sábado, 10 de febrero de 2024

Principio 39: El milagro elimina el error porque el Espíritu Santo lo identifica como falso o irreal.

PRINCIPIO 39

El milagro elimina el error porque el Espíritu Santo lo identifica como falso o irreal. Esto es lo mismo que decir que al percibirse la luz la oscuridad desaparece automáticamente.



El estudio de este nuevo Principio, nos permite dar continuidad a la labor emprendida en la anterior entrega en la que tuvimos ocasión de conocer, con más detalle, el papel protagonista del Espíritu Santo.

Con el Principio 39, el Espíritu Santo nos revela una de Sus principales cualidades, la de permitirnos identificar, a la luz de la razón, el significado ilusorio e irreal del error.

A raíz de este enunciado, me he propuesto dedicar este análisis a la idea del error, pues considero que su causa se encuentra tan arraigada en el código de nuestros pensamientos que ha dado lugar a que nuestra realidad se sustente bajo la identidad de la ilusión.

Pasemos a entresacar los pasajes que nos comparte el Texto del Curso con relación a esta cuestión:

"Sigue estando en tus manos elegir unirte a la verdad o a la ilusión. Pero recuerda que elegir una es abandonar la otra. Dota­rás de belleza y realidad a la que elijas porque tu elección depende de cuál valoras más. La chispa de belleza o el velo de fealdad, el mundo real o el de la culpabilidad y el miedo, la verdad o la ilusión, la libertad o la esclavitud, es todo lo mismo. Pues no puedes elegir más que entre Dios o el ego. Todo sistema de pen­samiento o bien es verdadero o bien falso, y todos sus atributos se derivan naturalmente de lo que es. Únicamente los Pensamientos de Dios son verdaderos. 8 todo lo que se deriva de ellos procede de lo que son, y es tan verdadero como la santa Fuente de donde procedieron"  (T-17.III.9:1-8).

Me encanta la siguiente aportación. "En el proceso de separar lo falso de lo verdadero, el milagro procede de acuerdo con lo siguiente:

El amor perfecto expulsa el miedo.
Si hay miedo, es que no hay amor perfecto.
Mas:
Sólo el amor perfecto existe.
Si hay miedo, éste produce un estado que no existe.
Cree esto y serás libre. Sólo Dios puede establecer esta solución, y esta fe es Su don" (T-1.VI.5:3-10).

Por lo tanto, tenemos que tener presente que, "el primer paso hacia la libertad comprende separar lo falso de lo verdadero. Éste es un proceso de separación en el sentido cons­tructivo de la palabra, y refleja el verdadero significado del Apo­calipsis. Al final cada cual contemplará sus propias creaciones y elegirá conservar sólo lo bueno, tal como Dios Mismo contempló lo que había creado y vio que era bueno. A partir de ahí, la mente podrá comenzar a contemplar sus propias creaciones con amor por razón del mérito que tienen. Al mismo tiempo, la mente repudiará inevitablemente sus creaciones falsas que, en ausencia de la creencia que las originó, dejarán de existir" (T-2.VIII.4:1-5).

"El Espíritu Santo separa lo verdadero de lo falso en tu mente, y te enseña a juzgar cada pensamiento que dejas que se adentre en ella a la luz de lo que Dios puso allí" (T-6.V.C.1:2).

"Él tiene el poder de ver lo que has ocultado y reconocer en ello la Voluntad de Dios. Gracias a este reconocimiento, Él puede hacer que la Voluntad de Dios sea real para ti porque Él está en tu mente, y, por lo tanto, Él es tu realidad" (T-9.I.4:2-3).

"La verdad y lo falso no pueden coexistir en nuestra mente sin dividirla. Si no pueden coexistir en paz, y si lo que queremos es estar en paz, tenemos que abandonar por completo y para siempre la idea de con­flicto. Esto requiere que nos mantengamos alerta mientras no nos demos ­cuenta de lo que es verdad. Mientras sigamos creyendo que dos sistemas de pensamiento completamente contradictorios pueden compartir la verdad, es obvio que tenemos que mantenernos alerta" (T-7.VI.8:8-11). 

El ego, lo recordamos, "está completamente comprometido a lo falso, y lo que percibe es lo opuesto a lo que percibe el Espíritu Santo, así como al conocimiento de Dios" (T-7.CI.9:8).

La Expiación, lo recordamos igualmente, "conlleva una re-evaluación de todo lo que tenemos en gran estima, pues es el medio a través del cual el Espíritu Santo puede separar lo falso de lo verdadero, lo cual hemos acep­tado en nuestra mente sin hacer ninguna distinción entre ambos" (T-13.IX.4:1).

Como bien nos enseña el Curso, "nuestra tarea no es ir en busca del amor, sino simplemente buscar y encontrar todas las barreras dentro de nosotros que hemos levantado con­tra él. No es necesario que busquemos lo que es verdad, pero sí es necesario que busquemos todo lo que es falso. Toda ilusión es una ilusión de miedo, sea cual fuere la forma en que se manifieste. Y el intento de escapar de una ilusión refugiándonos en otra no puede sino fracasar. Si buscamos amor fuera de nosotros, podemos estar seguros de que estamos percibiendo odio en nuestro interior y de que ello nos da miedo. Pero la paz nunca procederá de la ilusión de amor, sino sólo de la realidad de éste" (T-16.IV.6:1-6).

Nos estamos adentrando poco a poco en el mundo ilusorio del error. La afirmación: “toda ilusión es una ilusión de miedo”, nos lleva a establecer una estrecha relación entre el error y el miedo. Ambos se alimentan de la misma causa, del mismo pensamiento original el cual dio lugar a un estado irreal e ilusorio al que, sin embargo, la mente le otorgó el poder de la realidad.

Repasemos cuál fue esa “causa” tan poderosa que dio lugar al error original y al miedo.

"La única carencia que realmente necesitas corregir es tu sensa­ción de estar separado de Dios. Esa sensación de separación jamás habría surgido si no hubieses distorsionado tu percepción de la verdad, percibiéndote así a ti mismo como alguien necesi­tado. La idea de un orden de necesidades surgió porque, al haber cometido ese error fundamental, ya te habías fragmentado en niveles que comportan diferentes necesidades. A medida que te vas integrando te vuelves uno, y tus necesidades, por ende, se vuelven una. Cuando las necesidades se unifican suscitan una acción unificada porque ello elimina todo conflicto" (T-1.VI.2:1-5) .

"La idea de un orden de necesidades, que proviene del error original de que uno puede estar separado de Dios, requiere corrección en su propio nivel antes de que pueda corregirse el error de percibir niveles. No podemos comportarnos con eficacia mientras operemos en diferentes niveles. Sin embargo, mientras lo hagamos, la corrección debe proceder verticalmente, desde abajo hacia arriba. Esto es así porque creemos que vivimos en el espacio, donde conceptos como "arriba" y "abajo" tienen sentido. En última instancia, ni el espacio ni el tiempo tienen ningún sentido. Ambos son meramente creencias" (T-1.VI.3:1-6).

Por lo tanto, podemos determinar que, "todo miedo se reduce, en última instancia, a la básica percep­ción errónea de que tienes la capacidad de usurpar el poder de Dios. Por supuesto, no puedes hacer eso, ni jamás pudiste ha­berlo hecho. En esto se basa el que puedas escaparte del miedo. Te liberas cuando aceptas la Expiación, lo cual te permite darte cuenta de que en realidad tus errores nunca ocurrieron" (T-2.I.4:1-4).

"El primer paso correctivo para deshacer el error es darse cuen­ta, antes que nada, de que todo conflicto es siempre una expresión de miedo. Dite a ti mismo que de alguna manera tienes que haber decidido no amar, ya que de otro modo el miedo no habría podido hacer presa en ti. A partir de ahí, todo el proceso correc­tivo se reduce a una serie de pasos pragmáticos dentro del pro­ceso más amplio de aceptar que la Expiación es el remedio. Estos pasos pueden resumirse de la siguiente forma:
  • Reconoce en primer lugar que lo que estás experimentando es miedo.
  • El miedo procede de una falta de amor.
  • El único remedio para la falta de amor es el amor perfecto.
  • El amor perfecto es la Expiación"  (T-2.VI.7:1-8).
Con lo anterior hemos descrito los pasos que podemos elegir para deshacernos del error. A continuación expondré unas aportaciones extraídas del Capítulo 12 del Curso, titulado “El Programa de Estudios del Espíritu Santo”, donde podremos ampliar información sobre los recursos que tenemos a nuestra disposición para tratar la ilusión del error.

