tu forma de pensar. ¿Por qué quieres castigarte? La intensidad de tu dolor indica el grado de castigo que crees merecer. Para empezar, debes darte cuenta de que estás apegado a los bienes materiales; después debes darte el derecho de SER. Atrévete a admitir que tienes miedo de perderlos. Si el arriesgarte más está verdaderamente más allá de tus límites porque tienes demasiado miedo de perder tus bienes, acéptalos por el momento y decide actuar tan pronto como puedas.


También es importante que dejes de creer que es malo desear los bienes terrenales: ello es algo totalmente humano. El día que tengas la confianza suficiente en tu capacidad de crear lo que necesites, no tendrás miedo de perder tus bienes y podrás permitirte continuar queriéndolos, pero sin estar apegado a ellos. En lo que concierne al rencor, te sugiero que realices las etapas del perdón ya mencionadas. El perdón te dará más flexibilidad y suavidad con respecto a las ideas de los demás y a sus formas de ser. Te liberarás de la impresión de que tienes que someterte a los demás.