sábado, 27 de enero de 2024

Principio 27: Un milagro es una bendición universal de Dios...


PRINCIPIO 27

Un milagro es una bendición universal de Dios a todos mis hermanos por mediación mía. Perdonar es el privilegio de los perdonados.

Este Principio, recoge dos aspectos que siempre me han fascinado y que ahora me ofrecen la oportunidad de analizarlos y de disfrutarlos. Me refiero a la “bendición” y a nuestro hermano en Cristo, Jesús.

Cuando adquirimos el hábito de bendecir, es señal de que aceptamos el papel que nos corresponde en el Plan de Dios para la Salvación. Nos indica este Principio, que el milagro es una bendición universal. No puede ser de otra manera. No podemos dispensar esa fuente de amor de manera discriminatoria, pues ello sería indicio de que estamos haciendo real la dualidad, la separación. La bendición debe ser siempre universal, pues nuestra condición, nuestro verdadero estado, es el de la Unidad.

"La bendición de Dios mora en todos Sus Hijos, y en nuestra bendición de ellos radica la bendición que Dios nos da a nosotros" (T-12.VII.1:6).

Cuando un hermano actúa insensatamente, te está ofreciendo una oportunidad para que lo bendigas. Su necesidad es la tuya. Tú necesitas la bendición que puedes darle. No hay manera de que tú puedas disponer de ella excepto dándola. Ésa es la ley de Dios, la cual no hace excepciones. Careces de aquello que niegas, no porque haya carencia de ello, sino porque se lo has negado a otro, y, por lo tanto, no eres consciente de ello en ti. Lo que crees ser determina tus reacciones, y lo que deseas ser es lo que crees que eres. Lo que deseas ser, entonces, determina forzosamente todas tus reacciones" (T-7.VII.2:1-8).

"No necesitas la bendición de Dios porque de ella ya dispones para siempre, pero sí necesitas la tuya propia” (T-7.VII.3:1).

Cuanta sabiduría encierran esas hermosas palabras. Difícilmente podríamos enseñar con tanta sencillez y claridad, cuál debe ser nuestro comportamiento con el mundo.

Nos indica el Curso, que, en verdad somos bendito. Mas en este mundo no nos damos cuenta de ello.

“Si eres bendito y no lo sabes, necesitas aprender que cierta­mente lo eres. El conocimiento no es algo que se pueda enseñar, pero sus condiciones se tienen que adquirir, pues eso fue lo que desechaste. Puedes aprender a bendecir; pero no puedes dar lo que no tienes. Por lo tanto, si ofreces una bendición, primero te tiene que haber llegado a ti. tienes también que haberla aceptado como tuya, pues, de lo contrario, ¿cómo podrías darla? Por eso es por lo que los milagros dan testimonio de que eres bendito. Si perdonas completamente es porque has abandonado la culpa­bilidad, al haber aceptado la Expiación y haberte dado cuenta de que eres inocente. ¿Cómo ibas a percatarte de lo que se ha hecho por ti, sin tú saberlo, a menos que hicieses lo que no podrías sino hacer si se hubiese hecho por ti?" (T-14.I.1:1-8).

Recurriré a continuación a uno de los libros que forma parte de Un Curso de Milagros, concretamente, el Manual del Maestro. Lo hago con la intención de compartir, dos capítulos en los cuales se hace referencia expresa al papel de Jesús-Cristo. Los transcribiré tal cual, pues considero que su contenido es una verdadera joya.

No necesitas ayuda para entrar en el Cielo, pues jamás te ausen­taste de él. Pero sí necesitas una ayuda que proceda de más allá de ti, pues te encuentras limitado por falsas creencias con res­pecto a tu Identidad, la cual sólo Dios estableció en la realidad. Los ayudantes que se te proveen varían de forma, aunque ante el altar son uno solo. Más allá de cada uno de ellos se encuentra un Pensamiento de Dios, y esto jamás ha de cambiar. Pero sus nombres difieren por un tiempo, puesto que el tiempo necesita símbolos, siendo de por sí irreal. Sus nombres son legión, pero no nos extenderemos más allá de los nombres que el curso en sí emplea. Dios no provee ayuda, pues no sabe de necesidades. Sin embargo, Él crea todos los Ayudantes que Su Hijo pueda necesitar, mientras éste siga creyendo que sus fantasías son rea­les. Dale gracias a Dios por ellos, pues son quienes te conducirán de regreso a tu hogar.

El nombre de Jesús es el nombre de uno que, siendo hombre, vio la faz de Cristo en todos sus hermanos y recordó a Dios. Al identificarse con Cristo, dejó de ser un hombre y se volvió uno con Dios. El hombre era una ilusión, pues parecía ser un ser separado que caminaba por su cuenta, dentro de un cuerpo que aparentemente mantenía a su ser separado de su Ser, como hacen todas las ilusiones. Pero ¿quién puede salvar a menos que, al ver las ilusiones, las identifique como lo que son? Jesús sigue siendo un Salvador porque vio lo falso y no lo aceptó como la verdad. Cristo necesitó su forma para poder presentarse ante los hom­bres y salvarlos de sus ilusiones.

En su completa identificación con el Cristo -el perfecto Hijo de Dios, Su única creación y Su felicidad, por siempre como Él y uno con Él- Jesús se convirtió en lo que todos vosotros no podéis sino ser. Mostró el camino para que le siguieras. Él te conduce de regreso a Dios porque vio el camino ante sí y lo siguió. Jesús hizo una clara distinción, todavía velada para ti, entre lo falso y lo verdadero. Te ofreció una demostración palpable de que es imposible matar al Hijo de Dios, y de que el pecado, la maldad, la malicia, el miedo o la muerte no pueden alterar su vida en modo alguno.

Todos tus pecados, por lo tanto, te han sido perdonados, ya que jamás tuvieron consecuencia alguna. así, no fueron más que sueños. Levántate con aquel que te mostró esto, ya que se lo debes por haber compartido contigo tus sueños para que pudieran ser disipados. todavía los comparte, para mantenerse en unión contigo.