Se te ha dicho que no le otorgues realidad al error, y la manera de hacer esto es muy simple. Si deseas creer en el error, tienes que otorgarle realidad porque el error en sí no es real. Mas la verdad es real por derecho propio, y para creer en ella no tienes que hacer nada. Comprende que no reaccionas a nada directa­mente, sino a tu propia interpretación de ello. Tu interpretación, por lo tanto, se convierte en la justificación de tus reacciones. Por  eso es por lo que analizar los motivos de otros es peligroso. Si decides que alguien está realmente tratando de atacarte, abando­narte o esclavizarte, reaccionarás como si realmente lo hubiese hecho, al haberle otorgado realidad a su error. Interpretar el error es conferirle poder, y una vez que haces eso pasas por alto la verdad" (T-12.I.1:1-8).

"Tú que crees que Dios es miedo tan sólo llevaste a cabo una sustitución. Ésta ha adoptado muchas formas porque fue la sustitución de la verdad por la ilusión, la de la plenitud por la fragmentación. Dicha sustitución a su vez ha sido tan desmenu­zada y subdividida, y dividida de nuevo una y otra vez, que ahora resulta casi imposible percibir que una vez fue una sola y que todavía sigue siendo lo que siempre fue. Ese único error, que llevó a la verdad a la ilusión, a lo infinito a lo temporal, y a la vida a la muerte, fue el único que jamás cometiste. Todo tu mundo se basa en él. Todo lo que ves lo refleja, y todas las relaciones espe­ciales que jamás entablaste proceden de él" (T-18:I.4:1-6).

"Tal vez te sorprenda oír cuán diferente es la realidad de eso que ves. No te das cuenta de la magnitud de ese único error. Fue tan inmenso y tan absolutamente increíble que de él no pudo sino sur­gir un mundo totalmente irreal. ¿Qué otra cosa si no podía haber surgido de él? medida que empieces a examinar sus aspectos fragmentados te darás cuenta de que son bastante temibles. Pero nada que hayas visto puede ni remotamente empezar a mostrarte la enormidad del error original, el cual pareció expulsarte del Cielo, fragmentar el conocimiento convirtiéndolo en inútiles añi­cos de percepciones desunidas y forzarte a llevar a cabo más sus­tituciones" (T-18.I.5:1-6).

"Ésa fue la primera proyección del error al exterior. El mundo surgió para ocultarlo, y se convirtió en la pantalla sobre la que se proyectó, la cual se interpuso entre la verdad y tú. Pues la ver­dad se extiende hacia adentro, donde la idea de que es posible perder no tiene sentido y lo único que es concebible es un mayor aumento. ¿Crees que es realmente extraño que de esa proyec­ción del error surgiese un mundo en el que todo está invertido y al revés? Eso fue inevitable. Pues si se llevase la verdad ante esto, ésta sólo podría permanecer recogida en calma, sin tomar parte en la absurda proyección mediante la cual este mundo fue construido. No llames pecado a esa proyección sino locura, pues eso es lo que fue y lo que sigue siendo. Tampoco la revistas de culpabilidad, pues la culpabilidad implica que realmente ocu­rrió. Pero sobre todo, no le tengas miedo"  (T-18.I.6:1-9).

"Cuando te parezca ver alguna forma distorsionada del error original tratando de atemorizarte, di únicamente: "Dios es Amor y el miedo no forma parte de Él", y desaparecerá. La verdad te salvará, pues no te ha abandonado para irse al mundo demente y así apartarse de ti. En tu interior se encuentra la cordura; la demencia, fuera de ti. Pero tú crees que es al revés: que la verdad se encuentra afuera y el error y la culpabilidad adentro” (T-18.I.7:1-5).

Para finalizar este interesante análisis, quisiera dedicar un espacio a la idea del pecado, ese concepto equivocado acuñado para dar significado al “pensamiento original”.

“Es esencial que no se confunda el error con el pecado, ya que esta distinción es lo que hace que la salvación sea posible. Pues el error puede ser corregido, y lo torcido enderezado. Pero el pecado, de ser posible, sería irreversible. La creencia en el pecado está necesariamente basada en la firme convicción de que son las mentes, y no los cuerpos, que las atacan. Y así, la mente es culpable y lo será siempre, a menos que una mente que no sea parte de ella pueda darle la absolución. El pecado exige castigo del mismo modo en que el error exige corrección, y la creencia de que el castigo es corrección es claramente una locura" (T-19.II.1:1-6).

"El pecado no es un error, pues el pecado comporta una arrogancia que la idea del error no posee. Pecar supondría violar la realidad y lograrlo. El pecado es la proclamación de que el ataque es real y que la culpabilidad está justificada. Da por sentado que el Hijo de Dios es culpable y que, por lo tanto, ha conseguido perder su inocencia y también convertirse a sí mismo en algo que Dios no creó. De este modo, la creación se ve como algo que no es eterno, y la Voluntad de Dios como susceptible de ser atacada y derrotada. El pecado es la gran ilusión que subyace a toda la grandiosidad del ego. Pues debido a él, Dios Mismo cambia y se le priva de Su Plenitud” (T.19.II.2:1-7).

"Todo error es necesariamente una petición de amor. ¿Qué es, entonces, el pecado? ¿Qué otra cosa podría ser, sino una equivocación que queremos mantener oculta, una peti­ción de ayuda que no queremos que sea oída, y que, por lo tanto, se queda sin contestar?" (T-19.III.4:7-9).

"Es tan esencial que reconozcas que tú has fabricado el mundo que ves, como que reconozcas que tú no te creaste a ti mismo. Pues se trata del mismo error. Nada que tu Creador no haya crea­do puede ejercer influencia alguna sobre ti. Y si crees que lo que hiciste puede dictarte lo que debes ver y sentir, y tienes fe en que puede hacerlo, estás negando a tu Creador y creyendo que tú te hiciste a ti mismo. Pues si crees que el mundo que construiste tiene el poder de hacer de ti lo que se le antoje, estás confun­diendo Padre e Hijo, Fuente y efecto" (T-21.II.11:1-5).

"Sólo los errores varían de forma, y a eso se debe que puedan engañar. Tú puedes cambiar la forma porque ésta no es verdad. Y no puede ser la realidad precisamente porque puede cambiar. La razón te diría que si la forma no es la realidad tiene que ser entonces una ilusión, y que no se puede ver porque no existe. Y si la ves debes estar equivocado, pues estás viendo lo que no puede ser real como si lo fuera. Lo que no puede ver más allá de lo que no existe no puede sino ser percepción distorsionada, y no puede por menos que percibir a las ilusiones como si fuesen la verdad" (T-22.III.7:1-6).

Y para finalizar:

“El error no puede amenazar realmente a la verdad, la cual siem­pre puede resistirlo. En realidad, sólo el error es vulnerable. Eres libre de establecer tu reino donde mejor te parezca, pero no pue­des sino elegir acertadamente si recuerdas esto:

El espíritu está eternamente en estado de gracia.
Tu realidad es únicamente espíritu.
Por lo tanto, estás eternamente en estado de gracia" (T-1.III.5:1-6).

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 41

LECCIÓN 41

Dios va conmigo dondequiera que yo voy.

1. Con el tiempo, la idea de hoy desvanecerá por completo la sensación de soledad y abandono que experimentan todos los que se consideran separados. 2La depresión es una consecuencia inevitable de la separación, 3como también lo son la ansiedad, las preocupaciones, una profunda sensación de desamparo, la infelicidad, el sufrimiento y el intenso miedo a perder.