¿Es él el Cristo? Por supuesto que sí, junto contigo. Su vida en la tierra no fue lo suficientemente larga como para poder ense­ñar la poderosa lección que aprendió por todos vosotros. Mas él permanecerá contigo para conducirte desde el infierno que tú hiciste hasta Dios. cuando unas tu voluntad a la suya, verás a través de su visión, pues los ojos de Cristo se comparten. Cami­nar con él es algo tan natural como caminar con un hermano al que conoces desde que naciste, pues eso es en verdad lo que él es. Se han hecho amargos ídolos de aquel que sólo quiere ser un hermano para el mundo. Perdónale tus fantasías, y comprende lo mucho que amarías a un hermano así. Pues él por fin le brin­dará descanso a tu mente y la llevará contigo ante tu Dios.

¿Es él el único Ayudante de Dios? ¡Por supuesto que no! Pues Cristo adoptará muchas formas con diferentes nombres hasta que se reconozca la unicidad de todas ellas. Mas para ti, Jesús es el portador del único mensaje de Cristo acerca del Amor de Dios. No tienes necesidad de ningún otro. Es posible leer sus palabras y beneficiarse de ellas sin aceptarle en tu vida. Mas él te ayudaría todavía más si compartieses con él tus penas y alegrías, y renun­ciases a ambas para hallar la paz de Dios. Con todo, lo que él quiere que aprendas más que nada sigue siendo la lección que vino a enseñar, la cual reza así:

La muerte no existe porque el Hijo de Dios es como su Padre. No puedes hacer nada que pueda alterar el Amor Eterno. Olvida tus sueños de pecado y de cul­pabilidad, y en su lugar ven conmigo a compartir la resurrección del Hijo de Dios. trae contigo todos aquellos que Él te ha enviado para que cuides de ellos como yo cuido de ti". (M-5.1:6)


¿JUEGA JESÚS UN PAPEL ESPECIAL EN LA CURACIÓN?

Los dones de Dios rara vez pueden recibirse directamente. Aun los maestros de Dios más avanzados sucumben a las tenta­ciones de este mundo. ¿Sería justo entonces que se les negara la curación a sus alumnos por esa razón? La Biblia dice: "Pide en el Nombre de Jesucristo". ¿Es esto simplemente una invocación a la magia? Un nombre no cura, ni tampoco puede una invocación generar ningún poder especial. ¿Qué significado puede tener entonces apelar a Jesucristo? ¿Que confiere el invocar su Nombre? ¿Por qué forma parte de la curación pedir en su Nombre?

Hemos repetido en muchas ocasiones que alguien que haya aceptado perfectamente la Expiación para sí mismo puede sanar el mundo. En efecto, ya lo ha hecho. La tentación podrá volver a acosar a otros, pero nunca a Ése. Él se ha convertido en el Hijo de Dios resucitado. Ha vencido a la muerte al haber aceptado la Vida. Se ha reconocido a sí mismo tal como Dios lo creó, y al hacerlo, ha reconocido que toda cosa viviente forma parte de él. Ahora su poder es ilimitado porque es el Poder de Dios. De esta manera, su nombre se ha convertido en el Nombre de Dios, pues ya no se considera a sí mismo separado de Él.

¿Qué significa esto para ti? Significa que al recordar a Jesús estás recordando a Dios. Toda la relación del Hijo con el Padre radica en Jesús. Su papel en la Filiación es también el tuyo, y el hecho de que él completó su aprendizaje garantiza tu éxito. ¿Se encuentra él aún disponible para venir en tu ayuda? ¿Qué dijo él mismo al respecto? Recuerda sus promesas y pregúntate hones­tamente si sería posible que no las fuese a cumplir. ¿Puede Dios fallarle a Su Hijo? ¿Y puede quien es uno con Dios ser distinto de Él? El que transciende el cuerpo transciende también toda limi­tación. ¿Cómo no iba a estar disponible el más grande de los maestros para aquellos que lo siguen?

El Nombre de Jesucristo como tal no es más que un símbolo. Pero representa un amor que no es de este mundo. Es un sím­bolo que se puede usar sin riesgo para reemplazar a los innumera­bles nombres de todos los dioses a los que imploras. Constituye el símbolo resplandeciente de la Palabra de Dios, tan próximo a aquello que representa, que el ínfimo espacio que hay entre ellos desaparece en el momento en que se evoca su Nombre. Recordar el Nombre de Jesucristo es dar gracias por todos los dones que Dios te ha dado. la gratitud hacia Dios se convierte en la manera en que Él es recordado, pues el amor no puede estar muy lejos de una mente y un corazón agradecidos. Dios puede entonces entrar fácilmente porque éstas son las verdaderas condiciones que hacen posible tu retorno al hogar.

Jesús ha señalado el camino. ¿Por qué no habrías de estarle agradecido? Te ha pedido amor, mas sólo para él poder dártelo a ti. Tú no te amas a ti mismo. Pero para Jesús, tu hermosura es tan absoluta e inmaculada que ve en ella la imagen de su Padre. Tú te conviertes en el símbolo de su Padre aquí en la tierra. Él tiene sus esperanzas puestas en ti porque no ve límites en ti, ni mancha alguna que opaque tu hermosa perfección. La visión de Cristo resplandece en sus ojos con perfecta constancia. Él ha permanecido contigo. ¿No te gustaría aprender la lección de la sal­vación valiéndote de lo que él ya aprendió? ¿Para qué empezar de nuevo, cuando él ya recorrió la jornada por ti?

Nadie en la tierra puede entender plenamente lo que es el Cielo ni cuál es el verdadero significado de su Creador. Sin embargo, tenemos testigos. A ellos, es a quienes el que es sabio debe acudir. Han existido personas cuyo conocimiento sobre­pasó con mucho lo que nosotros podemos aprender. Y no quere­mos enseñar las limitaciones que nos hemos impuesto. Nadie que se haya convertido en un maestro de Dios verdadero y completamente dedicado se olvida de sus hermanos. Lo que les puede ofrecer, no obstante, se ve limitado por lo que él mismo ha aprendido. Dirígete entonces hacia uno que abandonó todo límite y fue más allá del alcance más elevado que el aprendizaje puede ofrecer. Él te llevará consigo, pues no llegó hasta allí solo. Estabas con él entonces, tal como lo estás ahora.

Este curso procede de él porque sus palabras llegan a ti en un lenguaje que puedes amar y comprender. ¿Puede haber otros maestros que señalen el camino a aquellos que hablan lenguas distintas y recurren a símbolos diferentes? Por supuesto que sí. ¿Dejaría Dios a uno solo de Sus Hijos sin una ayuda muy real en tiempos de tribulación, sin un salvador que lo representase? Aun así, necesitamos un programa de estudios polifacético, no porque el contenido sea diferente, sino porque los símbolos tie­nen que modificarse y cambiar para poder ajustarse a las diferen­tes necesidades. Jesús ha venido a responder a las tuyas. En él hallarás la Respuesta de Dios. Enseña, entonces, con él, pues él está contigo; él siempre está aquí". (M-23.1:7)

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 27

LECCIÓN 27

Por encima de todo quiero ver.

1. La idea de hoy expresa algo más fuerte que una simple resolución. 2Le da prioridad a la visión por encima de todos tus demás deseos. 3Quizá te sientas indeciso con respecto a si usar esta idea o no, debido a que no estás seguro de si eso es lo que realmente quieres. 4Eso no importa. 5El propósito de los ejercicios de hoy es aproximar un poco más el momento en que esta idea sea completamente verdadera para ti.

2. Puede que sientas una gran tentación de creer que se te está pidiendo algún tipo de sacrificio cuando dices que por encima de todo quieres ver. 2Si te sientes incómodo por la falta de reserva que esta idea entraña, añade:

3La visión no le cuesta nada a nadie.

4Si el temor a perder algo aún persiste, di además:

4Tan sólo puede bendecir.

3. Necesitas repetir la idea de hoy muchas veces para obtener el máximo beneficio. 2Se debe repetir por lo menos cada media hora, e incluso más si es posible. 3Puedes intentarlo cada quince o veinte minutos. 4Se recomienda que al despertarte o poco después, establezcas un horario fijo según el cual vas a repetir la idea de hoy, y que trates de adherirte a él durante todo el día. 5No te será difícil hacerlo, aun si estás conversando u ocupado en otra cosa cuando llegue el momento de repetirla. 6Siempre se puede repetir una frase corta silenciosamente sin que ello interfiera en nada.

4. Lo que realmente importa es: ¿con qué frecuencia te vas a acor­dar? 2¿Hasta qué punto quieres que esa idea sea verdad? 3Si contestas una de estas preguntas habrás contestado la otra. 4Probablemente te saltarás algunas prácticas, o tal vez muchas. 5No dejes que eso te perturbe, pero sí trata de adherirte al horario establecido de ahí en adelante. 6Si sientes que una sola vez durante todo el día fuiste completamente sincero al repetir la idea de hoy, puedes estar seguro de que con ello te habrás ahorrado muchos años de esfuerzo.

¿Qué me enseña esta lección? 

Ver no es una cualidad de los ojos físicos. Si la mente no interpretara la señal que le llega desde el órgano perceptor, no sabría comprender o descifrar la imagen que percibe. Por lo tanto, cuando proyectamos nuestra voluntad de ver, lo que estamos diciendo es que queremos comprender, tener el conocimiento verdadero de lo que somos y de quiénes somos. 

Si nuestra voluntad elige ver, lo que realmente estamos decidiendo es que dejamos de dar significado a lo que no lo tiene, es decir, dejamos de creer en un mundo separado, dejamos de identificarnos con el cuerpo que hemos fabricado y dejamos de creer en el pecado, en la culpa y en el castigo como vía de redención. 

La realidad ilusoria que creemos ver, fue la respuesta a una elección, a un deseo de dejar de ser inconsciente y de adquirir conciencia a través del aprendizaje individual. 

Elegir Ver, adquiere un significado trascendente, pues se trata de una reorientación de nuestra voluntad tras producirse el acto de recordar lo que realmente Somos. A partir de ese instante santo, elegimos retomar la vía de aprendizaje "directa", al tener la certeza de que nunca hemos estado separados de nuestra Fuente Creadora. 

Cuando observamos el mundo que nos rodea, debemos ver con los ojos de la Mente Recta y no caer en la trampa de la mente errada que nos lleva a creer en lo perecedero e irreal, como es el cuerpo físico. 

El Ser, no es el ropaje material con el que se manifiesta en el plano físico. El Ser es Eterno y Perfecto, pues es Hijo de Dios. Por lo tanto, cuando nos veamos a nosotros mismos y nos proyectemos en nuestros hermanos, debemos ver su naturaleza espiritual y no la material. La primera debe invitarnos a la Unión y al Amor Incondicional, la segunda, nos lleva al ataque y a la venganza, al miedo, a la separación y a la desigualdad. 

Ver significa pues la vía más directa al Conocimiento, nos lleva a la percepción verdadera. Esa visión va acompañada del perdón, aunque no sería necesario pues, en verdad, no hay nada que debamos perdonar, el Ser es perfecto en sí mismo.

 

Ejemplo-Guía: "Me desespera el comportamiento de mi hijo" 

En el mundo que hemos fabricado, hemos acuñado muchas frases que se han convertido para nosotros en verdaderos guías. El ego necesita referentes de fácil acceso para la memoria, para reforzar sus falsas creencias. 

Entre estas frases, vamos a referirnos a la siguiente: "Querer es poder". 

Para el ego, esta frase, es muy importante, pues la exhibe con orgullo al reconocer que su origen, su existencia, depende del uso dado a la voluntad, la cual, si se pone al servicio del deseo, es capaz de conseguir cualquier cosa, es decir, es capaz de fabricar lo que el deseo haya imaginado. Lo que hemos deseado, al contar con el impulso de la voluntad, se convierte en aquello que visionamos. Ese es el poder de fabricar del ego. 