2. Los que se consideran separados han inventado muchos "remedios" para lo que, según ellos, son "los males del mundo": 2Pero la única cosa que no han hecho es cuestionar la realidad del problema. 3Los efectos de éste, no obstante, no se pueden sanar porque el problema no es real. 4La idea de hoy tiene el poder de acabar con todo este desatino para siempre. 5Pues eso es lo que es, un desatino, por muy serias y trágicas que parezcan ser sus manifestaciones.

3. En lo profundo de tu interior yace todo lo que es perfecto, presto a irradiar a través de ti sobre el mundo. 2Ello sanará todo pesar y dolor, todo temor y toda sensación de pérdida porque curará a la mente que pensaba que todas esas cosas eran reales y que sufría debido a la lealtad que les tenía.

4. Jamás se te puede privar de tu perfecta santidad porque su Fuente va contigo dondequiera que tú vas. 2Jamás puedes sufrir porque la Fuente de toda dicha va contigo dondequiera que tú vas. 3Jamás puedes estar solo porque la Fuente de toda vida va contigo dondequiera que tú vas. 4Nada puede destruir tu paz mental porque Dios va contigo dondequiera que tú vas.

5. Comprendemos que no creas nada de esto. 2¿Cómo ibas a creerlo cuando la verdad se halla oculta en lo profundo de tu interior, bajo una pesada nube de pensamientos dementes, densos y turbios que representan, no obstante, todo lo que ves? 3Hoy intentaremos por primera vez atravesar esa oscura y pesada nube y llegar a la luz que se encuentra más allá.

6. Hoy tendremos una sola sesión de práctica larga. 2Por la mañana, a ser posible tan pronto como te levantes, siéntate en silencio de tres a cinco minutos con los ojos cerrados. 3Al comienzo de la sesión de práctica repite la idea de hoy muy lentamente. 4No trates de pensar en nada en particular. 5Trata, en cambio, de experimentar la sensación de que estás sumergiéndote en tu interior, más allá de todos los pensamientos vanos del mundo. 6Trata de llegar hasta lo más profundo de tu mente, man­teniéndola despejada de cualquier pensamiento que pudiese distraerte.

7. De vez en cuando puedes repetir la idea de hoy si observas que eso te ayuda. 2Pero sobre todo, trata de sumergirte tan profundamente como puedas en tu interior, lejos del mundo y de todos sus pensamientos disparatados. 3Estás tratando de llegar más allá de todo ello. 4Estás tratando de dejar atrás las apariencias y de aproximarte a la realidad.

8. Es perfectamente posible llegar a Dios. 2De hecho, es muy fácil, ya que es la cosa más natural del mundo. 3Podría decirse incluso que es lo único que es natural en el mundo. 4El camino quedará despejado, si realmente crees que ello es posible. 5Este ejercicio puede producir resultados asombrosos incluso la primera vez que se intenta, y tarde o temprano acaba por tener éxito. 6A medida que avancemos ofreceremos más detalles acerca de este tipo de práctica. 7No obstante, nunca fracasa del todo, y es posible tener éxito inmediatamente.

9. Usa la idea frecuentemente a lo largo del día, repitiéndola muy despacio, preferiblemente con los ojos cerrados. 2Piensa en lo que estás diciendo, en el significado de las palabras. 3Concéntrate en la santidad que esas palabras te atribuyen, en la compañía indefectible de la que gozas, en la completa protección que te rodea.

10. Puedes ciertamente permitirte el lujo de reírte de los pensamientos de miedo, recordando que Dios va contigo dondequiera que tú vas.

¿Qué me enseña esta lección?

Esta expresión encierra en sí misma la confirmación del reconocimiento de nuestra verdadera identidad. Se trata de ser conscientes de que somos Hijos de Dios, y de sentir que lo somos, al tener la certeza de que nuestro Padre nos acompaña allí donde vayamos. No puede ser de otra manera, pues El Creador y lo Creado forman una misma Unidad en Esencia. Es en Dios, donde tenemos nuestro Ser.

Cuando afirmamos que "Dios nos acompaña", estamos compartiendo, extendiendo, la máxima verdad de la que somos portadores. Por lo tanto, cuando lo que expresamos, proyectamos y creamos, lleva el sello de la Unidad, lo que realmente estamos haciendo, es una extensión de la Mente que compartimos con Dios.

Cuando, permanecemos dormidos, inconscientes de la verdadera realidad, cuando permanecemos en conciencia de ego, nos sentimos separados de esa Verdad y damos poder a la ilusión que percibimos por los sentidos físicos. En este estado, somos prisioneros de nuestras acciones y reacciones, de la causa y el efecto, nos identificamos con el dolor, el sufrimiento, la culpa y el miedo, la enfermedad y la muerte.

Esta expresión representa el primer paso hacia la verdadera Liberación.

No he podido evitar sorprenderme al leer nuevamente esta lección, pues resume de manera maravillosa la idea que compartía con vosotros en la reflexión de la lección de ayer. Tener la certeza de que somos parte de Dios, con lo cual estamos permanentemente en su Presencia, es sin duda, una revelación maravillosa que nos llena de gozo y alegría. Como el "hijo pródigo", nuestro Padre siempre permanece aguardando nuestro retorno, pues para Él, en verdad, nunca nos habíamos ido, aunque nosotros tuviésemos la percepción de haberlo hecho.

La respuesta de nuestro Padre, respetando nuestro libre albedrío, ha sido siempre confiar en nuestro regreso. Consciente de nuestra decisión, de ese pensamiento pasajero que nos mantiene atados al error de la separación, nuestro Padre, no tan sólo ha tenido plena confianza en su Hijo, sino que, además, puso a su disposición al Espíritu Santo, el mediador entre la comunicación superior y la inferior, el que mantiene abierto para la revelación, el canal directo de Dios hacia su Hijo.

Al igual que le ocurrió a ese "hijo pródigo", que dilapidó toda su herencia viviendo como un libertino, nuestro transitar por el mundo físico, nos lleva a prestar atención a un mundo ilusorio y temporal, en el cual hemos olvidado nuestra verdadera identidad.

Ese mundo no puede ofrecernos lo que no tiene, es decir, no puede ofrecernos los alimentos que satisfacen el apetito del alma: amor, inocencia, impecabilidad, gratitud, abundancia, misericordia, justicia, paz, alegría, felicidad...

Si profundizamos en el mensaje de la parábola del "hijo pródigo", descubriremos un gesto en el protagonista que es imprescindible para que se produzca el despertar de la conciencia que ha de llevarnos a iniciar el viaje de vuelta hasta nuestro Padre. Me estoy refiriendo a las siguientes palabras:

"Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros".

Son las palabras que nos harán despertar. Se trata de palabras de arrepentimiento, aunque exenta de culpabilidad. Debemos entenderlas, como una toma de consciencia de que habíamos agotado el canal de aprendizaje elegido, el cual nos ha llevado a entender, que siempre hemos sido un humilde jornalero de nuestro Padre. Junto a Él, jamás nos faltará el alimento, pues su Esencia, el Amor, es el verdadero y eterno alimento.

 

Ejemplo-Guía: ¿Dónde se encuentra la felicidad?

Desde pequeños, nos enseñan que debemos responder a los estímulos externos. Ante el llanto propio de un bebé hambriento, la madre sacia su apetito dándole de mamar y, con ello, el llanto se traduce en placidez. ¿Qué ha aprendido el bebé?

Vamos creciendo en este entorno, ciertamente, condicionado, pues si bien, una madre no deja de amamantar a su hijo cuando éste requiere alimentarse, sí puede elegir entre satisfacer o no, las demandas que su hijo le hará, siguiendo el patrón de aprendizaje adquirido. De este modo, los adultos responderemos con agrado o desagrado a dichas peticiones. Puede ser un simple gesto, una mueca desaprobatoria, unas palabras de reproches o una acción de castigo, que en ocasiones alcanza niveles no justificados.

Todos hemos cursado en esa universidad de la vida. Aprendemos a sonreír cuando queremos agradar y aprendemos a ser indiferentes cuando queremos hacer ver a los demás que no nos interesa lo que nos proponen. También aprendemos a llorar, cuando nos sentimos frustrados y no conseguimos ver realizados nuestros deseos.

El mensaje profundo que debemos sacar de todas estas cuestiones es que aprendemos a buscar, fuera de nosotros mismos, aquello que deseamos. Tendríamos que remontarnos al origen del primer deseo, el cual se convierte en la causa original que propició la visión del mundo que percibimos. Ese pensamiento-deseo fue la individualidad, el cual nos llevó a la creencia en la separación.

El mundo de la separación, el mundo material, nos ofrece cosas temporales, pues está sujeto a las leyes del espacio-tiempo. Se trata de un mundo proyectado, inventado, y la identificación con él, nos ha llevado a adoptar un envoltorio físico, el cuerpo, al cual le hemos dotado con la credibilidad de nuestra única identidad y realidad.

Es necesario que comprendamos que la eterna felicidad, no podemos confundirla con los momentos pasajeros de placer que nos facilita el mundo físico. ¿Conoces algún placer que sea permanente? Seguro que te habrás dado cuenta, de que el ser humano cuando desea intensamente algo, cuando lo consigue, al poco tiempo deja de interesarse por él. Es más, en muchas ocasiones, cuando se sacia de ello, lo llega a aborrecer. ¿Cómo es posible que deseemos algo con tanta intensidad y al poco tiempo lo estemos desechando?

Tal vez, te encuentres entre los que has dilapidado tu herencia. Entre tus alforjas de viaje, tan solo te acompaña el recuerdo de lo vivido y de esos recuerdos se desprende un aroma que nos sabe a sabiduría. Tus pies se sienten cansados de tanto caminar y tu alma añora el encuentro con la paz que no has logrado encontrar en ninguno de los paisajes por los que has pasado. Pero no piense que te encuentras perdido, jamás lo has estado. Si escudriñas tu mente, tal vez te sorprenda descubrir que el tiempo tiene una dimensión diferente. Tienes la impresión de que en unos minutos eres capaz de colapsar toda una vida. Esa vida se presenta ante tu visión, extractada, permitiéndote ver con nitidez que esa travesía ha tocado a su fin y, que ahora, una nueva visión te permite percibir la magnitud eterna del presente. Y ese presente es toda tu existencia, no tan solo la pasada, sino la existencia potencial que asumes con plena consciencia de Ser.

Ya no sentirás la necesidad de viajar. Tu último viaje te ha llevado a tu único destino posible, tu interior. En ese encuentro, te fundes en un amoroso abrazo con tu Padre, el cual, presto, pedirá a sus sirvientes:

"Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado".

¿Acaso imaginas una felicidad más grande?

Reflexión: Si Dios va conmigo, dondequiera que voy, ¿por qué siento infelicidad?

viernes, 9 de febrero de 2024

Principio 38: "El Espíritu Santo es el mecanismo de los milagros..." - 2ª Parte y Final -

PRINCIPIO 38

El Espíritu Santo es el mecanismo de los milagros. El reconoce las creaciones de Dios así como tus ilusiones. Separa lo verdadero de lo falso mediante Su capacidad para percibir totalmente en vez de selectivamente.



¿Cómo nos enseña el Espíritu Santo?

En el Capítulo 6 del Texto, el punto V nos habla de las Lecciones del Espíritu Santo. Entresacaré alguno de sus párrafos más interesantes de cara a la cuestión planteada:

Como cualquier buen maestro, el Espíritu Santo sabe más de lo que tú sabes ahora, y sólo te enseña para que llegues a ser igual que Él. Tú te enseñaste mal a ti mismo al creer lo que no era cierto. No creíste en tu propia perfección. ¿Iba acaso Dios a ense­ñarte que habías fabricado una mente dividida, cuando Él sabe que tu mente es íntegra? Lo que Dios sí sabe es que Sus canales de comunicación no están abiertos a Él, lo cual le impide impartir­les Su gozo y, así, saber que Sus Hijos son completamente dicho­sos. El dar de Su gozo es un proceso continuo, no en el tiempo sino en la eternidad. La extensión de Dios, aunque no Su comple­ción, se obstruye cuando la Filiación no se comunica con Él cual una sola. Así que Dios pensó: "Mis Hijos duermen y hay que despertarlos" (T-6.V.1:1-8).

"El Espíritu Santo nunca hace una relación detallada de los erro­res porque Su intención no es asustar a los niños, y los que carecen de sabiduría son niños. Siempre responde, no obstante, a su lla­mada, y el hecho de que ellos puedan contar con Él los hace sen­tirse más seguros. Los niños ciertamente confunden las fantasías con la realidad, y se asustan porque no pueden distinguir la dife­rencia que hay entre ellas. El Espíritu Santo no hace distinción alguna entre diferentes clases de sueños. Simplemente los hace desaparecer con Su luz. Su luz es siempre la llamada a despertar, no importa lo que hayas estado soñando. No hay nada duradero en los sueños, y el Espíritu Santo, que refulge con la Luz de Dios Mismo, sólo habla en nombre de lo que perdura eternamente" (T-6.V.4:1-7).

"El objetivo del ego es tan unificado como el del Espíritu Santo, y por ello sus respectivos objetivos jamás podrán reconciliarse en modo alguno ni desde ningún punto de vista. El ego siempre trata de dividir y separar. El Espíritu Santo, de unificar y curar. A medida que curas, eres curado, ya que el Espíritu Santo no ve grados de dificultad en la curación. Curar es la manera de desva­necer la creencia de que existen diferencias; al ser la única manera de percibir a la Filiación como una sola entidad. Esta percepción, por lo tanto, está en armonía con las leyes de Dios; aun cuando tiene lugar en un estado mental que no está en armonía con el Suyo. La fuerza de la percepción correcta es tan grande que pone a la mente en armonía con la Mente de Dios, pues se encuentra al servicio de Su Voz, la cual mora en todos vosotros" (T-7.IV.5:1-7).

"La mente, no obstante, puede tejer ilusiones, y si lo hace creerá en ellas porque creyendo en ellas fue como las tejió" (T-7.VI.5:5).

"El Espíritu Santo desvanece las ilusiones sin atacarlas, ya que no puede percibirlas en absoluto. Por consiguiente, no existen para Él. Resuelve el aparente conflicto que éstas engendran, per­cibiendo cualquier conflicto como algo sin sentido. He dicho anteriormente que el Espíritu Santo percibe el conflicto exactamente como es, y el conflicto no tiene sentido.5El Espíritu Santo no quiere que entiendas el conflicto, quiere, no obstante, que te des cuenta de que puesto que el conflicto no tiene sentido, no es comprensible. Como ya dije anteriormente, el entendimiento suscita aprecio, y el aprecio suscita amor. El amor es lo único que se puede entender, ya que sólo el amor es real, y, por lo tanto, sólo el amor tiene sentido" (T-7.VI.6:1-7).

"El Espíritu Santo te enseñará a percibir más allá de tus creencias porque la verdad está más allá de cualquier creencia, y la percep­ción del Espíritu Santo es verdadera. Te puedes olvidar del ego por completo en cualquier momento que así lo elijas porque el ego es una creencia completamente inverosímil, y nadie puede seguir abrigando una creencia que él mismo haya juzgado como increí­ble" (T-7.VIII.6:1-2).
  
"Las enseñanzas del Espíritu Santo apuntan en una sola direc­ción y tienen un solo objetivo. Su dirección es la libertad y Su objetivo es Dios. El Espíritu Santo, no obstante, no puede conce­bir a Dios sin ti porque no es la Voluntad de Dios estar sin ti" (T-8.II.6:1-3).


¿Cómo debemos corregir los errores?

"La vigilancia que el ego ejerce en relación con los errores de otros egos no es la clase de vigilancia que el Espíritu Santo quiere que mantengamos. Los egos critican basándose en el tipo de "lógica" de que son partidarios. Entienden esa clase de lógica porque para ellos tiene sentido. Para el Espíritu Santo, no obstante, no tiene ningún sentido" (T-9.III.1:1-4).