Bien, es bueno saberlo. Es bueno tomar consciencia de ello, pues en la medida en que invirtamos el timón de nuestra nave, podemos alcanzar nuevos rumbos, es decir, podemos elegir ver de otra manera o lo que es lo mismo, elegimos poner nuestra voluntad al servicio de un nuevo "deseo". Si así lo hacemos, lograremos ver una realidad diferente, siempre acorde con la calidad del filtro emocional. Si en vez de ponernos las gafas del miedo, utilizamos las gafas del amor, dejaremos de ver la ilusión con sus rasgos característicos de la separación y en su lugar veremos la verdad con el único rostro real, la Unidad. 

En el ejemplo que estamos aplicando, cuando hemos alcanzado ese instante santo en el que nuestros deseos quieren recordar el Ser que Somos, nos permitirá afrontar la vivencia de una manera muy diferente.

 Ya no nos sentiremos desesperados cuando nuestro hijo con su comportamiento nos lleve a una situación de conflicto. Nuestra voluntad no se movilizará para satisfacer nuestras emociones erróneas, las cuales nos conducirán una vez más a la creencia de que debemos juzgar el comportamiento de nuestro hijo y condenarlo por sus actos. Eso ya no tiene significado para nosotros. Ahora, la visión verdadera, la que nos ha llevado a recordar que somos seres espirituales, nos llevará a darle ese mismo trato. A partir de ese momento, no será el rencor y el odio lo que nos lleve a sentirnos desesperado, será el amor, el que nos conducirá a sentirnos en paz y gozosos de felicidad. 

Desde el amor, sabremos orientar a nuestro hijo correctamente. Tal vez, decidamos ayudarle a corregir su comportamiento y conozco situaciones en las que esa decisión ha supuesto pedir a su hijo que abandonase su hogar. Pero esa decisión, no está basada en la condena; esa decisión no nos causa dolor, ni odio, ni ira, ni miedo. Esa decisión está basada en el amor, y entendemos que es la mejor decisión para ayudar a nuestro hijo a recordar lo que es en Esencia.  Estas decisiones llevan implícita un potencial de luz inmenso, lo que asegura, que siempre aportan resultados beneficiosos.

 Es importante reforzar la idea que nos enseña esta lección. Querer Ver, supone dejar de ver en otro sentido, es decir, dejo de desear y de creer en el mundo de los efectos, en el mundo físico y, en cambio, deseo ver y creer en el mundo de las causas, donde el Pensamiento Divino me ofrece la visión de la Unidad. 

Reflexión: Haz consciente en ti, tu poder de determinación.

viernes, 26 de enero de 2024

Principio 26:Los milagros representan tu liberación del miedo.

PRINCIPIO 26

Los milagros representan tu liberación del miedo. "Expiar" significa "des-hacer." Deshacer el miedo es un aspecto esencial del poder expiatorio de los milagros.


Cuando analizamos el Principio 22, adelantábamos que dedicaríamos un capítulo al estudio del miedo, y lo prometido es deuda.

En la entrega anterior, en el análisis del Principio 25, decíamos que cuando tenemos miedo, estamos reconociendo que estamos necesitados de la Expiación. Tener miedo significa que,  "hemos actuado sin amor, al haber elegido sin amor. Ésta es precisamente la situación para la que se insti­tuyó la Expiación" (T-2.VI.8:4-5).

Pasemos a desmenuzar el significado del miedo, lo que nos llevará a comprender su origen y los efectos a los que da lugar en nuestras vidas. El párrafo anterior nos aporta una primera pista, al indicarnos que el miedo es la consecuencia de una elección. Es muy importante tomar consciencia de este matiz, pues nos permite reconocer, que el miedo no es algo que nos viene de afuera, no es algo que nos ataca y del cual debamos defendernos, tan solo es una elección. Yo añadiría que es una libre elección, pues todas las elecciones son libres.

En la Introducción del Curso, podemos leer: Lo opuesto al amor es el miedo, pero aquello que todo lo abarca no puede tener opuestos” (T-In.1:8). Esta afirmación nos hace una primera presentación de lo que es el miedo, indicándonos que el miedo no puede pertenecer al Creador, pues Él no tiene opuestos, lo que nos lleva a pensar que el miedo es una fabricación de la mente del Hijo de Dios, surgiendo como una proyección de su mente dual, lo que dio lugar a los opuestos amor-miedo, o lo que es lo mismo, la materialización de la separación y el surgimiento del ego.

Tenemos pues, que el miedo es la fabricación del Hijo de Dios, el cual cometió el error de creer que podía usurpar el poder de Dios. "Todo miedo se reduce, en última instancia, a esa básica percep­ción errónea" (T-2.I.4:1).

Sólo nuestra mente puede producir miedo y sólo nuestra mente puede llevarnos a comprender que el miedo no es real, es una ilusión.

Como hemos adelantado, "Dios no es el autor del miedo. El autor del miedo somos nosotros que hemos elegido crear en forma diferente a como crea Él" (T-4.I.9:1-3). Esa elección, nos hace "tener miedo de la Voluntad de Dios porque hemos usado la mente, que Él creó a semejanza de la Suya Propia, para crear falsa­mente. La mente sólo puede crear falsamente cuando creemos que no somos libres" (T-3.II.4:1-2).

En esa falsa creencia se encuentran los mayores conflictos que alberga la mente humana. Dichos conflictos, traducidos en miedos, se dan cita en el inconsciente, donde se ocultan celosamente y desde donde se proyectan dando lugar a todo tipo de comportamientos dementes y condenatorios.

De hecho, "los que creen en la separación tienen un miedo básico a las represalias y al abandono. Creen en el ataque y en el rechazo, de modo que eso es lo que perciben, lo que enseñan y lo que apren­den. Estas ideas descabelladas son claramente el resultado de la disociación y la proyección" (T-6.V-B.1:1-2).

Podemos decir que el origen del miedo es una elección errónea y esta creencia ha pasado a formar parte del inconsciente colectivo de la humanidad. "Cada vez que tenemos miedo es porque hemos tomado una decisión equivo­cada y esa es la razón por la que nos sentimos responsable de ello" (T-2.VI.3:2-3). 