"Para el ego lo caritativo, lo correcto y lo apropiado es señalar­les a otros sus errores y tratar de "corregirlos". Esto tiene per­fecto sentido para él porque no tiene idea de lo que son los errores ni de lo que es la corrección. Los errores pertenecen al ámbito del ego, y la corrección de los mismos estriba en el rechazo del ego. Cuando corriges a un hermano le estás diciendo que está equivocado. Puede que en ese momento lo que esté diciendo no tenga sentido, y es indudable que si está hablando desde su ego no lo tiene. Tu tarea, sin embargo, sigue siendo decirle que tiene razón. No tienes que decírselo verbal­mente si está diciendo tonterías. Necesita corrección en otro nivel porque su error se encuentra en otro nivel. Sigue teniendo razón porque es un Hijo de Dios. Su ego, por otra parte, está siempre equivocado, no importa lo que diga o lo que haga" (T-9.III.2:1-10).

"Si le señalas a tu hermano los errores de su ego, tienes forzosa­mente que estar viendo a través del tuyo porque el Espíritu Santo no percibe sus errores. Esto tiene que ser verdad, toda vez que no existe comunicación entre el ego y el Espíritu Santo. Lo que el ego está diciendo no tiene sentido, y el Espíritu Santo no intenta com­prender nada que proceda de él. Puesto que no lo entiende, tam­poco lo juzga, pues sabe que nada que el ego haga tiene sentido" (T-9.III.3:1-4).

"Reaccionar ante cualquier error, por muy levemente que sea, significa que no se está escuchando al Espíritu Santo. Él simple­mente pasa por alto todos los errores, y si tú les das importancia, es que no lo estás oyendo a Él. Si no lo oyes, es que estás escu­chando al ego, y mostrándote tan insensato como el hermano cuyos errores percibes. Esto no puede ser corrección. como resultado de ello, no sólo se quedan sus errores sin corregir, sino que renuncias a la posibilidad de poder corregir los tuyos" (T-9.III.4:1-6).

"Cuando un hermano se comporta de forma demente sólo lo puedes sanar percibiendo cordura en él. Si percibes sus errores y los aceptas, estás aceptando los tuyos. Si quieres entregarle tus errores al Espíritu Santo, tienes que hacer lo mismo con los suyos. A menos que ésta se convierta en la única manera en que lidias con todos los errores, no podrás entender cómo se deshacen. ¿Qué diferencia hay entre esto y decirte que lo que enseñas es lo que aprendes? Tu hermano tiene tanta razón como tú, y si crees que está equivocado te estás condenando a ti mismo" (T-9.III.5:1-6).

"Tú no te puedes corregir a ti mismo. ¿Cómo ibas a poder entonces corregir a otro? Puedes, no obstante, verlo verdaderamente, puesto que te es posible verte a ti mismo verdaderamente. Tu función no es cambiar a tu hermano, sino simplemente acep­tarlo tal como es. Sus errores no proceden de la verdad que mora en él, y sólo lo que es verdad en él es verdad en ti. Sus errores no pueden cambiar esto, ni tener efecto alguno sobre la verdad que mora en ti. Percibir errores en alguien, y reaccionar ante ellos como si fueran reales, es hacer que sean reales para ti. No podrás evitar pagar las consecuencias de esto, no porque se te vaya a castigar, sino porque estarás siguiendo al guía equivocado, y, por lo tanto, te extraviarás" (T-9.III.6:1-8).

"Los errores que tu hermano comete no es él quien los comete, tal como no eres tú quien comete los tuyos. Considera reales sus errores, y te habrás atacado a ti mismo. Si quieres encontrar tu camino y seguirlo, ve sólo la verdad a tu lado, pues camináis juntos. El Espíritu Santo en ti os perdona todo a ti y a él. Sus errores le son perdonados junto con los tuyos. La Expiación, al igual que el amor, no opera aisladamente. La Expiación no puede operar aisladamente porque procede del amor. Cualquier intento que hagas por corregir a un hermano significa que crees que puedes corregir, y eso no es otra cosa que la arrogancia del ego. La corrección le corresponde a Dios, Quien no conoce la arrogancia" (T-9.III.7:1-9).

"El Espíritu Santo lo perdona todo porque Dios lo creó todo. No trates de asumir Su función, o te olvidarás de la tuya. Acepta únicamente la función de sanar mientras estés en el tiempo por­que para eso es el tiempo. Dios te encomendó la función de crear en la eternidad. No necesitas aprender cómo crear, pero necesitas aprender a desearlo. Todo aprendizaje se estableció con ese pro­pósito. Así es como el Espíritu Santo utiliza una capacidad que tú inventaste, pero que no necesitas. iPonla a Su disposición! Tú no sabes cómo usarla. ÉI te enseñará cómo verte a ti mismo sin con­denación, según aprendas a contemplar, todas las cosas de esa manera. La condenación dejará entonces de ser real para ti, y todos tus errores te serán perdonados” (T-9.III.8:1-11).

¿Cómo debemos perdonar?

"La Expiación es para todos porque es la forma de desvanecer la creencia de que algo pueda ser únicamente para ti. Perdonar es pasar por alto. Mira entonces más allá del error, y no dejes que tu percepción se fije en él, pues, de lo contrario, creerás lo que tu percepción te muestre. Acepta como verdadero sólo lo que tu hermano es, si quieres conocerte a ti mismo. Percibe lo que él no es, y no podrás saber lo que eres porque lo estarás viendo falsa­mente. Recuerda siempre que tu Identidad es una Identidad compartida, y que en eso reside Su realidad" (T-9.IV.1:1-6).

"Perdonar a través del Espíritu Santo consiste simplemente en mirar más allá del error desde un princi­pio, haciendo que, de esta manera, nunca sea real para ti. No dejes que ninguna creencia que afirme que el error es real se infil­tre en tu mente, o creerás también que para poder ser perdonado tienes que deshacer lo que tú mismo, has hecho. Lo que no tiene efectos no existe, y para el Espíritu Santo los efectos del error son inexistentes: Mediante la cancelación progresiva y sistemática de los efectos de todos los errores, en todas partes y con respecto a todo, el Espíritu Santo enseña que el ego no existe y lo demuestra" (T9.IV.5:3-6).

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 40

LECCIÓN 40

Soy bendito por ser un Hijo de Dios.

1. Comenzamos hoy a afirmar algunas de las bienaventuranzas a las que tienes derecho por ser quien eres. 2Hoy no se requieren largas sesiones de práctica, sino muchas cortas y frecuentes. 3Lo ideal sería una cada diez minutos, y se te exhorta a que trates de mantener este horario y a adherirte a él siempre que puedas. 4Si te olvidas, trata de nuevo. 5Si hay largas interrupciones, trata de nuevo. 6Siempre que te acuerdes, trata de nuevo.

2. No es preciso que cierres los ojos durante los ejercicios, aunque probablemente te resultará beneficioso hacerlo. 2Mas puede que durante el día te encuentres en situaciones en las que no puedas cerrar los ojos. 3No obstante, no dejes de hacer la sesión por eso. 4Puedes practicar muy bien en cualquier circunstancia, si realmente deseas hacerlo.

3. Los ejercicios de hoy no requieren ningún esfuerzo ni mucho tiempo. 2Repite la idea de hoy y luego añade varios de los atributos que asocias con ser un Hijo de Dios, aplicándotelos a ti mismo. 3Una sesión de práctica, por ejemplo, podría consistir en lo siguiente:

4Soy bendito por ser un Hijo de Dios.
5Soy feliz y estoy en paz; soy amoroso y estoy contento.

6Otra podría ser, por ejemplo:

7Soy bendito por ser un Hijo de Dios.
8Estoy calmado y sereno; me siento seguro y confiado.

9Si sólo dispones de un momento, basta con que simplemente te digas a ti mismo que eres bendito por ser un Hijo de Dios.

¿Qué me enseña esta lección?