Si la causa del miedo es mental, es obvio que para superarlo "tendremos que cambiar de mentalidad, no de comportamiento, y eso es cuestión de que estemos dispuestos a hacerlo" (T-2.VI.3:4). 
"La corrección debe llevarse a cabo únicamente en el nivel en que es posible el cambio. El cambio no tiene ningún sentido en el nivel de las formas en los que se manifiesta el miedo,  donde no puede producir resultados" (T-2.VI.3:6-7).

"El miedo es siempre un signo de tensión que surge cuando hay conflicto entre lo que deseamos y lo que hacemos" (T-2.VI.5:1). Asimismo, "la presencia del miedo indica que hemos elevado pensa­mientos corporales al nivel de la mente" T-2.VI.1:6).

Como hemos dicho, anteriormente, el uso incorrecto de la mente nos ha llevado a tener miedo de la Voluntad de Dios. Ese uso erróneo de la mente se ha traducido en los Textos Sagrados como un acto pecaminoso, el cual puso fin al estado de unicidad compartido por el Hijo de Dios y su Creador. Lo que se ha interpretado como “pecado”, como la violación de las Leyes de Dios, tuvo como consecuencia la creencia en la expulsión del Edén, de la Tierra Paradisiaca dispuesta por Dios para su Hijo, y lo que es lo más importante, nace el temor hacia el Creador, al creernos merecedores de su justicia vengativa.

Tener miedo de la Voluntad de Dios es una de las creencias más extrañas que la mente humana jamás haya podido concebir. Esto no habría podido ocurrir no ser que la mente hubiese estado ya tan profundamente dividida que le hubiese sido posible tener miedo de lo que ella misma es. La realidad sólo puede ser una "amenaza" para lo ilusorio, ya que lo único que la realidad puede defender es la verdad. El hecho mismo de que percibas la Volun­tad de Dios -que es lo que tú eres- como algo temible, demues­tra que tienes miedo de lo que eres. Por lo tanto, no es de la Voluntad de Dios de lo que tienes miedo, sino de la tuya”. (T-9.I.1:1-5)

Si advertimos la falsa creencia a la que dio lugar la elección del Hijo de Dios, descubriremos la identidad del ego, el representante de la mente dual, de la mente errónea. El ego pasó a ocupar el lugar de Dios y se erigió en  nuestra nueva identidad. Es del ego y no de Dios del que verdaderamente tenemos miedo.

"Debemos reconocer que lo que menos quiere el ego es que nos demos cuenta de que le tenemos miedo. Pues si el ego pudiese producir miedo, menoscabaría nuestra independencia y debilitaría nuestro poder. Sin embargo, su único argumento para que le seamos leales es que él puede darnos poder. Si no fuera por esta creencia no le escucharíamos en absoluto. ¿Cómo iba a poder, entonces, seguir existiendo si nos diésemos cuenta de que al aceptarlo nos estamos empequeñeciendo y privándonos de poder?" (T-11.V.8:1-5)

"El ego puede permitirnos, y de hecho lo hace, que nos consideremos altanero, incrédulo, frívolo, distante, superficial, insensible, des­pegado e incluso desesperado, pero no permite que nos demos cuenta de que realmente tenemos miedo. Minimizar el miedo, pero no deshacerlo, es el empeño constante del ego, y es una capacidad para la cual demuestra ciertamente gran ingenio. ¿Cómo iba a poder predicar separación a menos que la reforzase con miedo?, y, ¿seguiríamos escuchándole si reconociésemos que eso es lo que está haciendo?" (T-11.V.9:1-3)

"La más seria amenaza para el ego es, pues, que nos demos cuenta de que cualquier cosa que parezca separarnos de Dios es única­mente miedo, sea cual sea la forma en que se manifieste e inde­pendientemente de cómo el ego desee que lo experimentemos. Su sueño de autonomía se estremece hasta su raíz cuando cobramos conciencia de esto. Pues si bien podemos tolerar una falsa idea de independencia, no aceptaríamos el costo en miedo que ello supone una vez que lo reconociésemos. Pero ése es su costo, y el ego no puede reducirlo. Si pasamos por alto el amor estamos pasándonos por alto a nosotros mismo, y no podremos sino tener miedo de la irrealidad porque nos habremos negado nosotros mismo. Al creer que nuestro ataque contra la verdad ha tenido éxito, creeremos que el ataque tiene poder. Dicho llanamente, pues, nos hemos vuelto temerosos de nosotros mismos. Y nadie quiere encontrar lo que cree que le destruiría" (T-11.V.10:1-8).

"Si se pudiese lograr el objetivo de autonomía del ego, el propó­sito de Dios podría ser truncado, y eso es imposible. Solamente aprendiendo lo que es el miedo podemos por fin aprender a distin­guir lo posible de lo imposible y lo falso de lo verdadero" (T-11.V.11:1-2).

Sí, hemos mencionado que la elección del Hijo de Dios, fue interpretado, erróneamente, como un ataque contra la verdad. La cuestión que cabe plantearse es, ¿cómo corregir ese error?

Como nos indica el Curso, "reconocer el miedo no es suficiente para poder escaparse de él, aunque sí es necesario para demostrar la necesidad de escapar" (T-12.I.8:2).

Desde la mente errónea no podremos conseguir esa corrección. Debemos recurrir a la Voz que habla por Dios, el Espíritu Santo para que transforme el miedo en verdad.

“Si se te dejase con el miedo, una vez que lo hubieses reconocido, habrías dado un paso que te alejaría de la realidad en vez de acercarte a ella. No obstante, hemos señalado repetidamente la necesidad de reconocer el miedo y de confrontarlo cara a cara como un paso crucial en el proceso de desvanecer al ego. Considera entonces lo mucho que te va a servir la interpretación que hace el Espíritu Santo de los motivos de los demás. Al haberte enseñado a aceptar únicamente los pensamientos de amor de otros y a con­siderar todo lo demás como una petición de ayuda, te ha ense­ñado que el miedo en sí es una petición de ayuda. Esto es lo que realmente quiere decir reconocer el miedo. Si tú no lo proteges, el Espíritu Santo lo reinterpretará. En esto radica el valor prin­cipal de Aprender a percibir el ataque como una petición de amor. Ya hemos aprendido que el miedo y el ataque están inevitable­mente interrelacionados. Si el ataque es lo único que da miedo, y consideras al ataque como la petición de ayuda que real­mente es, te darás cuenta de la irrealidad del miedo. Pues el miedo, es una súplica de amor, en la que se reconoce inconsciente­mente lo que ha sido negado" (T-12.I.8:4-13).