Mientras sigamos identificados con los valores del ego, permaneceremos dormidos e inconscientes de nuestra verdadera Esencia. La personalidad del ego es semejante a una cebolla, en la que cada una de sus capas se convierte en un hábito adquirido que nos mantiene atados a un modo de respuesta automática. Esos hábitos se han formado a base del aprendizaje que se adquiere en el contacto con el mundo material. Su fundamento es la división, la competitividad, la posesión, el miedo, el dolor, el sufrimiento, el sacrificio, etc.

Cuando damos, pensamos que perdemos. El servicio al otro, se convierte en una prueba de desgaste emocional, pues no siempre va acompañado del deseo desinteresado. El recuerdo de las heridas emocionales que nos une a los otros, se convierte en un obstáculo para dar expresión al verdadero amor.

No existe libertad para dar testimonio de los altos ideales del Ser. Cada una de esas capas de la cebolla, nos oprime y nos mantiene prisionero de los falsos valores.

Es necesario que se produzca el despertar de la conciencia y, con ello, sentirnos benditos, pues es nuestra condición, la de Ser Hijos de Dios.

Cuando buscamos en el diccionario el significado del término "bendito", podemos encontrar los siguientes significados: "santo, bienaventurado, dichoso, feliz, persona buena o inocente". Todas encuadran dentro de los valores espirituales del Ser. Y no podría ser de otra forma, pues tal y como podemos leer en el enunciado de esta lección, "somos benditos por ser Hijo de Dios".

Ser bendito nos eleva con respecto a la condición característica de la personalidad egoica, es decir, ser bendito, inocente, dichoso y feliz, son estados anímicos que no pertenecen al mundo del ego, el cual, confunde inocencia con debilidad; la dicha con el azar; la felicidad con el placer.

Esta lección es una de las más sencillas y fáciles de aplicar, de las que encontraremos a lo largo del Curso. No quiero decir con ello que las demás sean difíciles, pero comparto con los estudiantes que unas nos resuenan más que otras y ello se traduce en una comprensión más cercana.

Los beneficios de aplicar esta lección son evidentes, pues en verdad lo que tenemos que hacer es recordar lo que ya somos. Para fortalecer ese recuerdo y evitar que se nos olvide, la práctica de la lección nos invita a repetirla cada diez minutos.

El día nos invita a establecer un diálogo permanente con nosotros mismos, en el cual, reforzaremos, una y otra vez, nuestra condición divina: soy un ser divino, dichoso, bienaventurado y feliz. Ese diálogo debe alcanzar nuestra certeza, debe formar parte de nuestro más sincero deseo de ser lo que nuestra mente nos está dictando. La repetición es una buena técnica de aprendizaje en el proceso en el que nos encontramos. Nuestros hábitos actuales son el resultado de habernos dicho una y otra vez que las cosas son como creemos que son. Ahora, es el momento de aplicar la misma técnica, aunque el verdadero valor de este proceso se encuentra en el hecho de haber elegido ver las cosas de otra manera, esto es, el haber elegido ver la verdad que somos: Seres de Luz emanados de la Fuente de nuestro Padre.

Me gustaría compartir con vosotros una reflexión, sobre una realidad que seguro compartís, intelectualmente, conmigo, pero que hace unos días, se me reveló en su verdadera dimensión en lo que, sin duda, para mí, fue un hermoso instante santo.

Se trata, simple y llanamente, de lo siguiente: ¿Qué puede aportarnos más felicidad que tener la certeza de que somos el Hijo de Dios?

Esta cuestión, como os adelantaba, formaba parte de mi saber intelectual, pero hasta ese día, no fui capaz de vivir, de manera íntegra, lo que realmente significa ser el Hijo de Dios.

Cuando ello ocurre, pareces levitar del suelo, te sientes elevado por las alas del amor. Donde había rescoldos de viejos sentimientos de miedos y temor, ahora tan sólo había paz y serenidad, fruto de estar en la certeza de que no existe nada en nuestra vida que se encuentre fuera de Nuestro Padre.

 

Ejemplo-Guía: ¿A qué le tienes miedo?

Con este ejemplo, nos situamos en el eje principal de todas nuestras emociones. De su fuente emanan todos los sentimientos de escasez, de culpa, de sufrimiento, de dolor y de infelicidad. Considero, que el miedo es la respuesta a nuestro desconocimiento de Dios y, por ende, de nosotros mismos.

El miedo es el aliado del ego, en el sentido, de que es su fabricación. Su origen debemos buscarlo en el acto de libre elección, llevado a cabo por el Hijo de Dios, de ver un mundo diferente al de Su Creador. La mente proyectó ese deseo de individualización que le permitió adquirir una nueva vía de comunicación con la "realidad". Sustituyó la comunicación directa, el Conocimiento, por la percepción. La unidad pasó a convertirse en multiplicidad.

Desde ese instante, la Consciencia, se cubrió con el espeso manto de la conciencia.

En el mundo inventado por el Hijo de Dios y donde el ego anda a sus anchas, la moneda de cambio es el miedo y esto será así, hasta que el soñador tome consciencia de que es el único fabricador de sueños. Esto le permitirá elegir fabricar sueños felices, donde el miedo ya no le atemorizará con absurdas pesadillas. Esto que decimos, ya lo hemos estudiado en anteriores lecciones, es decir, estamos en condiciones de recordar que somos nosotros los que, con nuestra mente (causa) damos vida a nuestras experiencias (efectos).

Responder, con honestidad, a la pregunta del ejemplo guía, nos ayudará a tomar consciencia de nuestra autoría en la fabricación de nuestros sueños. No importa, la dimensión de nuestros miedos. No importa que nos de miedo un insecto en particular o nos de miedo el cáncer. El motivo con el que identifiquemos nuestro miedo o miedos, es lo de menos, pues todos tienen una misma causa. Ya lo hemos dicho anteriormente. El miedo nos impide conocer quiénes somos en realidad. Nos impide ver nuestra divinidad, llevándonos a identificarnos con las limitaciones del cuerpo físico.

Existen muchos estudios que tratan sobre los miedos y, muchos de ellos, coinciden en que el miedo más básico y arraigado en nuestro inconsciente individual y colectivo, es el miedo a la muerte. Creo que la razón de que esto sea así, responde, a que el ego no podría reconocer que la muerte es una ilusión, ya que ello supondría que el propio ego es una ilusión.

Os dejo un enlace, en el que podréis encontrar un artículo que publiqué en uno de mis blogs y que trata sobre el origen del miedo a la muerte:

http://nuevosarquetipos.blogspot.com.es/2012/02/la-muerte-un-camino-hacia-la-vida.html

 

Reflexión: ¿Qué puede aportarnos más felicidad que tener la certeza de que somos el Hijo de Dios?

jueves, 8 de febrero de 2024

Principio 38: "El Espíritu Santo es el mecanismo de los milagros..." - 1ª Parte -

PRINCIPIO 38

El Espíritu Santo es el mecanismo de los milagros. El reconoce las creaciones de Dios así como tus ilusiones. Separa lo verdadero de lo falso mediante Su capacidad para percibir totalmente en vez de selectivamente.


Me atrevería a decir, que este punto nos presenta al verdadero protagonista de Un Curso de Milagros, pues como bien recoge este Principio, el Espíritu Santo es el mecanismo de los milagros.

Cuando se adquiere una visión conjunta de lo expuesto en el Texto, la consideración manifestada en el párrafo anterior se convierte en una certeza. En el desarrollo del Curso se nos hace referencia, a través de nuestro Hermano Mayor Jesús, de las características del ego y de las características del Espíritu Santo. Mientras que el primero no es real, el segundo, se nos presenta como el mediador entre la comunicación superior y la inferior, y mantiene abierto para la revelación el canal directo de Dios.
Por lo tanto, volviendo al atrevimiento inicial, considero que el protagonista real y verdadero del Curso es el Espíritu Santo.

Dicho esto, pasemos a analizar en este espacio, algunas de las muchas características que se nos detalla en el Curso con relación al Espíritu Santo (E.S).

El Principio 38 nos informa en su título que, “El reconoce las creaciones de Dios así como tus ilusiones”.