"El miedo es un síntoma de tu profunda sensación de pérdida. Si al percibirlo en  otros aprendes a subsanar esa sensación de pérdida, se elimina la causa básica del miedo. De esa manera, te enseñas a ti mismo que no hay miedo en ti. Los medios para erradicarlo se encuentran en ti, y has demostrado esto al dárselos a otros. El miedo y el amor son las únicas emociones que eres capaz de experimentar. Una es falsa, pues procede de la negación, y la negación depende, para poder existir, de que se crea en lo que se ha negado. Al interpretar correctamente el miedo como una afirmación categórica de la creencia subyacente que enmascara, estás socavando la utilidad que le has atribuido al hacer que sea inútil. Las defensas que son inservibles se abandonan auto­máticamente. Si haces que lo que el miedo oculta pase a ocupar una posición inequívocamente preeminente, el miedo deja de ser relevante. Habrás negado que puede ocultar al amor, lo cual era su único propósito. El velo que habías puesto sobre la faz del amor habrá desaparecido” (T-12.I.9:1-11).

Tenemos más miedo de Dios que del ego, y el amor no puede entrar donde no se le da la bienvenida. Pero el odio sí que puede, pues entra por su propia voluntad sin que le importe la nuestra.

Hemos hecho referencia a una cuestión que no nos puede pasar inadvertida. "Decíamos que nadie toleraría el miedo si lo reconociese" (T-13.III.1:4). Sobre este particular, el Curso añade: "Pero en tu trastornado estado mental no le tienes miedo al miedo. No te gusta, pero tu deseo de atacar no es lo que realmente te asusta. Tu hostilidad no te perturba seriamente. La mantienes oculta porque tienes aún más miedo de lo que encubre. Podrías examinar incluso la piedra angular más tenebrosa del ego sin miedo si no creyeses que, sin el ego, encontrarías dentro de ti algo de lo que todavía tienes más miedo. No es de la crucifi­xión de lo que realmente tienes miedo. Lo que verdaderamente te aterra es la redención" (T-13.III.1:5-11).

"Bajo los tenebrosos cimientos del ego yace el recuerdo de Dios, y de eso es de lo que realmente tienes miedo. Pues este recuerdo te restituiría instantáneamente al lugar donde te corresponde estar, del cual te has querido marchar. El miedo al ataque no es nada en comparación con el miedo que le tienes al amor. Estarías dispuesto incluso a examinar tu salvaje deseo de dar muerte al Hijo de Dios, si pensases que eso te podría salvar del amor. Pues éste deseo causó la separación, y lo has protegido porque no quie­res que ésta cese. Te das cuenta de que al despejar la tenebrosa nube que lo oculta el amor por tu Padre te impulsaría a contestar Su llamada y a llegar al Cielo de un salto. Crees que el ataque es la salvación porque el ataque impide que eso ocurra. Pues subya­cente a los cimientos del ego, y mucho más fuerte de lo que éste jamás pueda ser, se encuentra tu intenso y ardiente amor por Dios, y el Suyo por ti. Esto es lo que realmente quieres ocultar" (T-13.III.2:1-9).

"Honestamente, ¿no te es más difícil decir "te quiero” que "te odio"? Asocias el amor con la debilidad y el odio con la fuerza, y te parece que tu verdadero poder es realmente tu debilidad. Pues no podrías dejar de responder jubilosamente a la llamada del amor si la oyeses, y el mundo que creíste haber construido desaparecería. El Espíritu Santo, pues, parece estar atacando tu fuerza, ya que tú prefieres excluir a Dios. Mas Su Voluntad no es ser excluido” (T-13.III.3:1-4).

El temor del ego a la Voluntad de Dios, viene acompañado de un sentimiento corrosivo para la mente recta, me estoy refiriendo a la culpabilidad.

"La atracción de la culpabilidad hace que se le tenga miedo al amor, pues el amor nunca se fijaría en la culpabilidad en absoluto. La naturaleza del amor es contemplar solamente la verdad ­-donde se ve a sí mismo- y fundirse con ella en santa unión y en compleción. De la misma forma en que el amor no puede sino mirar más allá del miedo, así el miedo no puede ver el amor. Pues en el amor reside el fin de la culpabilidad tan inequívocamente como que el miedo depende de ella. El amor sólo se siente atraí­do por el amor. Al pasar por alto completamente a la culpabili­dad, el amor no ve el miedo. Al estar totalmente desprovisto de ataque es imposible que pueda temer. El miedo se siente atraído por lo que el amor no ve, y ambos creen que lo que el otro ve, no existe. El miedo contempla la culpabilidad con la misma devo­ción con la que el amor se contempla a sí mismo. Y cada uno de ellos envía sus mensajeros, que retornan con mensajes escritos en el mismo lenguaje que se utilizó al enviarlos· (T-19.10:1-10).

El Curso dedica el Capítulo 28 al “Des-hacimiento del miedo” y nos refiere sobre este particular:

Todos los efectos de la culpabilidad han desaparecido, pues ésta ya no existe. Con su partida desaparecieron sus consecuen­cias, pues se quedaron sin causa. ¿Por qué querrías conservarla en tu memoria, a no ser que deseases sus efectos? Recordar es un proceso tan selectivo como percibir, al ser su tiempo pasado. Es percibir el pasado como si estuviese ocurriendo ahora y aún se pudiese ver. La memoria, al igual que la percepción, es una facultad que tú inventaste para que ocupase el lugar de lo que Dios te dio en tu creación. Y al igual que todas las cosas que inventaste, se puede emplear para otros fines y como un medio para obtener algo distinto. Se puede utilizar para sanar y no para herir, si ése es tu deseo” (T-28.I.2:1-9).