Kenneth Wapnick, en su obra “Los 50 Principios de los Milagros” nos dice en relación a este punto que,  el Espíritu Santo es un "bateador ambidextro" y, como dice el Curso más adelante, "la única parte de la Santísima Trinidad que tiene una función simbólica" (T-5.I.4:1). Esto quiere decir que El puede funcionar en un mundo de símbolos. No hay símbolos en el Cielo, únicamente en este mundo.

Expongo a continuación, las cuestiones que le plantean los estudiantes a Ken con relación a este Principio. Lo considero verdaderamente interesante:

P: Si la separación es ilusoria, y el Espíritu Santo cobra existencia para resolver eso, ¿no es Él una ilusión?

R: No, porque lo creó Dios. No obstante es una buena pregunta. La respuesta del Curso es que, "cuando la separación se sane totalmente y ya no se necesite el Espíritu Santo, Este existirá aún porque Dios lo creó. Y luego el Curso añade que El regresa al Cielo y bendice nuestras creaciones" (T-5.I.5:7).

P: Pero parece como si a El lo hubiesen creado para resolver un problema que no existe.

R: Eso es correcto, y porque El fue creado por Dios, lo cual significa realmente que El es sólo una extensión de Dios, una vez Dios Lo crea, El no puede desaparecer. Su función es ilusoria, puesto que consiste en corregir un problema que es inherentemente ilusorio, lo cual implica que esta función también tiene que ser una ilusión, como lo es la forma en la cual experimentamos el contenido de Su Amor.

P: Pero El es uno de nosotros...

R: No, El no es uno de nosotros. Nosotros somos parte de la Segunda Persona de la Trinidad -Cristo- y el Espíritu Santo es la Tercera Persona de la Trinidad. En otro nivel, por supuesto, la Trinidad es Una. Sin embargo, Un curso en milagros sí habla de Niveles de la Trinidad. Esto es más que una excelente distinción teológica. Es importante corregir la idea de que la Voz del Espíritu Santo es la nuestra. Esto es similar a la creencia de que nosotros somos Dios, que el Curso claramente plantea que no lo somos (T-7.I.1-3). Creer que la Voz de Dios es la nuestra, por no decir que somos el Mismo Dios, es precisamente otra expresión de la creencia básica de la separación que en primer lugar nos metió en dificultades.

P: Usted utilizó otra clase de ejemplo. Dijo que Dios envió al Espíritu Santo al sueño; El no es parte del sueño, pero vino al mismo para hablarnos desde ahí.

R: La pregunta es aún, "¿Qué sucederá cuando termine el sueño? Es una de esas cosas que nadie puede entender en forma alguna. Yo sólo puedo decirle lo que Un curso en milagros dice al respecto. Pero la idea es que el Espíritu Santo tiene un pie en la realidad, en el Cielo, y otro en el sueño (si damos por sentado que El tiene dos pies). El está en el sueño pero no es parte del mismo. Está en nuestras mentes separadas y obra en ellas; no obstante, también está en contacto con la Mente de Cristo. Es como un intermediario.
Dios, por supuesto, ni siquiera se ha enterado del sueño, o del mundo de la ilusión. Una analogía puede ser la de un padre que contempla a su hijo que duerme por la noche y lo ve cómo se revuelve en forma agitada, obviamente tiene una pesadilla. El padre no sabe qué sueña el niño, puesto que todo ocurre fuera de la mente de aquel, pero sí sabe que el niño sufre y es claro que quiere aliviar el dolor de su hijo. Dios se encuentra en una situación similar. Por lo tanto, Se extiende a Sí Mismo hacia el sueño, y hasta la mente de Su Hijo que duerme. El "Espíritu Santo" es el nombre que Un curso en milagros le da a esa extensión, la Voz por Dios. Y en ese sueño El nos dice: "Hermano, escoge otra vez. Puedes contemplar tu sueño de manera diferente." Y así, El cierne lo que en verdad no llena nuestra necesidad; i.e., las relaciones especiales. Nos ayuda a unificar nuestra percepción, a ver todas las cosas como lecciones que Dios quiere que aprendamos. Eso es lo que quiere decir "El separa lo verdadero de lo falso," y "percibir totalmente en vez de selectivamente." Ese fue el punto que presenté antes, que El ve todos los aspectos de una situación. Nosotros vemos una situación sólo en términos de nuestras necesidades específicas. El reconoce todas las situaciones como oportunidades para sanar a todas las personas que estén involucradas.

Retomamos de nuevo el tema, y lo hago con un intento de dar respuesta a la siguiente pregunta, que tal vez compartas: ¿dónde se encuentra el Espíritu Santo en nosotros?

La respuesta nos la da Jesús: “El Espíritu Santo se encuentra en tu mente recta, tal como se encontraba en la mía” (T-5.I.3:3). El Espíritu Santo se encuentra en ti en un sentido muy literal. Suya es la Voz que te llama a retornar a donde estabas antes y a donde estarás de nuevo. Aun en este mundo es posible oír sólo esa Voz y ninguna otra” (T-5.II.3:7-9).

"El Espíritu Santo mora en la parte de la mente que yace entre el ego y el espíritu, mediando siempre entre ellos en favor del espíritu. Para el ego eso es ser parcial, y reacciona como si algo estuviese contra él. Para el espí­ritu eso es la verdad porque el espíritu conoce su propia llenura y no puede concebir que haya alguna parte de la que él esté excluido" (T-7.IX.1:5-7).

Debemos tener presente que, "el Espíritu Santo, al igual que el ego, es una elección que uno hace. Ambos constituyen las únicas alternativas que la mente puede aceptar y obedecer. El Espíritu Santo y el ego son las únicas opciones que tenemos. Dios creó Una de ellas, y, por lo tanto, no puedes deshacerla. La otra la inventamos nosotros, y, por lo tanto, sí podemos. Sólo lo que Dios crea es irreversible e inmuta­ble. Lo que nosotros hemos fabricado siempre se puede cambiar porque cuando no pensamos como Dios, en realidad no estamos pensando en absoluto. Las ideas ilusorias no son pensamientos reales, si bien podemos creer en ellas. Pero eso es un error. La función del pen­samiento procede de Dios y reside en Dios. Puesto que formamos parte de Su Pensamiento, no podemos pensar separados de El" (T-5.V.6:7-16).

El Espí­ritu Santo es la respuesta de Dios al ego. "Todo lo que el Espíritu Santo te recuerda está en directa oposición a las nociones del ego, pues las percepciones verdaderas y las falsas se oponen entre sí. La tarea del Espíritu Santo es deshacer lo que el ego ha hecho. Lo deshace en el mismo nivel en que el ego opera, pues, de otro modo, la mente sería incapaz de comprender el cambio" (T-5.III.5:4-6).

"El Espíritu Santo es el mediador entre las interpretaciones del ego y el conocimiento del espíritu. Su capacidad para utilizar símbolos le permite actuar con las creencias del ego en el propio lenguaje de éste. Su capacidad para mirar más allá de los símbolos hacia la eternidad le permite entender las leyes de Dios, en nombre de las cuales habla. Puede, por consiguiente, llevar a cabo la función de reinterpretar lo que el ego forja, no mediante la destrucción, sino mediante el entendimiento. El entendimiento es luz, y la luz conduce al conocimiento. El Espíritu Santo se encuentra en la luz porque Él está en nosotros que somos luz, pero des­conocemos esto. La tarea del Espíritu Santo consiste, pues, en rein­terpretarnos en nombre de Dios" (T-5.III.7:1-7).

"El ego construyó el mundo tal como lo percibe, pero el Espíritu Santo -el reinterprete de lo que el ego construyó- ve el mundo como un recurso de enseñanza para llevarnos a nuestro hogar. El Espí­ritu, Santo tiene que percibir el tiempo y re-interpretarlo como eterno. Tiene que llevar a cabo Su labor mediante el uso de opuestos porque tiene que operar para una mente y con una mente que está en oposición" (T-5.III.7:1-3).

"El Espíritu Santo está siempre en comunión con Dios, y forma parte de ti. Él es tu Guía a la salvación porque recuerda lo pasado y lo que ha de venir, y lo trae al presente. Él mantiene ese regocijo en tu mente con gran ternura, y sólo te pide que lo incrementes com­partiéndolo en Nombre de Dios de modo que Su júbilo se incre­mente en ti"  (T-5.III.11:8-10).

Nos refiere, igualmente, este Principio que el E.S, separa lo verdadero de lo falso mediante Su capacidad para percibir totalmente en vez de selectivamente.

Esta afirmación nos lleva a analizar el papel que desempeña el Espíritu Santo en el Plan de Salvación diseñado por el Creador:

El Espíritu Santo es la Mente de Cristo, la cual es consciente del conocimiento que yace más allá de la percepción. El Espíritu Santo comenzó existir como medió de protección al producirse la separación, lo cual inspiró simultáneamente el principio de la Expiación. Antes de eso no había necesidad de curación, pues nadie estaba desconsolado. La Voz del Espíritu Santo es la Lla­mada a la Expiación, es decir, a la restitución de la integridad de la mente. Cuando la Expiación se complete y toda la Filiación sane, dejará de haber una llamada a retornar. Pero lo que Dios crea es eterno. El Espíritu Santo permanecerá con los Hijos de Dios para bendecir las creaciones de éstos y mantenerlas en la luz de la dicha"  (T-5.I.5:1-7).

"Dios honró incluso las creaciones falsas de sus Hijos porque ellos las habían hecho. Pero también bendijo a Sus Hijos con una manera de pensar que fuese capaz de elevar sus percepciones a tal altura, que casi pudieran llegar hasta Él. El Espíritu Santo es la Mente de la Expiación. Representa un estado mental lo suficien­temente próximo a la Mentalidad-Uno como para que la transfe­rencia a ella sea finalmente posible. La percepción no es conocimiento, pero puede ser transferida al conocimiento, o cru­zar hasta él. Tal vez sea más útil en este caso utilizar el significado literal de la palabra "transferida", o sea "transportada", puesto que el último paso es Dios Quien lo da" (T-5.I.6:1-6).

"El Espíritu Santo -la Inspiración que toda la Filiación com­parte- induce a una clase de percepción en la que muchos ele­mentos son como los del Reino de los Cielos:
En primer lugar, su universalidad es perfectamente inequí­voca, y nadie que la alcance podría pensar ni por un momento que compartirla signifique cualquier otra cosa que no sea ganar.
En segundo lugar, es una percepción que es incapaz de atacar, y, por lo tanto, es verdaderamente receptiva. 4Esto quiere decir que si bien no engendra conocimiento, tampoco lo obstruye en modo alguno.
Finalmente, señala al camino que lleva lo que está más allá de la curación qué trae consigo, y conduce a la mente más allá de su propia integración, hacia los senderos de la creación. En este punto es donde se producen suficientes cambios cuantitativos para producir un verdadero salto cualitativo”. (T.5.I.7:1-6))

Lo recogido en el punto anterior se completa con otra aportación extraída del Curso:

“El Espíritu Santo es la Respuesta de Dios a la separación; el medio a través del cual la Expiación cura hasta que la mente en su totalidad se reincorpore al proceso de creación” (T-5.II.2:5).

"El Espíritu Santo es el resplandor al que debemos permitir que desvanezca la idea de la oscuridad. Suya es la gloria ante la cual la disociación desaparece y el Reino de los Cielos pasa a ocupar el lugar que le corresponde: Antes de la separación no teníamos necesidad de dirección, pues disponíamos de conocimiento, tal como dispondremos de él de nuevo, pero como no disponemos de él ahora" (T-5.II.4:2-5) .

"La Voz del Espíritu Santo no da órdenes porque es incapaz de ser arrogante. No exige nada porque su deseo no es controlar. No vence porque no ataca. Su Voz es simplemente un recorda­torio. Es apremiante únicamente por razón de lo que nos recuerda. Le ofrece a nuestra mente el otro camino, permaneciendo serena aun en medio de cualquier confusión a la que podamos dar lugar. La Voz que habla por Dios es siempre serena porque habla de paz. La paz es más poderosa que la guerra porque sana. La guerra es división, no expansión. Nadie gana en la batalla. ¿Qué saca un hombre con ganar el mundo entero si con ello pierde su propia alma? Si le prestamos oídos a la voz que no debemos, perdemos de vista a nuestra alma. En realidad no podemos perderla, pero podemos no cono­cerla. Por lo tanto, nos parecerá que la hemos "perdido" hasta que elijamos correctamente"  (T-5.II.7:1-14).           

"El Espíritu Santo es tu Guía a la hora de elegir. Reside en la parte de tu mente que siempre habla en favor de la elección correcta porque habla por Dios. Él es el último nexo de comuni­cación que te queda con Dios, comunicación que puedes inte­rrumpir, pero no destruir. El Espíritu Santo es el vehículo mediante el cual la Voluntad de Dios se cumple así en la tierra como en el Cielo"  (T-5.II.8:1-4).

"La Voz del Espíritu Santo en ti es débil. Por eso es por lo que debes compartirla. Tiene que hacerse más fuerte antes de que puedas oírla. Es imposible que la oigas dentro de ti mientras siga siendo tan débil en tu mente. No es que de por sí sea débil, sino que está limitada por tu renuencia a oírla. Si cometes el error de buscar al Espíritu Santo únicamente en ti, tus pensa­mientos te asustarán, ya que al adoptar el punto de ista del ego, estarás emprendiendo un viaje que le es ajeno al ego utilizándolo a él de guía. 7Esto no puede sino producir miedo" (T-6.4:1-7).

"El Espíritu Santo extiende y el ego proyecta. Del mismo modo en que los objetivos de ambos son opuestos, así también lo son sus resultados" (T-6.II.4:3-4).

"La diferencia entre la proyección del ego y la extensión del Espíritu Santo es muy simple. El ego proyecta para excluir, y, por lo tanto, para engañar. El Espíritu Santo extiende al reconocerse a Sí Mismo en cada mente, y de esta manera las percibe a todas como una sola. Nada está en conflicto en esta percepción porque lo que el Espíritu Santo percibe es todo igual" (T-6.II.12:1-4).

"El Espíritu Santo comienza percibiendo tu perfección. Como sabe que esa perfección es algo que todos comparten, la reconoce en otros, y así la refuerza tanto en ti como en ellos. En vez de ira, esto suscita amor tanto en ellos como en ti porque establece el estado de inclusión. Puesto que percibe igualdad, el Espíritu Santo percibe en todos las mismas necesidades. Esto invita auto­máticamente a la Expiación porque la Expiación es la necesidad universal de este mundo. Percibirte a ti mismo de esta manera es la única forma de hallar felicidad en el mundo. Eso se debe a que es el reconocimiento de que tú no estás en este mundo, pues el mundo es un lugar infeliz"  (T-6.II.5:1-7).

"El Espíritu Santo hace uso del tiempo, pero no cree en, él. Puesto que Él procede de Dios, usa todo para el bien, pero no cree en lo que no es verdad" (T-6.II.10:1-2).

"Sólo el Espíritu Santo puede resolver conflictos porque sólo el Espíritu Santo está libre de conflictos. Él percibe única­mente lo que es verdad en nuestra mente, y lo extiende sólo a lo que es verdad en otras mentes" (T-6.II.11:8-9).

"El Espíritu Santo nos fue dado con perfecta imparcialidad, y a menos que lo reconozcamos imparcialmente no podremos reconocerlo en absoluto. El ego es legión, pero el Espíritu Santo es uno. No hay tinieblas en ninguna parte del Reino, y nuestro papel sólo consiste en impedir que las tinieblas moren en nuestra mente. Ésta armonía con la luz es ilimitada porque está en armonía con la luz del mundo. Cada uno de nosotros es la luz del mundo, y al unir nuestras mentes en esa luz proclamamos el Reino de Dios juntos y cual uno solo" (T-6.II.13:1-5).

Continuará...