"Tenerle miedo a Dios es tenerle miedo a la vida, no a la muerte" (T-23.IV.1:2).

¿Qué verías si no tuvieses miedo de la muerte? ¿Qué sentirías y pensarías si la muerte no te atrajese? Simplemente recordarías a tu Padre. Recordarías al Creador de la vida, la Fuente de todo lo que vive, al Padre del universo y del universo de los universos, así como de todo lo que se encuentra más allá de ellos. con­forme esta memoria surja en tu mente, la paz tendrá todavía que superar el obstáculo final, tras el cual se consuma la salvación y al Hijo de Dios se le restituye completamente la cordura. Pues ahí acaba tu mundo" (T-19.IV.D.1:1-5).


Con relación a la curación y el miedo, el Curso nos refiere: “Toda curación es esencialmente una liberación del miedo. Para poder llevarla a cabo, tú mismo debes estar libre de todo miedo. No entiendes lo que es la curación debido a tu propio miedo” (T-2.IV.1:7-8).

"La curación es la liberación del miedo a despertar, y la substi­tución de ese miedo por la decisión de despertar. La decisión de despertar refleja la voluntad de amar, puesto que toda curación supone la sustitución del miedo por el amor" (T-8.IX.5:1-2).

"¿Qué es la curación sino el acto de despejar todo lo que obstacu­liza el conocimiento? ¿Y de qué otra manera puede uno disipar las ilusiones, excepto examinándolas directamente sin proteger­las? No tengas miedo, por lo tanto, pues lo que estarás viendo es la fuente del miedo, y estás comenzando a darte cuenta de que el miedo no es real. Te das cuenta también de que sus efectos se pueden desvanecer sólo con que niegues su realidad. El siguiente paso es, obviamente, reconocer que lo que no tiene efectos no existe. Ninguna ley opera en el vacío, y lo que no lleva a ninguna parte no ha ocurrido. Si la realidad se reconoce por su extensión, lo que no conduce a ninguna parte no puede ser real. No tengas miedo de mirar al miedo, pues no puede ser visto. La claridad, por definición, desvanece la confusión, y cuando se mira a la oscuridad a través de la luz, ésta no puede por menos que disiparla" (T-11.V.2:1-9).

Iniciamos este análisis describiendo que el miedo tiene como única causa la elección errónea de la mente. Bien, para poner punto y final, al mismo, diremos que, "el primer paso correctivo para deshacer ese error es darse cuen­ta, antes que nada, de que todo conflicto es siempre una expresión de miedo.  Debemos decirnos a nosotros mismo que de alguna manera tenemos que haber decidido no amar, ya que de otro modo el miedo no habría podido hacer presa en nosotros. A partir de ahí, todo el proceso correc­tivo se reduce a una serie de pasos pragmáticos dentro del pro­ceso más amplio de aceptar que la Expiación es el remedio. Estos pasos pueden resumirse de la siguiente forma:
  • Reconoce en primer lugar que lo que estás experimentando es miedo.
  • El miedo procede de una falta de amor.
  • El único remedio para la falta de amor es el amor perfecto.
  • El amor perfecto es la Expiación" (T-2.VI.7:1-8).

En el proceso de separar lo falso de lo verdadero, el milagro procede de acuerdo con lo siguiente:

"El amor perfecto expulsa el miedo.
Si hay miedo, es que no hay amor perfecto.
Mas:
Sólo el amor perfecto existe.
Si hay miedo, éste produce un estado que no existe" (T-1.VI.4:4-10).

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 26

LECCIÓN 26

Mis pensamientos de ataque atacan mi invulnerabilidad.

1. Seguramente resulta obvio que si puedes ser atacado es que no eres invulnerable. 2Ves el ataque como una amenaza real. 3Esto se debe a que crees que realmente puedes atacar. 4lo que tendría efectos a través tuyo también tiene que tenerlos en ti. 5Ésta es la ley que en última instancia te salvará, pero de la que ahora estás haciendo un uso indebido. 6Debes, por lo tanto, aprender a usarla en beneficio de lo que más te conviene en vez de en su contra.

2. Puesto que no podrás sino proyectar tus pensamientos de ata­que, temerás ser atacado. 2Y si temes ser atacado, es que crees que no eres invulnerable. 3Los pensamientos de ataque, por lo tanto, hacen que seas vulnerable en tu propia mente, que es donde se encuentran. 4Los pensamientos de ataque y la invulnerabilidad no pueden aceptarse al unísono, 5pues se contradicen entre sí.

3. La idea de hoy introduce el pensamiento de que siempre te atacas a ti mismo primero. 2Si los pensamientos de ataque entrañan forzosamente la creencia de que eres vulnerable, su efecto no es otro que debilitarte ante tus propios ojos. 3De este modo, han atacado tu percepción de ti mismo. 4puesto que crees en ellos, ya no puedes creer en ti mismo. 5Una falsa imagen de ti mismo ha venido a ocupar el lugar de lo que eres.

4. Practicar con la idea de hoy te ayudará a entender que la vulnerabilidad o la invulnerabilidad son el resultado de tus propios pensamientos. 2Nada, excepto tus propios pensamientos, puede atacarte. 3Nada, excepto tus propios pensamientos, puede hacerte pensar que eres vulnerable. 4Y nada, excepto tus propios pensamientos, puede probarte que esto no es así.

5. La idea de hoy requiere seis sesiones de práctica. 2Se deben dedicar dos minutos completos a cada una de ellas, que pueden reducirse a uno en caso de que la incomodidad sea demasiado grande. No deben reducirse a menos de eso.

6. Comienza cada sesión repitiendo la idea de hoy, luego cierra los ojos y trae de nuevo a la mente aquellas cuestiones aún sin resolver cuyos posibles desenlaces te inquietan. 2La inquietud puede manifestarse en forma de depresión, ansiedad, ira, una sensación de coacción, miedo, malos presentimientos o preocupación. 3Cualquier problema aún sin resolver que tienda a reaparecer en tus pensamientos durante el día constituye un sujeto adecuado. 4No podrás abarcar muchos de ellos en cada sesión de práctica porque se debe dedicar más tiempo del habitual a cada uno de ellos. 5La idea de hoy debe aplicarse de la siguiente manera:

7. Primero, nombra la situación:

2Estoy preocupado acerca de _____

3Luego examina todos los posibles desenlaces que se te hayan ocurrido en conexión con la situación que te hayan causado inquietud, y refiriéndote a cada uno de ellos de manera muy concreta, di lo siguiente:

4Temo que lo que pueda ocurrir es que _____

8. Si has estado haciendo los ejercicios correctamente, deberías haber encontrado cinco o seis posibilidades desagradables para cada una de las situaciones en cuestión, y probablemente más. 2Es mucho mejor examinar detenidamente unas cuantas situaciones que revisar un número mayor superficialmente. 3A medida que la lista de los desenlaces que prevés se haga más larga, es probable. que, algunos de ellos, especialmente aquellos que se te ocurran hacia el final, te resulten menos aceptables. 4Procura, no obstante, en la medida de lo posible, de tratarlos a todos por igual.

9. Después de que hayas nombrado cada desenlace que temes, di para tus adentros:

2Este pensamiento es un ataque contra mí mismo.

3Concluye cada sesión de práctica repitiendo una vez más para tus adentros la idea de hoy.


¿Qué me enseña esta lección? 

 

Para el ego, el pensamiento de ataque hacia sí mismo es tan natural como el comer, tanto es así, que ha pasado a formar parte de una respuesta automática y, por ello, inconsciente. El pensamiento se proyecta al exterior y juzga cada situación dentro del espacio tiempo, desde la dualidad y desde la separación. Sus juicios carecen de propósito y significado, por lo que no abarca con su visión la integridad, la unidad.

 

Esa proyección le causa preocupación y, a continuación, un profundo temor como consecuencia de los muchos elementos que interpreta bajo la perspectiva del miedo, del ataque hacia sí mismo. Al formar parte de su propia visión, lo justifica, sin caer en la cuenta de que él, y sólo él, es causa y efecto al mismo tiempo de sus propios ataques.

 

“Temo que lo que va a ocurrir sea esto o aquello”, y con esa expresión damos vida a nuestro miedo, pues la respuesta nos altera, nos lleva a un estado de pérdida de la paz interior.

 

El pensamiento debe liberarse de la iniciativa del juicio condenatorio que se manifiesta como un ataque hacia sí mismo y que proyectamos en los demás. La certeza de que somos invulnerables, de que somos Hijos de Dios, debe llevarnos a la liberación de esos miedos y actuar de acuerdo al Amor Incondicional.

 

Ejemplo-Guía: "Me desespera el comportamiento de mi hijo"

 

Es evidente que ante una situación como la que expresa este ejemplo, se convierte en un obstáculo para sentir paz y felicidad. Nuestra mente está aceptando, que la experiencia que estamos viviendo con nuestro hijo, nos lleva a una situación que hemos juzgado como desesperante.

 

Con ese juicio, estamos afirmando que nos vemos privados de un estado deseado de paz, al interpretar que somos víctimas del ataque que nos propicia nuestro hijo, o lo que es lo mismo, estamos admitiendo que somos susceptibles de ser atacados y de que somos vulnerables a los efectos de ese ataque: dolor, sufrimiento, desesperación, etc.

 

Desde la visión del ego, ya lo hemos analizado en anteriores lecciones, la creencia de que somos vulnerables está más que justificada. Es una experiencia real que percibimos a través de nuestros sentidos y, dudar de ello, estaría fuera de lugar. El ego admite que el ataque es real, porque cree en ello, y para creer en ello, ese ataque debe haber sido deseado.

 

Tal vez os preguntéis, ¿cómo es posible que deseemos el ataque? La respuesta tiene una única causa. Deseamos el ataque porque deseamos la individualidad. Desear la individualidad nos ha llevado a la creencia en la separación. Lo paradójico de esta elección es que el deseo de la individualidad nos ha llevado a un nuevo escenario donde el miedo ocupa el espacio, donde antes se encontraba el Amor.

 

La criatura que se encuentra en proceso de gestación, mientras que se encuentra en el seno de su madre (creador), mantiene con ella una relación de unidad. En ese estado, esa criatura tan sólo recibe Amor, es invulnerable y desconoce el miedo. Con el nacimiento, o lo que es lo mismo, cuando se produce la "separación" de su madre-creador, se produce una "recapitulación" de lo que ocurre a nivel mental cuando elegimos que nuestra voluntad nos lleve a decidir por nosotros mismos, esto es, hacer uso de los atributos con los que hemos sido creados.

 

Pero, al igual como el hecho de estar fuera del vientre de nuestra madre-creador, no significa que hayamos perdido su Amor, cuando elegimos actuar de manera individual, tampoco dejamos de recibir el Amor de nuestro Padre, ni tan siquiera, perdemos la conexión de unidad que nos mantiene, eternamente, unido a Él.

 

Aplicando las recomendaciones del ejercicio expuesto en la lección, si nos encontramos en una situación como la referenciada en el ejemplo, digámonos:

 

"Estoy preocupado acerca de mi experiencia de relación con mi hijo. Temo que, de seguir, así las cosas, llegaremos a romper nuestras relaciones". Seguidamente, toma consciencia de tus pensamientos y di para tus adentro:

 

"Este pensamiento es un ataque contra mí mismo"

 

No se trata de que, a partir de ahí, de esa nueva toma de consciencia, pasemos a autocastigarnos por sentirnos culpables. Si así lo hacemos, estaríamos de nuevo creyendo en que somos vulnerables y de que podemos atacar y recibir ataque. Esa es la enseñanza que debemos aprender con esta lección. Somos Hijos de Dios, inocentes, impecables, perfectos, amorosos, plenos y abundantes.

 

Reflexiones: ¿Crees posible que puedes atacar, si en tu mente no hay pensamientos de ataque?